Reflexiones de Esperanza: Alabanzas para el alma: oraciones que nos hacen cantar “La vida ante los perfectos que provee Dios.” (Parte 12)

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5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. (Sal 23:5)

Esta reflexión es la tercera de esta serie dedicada al análisis de la frase “mi copa está rebosando.” Las versiones bíblicas en español han recogido varias formas de traducir esta expresión del Salmo 23. Veamos algunos ejemplos:

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has llenado mi copa hasta rebosar. (PDT)
Mi copa se desborda de bendiciones. (NTV)
has llenado mi copa a rebosar. (NVI)

En las reflexiones anteriores nos detuvimos a analizar de manera superficial el concepto hebreo que se traduce como “rebosar” (“revâyâh,” H7310). Ya sabemos que este concepto va mucho más allá que simplemente definir la acción de derramarse. Esto es así porque este concepto incluye la fuente que lo provoca, la condición y el estado anímico de alivio y de llenura que patrocina y la saturación que esto predica.

Ahora bien, no nos hemos detenido a examinar la raíz de esa expresión hebrea. O sea, el significado que posee el concepto de donde sale el concepto hebreo que se traduce como rebosar. Este análisis es importante porque nos permite calibrar las aplicaciones que puede o no puede tener la expresión “mi copa está rebosando.”

Un ejemplo de este tipo de análisis es el examen del concepto “temores” que aparece en el Salmo 34:4. Este salmo es un acróstico que entre otras cosas describe los efectos de la alabanza:

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4 Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores.

La expresión “temores” es la traducción del concepto hebreo “megûrâh” (H4035), que significa temor. Sin embargo, el análisis de su raíz hebrea “mâgûr” (H4033) nos conduce a considerar una información muy valiosa. El concepto “mâgûr” significa alojamiento, habitación o residencia temporera o permanente. Esto nos conduce a concluir que el concepto que se traduce en ese salmo como “temores” procura definir un temor que no es pasajero, sino que se aloja, se muda a residir o que habita de manera temporera o permanente en el pensamiento del escritor. Es obvio que no se trata entonces de un temor común y corriente, sino de un temor que puede esclavizar o paralizar a aquellos que lo experimentan. La buena noticia del Salmo 34 es que el escritor del Salmo nos dice que Dios desahució ese residente de su cabeza. ¡Alabado sea el nombre del Señor!

La raíz del concepto que se traduce como “rebosar” (“revâyâh,” H7310) en el Salmo 23 es el concepto “râvâh” (H7301). Este concepto significa aplacar la sed, así como ocasionalmente otros apetitos, darse un baño, regar, saciar, satisfacer y sumergir. O sea, que la raíz del concepto rebosar, nos lleva a considerar que este va mucho más allá de la simple acción de derramarse. Ese verbo implica la cancelación de apetitos, ser saciados, estar satisfechos y hasta la acción de sumergirse en aquello que rebosa.

Veamos algunos pasajes bíblicos en los que esa raíz es utilizada. Este ejercicio nos permitirá ampliar nuestra percepción de este concepto. Hemos identificado la traducción del concepto en “bold” (negrillas):

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7 ¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas. 8 Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. 9 Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz.  (Sal 36:7-9)

El salmista describe así algunos de los beneficios que se obtienen por haber decidido estar cubiertos por las alas del Altísimo. Estas aseveraciones le conceden una dimensión más amplia a las expresiones del Salmo 91:

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1 El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente. 2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. 3 Él te librará del lazo del cazador, De la peste destructora. 4 Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad.  (Sal 91:1-4)

Es obvio que hay mucho más que protección debajo de esas alas. Debajo de esas alas sabemos que encontramos protección, quedamos completamente satisfechos con la abundante comida de la casa del Señor. Dios nos da a beber de un río delicioso, porque en Él está la fuente de la vida y en Su luz podemos ver la luz (versión DHH).

Otro pasaje bíblico en el que se utiliza la raíz del verbo rebosar es el Salmo 65:

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8 Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas. Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde. 9 Visitas la tierra, y la riegas; En gran manera la enriqueces; Con el río de Dios, lleno de aguas, Preparas el grano de ellos, cuando así la dispones. 10 Haces que se empapen sus surcos, Haces descender sus canales; La ablandas con lluvias, Bendices sus renuevos. 11 Tú coronas el año con tus bienes, Y tus nubes destilan grosura. 12 Destilan sobre los pastizales del desierto, Y los collados se ciñen de alegría. 13 Se visten de manadas los llanos, Y los valles se cubren de grano; Dan voces de júbilo, y aun cantan.        (Sal 65:8-13)

