Reflexiones de Esperanza: Alabanzas para el alma: Oraciones que nos hacen cantar “La vida ante los perfectos que provee Dios.” (Parte 6)

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4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.  (Sal 23:4, RV 1960)

El análisis textual del verso cuatro (4) del Salmo 23 nos regala un universo de interpretaciones bíblicas así como de aplicaciones  para la vida diaria. Para comenzar sabemos que el concepto que se usa en ese salmo para describir el valle es “tsalmaveth” (H6757)[1]. Ese concepto significa sombra de muerte.[2] Aparece así en el texto Masorético (MT), que en el judaísmo es el texto de referencia incontestable para el conjunto de los libros que forman parte de la Biblia.
[3] Así también en la inmensa mayoría de los textos bíblicos reconocidos, incluyendo los rollos del Mar Muerto.  El texto bíblico dice “valle de sombra de muerte.”

Fue el Dr. C.A. Briggs el que identificó en uno de sus libros que esta lectura podía ser una presunción o una excentricidad de los rabinos.[4] Sin embargo, D. Winton Thomas señaló en 1962 que estaba convencido de que esto no era una presunción.[5] Tengo que reconocer que yo no soy un biblista. Tal vez la ausencia del entrenamiento que tienen esos especialistas me impide ver otras vertientes de esta discusión. No obstante, mi lectura devocional va a continuar siendo la misma. El verso 4 de ese salmo dice valle de sombra de muerte.

De lo que sí estoy absolutamente seguro es de que esta discusión sobre lo que dice el texto ha ampliado el significado del verso cuatro (4) del Salmo 23. Veamos algunos ejemplos que nos permitirán corroborar lo que acabo de señalar:

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Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta. (Sal 23:4, NVI)
Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran confianza. (Sal 23:4, DHH)
Aun cuando yo pase  por el valle más oscuro, no temeré, porque tú estás a mi lado. Tu vara y tu cayado me protegen y me confortan. (Sal 23:4, NTV)

¡Alabado sea el Señor! Los lectores se habrán percatado que a base de estas versiones bíblicas este salmo cubre toda clase de valles tenebrosos y obscuros; incluyendo el valle de sombra de muerte. Los biblistas nos han hecho un favor han ampliado el significado del valle que describe ese texto bíblico.

Ese valle puede ser el valle de las sombras de la separación y de las decisiones que hay que tomar cuando los nuestros se mudan a la eternidad. Ese valle puede ser el de las sombras que representan los males en su esencia misma. Ese valle puede ser el valle de las sombras de la adversidad y de la aflicción. Ese valle puede ser el valle de las sombras de las calamidades y de los desastres que sufrimos. Ese valle puede ser el valle de las sombras del agotamiento y del sufrimiento. Ese valle puede ser el valle de las sombras de la desdicha y de la miseria. Ese valle puede ser el valle de las sombras de la quemazón o el de la fatiga por compasión.

La buena noticia es que el Emanuel, el Buen Pastor, sabe en dónde nos encontramos y Él ha decidido estar con nosotros.

Ahora bien, ¿cómo podemos estar seguros de que el Buen Pastor sabe que estamos atravesando ese valle? ¿Cómo podemos comprobarlo, cuando esos valles poseen “la mala costumbre” de hacernos sentir que estamos solos? ¿Qué seguridad tenemos de que Él está con nosotros?

Estas son preguntas muy válidas. Es cierto que uno de los efectos que produce el valle de sombra de muerte es que nos inclina a perder la capacidad de sentir la presencia de Dios.
La Biblia presenta muchas respuestas para estas preguntas. Algunas de las más poderosas responden al conocimiento que posee Dios. Creo que necesitamos examinar algunos ejemplos bíblicos que nos permitan asimilar esto último.

