September 28th, 2020
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La reflexión anterior nos permitió compilar una serie de conclusiones básicas acerca del verso que aparece en el epígrafe; el verso cinco (5) del Salmo 23. Ya sabemos que ese verso nos regala las descripciones de la Preparación/Orden perfecto, la Comida perfecta, la Oportunidad perfecta, la Presencia perfecta, la Unción perfecta y el Gozo perfecto que nos ofrece Dios. Esto es, para que podamos ser capaces de hacerle frente a los problemas que encontramos en la vida.
Esa reflexión nos permitió señalar que este verso describe una fiesta individual. Al mismo tiempo, vimos que la imagen del aceite que es derramado sobre la cabeza es cónsona con los rituales de bienvenida que se practicaban en el Medio Oriente con los invitados a la casa.
También, que el gozo experimentado y descrito en este salmo hace que el corazón rebose de emociones. Por último, vimos que el banquete descrito aquí se realiza ante la presencia de todo aquello que nos produce angustia.
A todo esto hay que añadir que también presentamos algunos argumentos acerca de la unción con aceite como una señal de bienvenida en los tiempos bíblicos. Esa unción casi siempre estaba acompañada del lavado de los pies de los invitados, así como la acción de recibir a los invitados con un beso (Lcs 7:44-47)
Los especialistas en el estudio de este salmo han propuesto que el Salmo 23 describe el sosiego del Sabbath o el día de reposo. Los Cristianos creemos que Cristo es nuestro reposo y que ese descanso lo encontramos cuando aceptamos enyugarnos con Él. Él lo señaló así en el mensaje del Evangelio que nos legó:
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Estos versos explican que los seres humanos siempre llevamos un yugo sobre los hombros. El secreto de poder encontrar el descanso necesario es aceptar que queremos estar enyugados con Cristo.
Claro está, ese reposo no está exento de los sinsabores y los males que podemos encontrar en la vida.
Una de las escenas que describen ese reposo es la que encontramos en el verso cinco (5) del Salmo 23:
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Permítame señalar que este verso puede parecer hasta un poco morboso y hasta anti-Cristiano para aquellos que no conocen las interioridades de este salmo. Hay algunos que pueden llegar a pensar que el salmista está proponiendo que Dios nos está invitando aquí a un banquete en el que nos mofaremos de todos aquellos que nos han hecho daño. Esta conclusión es incorrecta porque es anti-Cristiana. La Biblia nos enseña que debemos ser capaces de amar a aquellos que nos aborrecen y de caminar con ellos millas extras.
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Es obvio que del único personaje que nos podemos burlar es de satanás, el enemigo de nuestras almas. El mensaje del Evangelio no nos permite hacer otra cosa que no sea amar a aquellos que nos han provocado angustias.
Sabiendo esto, ¿cuál es el mensaje que comunica este verso? ¿Cómo es que debemos interpretar lo que dice el verso cinco (5) del salmo 23?
Antes de ofrecer las respuestas para estas preguntas, necesitamos establecer unas bases teológicas y hermenéuticas que nos permitan aquilatar las mismas. Algunas de estas bases deben ser extraídas del ambiente que produjo estos textos; el pueblo judío. Otras, deben ser extraídas del contexto Cristiano que nos ofrece el Nuevo Testamento.
Harold S. Kushner ha propuesto que un Rabino llamado Zalman Schachter -Shalomi (1924 – 2014) puede ser una buena fuente para ofrecernos algunas de las bases que pertenecen al primer grupo. ¿Quién fue Zalman Schachter –Shalomi? Muchos estudiosos lo consideran el Judío más influyente de su generación, en cuanto se trata de poder generar cambios. En muchas ocasiones he llegado a pensar que este hombre era en realidad más Cristiano que Judío.
