Reflexiones de Esperanza: Alabanzas para el alma: Oraciones que nos hacen cantar “La vida ante los perfectos que provee Dios.” (Parte 11)

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……Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. (Sal 23:5b)

¿De qué rebosa nuestra copa? ¿Qué ha puesto Dios en nuestras copas que las hace rebosar? Estas son algunas de las preguntas que pretendemos contestar en esta reflexión. Antes de hacerlo, necesitamos repasar algunas aseveraciones y postulados que analizamos en la reflexión anterior.

La reflexión anterior nos invitó a ampliar nuestra perspectiva de los significados que posee una copa en la Palabra de Dios, así como en el contexto judío. Vimos en esa reflexión que la imagen de una copa puede ser utilizada para describir la suerte o el final de algunas personas, o alguna nación (Sal 11:6). La copa puede ser utilizada para describir la fuente de la que tomamos de la vida de Dios. Esto es, de donde proviene nuestro futuro (Sal 16:5). Vimos un buen ejemplo de esto en las narrativas bíblicas acerca de la muerte y la pasión de nuestro Señor Jesucristo (Lcs 22:41-42; Jn 18:11-12)

También vimos en esa reflexión que esa copa puede representar nuestra vida. Analizamos allí que la copa puede representar la fuente de la salvación que nos ofrece Dios (Sal 116:13). Nos detuvimos a analizar el significado de la copa en la ordenanza de la Santa Cena. Vimos allí que la copa es símbolo de bendición, porque la copa representa la comunión de la sangre de Cristo (1 Cor 10:16) y que la copa es símbolo del nuevo pacto que el Señor ha hecho con nosotros mediante su sangre derramada en la Cruz (1 Cor 11:25-26).

En nuestro análisis histórico-teológico tan solo nos detuvimos para revisar la celebración del Havdaláh. Esa es la ceremonia con la que se termina la celebración del Sabbath o el día de reposo. En el Havdaláh que significa separación, los judíos procuran decir que están separando lo santo de lo profano y que pretenden que los otros seis (6) días de la semana sean llenos de las mismas bondades que encontraron en el día de reposo. La ceremonia que desarrollan para esto es que los asistentes pasan una copa rebosante de vino, vino que se derrama, y la dejan derramar sobre sus platos. Esto es para ellos una de los mensajes que proclama el que la copa esté rebosando.

Partiendo de esta premisa, podríamos decir que el escritor del Salmo 23 está señalando que está garantizando que esto es lo que va a suceder cuando él se levante de la mesa que ha aderezado del Señor.

Luego de esto procedimos a analizar el concepto rebosar y a preguntarnos lo siguiente: ¿de qué rebosa esa copa? Observamos en esa reflexión que la copa puede estar rebosando de la vida abundante que nos da Dios en Cristo Jesús (Jn 10:10). La copa puede estar rebosando de la voluntad de Dios (Lcs 22:41-42; Jn 18:11-12). Esto es, cuando decidimos que hemos hecho nuestra la voluntad del Señor (Mat 6:10b). La copa rebosante dice que aquellos que se sientan en la mesa que adereza el Señor poseen un futuro rebosante de la voluntad de Dios.

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La copa puede estar rebosando de la salvación, del gozo, de la paz, de la comunión y de la esperanza que hay en la salvación que operó Cristo en la Cruz para todo aquél que cree.
La copa está rebosando porque podemos mirar hacia nuestro pasado con gratitud; hemos sido perdonados…..La copa está rebosando porque podemos mirar hacia el futuro con alegría: Cristo viene. La copa está rebosando porque podemos mirarnos por dentro con esperanza: podemos ser transformados y renovados cada día. La copa está rebosando porque la presencia del Señor abre las puertas para cancelar las divisiones, los conflictos y el mal uso de los dones que hemos recibido. La copa está rebosando porque el Señor nos ha llamado a la unidad como Iglesia y como familia. La copa está rebosando porque cada vez que levantamos la copa del nuevo pacto, no nos avergonzamos de decirle al mundo que nuestras vidas apuntan hacia la muerte de Cristo con la copa y con el pan. [
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La copa está rebosando y se está derramando sobre los platos que tenemos sobre la mesa. Vimos que esos platos tienen que ser salpicados por lo que se derrama de esa copa que está rebosando.