El salmista dice aquí que Dios hace alegrar la tierra empapando sus surcos; saturándolos con el agua de la lluvia. El salmista dice que la tierra se ablanda con la lluvia. Es más, el salmista dice que la lluvia bendice los renuevos de la tierra. Estas expresiones poseen un sentido muy especial para aquellos que viven en regiones desérticas; regiones en los que el agua escasea.
Otro pasaje bíblico que recoge esa raíz lo encontramos en el libro de los Proverbios:

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“24 Hay quienes reparten, y les es añadido más; Y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. 25 El alma generosa será prosperada; Y el que saciare, él también será saciado.”  (Prov 11:24-25)

Es muy interesante conocer que otras versiones bíblicas traducen esta raíz como “reanimar”. Veamos un ejemplo del verso 25 de ese capítulo del libro de Proverbios en la versión Nueva Traducción Viviente: “El generoso prosperará, y el que reanima a otros será reanimado” (NTV). O sea, que la función de ese verbo trasciende la acción de saciar a la acción de reanimar.
El profeta Isaías tiene mucho que decir acerca del uso de la raíz del verbo rebosar. Veamos un ejemplo de ello:

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10 Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, 11 así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.  (Isa 55:10-11)

La acción de este verbo en la narrativa que presenta este profeta es la acción de regar, una acción que es comparada con la función de la palabra que sale de la boca de Dios.

El profeta Jeremías también utiliza la raíz del verbo que se traduce como rebosar en el verso 5 del Salmo 23. Veamos un ejemplo de ello:

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Entonces las jóvenes danzarán con alegría, y los jóvenes junto con los ancianos. Convertiré su duelo en gozo, y los consolaré; transformaré su dolor en alegría. 14 Colmaré de abundancia a los sacerdotes,  y saciaré con mis bienes a mi pueblo», afirma el Señor.…… 23 Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: «Cuando yo cambie su suerte, en la tierra de Judá y en sus ciudades volverá a decirse: »“Monte santo, morada de justicia: ¡que el Señor te bendiga!”24 Allí habitarán juntos Judá y todas sus ciudades, los agricultores y los pastores de rebaños. 25 Daré de beber a los sedientos y saciaré a los que estén agotados».     (Jer 31:14-15, 23-25, NVI)

Es interesante saber que esa raíz nos permite entender que el verbo que se traduce como “rebosar” puede literalmente implicar la acción de saciar como lo hacen las grosuras, de empapar y de regar como lo hace la lluvia, de satisfacer como hace el Señor con el alma de aquellos que están cansados. Además, este verbo puede representar la acción de reanimar y de colmar de abundancia a otros, como lo hace el Señor directamente o a través de alguno de Sus instrumentos. O sea, que este concepto posee un componente de satisfacción espiritual y otro de satisfacción terapéutica.

Basta extrapolar estas aplicaciones insertándolas en la expresión del Salmo 23 para comprender la altura, la anchura, la largura y la profundidad de esa expresión: “mi copa está rebosando.” (Sal 23:5) ¿Qué significado puede alcanzar entonces esa expresión?

La expresión “mi copa está rebosando” puede representar que la persona que se está levantando de la mesa del banquete aderezado por el Señor ha sido saciada. Está saciada porque ha sido sumergida en las fuentes que provee el Señor.

El alma de ese creyente ha sido saciada por el alimento servido por el Señor. Un alma saciada no apetece otras cosas; su hambre y su sed han sido calmadas por completos. Sus deseos y sus necesidades anímicas han sido resueltas o cumplidas. Estas son algunas de las definiciones del verbo “saciar” que nos ofrece el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española.

El alma saciada de ese creyente ha logrado perder los apetitos para cualquier cosa que se pueda encontrar al levantarse de la mesa. Un alma saciada no tiene apetitos del poder, ni tiene apetitos de  reconocimiento. Un alma saciada no tiene necesidad de detenerse en los “chinchorros” del camino. Un alma saciada no tiene sed ni hambre de las posesiones de otros. Un alma saciada no sucumbe ante las tentaciones de las serpientes de este tiempo; tentaciones para ir a comer de aquello que ha sido prohibido. Cuando decimos “mi copa está rebosando” estamos diciendo que nuestros apetitos por otras cosas han sido cancelados.

El salmista personaliza esta expresión en el Salmo 23. Él no dice allí que la copa está rebosando. Él dice que su copa está rebosando. O sea, que no se trata de una experiencia genérica, sino de una experiencia personal e individual: “mi copa está rebosando.” He aquí la profundidad de esta expresión.