Schachter decía que los seres humanos somos “teotrópicos”. O sea, que así como los girasoles siempre están buscando el sol, así mismo nosotros, lo admitamos o no, siempre estaremos en la búsqueda de Dios.[1] También decía que la conciencia de que estamos ante la presencia del Dios Vivo es uno de los entendimientos más importantes que podemos sembrar en nuestras conciencias. Dios siempre está presente. Dios siempre está presente. La pregunta, decía Schachter, que debemos formularnos es cuán presente estamos nosotros.[2]
Kushner cita a Schachter diciendo que este rabino leía el Salmo 23 como un terapista escucha a sus clientes. O sea, que no se trata solamente de lo que diga el cliente sino de lo que escucha el terapista.[3] Schachter decía que una vez al año él se imaginaba una fiesta con una cena a la que él había invitado a todos aquellos que le habían hecho la vida difícil, le habían herido, lo habían angustiado, y/o desilusionado durante ese año.
En el curso de ese banquete mental, Schachter se posicionaba yendo alrededor de la mesa explicándole a todos los presentes que él les había invitado a esa cena para darle las gracias por los regalos que ellos le habían hecho durante ese año y las lecciones que le habían ofrecido a él. Algunos, decía Schachter, le habían enseñado que era poco realista esperar mucho de las personas que piensan más en sus problemas que en los problemas de los demás. Otros, le habían enseñado que estaban tan distraídos en sus propios asuntos que no podían ser capaces de escuchar el llanto del prójimo. Schachter decía que se imaginaba diciéndoles que gracias a ellos él había aprendido a ser más realista acerca de las expectativas que él se podía trazar y más consciente de los peligros en los que él podía sucumbir si no era capaz de escuchar los gritos y los pedidos de auxilio de los demás. Él les daba las gracias porque ellos le habían enseñado a anticipar ciertos niveles de apatía y de egoísmo, y que ahora él mismo estaba sorprendido por la generosidad que esto había hecho crecer en su corazón.
Schachter añadía que en ese banquete imaginario él se veía frente a aquellos que lo habían lastimado con su hipocresía, al no ser capaces de vivir a la altura de los estándares que se esperaban de ellos. Él les daba las gracias por haberle recordado que él también era un ser humano y que debía esforzarse por trascender de la acción de afirmar principios de fe y creencias, a ser capaz de vivirlos. Schachter concluía diciendo que terminaba dándole las gracias a todos los invitados por ser instrumentos de Dios para hacerle crecer y entenderse a sí mismo un poco más. Además, si encontraba que él había excluido a alguna persona de ese banquete, él procedía a formularse algunas preguntas. ¿Por qué yo he permitido que mi relación con esa persona se haya afectado? ¿Por qué he reaccionado así? En el proceso, este ejercicio le ayudaba a conocerse mejor, a ser menos vulnerable y a crecer en su relación con Dios.
O sea, que la mesa imaginada por Schachter era una mesa de reconciliación con los demás, con Dios y consigo mismo. Esta es una mesa que invita a la revisión anual de los conflictos que hemos vivido.[4]
Sabemos que estos planteamientos pueden ser muy terapéuticos. No obstante, hay que señalar que la mesa que nos ofrece el Señor no es imaginaria. Esa es una mesa real, con ribetes para el presente y con promesas escatológicas. Esto es, para el final de los tiempos.
Sin embargo, hay que admitir que el análisis de Schachter parece que contiene ribetes Cristianos. Fue Jesús el que nos enseñó que aquellos que se sientan en la mesa que Él ha preparado tienen que reconocer que el mayor en esa mesa no es el que se sienta sino aquél que sirve (Lcs 22:27).
Ya sabemos que la mesa que adereza el Buen Pastor y que aparece descrita en el verso cinco (5) del salmo 23 no es una mesa para avergonzar a otras personas. Es una mesa para celebrar la victoria sobre todo aquello que nos pueda producir angustia.
Ahora bien, los seres humanos nos enfrentamos a procesos de angustias producidos por cosas, eventos, por sus efectos, enfermedades, con sus síntomas y sus reacciones. Estos sí son angustiadores a los que nosotros no encontraremos en la mesa que ha preparado el Señor. Este salmo dice que estos estarán frente a nosotros para que le demos testimonio de que el Buen Pastor nos dio la victoria sobre todos ellos.
