September 14th, 2020
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La cita con la que iniciamos esta reflexión pertenece a un libro escrito durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el inicio de la pandemia provocada por el Flu Español: “The Challenge of the Present Crisis”. Hay que señalar que la Primera Guerra Mundial produjo la muerte de 20 millones de personas, y 21 millones heridos.[2],[3] La pandemia señalada comenzó justo antes del final de esa guerra y afectó cerca de 500 millones de personas en todo el planeta. Los estimados de las muertes producidas por esta pandemia se estiman entre 50 y 100 millones personas. De esta cifra, 675 mil ocurrieron en Estados Unidos.[4] Es en ese contexto que el Pastor Fosdick escribió ese libro.
Este Pastor Norteamericano decía que aquellos que habrían de decidir enfrentar esa crisis como un reto, tenían que contar con algo más que la determinación para hacerlo. Él argumentaba que solo una mente frívola podía ser simplemente optimista en un tiempo como el que ellos enfrentaban. Añadía este Pastor de “Riverside Church” en Nueva York que alguien que no siente estrés y tensiones sobre su fe en tiempos así, no ha tomado su fe en serio.[5] Fosdick, que fue proclamado por Martin Luther King Jr. como el mejor predicador del siglo 20, decía que había varias razones y formas para aceptar como un reto la situación que enfrentaban. Una de ellas era abrazarse a la lectura de la historia.
Nosotros vivimos obsesionados con lo inmediato, porque lo inmediato es “absorbentemente bárbaro.” En cambio, nosotros no perdemos la fe cuando leemos acerca de la Guerra del Peloponeso en Grecia, ni de la Primera o la Segunda Guerra Mundial. Nuestras tragedias, las catástrofes de nuestro tiempo, decía Fosdick, también formarán parte de la historia. “No son el final de todas las cosas, ni el final de nuestras esperanzas.”[6] Hay que echar mano de la intervención de Dios en la historia cuando las crisis que enfrentamos en el presente sacuden nuestra fe.
Casi al final de ese libro, el Pastor Fosdick apunta al reto que enfrenta la Iglesia en un tiempo de problemas de esa naturaleza. A continuación la traducción libre de unos de sus planteamientos:
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¿No le parece a usted que el Pastor Fosdick estaba describiendo nuestra situación actual, los retos formulados por el COVID-19 y la condición de la Iglesia Cristiana en general? Dios ha prometido que se encargará de tener profetas en todas las generaciones. La única crisis que presenta esa aseveración es que casi siempre hay que esperar a que sea la próxima generación la que pueda identificarlos.
Sabemos que una Iglesia fatigada y que sufre el Síndrome de la quemazón o el Burnout, necesita ser sacudida y empoderada. El repaso de su historia y el desarrollo de una visión de futuro son claves para poder conseguirlo. Se trata de retomar la ruta de una Iglesia santa, capaz de enfrentar los retos de su tiempo. Es aquí que necesitamos la palabra profética que nos invite a aceptar el reto y no a atrincherarnos en el desaliento. Esa palabra es la que nos da la dirección.
La buena noticia es que el Salmo 23 parece responder a todos estos planteamientos y que provee las respuestas que necesitamos escuchar. Dentro de los perfectos que este salmo formula encontramos la Dirección perfecta de Dios, la Santidad perfecta y la Razón perfecta:
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¿Por qué necesitamos la dirección perfecta de Dios? El Dr. Elmer L. Towns publicó un libro titulado “Praying the 23rd Psalm”[8] en el que nos dice que los creyentes en Cristo somos propensos a “perdernos en los bosques.” En ocasiones nos sucede que consciente o inconscientemente ignoramos lo que dice la Palabra de Dios. En otras ocasiones, somos capaces de violentar el consejo que el Señor nos ha dado y hasta lo que Él ha colocado en nuestras conciencias. Hay ocasiones en las que lo último que hacemos es revisar lo que dicen los mandamientos del Señor.
¿Por qué necesitamos la dirección perfecta de Dios? Porque en ocasiones hemos tenido temporadas en las que no hemos alimentado nuestro espíritu y nuestra alma con el alimento correcto. En otras ocasiones nos hemos trazado metas equivocadas o hemos decidido seguir los pasos de amistades que nos aman a Dios o que no están comprometidos con Él.
