September 6th, 2020
Entre el Mar Rojo y la Tierra Prometida: “El uso de la libertad- Parte II”
Reflexión por el Pastor Rector: Mizraim Esquilín-García
“
Nuestra reflexión anterior dio inicio a los análisis del segundo tema en esta serie acerca de la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto. Se trata del tema del uso de la libertad. Vimos en esa reflexión que este tema es abordado de muchas formas durante esa peregrinación. Una de ellas es la metáfora de las águilas que aparece en el llamamiento inicial que Dios les hace para pactar con ellos en Éxodo 19:4. Las águilas no pueden escoger hacia dónde volarán sus aguiluchos.
Otros acercamientos son los identificados en las muchas formas de libertad que se incluyen en el Pacto que Dios les propuso, así como el alcance de las definiciones de estas.
En esta reflexión procuraremos abstraer estos principios, analizarlos aisladamente o considerarlos en su pura esencia o noción[1]. El propósito de esto es poder ver su correlación con los acercamientos a la libertad que encontramos en el Evangelio.
Los llamados a experimentar lo que Warren W. Wiersbe ha calificado como “la libertad de”, “la libertad en” y “la libertad para” que experimentó Israel,[2] encuentran un paralelismo en el mensaje del Nuevo Testamento. Claro está, estipulando que la sangre de Cristo establece un Nuevo Pacto que es superior al Pacto del Sinaí (Heb 8:6-13). Es superior porque el sacrificio de Cristo cancela el pecado. Es superior porque nosotros contamos con la participación del Espíritu Santo para guiarnos constantemente.
La discusión de este tema nos llevó de manera inexorable a la discusión del libre albedrío. Una de nuestras conclusiones destacó una verdad fundamental para nuestra fe; los seres humanos tenemos libre albedrío. Dios nos creó con la libre capacidad para escoger. Esa fue la experiencia de Adán y Eva. Esa fue también la experiencia que recogemos en el Pacto del Sinaí. Dios le propuso esquemas condicionales a Israel como parte de ese Pacto: “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto” (Éxo 19:5b).
Del texto hebreo se desprende que esta es una cláusula condicional. Ese texto dice lo siguiente:
“Ve ata eem shamóa tish me oo bekoli oosh mar tem et beriti.” (Si diereis oído a mi voz y guardareis mi pacto)
La palabra “eem” es lo que se traduce como “si” (en inglés se traduciría “if”), lo que convierte esa frase en una cláusula condicional. O sea, el pueblo de Israel tenía ante sí la oportunidad de escoger. De hecho, ese pueblo ha internalizado esto como parte de sus normas teológicas. Reiteramos lo dicho por el Rabino Akiva ben Joseph entre el primero y el segundo siglo de la Era Cristiana:
“
Hay un trabajo excelente acerca del tema del libre albedrío. Se trata de un libro escrito por el Dr. Ken Wilson: “The Foundation of Agustinian-Calvinism”[3]. Este libro es un resumen de la tesis doctoral que este profesor sometió en Oxford en el 2012: “Augustine’s Conversion from Traditional Free Choice to ‘non-Free Free Will’: A Comprehensive Methodology”[4].
Para este trabajo académico Wilson leyó todos los trabajos, las cartas, y los sermones de Agustín de Hipona, de forma cronológica. Además, comparó estos con las creencias religiosas y filosóficas acerca del destino y del libre albedrío desde el 2000AC hasta el año 400 de la Era Cristiana. Una de sus conclusiones es que la Iglesia rechazó la doctrina de Agustín sobre la ausencia del libre albedrío. Otra conclusión sólida es que Agustín de Hipona no basó sus conclusiones siguiendo la doctrina del Apóstol Pablo. Este es un trabajo que debe ser estudiado con mucha atención.
El texto del epígrafe describe uno de los fundamentos de nuestra fe Cristiana: el sacrificio de Jesucristo en la Cruz del Calvario operó nuestra liberación del poder del pecado (Rom 6:22). El beneficio de esa liberación es un regalo que nosotros recibimos con tan solo decidir creer en Cristo. Como lo recoge el verso 17, gracias a Dios, aunque éramos esclavos del pecado decidimos obedecer (“hupekousate”, primer aoristo act. indicativo en segunda persona plural)[5] la enseñanza que hemos recibido.
Esto no debe ser sorpresa para nadie toda vez que el verso que el verso 16 apunta a la misma línea de interpretación cuando dice que uno se hace esclavo de todo aquello que “decide” obedecer.