La copa está rebosando de esa sangre carmesí derramada en la cruz. La copa está rebosando de esos ríos de agua viva que corren en el interior de aquellos que creemos que Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, es nuestro Salvador y es nuestro Señor.
¿De qué más puede rebosar nuestra copa? ¿Qué significado posee la palabra rebosar? Ya vimos varios de los significados de ese concepto: “rebosar” (“revâyâh”, H7310). Vimos en la reflexión anterior  que rebosar es mucho más que derramarse porque incluye la fuente que lo provoca, la condición y el estado anímico de alivio y de llenura que patrocina y la saturación que esto predica.

Ahora bien, dejamos “dibujadas” algunas posibilidades que nos regalan las Sagradas Escrituras acerca de este concepto. La primera de ellas es la que nos regala el salmista en el Salmo 45:

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Rebosa mi corazón palabra buena; Dirijo al rey mi canto; Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero. (Sal 45:1)

Este es un salmo escrito para honrar al rey de Israel. Los especialistas en esa clase de literatura sagrada, la literatura sapiencial, ha dicho que este salmo trata dos asuntos. En primer lugar, es dedicado a las bodas del rey. En segundo lugar, es un salmo mesiánico. Así lo describen David ben Joseph Kimhi (Radak) y Abraham Ibn Ezra.[2] O sea, que este es un salmo que describe las bodas del Mesías.

Conociendo estos datos: ¿qué significado puede tener una copa rebosando en la mesa aderezada por el Señor? ¿Qué significa rebosar palabra buena en este contexto?
Hay que reconocer que la Biblia hace una distinción entre lo que es la palabra buena y lo que no lo es. Tomemos como ejemplo las palabras de Josué al pueblo de Israel poco antes de mudarse a la eternidad:

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14 Y he aquí que yo estoy para entrar hoy por el camino de toda la tierra; reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas. 15 Pero así como ha venido sobre vosotros toda palabra buena que Jehová vuestro Dios os había dicho, también traerá Jehová sobre vosotros toda palabra mala, hasta destruiros de sobre la buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado, (Jos 23:14-15)

La Biblia también dice que la palabra buena es remedio para la congoja en el corazón:

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25 La congoja en el corazón del hombre lo abate; Mas la buena palabra lo alegra.  (Prov 12:25)

Ella también define la palabra buena como aquella que nos alerta acerca de los planes de Dios:

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8 Y dijo Ezequías a Isaías: La palabra de Jehová que has hablado es buena. Y añadió: A lo menos, haya paz y seguridad en mis días.    (Isa 39:8)

Ese pasaje es muy interesante porque el rey Ezequías sabía que la palabra hablada por Isaías era buena, sin embargo él decidió que no tenía que hacer nada al respecto porque su generación no se vería afectada por ella. Hay que preguntarse entonces qué hacemos con esa palabra que sabemos que es buena.

La Biblia dice que la buena palabra es de Dios y que Él la puede despertar para Su pueblo. El profeta Jeremías dijo que vendría una época en la que el Señor despertaría Su buena palabra para hacer que el pueblo de Judá pudiera regresar del cautiverio en Babilonia.

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10 Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. 11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. 12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14 Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.  (Jer 29:10-14)

Es en ese contexto que podemos ser capaces de hacer nuestras las promesas que ha hecho el Señor. Esas promesas incluyen pensamientos de paz y no de mal y poder invocar al Señor con la seguridad de que Él siempre nos oye. La promesas de que le hallaremos en todas las ocasiones en que le busquemos. Esto comienza con la acción de que el Señor “despierte” (“koom”, H6965), levante, ordene, establezca, haga conocer esa buena Palabra. Hay que pedirle al Señor que despierte Su buena Palabra. ¡Despierta tu buena Palabra Dios! ¡Despiértala, hazla conocer!