Todo esto que hemos señalado se recrudece en tiempos de crisis. Nuestras capacidades para mantenernos enfocados se drenan y somos más propensos a “perdernos en el bosque.” Es de todos conocido que las crisis que estamos enfrentando, provocadas por la enfermedad llamada COVID-19, nos hace enfrentar unos estresores que son capaces de producir en nosotros el Síndrome del Burnout y la Fatiga por Compasión.
El Burnout se define como un estado de agotamiento físico, emocional y mental causado por la participación a largo plazo en situaciones emocionalmente exigentes. Este se desarrolla gradualmente por un alto nivel de exigencia por parte de las instituciones de salud.
A continuación una definición académica de este síndrome:
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Por otro lado, la Fatiga por Compasión, que también es conocida como el desgaste por empatía, es una forma de estrés secundaria de la relación de ayuda terapéutica. Se presenta cuando se desborda la capacidad emocional del profesional de la salud para hacer frente al compromiso empático con el sufrimiento del paciente. Dentro de los factores de riesgo encontramos algunos factores principales, tales como un autocuidado nulo o insuficiente, traumas no resueltos en el pasado, dificultades para gestionar la presión asistencial y el estrés. A esto se puede añadir la falta de satisfacción en el trabajo.
Todo esto apunta a que tenemos una necesidad imperiosa: la de recibir dirección para encontrar la salud. Sin embargo, es la sintomatología de estos males la que más sentido le hace a la necesidad de dirección.
Tomemos por ejemplo los síntomas de la Fatiga por Compasión. Estos son psicológicos, somáticos, sociales, emocionales, espirituales y cognitivos.
A continuación algunos de esos síntomas. Señalamos que este resumen ha sido extraído de un trabajo académico y profesional liderado por el Dr. José Francisco Campos, quien junto a otros profesionales Españoles lo han querido compartir.[10]
Síntomas psicológicos:
Ansiedad, la disociación, la ira, trastornos del sueño, pesadillas, y sentimiento de impotencia.
Síntomas somáticos:
Agotamiento y pérdida de fuerza, falta de energía, disminución de la eficacia, desempeño reducido, pérdida de resiliencia, recuperación física más lenta y costosa, aumento de quejas físicas, propensión a accidentes, insomnio, dolor de cabeza, malestar estomacal, tensiones musculares, aceleración del ritmo cardíaco, dolor de espalda.
Síntomas sociales:
Insensibilidad, indiferencia, incapacidad para abordar o paliar el sufrimiento, ausencia del disfrute de las actividades de ocio.
Síntomas emocionales:
Pérdida de entusiasmo y apatía, crisis nerviosa, desensibilización, irritabilidad intensa, capacidad disminuida, deseo de abandonar, sentirse emocionalmente sobrepasado, sensación de vacío o desesperanza hacia el futuro, estado de depresión la mayor parte del tiempo, miedo y ansiedad ante los eventos, sonidos u olores que traen recuerdos, sentimientos de paralización, falta de motivación y compulsiones tales como beber, comer y gastar en exceso.
Síntomas espirituales:
Falta de consciencia espiritual, desinterés por la introspección (meditación, reflexión), juicio empobrecido, merma en el discernimiento, cuestionamiento de las creencias espirituales y de la fe.
Síntomas Cognitivos:
Aburrimiento, desinterés, desorganización, atención disminuida, menor capacidad de concentración, sueños y pesadillas recurrentes, etc.
¿No cree usted que estas descripciones son impresionantes? Es por esto que la Fatiga por Compasión afecta seriamente tanto la vida personal como la vida profesional de quien la padece.
La buena noticia es que el Pastor de los Pastores, Jesucristo nuestro Señor, ha decidido dirigirnos, guiarnos por sendas de justicia en todas las temporadas del alma.