En el primer ejemplo que compartimos aquí encontramos una narrativa bíblica que explica una revelación de parte de Dios. Esa narrativa dice que el Señor se le reveló a un hombre llamado Ananías para decirle que había un judío llamado Saulo de Tarso que necesitaba ser ungido. Esa unción era necesaria porque Saulo de Tarso terminaría convirtiéndose en el Apóstol Pablo, el escritor de 13 cartas del Nuevo Testamento y el Apóstol de los gentiles. O sea, todos aquellos que no son judíos. Esa narrativa bíblica dice que el Señor le ofreció a Ananías  la dirección física específica en la que Saulo se encontraba.

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El Señor le dijo: Levántate y vete a la calle llamada Derecha, y en la casa de Judas pregunta por un hombre de Tarso que se llama Saulo. Está orando, 12 y en una visión ha visto a uno llamado Ananías que entra y pone sus manos sobre él para que pueda ver de nuevo. (Hch 9:11-12,  DHH)

Ese pasaje dice que el Señor conoce en dónde nos encontramos. El Señor conoce nuestra dirección física y presencial.

Otro ejemplo lo encontramos en la narrativa bíblica acerca de la conversión de Cornelio; en el capítulo 10 del libro de Los Hechos. Cornelio era el comandante de una unidad militar del ejército romano. O sea, un oficial del ejército invasor de Judea. Dios se le manifestó con gracia y misericordia a este hombre. El propósito de esta manifestación era poder abrir las puertas para que los gentiles pudieran ser alcanzados con el mensaje del Evangelio. Esa noticia es de suma importancia porque todos nosotros pertenecemos a ese grupo.

El pasaje bíblico dice que Cornelio recibió una revelación de parte de Dios cerca de las tres (3) de la tarde: la hora novena. En esa revelación se indicaba que él necesitaba traer a su casa a un hombre. Esa revelación era tan específica que incluía el nombre de ese hombre, Simón, su sobrenombre, Pedro y la dirección física específica en la que ese hombre se encontraba: la casa de Simón el Curtidor en la ciudad de Jope.

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3 Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio. 4 Él, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. 5 Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. 6 Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas. (Hch 10:3-6)

¡Alabado sea el Señor! Dios conoce nuestros nombres y nuestros apodos. El Señor conoce las direcciones físicas de los lugares en los que nos han recibido como huéspedes.

Dios siempre sabe en dónde nos encontramos. Dios sabe cuándo hemos entrado al valle de la aflicción, al valle de la desesperanza y al valle del desaliento. Dios conoce cuándo hemos entrado a la hondonada de la depresión y de la quemazón. Dios conoce cuándo hemos entrado por los caminos del dolor  y por los valles de la sombra de la ansiedad. Dios conoce cuándo nos hemos mudado al edificio de la duda o de la indiferencia. Dios conoce cuándo nos hemos ido a morar a la residencia de las tradiciones religiosas.

Dios conoce cuándo hemos decidido habitar en la cueva del olvido. Sí, esos momentos en los que se nos olvidan los milagros que Dios ha hecho. Sí, cuando se nos olvidan las promesas que Él nos hizo. Sí, cuando se nos olvidan los testimonios y las experiencias que hemos tenido con Su Presencia.

Es interesante que ninguno de los personajes localizados en el “GPS” de Dios se encontraba en su casa. Ambos se encontraban en residencias ajenas a ellos a y a sus familias respectivas. Ambos personajes bíblicos identificados, Saulo de Tarso y Simón Pedro, también recibieron revelaciones de parte de Dios. Sin embargo, ninguno de ellos era capaz de entender lo que les estaba sucediendo.