Hay que detenerse aquí para describir el significado que posee una mesa preparada. El salmista utiliza el concepto “ʽârak” (H6186) para describir esto. El uso de este concepto significa que esa mesa ha sido arreglada, puesta en orden, preparada y que la sala ha sido amueblada para esto. El salmista dice que esa mesa la prepara y la adereza el Buen Pastor. Sabiendo que Él la adereza y que nos recibe con aceite, entonces hay que concluir que esa mesa ha sido aderezada en la casa del Buen Pastor. El Buen Pastor nos está invitando a Su casa.
Sabemos que las luchas que experimentamos en medio de nuestras vidas nos pueden llevar a pensar que estamos en medio de un desierto. Esto nos puede conducir a creer que el banquete propuesto aquí sólo puede ser llevado a cabo en los cielos y que hemos sido sentenciados a comer aquí pan de dolores (Sal 127:2). Es más, hasta podemos reaccionar de la misma manera que reaccionó el pueblo de Israel en el desierto:
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Dios estableció mesa en el desierto. El maná y el agua de la roca no son mitos bíblicos. La mesa que el Señor sirvió en el desierto no fue una imaginaria. El pan y la carne cayeron del cielo, y el agua salió de la roca. La buena noticia es que Aquél que lo hizo una vez lo puede volver a hacer.
Su Santa Palabra enseña que Él ha invitado a todos los sedientos a un banquete extraordinario:
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Hay seres humanos que han decidido comer en otras mesas e ingerir otros alimentos. Por ejemplo, la Biblia dice que los profetas de Asera comían de la mesa de Jezabel (1 Rey 18:19). La Biblia dice que hay personas que privilegian la mesa de la Fortuna (Isa 65:11); la de los juegos de azar y la de la suerte. Los creyentes en Cristo hemos decidido comer en la mesa que prepara el Señor. Los creyentes en Cristo no dejamos nada a la suerte. Nosotros tenemos la seguridad en Cristo de que nuestra historia, nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro está seguro, en las manos del Señor (Sal 31:15).
La Biblia presenta varios ejemplos en los que el Señor se sentó a la mesa con sus siervos. En algunos casos la mesa fue preparada por Él. En otros, la mesa fue provocada por Él.
Veamos algunos ejemplos que nos servirán para poder identificar lo que hay en esa mesa.
En una ocasión, uno de sus siervos, Abraham, le preparó una cena extraordinaria al Señor. El capítulo 18 del libro del Génesis nos dice que el Señor se le apareció a este hombre en el encinar de Mamre acompañado de algunos ángeles. El texto bíblico dice que Abraham se postró en tierra y le adoró. Hay que puntualizar que la adoración no fue rechazada, así que sabemos que se trataba de Dios mismo. Acto seguido, Abraham ofreció lavarle los pies, un lugar en dónde sentarse, ofreció pan, mantequilla, leche y un becerro “tierno y bueno.” Todo esto suena suculento, sin embargo, son los próximos versos los que nos permiten conocer la riqueza de esa mesa.
El texto bíblico dice que esa cena fue el lugar que el Señor utilizó para ponerle fecha al embarazo de Sara, que era estéril:
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La angustia causada por la esterilidad y la espera había sido confrontada en esa mesa.
Por si esto fuera poco, Abraham encontró en esa mesa la oportunidad para interceder por dos (2) ciudades, Sodoma y Gomorra, y por un sobrino que le había producido muchas angustias: Lot. Esa es entonces la mesa de intercesión por aquellos que nos han provocado dolor. ¡Qué banquete!