¿Cómo nos dirige el Buen Pastor? El Dr. Elmer L. Towns provee algunas respuestas claves para esta pregunta en el libro antes mencionado. Algunos de los planteamientos que él formula en ese libro giran alrededor de preguntas: ¿Adónde es que quiero ir? ¿Cómo puedo llegar a ese lugar? ¿Qué es lo que se supone que debo hacer cuando llegue allí? ¿Por qué estoy caminando hacia allá? Towns plantea que el Pastor descrito en el Salmo 23 contesta todas esas preguntas. El problema con la mayoría de nosotros es que en muchas ocasiones creemos que tenemos mejores respuestas que las que Él nos ofrece.
Hay que puntualizar que la razón por la que no podemos confiar en el Buen Pastor se llama duda. La razón por la que no queremos confiar en Él se llama rebelión.
La razón por la que el Buen Pastor nos dirige es porque nosotros no sabemos hacia dónde vamos. Nuestras dudas, y nuestras rebeliones se combinan con la fatiga y el cansancio, con la quemazón del camino y estas no nos permiten ver ni decidir correctamente. Casi todos los seres humanos hacemos muchas cosas. Pero, ¿estamos seguros de que son las correctas? Un buen ejemplo acerca de esto es que las personas que sufren los embates de las condiciones que hemos descrito, en muchas ocasiones no son capaces siquiera de escoger una comida saludable.
Hay instantes en los que hemos necesitado estar sumidos en grandes problemas para poder reaccionar y aceptar que estábamos perdidos. Tal vez este sea uno de esos momentos.
El Buen Pastor nos puede guiar porque Él conoce la ruta: sendas de justicia. El Buen Pastor nos puede guiar porque Él va delante de nosotros. Las rutas que Él ha escogido quizás no sean las más fáciles para caminar o la más sencillas para transitar en ellas, pero son las sendas correctas para poder llegar a salvo al lugar que Él nos quiere llevar; el lugar que Él ha preparado por Su Gracia y Su Misericordia.
El Buen Pastor no nos maneja, como se maneja un automóvil. El Buen Pastor nos dirige. Towns destaca con precisión que en nosotros, como ovejas, se cumplen las palabras del profeta Isaías:
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El Buen Pastor tampoco nos transporta. Él nos dirige. El texto tampoco señala que Él nos dice hacia dónde ir ni cómo llegar allí: Él nos dirige.
¿Por qué no nos maneja, nos transporta o nos dice cómo llegar a dónde debemos lleagar? No lo hace porque el Buen Pastor conoce nuestras capacidades y nuestras incapacidades. Towns señala que el Buen Pastor no saca nada con apuntar con la vara hacia dónde debemos ir. Las ovejas no entenderían.
El Buen Pastor nos habla, en ocasiones mediante el susurro, en otras con el megáfono del dolor. Él nos protege con su vara y nos disciplina con su cayado y hasta nos contabiliza. Ese es el mensaje que comunica el capítulo 27 del libro de Levítico (Lev 27:32) acerca de la vara. Los pastores diezmaban de todo lo que pasaba por debajo de la vara porque esa era la forma de ellos contar las ovejas.
¿Hacia dónde nos dirige el Buen Pastor? El Buen Pastor nos dirige a los escenarios descritos en los versos anteriores del Salmo 23: lugares de delicados pastos…lugares para hacernos descansar; lugares en los que podamos ser pastoreados y confortados; restaurados. Esto representa el reposo de Dios y nuestra restauración.
Las primeras dos (2) expresiones describen la Dirección y la Santidad perfecta.
Ahora bien, ¿qué garantía tenemos de que Él lo hará, que cumplirá esa promesa? La garantía que tenemos es que el Buen Pastor ha puesto en juego su reputación en este proceso. Esta es la Razón perfecta. La Biblia dice que Él lo hará por amor de Su nombre.