Los pasajes de referencia que hemos usado presentan varios datos adicionales que debemos considerar. Ambos pasajes bíblicos son pasajes que describen transiciones. Ambos pasajes bíblicos describen ambientes en los que los personajes chocan con ciertos grados de indecisión. Ambos pasajes bíblicos describen el establecimiento de nuevos paradigmas; nuevos modelos a seguir. Ambos pasajes bíblicos parecen mostrar a los lectores que el Señor decidió transformar esos ambientes en puertas para nuevas oportunidades para el desarrollo de la fe.
Estas son las mismas características que encontramos en el valle de sombra. En ese valle hasta podemos oír la voz de Dios, recibir revelación, pero no entendemos muy bien lo que se nos dice porque no estamos en nuestra casa.

El valle de sombra de muerte, el valle tenebroso no es nuestra casa; ese no es nuestro hogar. El salmista decía que ese valle no era una estación a la que habíamos entrado para quedarnos en ella. Ese valle es un lugar transitorio por el que atravesamos. Ese valle es un lugar transitorio por el que se nos ha permitido andar.

En ese valle necesitamos algo más que poder oír la voz de Dios; necesitamos Su compañía. La buena noticia es que Él sabe en dónde nos encontramos y Él ha decidido estar con nosotros.

El valle de sombra no sólo es un lugar de transiciones. Ese valle es también un lugar en el que podemos chocar con ciertos grados de indecisión. El valle de sombra de muerte también se presenta como una oportunidad para el establecimiento de nuevos paradigmas. El valle de sombra puede ser transformado por el Señor en puertas para nuevas oportunidades para el desarrollo de nuestra fe.

Estas son otras razones por las que no debemos temer cuando estamos en esos valles. Dios ha decidido estar con nosotros en esos valles. Dios ha decidido utilizar esos valles como puertas, como transiciones para dirigirnos a los lugares en los que Él ha aderezado mesa para nosotros.
Es por eso que podemos repetirlo una y otra vez:

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Aunque ande en valle de sombra de muerte…no temeré mal alguno porque tú estarás conmigo.

Puerto Rico, al igual que muchos países Latinoamericanos, está en ese valle de sombra. De hecho, creemos que nuestro país ha estado en ese valle por los pasados 30 años. Es el valle al que nos han conducido 30 años de malas administraciones gubernamentales. Es el valle al que nos ha llevado la violencia y la pérdida de los valores más sagrados que tenemos como seres humanos. Dentro de esos valores encontramos el valor de la vida, de la familia, del respeto a los demás, del honor debido a los padres y a los ancianos, de la protección de nuestra niñez y del respeto a Dios. Hemos perdido esos valores y esto nos ha sumergido en ese valle de sombra.

No fue Dios el que nos condujo a ese valle, pero es Dios el que ha prometido hacer valer Su Palabra en medio del mismo. Estamos convencidos de que Dios permitió que PR entrara a ese valle para poder bendecirnos. No olvidemos que no hay bendición sin dolores, no hay testimonios sin tormentas. Así mismo no hay lágrimas que Dios no pueda convertir en baile (Sal 30:11).

Estamos convencidos de que ahora comienza a cumplirse la palabra profética que el Señor nos ha dado.

Repetimos, el valle de sombra de muerte ha sido convertido por Dios en una puerta por la que tenemos que pasar para poder llegar a alcanzar las bendiciones de Dios. El dolor transformado en una puerta nos permitirá alcanzar nuevos paradigmas como país, como familias y como individuos. El temor vencido por la fe y la confianza que emanan de saber que Dios está con nosotros nos permitirá alcanzar nuevos niveles del desarrollo de nuestra fe.

Es por eso que no nos estacionamos ni corremos en ese valle. La invitación que nos hace el Salmo 23 es para que decidamos andar a través de este. Tampoco podemos correr en ese valle convertido en escuela. Hay que andar en este porque hay cosas que tenemos que aprender allí.

Sabemos que ese valle puede presentar muchas dificultades y hacernos enfrentar muchos males. En ocasiones provoca que nos preguntemos por qué Dios no hace algo milagroso y transforma el valle en un paraíso. La respuesta la encontramos en las invitaciones que Dios nos hace en Su Palabra para que caminemos, para que continuemos andando. Esto es, andar no a base de lo que estamos recibiendo de Él y sí a base de nuestra confianza puesta en lo dice Su Santa Palabra.