Es por eso que ahora podemos decir con mucha alegría y gozo que hemos decidido ser esclavos de Cristo (vs 19).
Esa liberación, la liberación del yugo del pecado, de su sentencia de muerte (v. 23), del poder de las tinieblas (Ef 5:8; Col 1:13), esa es “la libertad de”.
Esa liberación fue producida sin que nosotros tuviésemos que hacer algo para ganarla. Sin embargo, esta es diferente del ejercicio de la libertad con el que nosotros escogemos lo que hacemos después de haber recibido esa liberación.
No obstante, lo que nosotros hacemos con esa libertad es lo que hemos llamado “libertad en.” La Biblia dice lo siguiente acerca de esto
“
Es muy interesante que el vocabulario juanino seleccionado aquí para hablar de esa libertad que Cristo nos ofrece incluya el concepto “eleutheroō” (G1659). El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento Kittle define este concepto diciendo que ser “eleutheroō”, es ser libre siendo dueño de lo que uno disponga.[6] O sea, que Cristo nos liberta de pecado, pero nosotros quedamos siendo dueños de lo que hacemos con esa libertad. De hecho, este es el mismo concepto que Pablo utiliza en Rom 6:18, 22 para decirnos que hemos sido libertados del pecado.
La libertad que ofrece Cristo, el “eleutheroō”, es lo que nos hace libres de la ley de pecado (Rom 8:2) y de la libertad que disfrutará la creación de la esclavitud de la corrupción, para alcanzar la “eleutheria” (G1657) gloriosa de los hijos de Dios (Rom 8:21).
La “libertad en” es entonces el ejercicio de lo que escogemos hacer con lo que Cristo nos ha regalado. Es por esto que el Apóstol Pablo nos conmina a mantenernos firmes en esa libertad con que Cristo nos ha hecho libres (Gál 5:1). O sea, que hay que perseverar en esa libertad.
¿Qué hizo Cristo Jesús para poder conseguir para nosotros esta libertad? El Apóstol Pablo dice que Jesucristo decidió como ser humano renunciar a lo que era suyo (Fil 2:7, Dios Habla Hoy, Nueva Traducción Viviente), quitarse el honor de ser Dios (Palabra de Dios para Todos). O como dice el texto griego: “alla eauton ekenosen”, decidió vaciarse, sufrir la “kenosis”, de modo que pudiera morir en la Cruz por nuestros pecados. Jesucristo era 100% ser humano y 100% Dios. La Iglesia decidió en el Concilio de Efeso (451 DC) que ninguna de sus naturalezas podía ser más grandes que la otra.
¿Cómo podemos lograr perseverar en esa libertad?: decidiendo hacer las cosas que llevan a la santidad y que dan como resultado la vida eterna (Rom 6:22, Nueva Traducción Viviente). ¿Cómo podemos lograr perseverar en esa libertad?: permaneciendo en lo que dice la Palabra.
“
Esos versos dicen que permanecer, morar, continuar, en la palabra de Dios nos permitirá experimentar la verdad, y la verdad operará esa libertad.
Una vez más, este es un ejercicio decisional. Así como las águilas no pueden escoger hacia dónde irán a volar sus aguiluchos, así también es que Dios deja en nuestras manos lo que Dios decidimos hacer con la libertad que Él nos ha regalado.
Es por esta razón que el Apóstol Pablo le dice lo siguiente a la Iglesia en Galacia:
“
Esta declaración es fundamental porque Pablo dice aquí que nosotros hemos sido llamados a esa libertad.
Es por esa razón que el Apóstol Santiago le dice lo siguiente a la Iglesia:
“
Es por esta razón que el Apóstol Pedro le dice lo siguiente a la Iglesia:
“
Hay que indicar que existen otros conceptos en la Biblia que son traducidos como libertad. Entre ellos está la “exousia” (G1849) que puede ser traducida como la libertad como autoridad y/o como privilegio. Está también la “parrhēsia”, (G3954), que puede ser traducida como la libertad como franqueza. Está también la “aphesis” (G859), que puede ser traducida como libertad o perdón.
La “libertad en”, “eleutheria” (G1657), es la que nos ofrece Cristo y que nosotros decidimos escoger para convertirnos en esclavos del Señor. Esta nos conduce a la “libertad para.” La invitación bíblica es que decidamos estar juntamente crucificados con Cristo y no vivir para nosotros mismos. Como dice el Apóstol Pablo, Cristo vive en nosotros (Gál 2:20) y decidimos no vivir según la carne (Rom 8:9).