La Biblia dice en otra ocasión que Eliú le explicó a Job que el Señor podía utilizar el dolor y el sufrimiento para enseñarnos y que ese proceso nos llevaría a la mesa preparada por Dios:
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La versión Reina-Valera de 1960 recoge ese verso de una forma magistral:
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¡Alabado sea el Señor! Dios nos separa de la boca de la angustia y nos lleva a una mesa preparada con grosuras, libre de peligros, con abundancia y libertad. Es curioso que el concepto que se traduce como grosuras (“deh'-shen”, H1880) tenga como raíz etimológica el concepto “dâshên” (H1878). Es curioso porque esa raíz etimológica puede ser traducida como ungir con aceite. ¡Extraodinario! Sin duda alguna que Eliú y David fueron a la misma escuela y tuvieron al mismo Maestro. En esa mesa no hay angustias, hay unción, hay libertad y hay abundancia.
La Biblia presenta un testimonio muy poderoso acerca de este tema en el Evangelio de Lucas. Se trata de la parábola del Hijo Pródigo. Esa narrativa bíblica trata acerca de un Padre, que representa a Dios y unos hijos rebeldes, que somos nosotros. Uno de los hijos, el menor, decidió abandonar la casa del Padre con su herencia para irse a vivir una vida desenfrenada. El texto bíblico dice que al cabo del tiempo ese hijo decidió regresar a la casa del Padre arrepentido y pidiendo ser perdonado. La historia bíblica señala que el Padre tenía un becerro engordado preparado para ese momento, ordenó cambiarle las ropas y le hizo una fiesta con música y con danzas (Lcs 15:11-32). Esa mesa es entonces la mesa de la fiesta por nuestra reconciliación y por la reconciliación de los nuestros.
Sabemos que hay muchos ejemplos adicionales que pueden ser presentados aquí. Creemos que la evidencia presentada es clara. La mesa preparada por el Señor posee mucho más que alimentos opíparos. Esa mesa posee la cancelación de la esterilidad, la celebración del cumplimiento de las promesas que esperamos, la capacidad de ver mejor, como en el caso de los caminantes de Emaús (Lcs 24:13-35), hay celebración por las reconciliaciones operadas por el Espíritu Santo, hay libertad y hay abundancia.
El Buen Pastor ha prometido que hay una mesa esperando por nosotros cuando salgamos del valle de sombra de muerte.
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. (Sal 23:5)
La reflexión anterior nos permitió compilar una serie de conclusiones básicas acerca del verso que aparece en el epígrafe; el verso cinco (5) del Salmo 23. Ya sabemos que ese verso nos regala las descripciones de la Preparación/Orden perfecto, la Comida perfecta, la Oportunidad perfecta, la Presencia perfecta, la Unción perfecta y el Gozo perfecto que nos ofrece Dios. Esto es, para que podamos ser capaces de hacerle frente a los problemas que encontramos en la vida.
Esa reflexión nos permitió señalar que este verso describe una fiesta individual. Al mismo tiempo, vimos que la imagen del aceite que es derramado sobre la cabeza es cónsona con los rituales de bienvenida que se practicaban en el Medio Oriente con los invitados a la casa.
También, que el gozo experimentado y descrito en este salmo hace que el corazón rebose de emociones. Por último, vimos que el banquete descrito aquí se realiza ante la presencia de todo aquello que nos produce angustia.
A todo esto hay que añadir que también presentamos algunos argumentos acerca de la unción con aceite como una señal de bienvenida en los tiempos bíblicos. Esa unción casi siempre estaba acompañada del lavado de los pies de los invitados, así como la acción de recibir a los invitados con un beso (Lcs 7:44-47)
Los especialistas en el estudio de este salmo han propuesto que el Salmo 23 describe el sosiego del Sabbath o el día de reposo. Los Cristianos creemos que Cristo es nuestro reposo y que ese descanso lo encontramos cuando aceptamos enyugarnos con Él. Él lo señaló así en el mensaje del Evangelio que nos legó:
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29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mat 11:29-30)
Estos versos explican que los seres humanos siempre llevamos un yugo sobre los hombros. El secreto de poder encontrar el descanso necesario es aceptar que queremos estar enyugados con Cristo.
Claro está, ese reposo no está exento de los sinsabores y los males que podemos encontrar en la vida.