Hay muchos pasajes bíblicos que pueden arrojarnos luz sobre esta invitación que nos hace Dios. Uno en particular, el descrito en el capítulo 17 del Evangelio de Lucas parece haber sido recetado por el Señor para esta reflexión (Lcs 17:11-19). Ese capítulo describe a 10 hombres leprosos que interceptan a Jesús entre Samaria y la Galilea, cuando iba él hacia Jerusalén. Es importante destacar que no había cura para esta enfermedad en los tiempos de Jesús.[6] Estos hombres enfermos le pidieron al Señor que los sanara. Es interesante que el pasaje dice que Jesús decidió no hacerlo. La decisión de Jesús fue la de retar la fe de estos hombres y la de retar la confianza de ellos en las instrucciones que iban a recibir. Esa frase: “Id, mostraos a los sacerdotes” (Lcs 17:14b) es una invitación a seguir caminando con la lepra encima. Esa frase es la invitación a continuar andando con la sentencia de muerte encima. Esa frase es la invitación a seguir andando viendo las llagas, las úlceras y las ampollas en su piel y el mal olor en su cuerpo. Esa frase es la invitación a seguir andando con la probabilidad de que en el camino la enfermedad les podría hacer desprender otro pedazo de alguna de sus extremidades. Esa frase es la invitación a seguir andando aun cuando seguían disminuidas sus capacidades para sentir dolor.

Ese es un ejemplo extraordinario del significado que puede tener caminar en el valle de sombra. La invitación es a caminar sin temer mal alguno porque Dios, el Buen Pastor, nos ha dado Su Palabra, nos ha dado Su instrucción.

La invitación que recibieron los 10 leprosos era que caminaran en obediencia a la Palabra de Dios sin haber recibido el milagro. La invitación era a caminar en obediencia a la instrucción recibida en la Palabra (Lv 14:1-57). Esa era la instrucción para los leprosos que habían sido sanados de alguna manera. Estos 10 hombres caminan en obediencia a la Palabra sin haber experimentado la sanidad.

El Salmo 23 nos hace la misma invitación: hay que andar y continuar andando en ese valle. Hay que andar en ese valle en obediencia a la Palabra de Dios. Hay que andar en ese valle sin haber recibido las evidencias de los milagros necesitados. Hay que andar en ese valle sin haber recibido alivio para nuestras condiciones. Hay que andar en ese valle aun cuando no seamos capaces de sentir absolutamente nada.

El pasaje bíblico que hemos citado del Evangelio de Lucas dice lo siguiente:

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Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados (Lcs 17:14c)

¡Alabado sea el Señor! El milagro ocurrió mientras andaban. El milagro ocurrió mientras obedecían la Palabra recibida. Hay que recordar que esa Palabra había sido dada por el Verbo de Dios, por la Palabra de Dios encarnada, por el Buen Pastor.

El Buen Pastor nos ordena andar en el valle de sombra. Él nos ordena que andemos en el valle de sombra de muerte. Los milagros serán derramados sobre nosotros mientras andamos, mientras obedecemos Su Palabra.

Reconocemos que hay instantes en los que las cargas y las cuitas que encontramos en ese valle nos pueden agotar. Ese valle nos puede quitar las fuerzas. Ese valle nos puede quitar hasta el aliento. La buena noticia es que el Buen Pastor ha prometido medicina para esos momentos:

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Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. (Sal 23:4d)

Ese aliento, ese “nâcham” (H5162) que promete Dios, se puede manifestar de muchas maneras. La Biblia dice que Lamec le puso a su hijo el nombre de Noé porque estaba convencido de que ese hijo traería “nâcham” (alivio) a la tierra (Gn 5:29). La Biblia dice que Isaac encontró “nâcham” (consuelo) en su esposa  Rebecca luego de la muerte de Sara (Gn 24:67). La Biblia dice que los hijos de Jacob vinieron a darle “nâcham” (consolarlo) luego de haber recibido la noticia de que José estaba muerto (Gn 37:35). El salmista dice que Dios le hizo ver muchos males y muchas angustias pero que Él sería capaz de aumentar su grandeza y de volver a darle “nâcham” (consolarle) (Sal 71:20-21).