Es muy interesante que esas palabras, Pablo se las escribió a unas Iglesias, en Galacia, y en Roma, constituidas por hombres y mujeres lavados por la sangre de Cristo. O sea, que se supone que eran hombres y mujeres libres del pecado. Veamos como ejemplo lo escueto de sus planteamientos a la Iglesia en Roma:
“
Un dato extraordinario es que esas aseveraciones son condicionales. El Apóstol Pablo dice “eiper pneuma Theou oikei en umin” (v.9). El concepto griego “eiper” (G1512) es similar al concepto hebreo “eem” (H518); significa “si” (o “if”, en inglés). O sea, que Pablo está diciendo que todo eso que él ha dicho se cumple si el creyente acepta que el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo, more en él.
Estas son expresiones muy severas porque indican que hay personas que aceptaron el sacrificio de Cristo en la Cruz, pero que han decidido no ser dominados, no ser siervos, ni ser llenos del Espíritu. Pablo dice que esas personas han dejado de ser de Cristo.
¿Cómo podemos distinguirlas? Las distinguimos porque no obedecen la Palabra de Dios ni viven sujetos al Espíritu Santo.
¿Qué ventaja tiene vivir según el Espíritu Santo? Pablo responde a esta pregunta un poco más adelante en ese mismo capítulo (Romanos 8). Él dice allí que vivir por el Espíritu nos permite hacer morir las obras de la carne (Rom 8:13). Es así que alcanzamos cumplir el propósito para el que fuimos llamados. Esa presencia nos hace vivir sin temor, llamando a Dios “Abba” (Rom 8:15-16). Esa presencia nos hace tener por cierto que las aflicciones del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria venidera que se va a manifestar (Rom 8:18). Esa presencia nos enseña a pedir como conviene (Rom 8:26). Esa presencia nos enseña a confiar en que todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios (Rom 8:28).
Esa presencia nos ayuda a decidir despojarnos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos y a renovarnos en el espíritu de nuestra mente. Esa presencia nos ayuda a decidir vestirnos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Esa presencia nos ayuda a decidir desechar la mentira, a hablar la verdad, airarnos pero sin pecar y no darle lugar al diablo. Esa presencia nos ayuda a decidir que nos ganaremos el sustento trabajando, a que ninguna palabra corrompida salga de nuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación. Esa presencia nos lleva a decidir que no contristaremos al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuimos sellados para el día de la redención. Esa presencia nos lleva a decidir que quitaremos de nosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Esa presencia nos lleva a decidir que escogemos ser benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también nos perdonó a vosotros en Cristo (Efe 4:22-32)
Eso es “libertad para:” libertad para vivir para el Señor.
Esa presencia nos ayuda a decidir que seguiremos lo bueno unos para con otros, y para con todos, que estaremos siempre gozosos y que oraremos sin cesar. Esa presencia nos ayuda a decidir que daremos gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con nosotros en Cristo Jesús. Esa presencia nos ayuda a decidir que no apagaremos al Espíritu, que no menospreciaremos las profecías y que permitiremos que el mismo Dios de paz nos santifique por completo; y que todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
La Biblia dice que el que nos llamó es fiel y que también lo hará (1 Tes 5:15-24)
16 No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 19 Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. 20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. 21 Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Rom 6:16-23, RV 1960)
Nuestra reflexión anterior dio inicio a los análisis del segundo tema en esta serie acerca de la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto. Se trata del tema del uso de la libertad. Vimos en esa reflexión que este tema es abordado de muchas formas durante esa peregrinación. Una de ellas es la metáfora de las águilas que aparece en el llamamiento inicial que Dios les hace para pactar con ellos en Éxodo 19:4. Las águilas no pueden escoger hacia dónde volarán sus aguiluchos.
Otros acercamientos son los identificados en las muchas formas de libertad que se incluyen en el Pacto que Dios les propuso, así como el alcance de las definiciones de estas.
En esta reflexión procuraremos abstraer estos principios, analizarlos aisladamente o considerarlos en su pura esencia o noción[1]. El propósito de esto es poder ver su correlación con los acercamientos a la libertad que encontramos en el Evangelio.