Este análisis nos permite ampliar la interpretación de lo que dice el verso cinco (5) del Salmo 23 cuando comprendemos que rebosar puede incluir la acción de regar y de empapar. La copa de aquél o de aquella que se levanta de la mesa que ha aderezado el Buen Pastor es capaz de desbordarse para regar y hasta empapar lo que esté a su alrededor. O sea, que esa copa está llena de una cantidad ilimitada de aquello de lo que el Señor la ha llenado. Hay tanto en esa copa que en la acción de rebosar puede regar, puede empapar y hasta ablandar los surcos áridos de las vidas de aquellos que han convertido los desiertos en sus moradas, en las residencias de sus corazones. Esa copa rebosante puede bendecir los renuevos de las familias que alcanzamos.

La copa está rebosando es desde esta perspectiva la aceptación de un llamado muy particular que Dios le hace a los creyentes. Todos nosotros sabemos que el Señor nos ha llamado a vivir nuestras vidas exhibiendo un testimonio de altura cónsono con los valores del Reino. Esta expresión del Salmo 23 nos dice que ese ministerio se hace mucho más fácil de cumplir cuando caminamos por la vida rebosando, regando, empapando, ablandando las vidas de los demás con lo que Dios ha puesto en nuestro interior. Esto es, con aquello con lo que hemos sido llenados por el cielo.

¿De qué estamos llenos? Esta pregunta puede ser contestada esta vez desde la perspectiva que ofrecen las respuestas de aquellos que nos ven a diario. ¿Cuál es la situación de los desiertos de los corazones de las vidas de aquellos que nos ven a diario? ¿Han cambiado sus surcos? ¿Se encuentran estos más sensibles a querer recibir la semilla del mensaje del Evangelio? Nosotros no hemos sido llamados a convertir a las personas; esta es una verdad categórica. Sólo el Espíritu Santo puede hacer esto. Sin embargo, esto no elimina la responsabilidad que tenemos de que las personas con las que compartimos a diario, anhelen recibir el mensaje del Evangelio, no por lo que nos oyen decir, sino por lo que derramamos sobre ellos con nuestro testimonio. ¿De qué estamos llenos?

Levantarse de la mesa aderezada por el Señor predica que nuestras copas rebosan al hacerlo. A base del análisis realizado hasta aquí, la acción de rebosar implica ser capaces de llevar satisfacción al alma de aquellos que están cansados. Es un secreto a voces que hay Cristianos que es un placer escucharles cuando hablan desde el púlpito. Lamentablemente esto no siempre significa que uno pueda tener la misma impresión si tuviera la oportunidad de tratar a ese Cristiano en el plano personal. Es también un secreto a voces que hay Cristianos que aunque uno no los escuche desde el púlpito, uno sabe que da gusto andar con ellos. Se trata de hombres y mujeres cuya sola presencia, su compañía, bendicen el alma sedienta de cualquiera que se les acerque. Sus vidas se convierten en oasis en medio de cualquier desierto. Sus miradas son sanadoras, sus conversaciones producen paz y traen esperanza. Aún en las confrontaciones puede uno experimentar el bálsamo del cielo.

Los primeros hablan bien, mientras que los segundos poseen copas que están rebosando. La expresión “mi copa está rebosando” encuentra una interpretación adicional en el testimonio de vida de estos Cristianos; un derramamiento de todo el bien de Dios. Ese bien reanima el alma de cualquier persona sedienta. Todo esto representa la largura y la anchura de la acción de rebosar.

La dimensión de la altura de esta expresión requiere mirar hacia la fuente que nos hace rebosar. No podemos ser capaces de tener copas rebosantes sin estar constantemente conectados a la fuente que las hace rebosar. Para poder decir “mi copa está rebosando” hace falta haber hecho nuestra la invitación que nos hace Jesús:

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38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.  (Jn 7:38-39, RV 1960)

Jesucristo le había explicado esto a la mujer Samaritana que halló en el pozo de Jacob:

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13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14 más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.   (Jn 4:13-14, RV 1960)

No puede haber copas rebosando sin que estas estén conectadas constantemente a esa fuente.

La invitación del salmista es hermosa. Él se sentó a la mesa aderezada por el Buen Pastor procurando encontrar remedios y alivio para un corazón marcado por los dolores hallados en el valle de sombra de muerte. Dios lo sorprendió con la grata noticia de que el Señor había decidido utilizarlo con mucho poder cuando se levantara de la mesa. Sería utilizado como un instrumento de bendición y de restauración en las manos de Dios. No hacía falta mucho adiestramiento para conseguir ser efectivo en esa misión. Lo único que el salmista tendría que procurar era levantarse de esa mesa diciendo lo siguiente: “mi copa está rebosando.”

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