Los Maestros le ponen su nombre a sus obras cuando estas han sido completadas. Esa acción identifica que esa obra tiene que poseer la calidad a la que nos ha acostumbrado ese maestro. En el caso del Buen Pastor, Él ha decidido poner Su nombre en juego antes de culminar la tarea. Así de seguro Él se encuentra de que nos dirigirá al lugar correcto. Tal y como dice 1 Tes 5:24:
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¿Cómo podemos lograr que Él comience a hacerlo? La Biblia posee la respuesta:
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La primera pregunta a ser contestada por cualquier individuo o grupo social, que enfrenta una situación peligrosa, es si la crisis debe ser enfrentada como un reto para ser fortalecidos o como una ocasión para el desaliento. (Harry Emerson Fosdick)[1]
La cita con la que iniciamos esta reflexión pertenece a un libro escrito durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el inicio de la pandemia provocada por el Flu Español: “The Challenge of the Present Crisis”. Hay que señalar que la Primera Guerra Mundial produjo la muerte de 20 millones de personas, y 21 millones heridos.[2],[3] La pandemia señalada comenzó justo antes del final de esa guerra y afectó cerca de 500 millones de personas en todo el planeta. Los estimados de las muertes producidas por esta pandemia se estiman entre 50 y 100 millones personas. De esta cifra, 675 mil ocurrieron en Estados Unidos.[4] Es en ese contexto que el Pastor Fosdick escribió ese libro.
Este Pastor Norteamericano decía que aquellos que habrían de decidir enfrentar esa crisis como un reto, tenían que contar con algo más que la determinación para hacerlo. Él argumentaba que solo una mente frívola podía ser simplemente optimista en un tiempo como el que ellos enfrentaban. Añadía este Pastor de “Riverside Church” en Nueva York que alguien que no siente estrés y tensiones sobre su fe en tiempos así, no ha tomado su fe en serio.[5] Fosdick, que fue proclamado por Martin Luther King Jr. como el mejor predicador del siglo 20, decía que había varias razones y formas para aceptar como un reto la situación que enfrentaban. Una de ellas era abrazarse a la lectura de la historia.
Nosotros vivimos obsesionados con lo inmediato, porque lo inmediato es “absorbentemente bárbaro.” En cambio, nosotros no perdemos la fe cuando leemos acerca de la Guerra del Peloponeso en Grecia, ni de la Primera o la Segunda Guerra Mundial. Nuestras tragedias, las catástrofes de nuestro tiempo, decía Fosdick, también formarán parte de la historia. “No son el final de todas las cosas, ni el final de nuestras esperanzas.”[6] Hay que echar mano de la intervención de Dios en la historia cuando las crisis que enfrentamos en el presente sacuden nuestra fe.
Casi al final de ese libro, el Pastor Fosdick apunta al reto que enfrenta la Iglesia en un tiempo de problemas de esa naturaleza. A continuación la traducción libre de unos de sus planteamientos:
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En la presencia de una tarea gigantesca, que reclama a una Iglesia unida, nos levantamos divididos, rebaños de Iglesias fragmentados, separados. Ante una necesidad abismal, demandante de una gran religión de fe, comprensiva y de espíritu social devoto, nos levantamos- ¡cuán a menudo! a diezmar de la “menta, el anís y el comino,” descuidando “lo más importante de la ley.” Nosotros somos retados por esta guerra para conseguir la renovación de nuestro Cristianismo popular, a detestar de manera profunda e implacable el fanatismo pequeño, las divisiones innecesarias, el oscurantismo insignificante que maldice profundamente nuestras Iglesias, [llamados] a una nueva experiencia y a una expresión más inteligente de nuestra fraternidad vital con el Señor. A menos que nosotros podamos responder a ese reto, hay poca utilidad en que tratemos de responder a cualquier otro. Necesitamos de una buena relación con Dios [“religare ”] para poder enfrentar una gran necesidad.[7]
¿No le parece a usted que el Pastor Fosdick estaba describiendo nuestra situación actual, los retos formulados por el COVID-19 y la condición de la Iglesia Cristiana en general? Dios ha prometido que se encargará de tener profetas en todas las generaciones. La única crisis que presenta esa aseveración es que casi siempre hay que esperar a que sea la próxima generación la que pueda identificarlos.
Sabemos que una Iglesia fatigada y que sufre el Síndrome de la quemazón o el Burnout, necesita ser sacudida y empoderada. El repaso de su historia y el desarrollo de una visión de futuro son claves para poder conseguirlo. Se trata de retomar la ruta de una Iglesia santa, capaz de enfrentar los retos de su tiempo. Es aquí que necesitamos la palabra profética que nos invite a aceptar el reto y no a atrincherarnos en el desaliento. Esa palabra es la que nos da la dirección.