Los llamados a experimentar lo que Warren W. Wiersbe ha calificado como “la libertad de”, “la libertad en” y “la libertad para” que experimentó Israel,[2] encuentran un paralelismo en el mensaje del Nuevo Testamento. Claro está, estipulando que la sangre de Cristo establece un Nuevo Pacto que es superior al Pacto del Sinaí (Heb 8:6-13). Es superior porque el sacrificio de Cristo cancela el pecado. Es superior porque nosotros contamos con la participación del Espíritu Santo para guiarnos constantemente.
La discusión de este tema nos llevó de manera inexorable a la discusión del libre albedrío. Una de nuestras conclusiones destacó una verdad fundamental para nuestra fe; los seres humanos tenemos libre albedrío. Dios nos creó con la libre capacidad para escoger. Esa fue la experiencia de Adán y Eva. Esa fue también la experiencia que recogemos en el Pacto del Sinaí. Dios le propuso esquemas condicionales a Israel como parte de ese Pacto: “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto” (Éxo 19:5b).
Del texto hebreo se desprende que esta es una cláusula condicional. Ese texto dice lo siguiente:
“Ve ata eem shamóa tish me oo bekoli oosh mar tem et beriti.” (Si diereis oído a mi voz y guardareis mi pacto)
La palabra “eem” es lo que se traduce como “si” (en inglés se traduciría “if”), lo que convierte esa frase en una cláusula condicional. O sea, el pueblo de Israel tenía ante sí la oportunidad de escoger. De hecho, ese pueblo ha internalizado esto como parte de sus normas teológicas. Reiteramos lo dicho por el Rabino Akiva ben Joseph entre el primero y el segundo siglo de la Era Cristiana:
“
All is foreseen, yet freedom of choice is given” (Misna, Avot 3:15) (Todo ha sido previsto, pero la libertad para escoger ha sido dada)
Hay un trabajo excelente acerca del tema del libre albedrío. Se trata de un libro escrito por el Dr. Ken Wilson: “The Foundation of Agustinian-Calvinism”[3]. Este libro es un resumen de la tesis doctoral que este profesor sometió en Oxford en el 2012: “Augustine’s Conversion from Traditional Free Choice to ‘non-Free Free Will’: A Comprehensive Methodology”[4].
Para este trabajo académico Wilson leyó todos los trabajos, las cartas, y los sermones de Agustín de Hipona, de forma cronológica. Además, comparó estos con las creencias religiosas y filosóficas acerca del destino y del libre albedrío desde el 2000AC hasta el año 400 de la Era Cristiana. Una de sus conclusiones es que la Iglesia rechazó la doctrina de Agustín sobre la ausencia del libre albedrío. Otra conclusión sólida es que Agustín de Hipona no basó sus conclusiones siguiendo la doctrina del Apóstol Pablo. Este es un trabajo que debe ser estudiado con mucha atención.
El texto del epígrafe describe uno de los fundamentos de nuestra fe Cristiana: el sacrificio de Jesucristo en la Cruz del Calvario operó nuestra liberación del poder del pecado (Rom 6:22). El beneficio de esa liberación es un regalo que nosotros recibimos con tan solo decidir creer en Cristo. Como lo recoge el verso 17, gracias a Dios, aunque éramos esclavos del pecado decidimos obedecer (“hupekousate”, primer aoristo act. indicativo en segunda persona plural)[5] la enseñanza que hemos recibido.
Esto no debe ser sorpresa para nadie toda vez que el verso que el verso 16 apunta a la misma línea de interpretación cuando dice que uno se hace esclavo de todo aquello que “decide” obedecer.
Es por eso que ahora podemos decir con mucha alegría y gozo que hemos decidido ser esclavos de Cristo (vs 19).
Esa liberación, la liberación del yugo del pecado, de su sentencia de muerte (v. 23), del poder de las tinieblas (Ef 5:8; Col 1:13), esa es “la libertad de”.
Esa liberación fue producida sin que nosotros tuviésemos que hacer algo para ganarla. Sin embargo, esta es diferente del ejercicio de la libertad con el que nosotros escogemos lo que hacemos después de haber recibido esa liberación.
No obstante, lo que nosotros hacemos con esa libertad es lo que hemos llamado “libertad en.” La Biblia dice lo siguiente acerca de esto
“
31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? 34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”
Es muy interesante que el vocabulario juanino seleccionado aquí para hablar de esa libertad que Cristo nos ofrece incluya el concepto “eleutheroō” (G1659). El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento Kittle define este concepto diciendo que ser “eleutheroō”, es ser libre siendo dueño de lo que uno disponga.[6] O sea, que Cristo nos liberta de pecado, pero nosotros quedamos siendo dueños de lo que hacemos con esa libertad. De hecho, este es el mismo concepto que Pablo utiliza en Rom 6:18, 22 para decirnos que hemos sido libertados del pecado.