Una de las escenas que describen ese reposo es la que encontramos en el verso cinco (5) del Salmo 23:
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5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. (Sal 23:5)
Permítame señalar que este verso puede parecer hasta un poco morboso y hasta anti-Cristiano para aquellos que no conocen las interioridades de este salmo. Hay algunos que pueden llegar a pensar que el salmista está proponiendo que Dios nos está invitando aquí a un banquete en el que nos mofaremos de todos aquellos que nos han hecho daño. Esta conclusión es incorrecta porque es anti-Cristiana. La Biblia nos enseña que debemos ser capaces de amar a aquellos que nos aborrecen y de caminar con ellos millas extras.
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27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; 28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. 29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. 30 A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. 31 Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. 32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. 33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. (Lcs 6:27-33)
Es obvio que del único personaje que nos podemos burlar es de satanás, el enemigo de nuestras almas. El mensaje del Evangelio no nos permite hacer otra cosa que no sea amar a aquellos que nos han provocado angustias.
Sabiendo esto, ¿cuál es el mensaje que comunica este verso? ¿Cómo es que debemos interpretar lo que dice el verso cinco (5) del salmo 23?
Antes de ofrecer las respuestas para estas preguntas, necesitamos establecer unas bases teológicas y hermenéuticas que nos permitan aquilatar las mismas. Algunas de estas bases deben ser extraídas del ambiente que produjo estos textos; el pueblo judío. Otras, deben ser extraídas del contexto Cristiano que nos ofrece el Nuevo Testamento.
Harold S. Kushner ha propuesto que un Rabino llamado Zalman Schachter -Shalomi (1924 – 2014) puede ser una buena fuente para ofrecernos algunas de las bases que pertenecen al primer grupo. ¿Quién fue Zalman Schachter –Shalomi? Muchos estudiosos lo consideran el Judío más influyente de su generación, en cuanto se trata de poder generar cambios. En muchas ocasiones he llegado a pensar que este hombre era en realidad más Cristiano que Judío.
Schachter decía que los seres humanos somos “teotrópicos”. O sea, que así como los girasoles siempre están buscando el sol, así mismo nosotros, lo admitamos o no, siempre estaremos en la búsqueda de Dios.[1] También decía que la conciencia de que estamos ante la presencia del Dios Vivo es uno de los entendimientos más importantes que podemos sembrar en nuestras conciencias. Dios siempre está presente. Dios siempre está presente. La pregunta, decía Schachter, que debemos formularnos es cuán presente estamos nosotros.[2]
Kushner cita a Schachter diciendo que este rabino leía el Salmo 23 como un terapista escucha a sus clientes. O sea, que no se trata solamente de lo que diga el cliente sino de lo que escucha el terapista.[3] Schachter decía que una vez al año él se imaginaba una fiesta con una cena a la que él había invitado a todos aquellos que le habían hecho la vida difícil, le habían herido, lo habían angustiado, y/o desilusionado durante ese año.
En el curso de ese banquete mental, Schachter se posicionaba yendo alrededor de la mesa explicándole a todos los presentes que él les había invitado a esa cena para darle las gracias por los regalos que ellos le habían hecho durante ese año y las lecciones que le habían ofrecido a él. Algunos, decía Schachter, le habían enseñado que era poco realista esperar mucho de las personas que piensan más en sus problemas que en los problemas de los demás. Otros, le habían enseñado que estaban tan distraídos en sus propios asuntos que no podían ser capaces de escuchar el llanto del prójimo. Schachter decía que se imaginaba diciéndoles que gracias a ellos él había aprendido a ser más realista acerca de las expectativas que él se podía trazar y más consciente de los peligros en los que él podía sucumbir si no era capaz de escuchar los gritos y los pedidos de auxilio de los demás. Él les daba las gracias porque ellos le habían enseñado a anticipar ciertos niveles de apatía y de egoísmo, y que ahora él mismo estaba sorprendido por la generosidad que esto había hecho crecer en su corazón.