La buena noticia es que el Salmo 23 parece responder a todos estos planteamientos y que provee las respuestas que necesitamos escuchar. Dentro de los perfectos que este salmo formula encontramos la Dirección perfecta de Dios, la Santidad perfecta y la Razón perfecta:
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Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. (Sal 23:3b)
¿Por qué necesitamos la dirección perfecta de Dios? El Dr. Elmer L. Towns publicó un libro titulado “Praying the 23rd Psalm”[8] en el que nos dice que los creyentes en Cristo somos propensos a “perdernos en los bosques.” En ocasiones nos sucede que consciente o inconscientemente ignoramos lo que dice la Palabra de Dios. En otras ocasiones, somos capaces de violentar el consejo que el Señor nos ha dado y hasta lo que Él ha colocado en nuestras conciencias. Hay ocasiones en las que lo último que hacemos es revisar lo que dicen los mandamientos del Señor.
¿Por qué necesitamos la dirección perfecta de Dios? Porque en ocasiones hemos tenido temporadas en las que no hemos alimentado nuestro espíritu y nuestra alma con el alimento correcto. En otras ocasiones nos hemos trazado metas equivocadas o hemos decidido seguir los pasos de amistades que nos aman a Dios o que no están comprometidos con Él.
Todo esto que hemos señalado se recrudece en tiempos de crisis. Nuestras capacidades para mantenernos enfocados se drenan y somos más propensos a “perdernos en el bosque.” Es de todos conocido que las crisis que estamos enfrentando, provocadas por la enfermedad llamada COVID-19, nos hace enfrentar unos estresores que son capaces de producir en nosotros el Síndrome del Burnout y la Fatiga por Compasión.
El Burnout se define como un estado de agotamiento físico, emocional y mental causado por la participación a largo plazo en situaciones emocionalmente exigentes. Este se desarrolla gradualmente por un alto nivel de exigencia por parte de las instituciones de salud.
A continuación una definición académica de este síndrome:
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El síndrome de burnout consiste en el agotamiento prolongado de la energía y se caracteriza por la experiencia de cansancio emocional, sentimientos de baja realización personal e insuficiencia, así como despersonalización. La respuesta sintomática es similar a la depresión, produce malestares físicos diversos, así como disminución en la motivación e involucramiento en el trabajo. El burnout guarda relación con la depresión no solo respecto a la presentación clínica, sino también en términos psicométricos…[9]
Por otro lado, la Fatiga por Compasión, que también es conocida como el desgaste por empatía, es una forma de estrés secundaria de la relación de ayuda terapéutica. Se presenta cuando se desborda la capacidad emocional del profesional de la salud para hacer frente al compromiso empático con el sufrimiento del paciente. Dentro de los factores de riesgo encontramos algunos factores principales, tales como un autocuidado nulo o insuficiente, traumas no resueltos en el pasado, dificultades para gestionar la presión asistencial y el estrés. A esto se puede añadir la falta de satisfacción en el trabajo.
Todo esto apunta a que tenemos una necesidad imperiosa: la de recibir dirección para encontrar la salud. Sin embargo, es la sintomatología de estos males la que más sentido le hace a la necesidad de dirección.
Tomemos por ejemplo los síntomas de la Fatiga por Compasión. Estos son psicológicos, somáticos, sociales, emocionales, espirituales y cognitivos.
A continuación algunos de esos síntomas. Señalamos que este resumen ha sido extraído de un trabajo académico y profesional liderado por el Dr. José Francisco Campos, quien junto a otros profesionales Españoles lo han querido compartir.[10]
Síntomas psicológicos:
Ansiedad, la disociación, la ira, trastornos del sueño, pesadillas, y sentimiento de impotencia.