El salmista dice que la Palabra de Dios es su “nâcham” (consuelo) en su aflicción (Sal 119:50. También dice que él recibe ese “nâcham” (consuelo) acordándose de las órdenes, los decretos antiguos del Señor (Sal 119:52). Ese mismo escritor dice que la misericordia de Dios le puede dar “nâcham” (consuelo) y que esto le da vida (Sal 119:76-77).

El profeta Isaías alentaba al pueblo diciendo que vendría el consuelo, el “nâcham” de Dios. Esto lo decía profetizando la temporada que Juan el Bautista habría de presentar a la humanidad: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios” (Isa 40:1).

Las referencias bíblicas acerca de este tema son inagotables. Son muchas las formas y las maneras que Dios puede utilizar para darnos ese aliento, devolvernos ese aliento: consolarnos.

El Salmo 23 dice que Dios usa el cuidado y la disciplina para hacerlo. La vara es el símbolo de la protección de Dios mientras que el cayado es el símbolo de la disciplina de Dios. Los pastores de ovejas utilizaban la primera para defender y proteger al rebaño y el segundo para disciplinar a las ovejas y proveerles dirección.

El Pastor usa la vara (“shêbeṭ”, H7626) para defendernos de las amenazas del valle; amenazas internas y externas. Esa vara se usa para defendernos de las amenazas del alma, de nuestra mente y de nuestro espíritu. Esa vara se usa para defendernos de las amenazas externas que vamos a encontrar en el valle. Esa vara también se usa para contar las ovejas (Lv 27:32). Al Buen Pastor nunca se le ha perdido una.

El cayado (“mishʽênâh”, H4938) era lo que tenía en su mano el ángel de Jehová que vino a ver a Gedeón (Juec 6:21). La punta de ese cayado (báculo) hizo subir fuego de la peña que consumió la carne y los panes sin levadura. El cayado era lo que Giezi, el siervo del profeta Eliseo, llevaba en las manos para colocarlo como señal profética sobre el rostro de un niño que habría de resucitar (2 Re 4:27-37).

El pastor usaba el cayado para levantar la lana pesada de las ovejas cuando hay que esquilarlas, quitarles ese peso de encima. Esquilarlas evita las infecciones, la ceguera provocada por la lana, las obstrucciones en las vías urinarias y la dificultad o imposibilidad de levantarse por el peso del vello.[7]

¡Su vara y Su cayado nos infunden aliento!

Las sombras del valle no son la última palabra. El valle de sombra no es la última palabra. La última palabra es que el valle de sombra de muerte va a concluir. La última palabra es que el valle de sombra de muerte es una puerta para hacer la transición hasta ese lugar en el que encontraremos una mesa servida por el Señor.
Referencias

[1] צַלְמָוֶת
[2]  “tsêl” (H6738) significa sombra y “mâveth” (H4194) significa muerte, hades, pestilencia, etc.
[3]  http://www.textobiblico.com/la-obra-de-los-masoretas/
[4]  F. Brown, S. R. Driver, and C. A. Briggs, A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament. Oxford, 1907, 1:211-12.
[5] Thomas, D. Winton (“tsalmaveth in the Old Testament,” JSS 7 [1962]: 191-200).
[6] https://www.news-medical.net/health/Signs-and-Symptoms-of-Leprosy-(Spanish).aspx
[7] https://www.quo.es/naturaleza/a26283678/esquila-una-oveja/

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