La libertad que ofrece Cristo, el “eleutheroō”, es lo que nos hace libres de la ley de pecado (Rom 8:2) y de la libertad que disfrutará la creación de la esclavitud de la corrupción, para alcanzar la “eleutheria” (G1657) gloriosa de los hijos de Dios (Rom 8:21).
La “libertad en” es entonces el ejercicio de lo que escogemos hacer con lo que Cristo nos ha regalado. Es por esto que el Apóstol Pablo nos conmina a mantenernos firmes en esa libertad con que Cristo nos ha hecho libres (Gál 5:1). O sea, que hay que perseverar en esa libertad.
¿Qué hizo Cristo Jesús para poder conseguir para nosotros esta libertad? El Apóstol Pablo dice que Jesucristo decidió como ser humano renunciar a lo que era suyo (Fil 2:7, Dios Habla Hoy, Nueva Traducción Viviente), quitarse el honor de ser Dios (Palabra de Dios para Todos). O como dice el texto griego: “alla eauton ekenosen”, decidió vaciarse, sufrir la “kenosis”, de modo que pudiera morir en la Cruz por nuestros pecados. Jesucristo era 100% ser humano y 100% Dios. La Iglesia decidió en el Concilio de Efeso (451 DC) que ninguna de sus naturalezas podía ser más grandes que la otra.
¿Cómo podemos lograr perseverar en esa libertad?: decidiendo hacer las cosas que llevan a la santidad y que dan como resultado la vida eterna (Rom 6:22, Nueva Traducción Viviente). ¿Cómo podemos lograr perseverar en esa libertad?: permaneciendo en lo que dice la Palabra.
“
31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Jn 8:31-32)
Esos versos dicen que permanecer, morar, continuar, en la palabra de Dios nos permitirá experimentar la verdad, y la verdad operará esa libertad.
Una vez más, este es un ejercicio decisional. Así como las águilas no pueden escoger hacia dónde irán a volar sus aguiluchos, así también es que Dios deja en nuestras manos lo que Dios decidimos hacer con la libertad que Él nos ha regalado.
Es por esta razón que el Apóstol Pablo le dice lo siguiente a la Iglesia en Galacia:
“
13 Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.” (Gal 5:13)
Esta declaración es fundamental porque Pablo dice aquí que nosotros hemos sido llamados a esa libertad.
Es por esa razón que el Apóstol Santiago le dice lo siguiente a la Iglesia:
“
25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.” (Stg 1:25 )
Es por esta razón que el Apóstol Pedro le dice lo siguiente a la Iglesia:
“
15 Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; 16 como libres, (“eleutheroos”) pero no como los que tienen la libertad (“eleutheria”) como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.” (1 Ped 2:15-16)
Hay que indicar que existen otros conceptos en la Biblia que son traducidos como libertad. Entre ellos está la “exousia” (G1849) que puede ser traducida como la libertad como autoridad y/o como privilegio. Está también la “parrhēsia”, (G3954), que puede ser traducida como la libertad como franqueza. Está también la “aphesis” (G859), que puede ser traducida como libertad o perdón.
La “libertad en”, “eleutheria” (G1657), es la que nos ofrece Cristo y que nosotros decidimos escoger para convertirnos en esclavos del Señor. Esta nos conduce a la “libertad para.” La invitación bíblica es que decidamos estar juntamente crucificados con Cristo y no vivir para nosotros mismos. Como dice el Apóstol Pablo, Cristo vive en nosotros (Gál 2:20) y decidimos no vivir según la carne (Rom 8:9).
Es muy interesante que esas palabras, Pablo se las escribió a unas Iglesias, en Galacia, y en Roma, constituidas por hombres y mujeres lavados por la sangre de Cristo. O sea, que se supone que eran hombres y mujeres libres del pecado. Veamos como ejemplo lo escueto de sus planteamientos a la Iglesia en Roma:
“
5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. 9 Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia.” (Rom 8:5-1, RV 1960)
Un dato extraordinario es que esas aseveraciones son condicionales. El Apóstol Pablo dice “eiper pneuma Theou oikei en umin” (v.9). El concepto griego “eiper” (G1512) es similar al concepto hebreo “eem” (H518); significa “si” (o “if”, en inglés). O sea, que Pablo está diciendo que todo eso que él ha dicho se cumple si el creyente acepta que el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo, more en él.