Schachter añadía que en ese banquete imaginario él se veía frente a aquellos que lo habían lastimado con su hipocresía, al no ser capaces de vivir a la altura de los estándares que se esperaban de ellos. Él les daba las gracias por haberle recordado que él también era un ser humano y que debía esforzarse por trascender de la acción de afirmar principios de fe y creencias, a ser capaz de vivirlos. Schachter concluía diciendo que terminaba dándole las gracias a todos los invitados por ser instrumentos de Dios para hacerle crecer y entenderse a sí mismo un poco más. Además, si encontraba que él había excluido a alguna persona de ese banquete, él procedía a formularse algunas preguntas. ¿Por qué yo he permitido que mi relación con esa persona se haya afectado? ¿Por qué he reaccionado así? En el proceso, este ejercicio le ayudaba a conocerse mejor, a ser menos vulnerable y a crecer en su relación con Dios.
O sea, que la mesa imaginada por Schachter era una mesa de reconciliación con los demás, con Dios y consigo mismo. Esta es una mesa que invita a la revisión anual de los conflictos que hemos vivido.[4]
Sabemos que estos planteamientos pueden ser muy terapéuticos. No obstante, hay que señalar que la mesa que nos ofrece el Señor no es imaginaria. Esa es una mesa real, con ribetes para el presente y con promesas escatológicas. Esto es, para el final de los tiempos.
Sin embargo, hay que admitir que el análisis de Schachter parece que contiene ribetes Cristianos. Fue Jesús el que nos enseñó que aquellos que se sientan en la mesa que Él ha preparado tienen que reconocer que el mayor en esa mesa no es el que se sienta sino aquél que sirve (Lcs 22:27).
Ya sabemos que la mesa que adereza el Buen Pastor y que aparece descrita en el verso cinco (5) del salmo 23 no es una mesa para avergonzar a otras personas. Es una mesa para celebrar la victoria sobre todo aquello que nos pueda producir angustia.
Ahora bien, los seres humanos nos enfrentamos a procesos de angustias producidos por cosas, eventos, por sus efectos, enfermedades, con sus síntomas y sus reacciones. Estos sí son angustiadores a los que nosotros no encontraremos en la mesa que ha preparado el Señor. Este salmo dice que estos estarán frente a nosotros para que le demos testimonio de que el Buen Pastor nos dio la victoria sobre todos ellos.
Hay que detenerse aquí para describir el significado que posee una mesa preparada. El salmista utiliza el concepto “ʽârak” (H6186) para describir esto. El uso de este concepto significa que esa mesa ha sido arreglada, puesta en orden, preparada y que la sala ha sido amueblada para esto. El salmista dice que esa mesa la prepara y la adereza el Buen Pastor. Sabiendo que Él la adereza y que nos recibe con aceite, entonces hay que concluir que esa mesa ha sido aderezada en la casa del Buen Pastor. El Buen Pastor nos está invitando a Su casa.
Sabemos que las luchas que experimentamos en medio de nuestras vidas nos pueden llevar a pensar que estamos en medio de un desierto. Esto nos puede conducir a creer que el banquete propuesto aquí sólo puede ser llevado a cabo en los cielos y que hemos sido sentenciados a comer aquí pan de dolores (Sal 127:2). Es más, hasta podemos reaccionar de la misma manera que reaccionó el pueblo de Israel en el desierto:
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19 Y hablaron contra Dios, Diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto? 20 He aquí ha herido la peña, y brotaron aguas, Y torrentes inundaron la tierra; ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo? (Sal 78:19-20)
Dios estableció mesa en el desierto. El maná y el agua de la roca no son mitos bíblicos. La mesa que el Señor sirvió en el desierto no fue una imaginaria. El pan y la carne cayeron del cielo, y el agua salió de la roca. La buena noticia es que Aquél que lo hizo una vez lo puede volver a hacer.