Síntomas somáticos:
Agotamiento y pérdida de fuerza, falta de energía, disminución de la eficacia, desempeño reducido, pérdida de resiliencia, recuperación física más lenta y costosa, aumento de quejas físicas, propensión a accidentes, insomnio, dolor de cabeza, malestar estomacal, tensiones musculares, aceleración del ritmo cardíaco, dolor de espalda.
Síntomas sociales:
Insensibilidad, indiferencia, incapacidad para abordar o paliar el sufrimiento, ausencia del disfrute de las actividades de ocio.
Síntomas emocionales:
Pérdida de entusiasmo y apatía, crisis nerviosa, desensibilización, irritabilidad intensa, capacidad disminuida, deseo de abandonar, sentirse emocionalmente sobrepasado, sensación de vacío o desesperanza hacia el futuro, estado de depresión la mayor parte del tiempo, miedo y ansiedad ante los eventos, sonidos u olores que traen recuerdos, sentimientos de paralización, falta de motivación y compulsiones tales como beber, comer y gastar en exceso.
Síntomas espirituales:
Falta de consciencia espiritual, desinterés por la introspección (meditación, reflexión), juicio empobrecido, merma en el discernimiento, cuestionamiento de las creencias espirituales y de la fe.
Síntomas Cognitivos:
Aburrimiento, desinterés, desorganización, atención disminuida, menor capacidad de concentración, sueños y pesadillas recurrentes, etc.
¿No cree usted que estas descripciones son impresionantes? Es por esto que la Fatiga por Compasión afecta seriamente tanto la vida personal como la vida profesional de quien la padece.
La buena noticia es que el Pastor de los Pastores, Jesucristo nuestro Señor, ha decidido dirigirnos, guiarnos por sendas de justicia en todas las temporadas del alma.
¿Cómo nos dirige el Buen Pastor? El Dr. Elmer L. Towns provee algunas respuestas claves para esta pregunta en el libro antes mencionado. Algunos de los planteamientos que él formula en ese libro giran alrededor de preguntas: ¿Adónde es que quiero ir? ¿Cómo puedo llegar a ese lugar? ¿Qué es lo que se supone que debo hacer cuando llegue allí? ¿Por qué estoy caminando hacia allá? Towns plantea que el Pastor descrito en el Salmo 23 contesta todas esas preguntas. El problema con la mayoría de nosotros es que en muchas ocasiones creemos que tenemos mejores respuestas que las que Él nos ofrece.
Hay que puntualizar que la razón por la que no podemos confiar en el Buen Pastor se llama duda. La razón por la que no queremos confiar en Él se llama rebelión.
La razón por la que el Buen Pastor nos dirige es porque nosotros no sabemos hacia dónde vamos. Nuestras dudas, y nuestras rebeliones se combinan con la fatiga y el cansancio, con la quemazón del camino y estas no nos permiten ver ni decidir correctamente. Casi todos los seres humanos hacemos muchas cosas. Pero, ¿estamos seguros de que son las correctas? Un buen ejemplo acerca de esto es que las personas que sufren los embates de las condiciones que hemos descrito, en muchas ocasiones no son capaces siquiera de escoger una comida saludable.
Hay instantes en los que hemos necesitado estar sumidos en grandes problemas para poder reaccionar y aceptar que estábamos perdidos. Tal vez este sea uno de esos momentos.
El Buen Pastor nos puede guiar porque Él conoce la ruta: sendas de justicia. El Buen Pastor nos puede guiar porque Él va delante de nosotros. Las rutas que Él ha escogido quizás no sean las más fáciles para caminar o la más sencillas para transitar en ellas, pero son las sendas correctas para poder llegar a salvo al lugar que Él nos quiere llevar; el lugar que Él ha preparado por Su Gracia y Su Misericordia.
El Buen Pastor no nos maneja, como se maneja un automóvil. El Buen Pastor nos dirige. Towns destaca con precisión que en nosotros, como ovejas, se cumplen las palabras del profeta Isaías:
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6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. (Isa 53:6)
El Buen Pastor tampoco nos transporta. Él nos dirige. El texto tampoco señala que Él nos dice hacia dónde ir ni cómo llegar allí: Él nos dirige.