Jeremías dice más: ese profeta dice que Dios ha prometido confirmar esa buena palabra y que eso manifestaría el Renuevo de Justicia de Dios, la seguridad de nuestras ciudades y Su salvación:

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14 He aquí vienen días, dice Jehová, en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá. 15 En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra. 16 En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra.  (Jer 33:14)

No olvidemos que el capítulo 33 del libro del profeta Jeremías es el que dice:

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3 Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.
Hay que clamar por esto. Hay que clamar para que el Señor confirme la palabra buena que ha hablado.

Por otro lado, el Apóstol Pablo nos dice que ninguna palabra corrompida puede salir de nuestra boca, sino aquella que sea buena para la edificación de modo que los oyentes reciban gracia (Ef 4:29). O sea, que Pablo nos está diciendo que esa palabra buena debe estar en nuestro interior.

Nosotros sabemos que esa buena palabra también es el mensaje del Evangelio.

Invitamos a los lectores a realizar el siguiente ejercicio en aras de encontrar otra respuesta a esta pregunta. Traslade su mente por un momento al escenario de lo que la Biblia llama las Bodas del Cordero. Usted y todos nosotros estamos sentados a la mesa ocupando un rol dual: como observadores y primordialmente como la novia del Cordero. La invitación para esa boda dice lo siguiente:

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7 Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. 9 Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. (Apoc 19:7-9)

¿De qué rebosaría su copa en ese instante? Sabemos que todas las hojas de papel del planeta y todos los recursos electrónicos disponibles no serían suficientes para documentar lo que nuestro corazón derramaría allí. El salmista dice que ante esto, su corazón rebosa palabra buena.

Conociendo todo esto: ¿qué significado posee entonces que la copa esté rebosando? A base de lo que hemos examinado hasta aquí el salmista ha dicho que puede rebosar de la buena Palabra de Dios. La copa puede estar rebosando de la palabra que garantiza la conquista de las promesas, de la tierra que nos han prometido, como le sucedió al pueblo de Israel.

La copa puede estar rebosando de la palabra que cancela la congoja y trae la alegría. Hay que repetir esta aseveración. No se trata únicamente de rebosar de alegría, sino de rebosar de la fuente de la medicina profiláctica que cancela la congoja: la Palabra de Dios.

La copa puede rebosar de la palabra que nos alerta acerca de los planes de Dios y que nos conmina, nos apremia con potestad a preparar a las próximas generaciones para lo que va a suceder. La copa puede estar rebosando de la palabra que el Señor ha despertado en nosotros, porque veremos que el Todopoderoso cumplirá Sus propósitos como le dijo a Jeremías.

La copa puede estar rebosando de esa buena palabra que manifiesta a Cristo el Señor, el Renuevo de Justicia de Dios. La copa puede estar rebosando de esa palabra que posee la autoridad para devolver la seguridad a nuestras ciudades y la salvación a nuestra tierra.

La copa puede estar rebosando de esa palabra que nos invita a anhelar que lleguen las bodas del Cordero. Rebosar de esa palabra nos asegura que no tenemos que esperar a llegar a ese banquete para que el Novio sepa cuánto le ama su prometida. ¡Alabado sea el Señor! Que el Novio, el Señor de señores, el señalado entre 10 mil, el León de la Tribu de Judá, sepa que nuestra copa está rebosando. Sí, que esa copa rebosa de palabras de amor, de gratitud, de alabanzas por un amor no merecido.

El salmista dice en el Salmo 45 que su corazón rebosa palabra buena, o como dice la versión Nueva Traducción Viviente:

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Hermosas palabras conmueven mi corazón; por eso recitaré un bello poema acerca del rey, pues mi lengua es como la pluma de un hábil poeta. (NTV)

Esa palabra buena convierte el corazón, la copa, en el corazón de un poeta. Como dice el Apóstol Pablo, provoca que nos hablemos unos a otros con salmos, himnos y cantos espirituales, y que cantemos y alabemos al Señor de todo corazón (Efe 5:19).

Es muy importante destacar que Pablo dice en esa carta, la carta a los Efesios, que todo eso es el producto de la llenura del Espíritu Santo. O sea, que la copa que rebosa palabra buena es aquella que está llena del Espíritu de Dios.