Su Santa Palabra enseña que Él ha invitado a todos los sedientos a un banquete extraordinario:
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Todos los que tengan sed, vengan a tomar agua. Y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman. Compren vino y leche, sin que les cueste nada, gratis. 2 ¿Para qué gastar el dinero en lo que no es verdadera comida? ¿Para qué desperdiciar los ingresos en lo que no satisface realmente? Escúchenme con atención, así comerán bien y disfrutarán de buena comida. 3 Escuchen, vengan a mí. Oigan para que vivan. Haré un pacto eterno con ustedes, las promesas fieles y bondadosas hechas a David. 4 Miren, he hecho que él sea testigo para las naciones, gobernante y comandante de las naciones. 5 Fíjense, ustedes llamarán a naciones desconocidas por ustedes, y ellas correrán a su llamado. Porque el SEÑOR, el Dios de ustedes, el Santo Dios de Israel les ha dado dignidad». 6 Busquen al SEÑOR mientras haya oportunidad de encontrarlo; llámenlo mientras esté cerca. 7 Que el perverso deje de hacer el mal y el inicuo deje sus malos pensamientos. Que se vuelvan al SEÑOR, y así él tendrá compasión de ellos. Que se vuelvan a nuestro Dios, porque él es generoso para perdonarlos. (Isa 55:1-7, Palabra de Dios para Todos)
Hay seres humanos que han decidido comer en otras mesas e ingerir otros alimentos. Por ejemplo, la Biblia dice que los profetas de Asera comían de la mesa de Jezabel (1 Rey 18:19). La Biblia dice que hay personas que privilegian la mesa de la Fortuna (Isa 65:11); la de los juegos de azar y la de la suerte. Los creyentes en Cristo hemos decidido comer en la mesa que prepara el Señor. Los creyentes en Cristo no dejamos nada a la suerte. Nosotros tenemos la seguridad en Cristo de que nuestra historia, nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro está seguro, en las manos del Señor (Sal 31:15).
La Biblia presenta varios ejemplos en los que el Señor se sentó a la mesa con sus siervos. En algunos casos la mesa fue preparada por Él. En otros, la mesa fue provocada por Él.
Veamos algunos ejemplos que nos servirán para poder identificar lo que hay en esa mesa.
En una ocasión, uno de sus siervos, Abraham, le preparó una cena extraordinaria al Señor. El capítulo 18 del libro del Génesis nos dice que el Señor se le apareció a este hombre en el encinar de Mamre acompañado de algunos ángeles. El texto bíblico dice que Abraham se postró en tierra y le adoró. Hay que puntualizar que la adoración no fue rechazada, así que sabemos que se trataba de Dios mismo. Acto seguido, Abraham ofreció lavarle los pies, un lugar en dónde sentarse, ofreció pan, mantequilla, leche y un becerro “tierno y bueno.” Todo esto suena suculento, sin embargo, son los próximos versos los que nos permiten conocer la riqueza de esa mesa.
El texto bíblico dice que esa cena fue el lugar que el Señor utilizó para ponerle fecha al embarazo de Sara, que era estéril:
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El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo. (Gn 18:10, DHH)
La angustia causada por la esterilidad y la espera había sido confrontada en esa mesa.
Por si esto fuera poco, Abraham encontró en esa mesa la oportunidad para interceder por dos (2) ciudades, Sodoma y Gomorra, y por un sobrino que le había producido muchas angustias: Lot. Esa es entonces la mesa de intercesión por aquellos que nos han provocado dolor. ¡Qué banquete!