¿Por qué no nos maneja, nos transporta o nos dice cómo llegar a dónde debemos lleagar? No lo hace porque el Buen Pastor conoce nuestras capacidades y nuestras incapacidades. Towns señala que el Buen Pastor no saca nada con apuntar con la vara hacia dónde debemos ir. Las ovejas no entenderían.
El Buen Pastor nos habla, en ocasiones mediante el susurro, en otras con el megáfono del dolor. Él nos protege con su vara y nos disciplina con su cayado y hasta nos contabiliza. Ese es el mensaje que comunica el capítulo 27 del libro de Levítico (Lev 27:32) acerca de la vara. Los pastores diezmaban de todo lo que pasaba por debajo de la vara porque esa era la forma de ellos contar las ovejas.
¿Hacia dónde nos dirige el Buen Pastor? El Buen Pastor nos dirige a los escenarios descritos en los versos anteriores del Salmo 23: lugares de delicados pastos…lugares para hacernos descansar; lugares en los que podamos ser pastoreados y confortados; restaurados. Esto representa el reposo de Dios y nuestra restauración.
Las primeras dos (2) expresiones describen la Dirección y la Santidad perfecta.
Ahora bien, ¿qué garantía tenemos de que Él lo hará, que cumplirá esa promesa? La garantía que tenemos es que el Buen Pastor ha puesto en juego su reputación en este proceso. Esta es la Razón perfecta. La Biblia dice que Él lo hará por amor de Su nombre.
Los Maestros le ponen su nombre a sus obras cuando estas han sido completadas. Esa acción identifica que esa obra tiene que poseer la calidad a la que nos ha acostumbrado ese maestro. En el caso del Buen Pastor, Él ha decidido poner Su nombre en juego antes de culminar la tarea. Así de seguro Él se encuentra de que nos dirigirá al lugar correcto. Tal y como dice 1 Tes 5:24:
"
24 Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.
¿Cómo podemos lograr que Él comience a hacerlo? La Biblia posee la respuesta:
"
28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mat 11:28-30)
[1] Fosdick, Harry Emerson. 1918. The Challenge of the Present Crisis. New York: Association Press (Traducción libre)
[2] http://www.centre-robert-schuman.org/userfiles/files/REPERES – module 1-1-1 - explanatory notes – World War I casualties – EN.pdf
[3] https://cdn.britannica.com/15/177515-050-7C4AC18B/collection-facts-World-War-I.jpg
[4] https://www.nationalgeographic.com/history/2020/03/how-cities-flattened-curve-1918-spanish-flu-pandemic-coronavirus/
[5] Fosdick, Harry Emerson. Ibid. p.7
[6] Ibid. p.20
[7] Ibid. p.71
[8] Towns, Elmer L. 2001. Praying the 23rd Psalm. Ventura, California: Regal Books.
[9]https://www.researchgate.net/publication/323002344_Prevencion_de_burnout_y_fatiga_por_compasion_evaluacion_de_una_intervencion_grupal
[10] Campos, José Francisco, etal, “Cuidado Profesional y Mecanismos Paliativos del Desgaste por Empatía”: http://www.gestiondestres.com/assets/pdf/TC361.pdf.
[2] http://www.centre-robert-schuman.org/userfiles/files/REPERES – module 1-1-1 - explanatory notes – World War I casualties – EN.pdf
[3] https://cdn.britannica.com/15/177515-050-7C4AC18B/collection-facts-World-War-I.jpg
[4] https://www.nationalgeographic.com/history/2020/03/how-cities-flattened-curve-1918-spanish-flu-pandemic-coronavirus/
[5] Fosdick, Harry Emerson. Ibid. p.7
[6] Ibid. p.20
[7] Ibid. p.71
[8] Towns, Elmer L. 2001. Praying the 23rd Psalm. Ventura, California: Regal Books.
[9]https://www.researchgate.net/publication/323002344_Prevencion_de_burnout_y_fatiga_por_compasion_evaluacion_de_una_intervencion_grupal
[10] Campos, José Francisco, etal, “Cuidado Profesional y Mecanismos Paliativos del Desgaste por Empatía”: http://www.gestiondestres.com/assets/pdf/TC361.pdf.
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