Pero hay más; existen otras interpretaciones bíblicas para esa expresión: “mi copa está rebosando.” Ya sabemos que el proverbista nos dice lo siguiente acerca de lo que esto significa:

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4 Aguas profundas son las palabras de la boca del hombre; Y arroyo que rebosa, la fuente de la sabiduría.   (Prov 18:4)

Esta enseñanza del proverbista predica que las palabras sabias son como aguas profundas y que la sabiduría fluye del sabio como un arroyo burbujeante. Así lo presenta la versión de la Nueva Traducción Viviente. La pregunta que debemos formularnos es la siguiente: ¿y cómo podemos alcanzar ser sabios? La Biblia responde a esa pregunta de forma categórica:

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14 Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; 15 y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. 16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.  (2 Tim 3:14-17)

Es de esto que nos habla el proverbista cuando insiste en que busquemos la sabiduría (Pro15:14), que lo hagamos con el corazón y que con el oído busquemos la ciencia (Pro 18:15).

La fuente de la sabiduría es la Palabra de Dios y nadie puede acercarse a ella para encontrar esa sabiduría sin el principio básico de esta: “el principio de la sabiduría es el temor de Jehová;” (Pro 1:7)

No podemos negar que hay una fuente de sabiduría provista por el pecado. Eso está descrito así en el capítulo tres (3) del libro de Génesis:

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6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. 7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. 8 Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.  (Gn 3:6-8)

Ese pasaje dice que los seres humanos fueron llevados a probar de la fuente de sabiduría que trae el pecado. Su base es la desobediencia. Es muy interesante que la búsqueda de esa fuente de sabiduría le costó la comunión con Dios al ser humano. Y no solo eso, esa fuente de sabiduría, animal, diabólica (Stg 3:15-18) desató la rebelión contra Dios junto a una serie de eventos que provocaron dolores inenarrables.

Ese pasaje dice que los seres humanos, sabiendo que se habían rebelado contra Dios decidieron hacer delantales de hojas de algo que sale de la tierra: la higuera. Un poco más adelante podemos encontrar que uno de sus hijos (Caín) decidió seguir el ejemplo de sus padres y es de allí que toma la costumbre de trabajar en el área de la tierra, porque eso fue lo que aprendió de su papá. Es por eso que trae ofrendas de la tierra.

En cambio, su hermano (Abel) decidió trabajar con aquello que lo podía conectar con Dios. Veamos:

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21 Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. (Gn 3:21)

¿De dónde salieron esas pieles? La respuesta es sencilla: hubo un sacrificio para vestir al ser humano y provocar que tuviera un poco de dignidad. En algún momento Abel debió haber escuchado eso y decidió que trabajaría con aquello que lo podía mantener conectado con Dios.
Es por esto que su ofrenda es un cordero. Abel sabía que no somos dignos de estar ante el Señor y de recibir su favor y que para esto hace falta estar cubiertos con la sangre del cordero.

La lucha entre los que aspiraron a mantener la fuente de sabiduría humana y aquél que decidió buscar la fuente de la sabiduría celestial terminó con violencia. La fuente de la sabiduría humana no puede entender la fuente de la sabiduría de Dios. Esta realidad le lleva a querer destruir esa fuente eterna. La buena noticia es que no puede hacerlo. La fuente de la sabiduría humana es temporal y transitoria. La fuente de la sabiduría celestial es eterna y es permanente.

Sabiendo esto, ¿qué significado posee la frase “mi copa está rebosando”? Es más, ¿de cuál fuente de sabiduría está llena tu copa? La invitación final es a que decidamos vaciarnos del contenido adquirido en la fuente de sabiduría del pecado para que el Espíritu de Dios nos llene de la fuente de sabiduría celestial y puede gritar con libertad: “mi copa está rebosando.”
Referencias

[1] Podcast: “Alabanzas para el Alma”, Episodio 12”
[2]  Tehillim: A new translation with a commentary anthologized from Talmudic, Midrashic and Rabbinic Source, Overview by Rabbi Avrohom Chaim Feuer, Vol. 1 pp 559-75. Mesorah Publications, LTD, 2013.

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