La Biblia dice en otra ocasión que Eliú le explicó a Job que el Señor podía utilizar el dolor y el sufrimiento para enseñarnos y que ese proceso nos llevaría a la mesa preparada por Dios:
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Pero por medio del sufrimiento, él rescata a los que sufren, pues capta su atención mediante la adversidad. 16Job, Dios está alejándote del peligro, y te lleva a un lugar libre de angustia. Está poniendo en tu mesa la mejor comida, (Job 36:15-16, DHH)
Por medio del sufrimiento, Dios salva al que sufre; por medio del dolor lo hace entender. 16 A ti también te libró de los peligros, y te dio abundancia y libertad; llenó tu mesa de comidas deliciosas. (Job 36:15-16, NTV)
Por medio del sufrimiento, Dios salva al que sufre; por medio del dolor lo hace entender. 16 A ti también te libró de los peligros, y te dio abundancia y libertad; llenó tu mesa de comidas deliciosas. (Job 36:15-16, NTV)
La versión Reina-Valera de 1960 recoge ese verso de una forma magistral:
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16 Asimismo te apartará de la boca de la angustia A lugar espacioso, libre de todo apuro, Y te preparará mesa llena de grosura.
¡Alabado sea el Señor! Dios nos separa de la boca de la angustia y nos lleva a una mesa preparada con grosuras, libre de peligros, con abundancia y libertad. Es curioso que el concepto que se traduce como grosuras (“deh'-shen”, H1880) tenga como raíz etimológica el concepto “dâshên” (H1878). Es curioso porque esa raíz etimológica puede ser traducida como ungir con aceite. ¡Extraodinario! Sin duda alguna que Eliú y David fueron a la misma escuela y tuvieron al mismo Maestro. En esa mesa no hay angustias, hay unción, hay libertad y hay abundancia.
La Biblia presenta un testimonio muy poderoso acerca de este tema en el Evangelio de Lucas. Se trata de la parábola del Hijo Pródigo. Esa narrativa bíblica trata acerca de un Padre, que representa a Dios y unos hijos rebeldes, que somos nosotros. Uno de los hijos, el menor, decidió abandonar la casa del Padre con su herencia para irse a vivir una vida desenfrenada. El texto bíblico dice que al cabo del tiempo ese hijo decidió regresar a la casa del Padre arrepentido y pidiendo ser perdonado. La historia bíblica señala que el Padre tenía un becerro engordado preparado para ese momento, ordenó cambiarle las ropas y le hizo una fiesta con música y con danzas (Lcs 15:11-32). Esa mesa es entonces la mesa de la fiesta por nuestra reconciliación y por la reconciliación de los nuestros.
Sabemos que hay muchos ejemplos adicionales que pueden ser presentados aquí. Creemos que la evidencia presentada es clara. La mesa preparada por el Señor posee mucho más que alimentos opíparos. Esa mesa posee la cancelación de la esterilidad, la celebración del cumplimiento de las promesas que esperamos, la capacidad de ver mejor, como en el caso de los caminantes de Emaús (Lcs 24:13-35), hay celebración por las reconciliaciones operadas por el Espíritu Santo, hay libertad y hay abundancia.
El Buen Pastor ha prometido que hay una mesa esperando por nosotros cuando salgamos del valle de sombra de muerte.
Referencias
[1] Schachter –Shalomi, Zalman.(2013). Jewish With Feeling: A Guide to Meaningful Jewish Practice. Woodstock, VT: Jewish Lights.
[2] Schachter –Shalomi, Zalman.(2012). Davening: A Guide to Meaningful Jewish Prayer. Woodstock, VT: Jewish Lights.
[3] Esta es la mejor interpretación de lo que es un Midrash. El texto bíblico es el cliente y el Midrash es lo que escucha el terapista.
[4] Kushner, Harold S.. The Lord Is My Shepherd (pp. 126-129). Knopf Doubleday Publishing Group. Kindle Edition.
[1] Schachter –Shalomi, Zalman.(2013). Jewish With Feeling: A Guide to Meaningful Jewish Practice. Woodstock, VT: Jewish Lights.
[2] Schachter –Shalomi, Zalman.(2012). Davening: A Guide to Meaningful Jewish Prayer. Woodstock, VT: Jewish Lights.
[3] Esta es la mejor interpretación de lo que es un Midrash. El texto bíblico es el cliente y el Midrash es lo que escucha el terapista.
[4] Kushner, Harold S.. The Lord Is My Shepherd (pp. 126-129). Knopf Doubleday Publishing Group. Kindle Edition.
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2023
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March
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