Estas son expresiones muy severas porque indican que hay personas que aceptaron el sacrificio de Cristo en la Cruz, pero que han decidido no ser dominados, no ser siervos, ni ser llenos del Espíritu. Pablo dice que esas personas han dejado de ser de Cristo.
¿Cómo podemos distinguirlas? Las distinguimos porque no obedecen la Palabra de Dios ni viven sujetos al Espíritu Santo.
¿Qué ventaja tiene vivir según el Espíritu Santo? Pablo responde a esta pregunta un poco más adelante en ese mismo capítulo (Romanos 8). Él dice allí que vivir por el Espíritu nos permite hacer morir las obras de la carne (Rom 8:13). Es así que alcanzamos cumplir el propósito para el que fuimos llamados. Esa presencia nos hace vivir sin temor, llamando a Dios “Abba” (Rom 8:15-16). Esa presencia nos hace tener por cierto que las aflicciones del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria venidera que se va a manifestar (Rom 8:18). Esa presencia nos enseña a pedir como conviene (Rom 8:26). Esa presencia nos enseña a confiar en que todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios (Rom 8:28).
Esa presencia nos ayuda a decidir despojarnos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos y a renovarnos en el espíritu de nuestra mente. Esa presencia nos ayuda a decidir vestirnos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Esa presencia nos ayuda a decidir desechar la mentira, a hablar la verdad, airarnos pero sin pecar y no darle lugar al diablo. Esa presencia nos ayuda a decidir que nos ganaremos el sustento trabajando, a que ninguna palabra corrompida salga de nuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación. Esa presencia nos lleva a decidir que no contristaremos al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuimos sellados para el día de la redención. Esa presencia nos lleva a decidir que quitaremos de nosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Esa presencia nos lleva a decidir que escogemos ser benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también nos perdonó a vosotros en Cristo (Efe 4:22-32)
Eso es “libertad para:” libertad para vivir para el Señor.
Esa presencia nos ayuda a decidir que seguiremos lo bueno unos para con otros, y para con todos, que estaremos siempre gozosos y que oraremos sin cesar. Esa presencia nos ayuda a decidir que daremos gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con nosotros en Cristo Jesús. Esa presencia nos ayuda a decidir que no apagaremos al Espíritu, que no menospreciaremos las profecías y que permitiremos que el mismo Dios de paz nos santifique por completo; y que todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
La Biblia dice que el que nos llamó es fiel y que también lo hará (1 Tes 5:15-24)
Referencias
[1] https://dle.rae.es/abstraer?m=form.
[2] Wiersbe, Warren W.. Be Delivered (Exodus): Finding Freedom by Following God (The BE Series Commentary) (p. 120). David C Cook. Kindle Edition.
[3] Wilson, Ken. 2019. The Foundation of Agustinian-Calvinism. Regula Fidei Press.
[4] ISBN-13:978-3161557538. Mohr Siebrek Ek (May 1, 2018)
[5] Mis disculpas a nuestros lectores habituales. Algunos académicos que nos conceden el privilegio de leer estas cuartillas necesitan estos datos.
[6] Schlier, H. (1964–). ἐλεύθερος, ἐλευθερόω, ἐλευθερία, ἀπελεύθερος. G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 2, p. 487). Grand Rapids, MI: Eerdmans.
[1] https://dle.rae.es/abstraer?m=form.
[2] Wiersbe, Warren W.. Be Delivered (Exodus): Finding Freedom by Following God (The BE Series Commentary) (p. 120). David C Cook. Kindle Edition.
[3] Wilson, Ken. 2019. The Foundation of Agustinian-Calvinism. Regula Fidei Press.
[4] ISBN-13:978-3161557538. Mohr Siebrek Ek (May 1, 2018)
[5] Mis disculpas a nuestros lectores habituales. Algunos académicos que nos conceden el privilegio de leer estas cuartillas necesitan estos datos.
[6] Schlier, H. (1964–). ἐλεύθερος, ἐλευθερόω, ἐλευθερία, ἀπελεύθερος. G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 2, p. 487). Grand Rapids, MI: Eerdmans.
Colaboradores
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media : Hna. Frances González / Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Nong Vang / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 6 de septiembre del 2020.
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media : Hna. Frances González / Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Nong Vang / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 6 de septiembre del 2020.
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Posted in SERIE: ENTRE EL MAR Y LA TIERRA PROMETIDA, AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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2023
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March
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