October 19th, 2020
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El Dr. Elmer L. Towns publicó un libro titulado “Praying the 23rd Psalm.”[1](orando el Salmo 23). El Dr. Towns, quien es co-fundador de Liberty University, Universidad que está Lynchburg, Virginia, nos regala una de las lecciones más interesantes de este libro cuando analiza la mesa descrita en el verso cinco (5) del salmo 23. Él dice allí que la manera en la que este verso está escrito nos hace saber que no se trata de un picnic sino de una cena formal.
Towns añade allí que ese verso utiliza las conjugaciones de los verbos que nos regala para que sepamos que se trata de acciones continuas. O sea, que el verso no dice que el Buen Pastor ungirá, ha ungido o ungió mi cabeza, sino que expresa que Él ha decidido hacerlo continuamente. Tampoco dice que Él aderezará, aderezó o que ha aderezado la mesa, sino que expresa que Él ha decidido aderezar esa mesa constantemente. Lo mismo sucede con la copa que se describe en ese verso. El verso cinco del salmo 23 no dice que mi copa “rebosó”, que ha “rebosado” o que “rebosará”. Ese verso dice “mi copa” está rebosando. Una acción continua, repetitiva, fresca y constante.
Estas son noticias extraordinarias. Para el creyente en Cristo basta saber que al salir de cualquier valle de sombra, habrá una mesa constantemente preparada, que habrá unción constante derramada y que la copa estará de continuo rebosando. Basta saber que en cada ocasión que salgamos de lidiar con los procesos de muerte o que nos hayamos escapado de ésta, el Buen Pastor estará preparado para derramar aceite sobre nuestras cabezas, y que lo hará constantemente. No sólo esto, sino que habrá una mesa con alimento fresco constantemente. La copa estará rebosando de alimento celestial fresco, recién colocado sobre la mesa que el Buen Pastor está constantemente aderezando.
Esta es una mesa constantemente aderezada con alimento celestial, sazonado con gracia, con el amor de Dios que nos concede lo que no nos merecemos. Esta es una mesa constantemente aderezada con alimento celestial, sazonado con misericordia, el amor de Dios que no nos da lo que nosotros merecemos. Esa mesa es aderezada así continuamente, repetidamente y diariamente.
Towns añade que es muy reconfortante saber que cuando decimos “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mat 6:11), se lo estamos diciendo a Aquél que es el pan vivo que descendió del cielo y al Hacedor del Pan: “El que da alimento a todo ser viviente, Porque para siempre es su misericordia” (Sal 136:24).
Towns concluye que el alimento sobre esa mesa es fresco: “aderezas”. El alimento que está puesto sobre esa mesa está listo: “mesa.” Ese alimento es personal: “delante de mí.” Él añade que esa mesa nos permite celebrar con otros. No podemos olvidar estas palabras del salmista:
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¿Qué cosas celebramos allí? En esa mesa celebramos que nuestros angustiadores son los testigos presenciales del favor de Dios sobre nosotros. En esa mesa celebramos que el valle de sombra no nos pudo derrotar. En esa mesa celebramos que la muerte no nos pudo vencer. En esa mesa celebramos la liberación que hemos experimentado. En esa mesa celebramos que somos recipientes de favores no merecidos; el poder de Dios, la gracia, la misericordia de Dios, la compañía de Dios y la salvación que nos regala nuestro Dios.
Ya sabemos que somos ungidos cuando llegamos a esa mesa. Ahora sabemos que esa unción no describe un evento, sino que describe una acción constante: nos ungen. El Buen Pastor nos sigue ungiendo durante todo el tiempo que estamos sentados a la mesa.
También sabemos que tenemos que procurar que cuando salgamos de esa mesa podamos ser capaces de decir que nuestras copas están rebosando. No se trata de que “una” copa está rebosando. Tampoco se trata de que “la” copa está rebosando. Mucho menos de que “la copa del otro” está rebosando. Towns añade que el verso no dice que la “copa de mis padres”, o “la copa del Pastor” está rebosando. El verso dice “mi copa está rebosando”.
La satisfacción que experimentamos al salir de esa mesa es tal que no necesitamos de nada más: “….nada nos falta” (Sal 23:1b, traducción literal).
Las afirmaciones con las que el salmista concluye este salmo son extraordinarias. La mesa del Buen Pastor está siempre aderezada. La unción que ofrece el Buen Pastor para sanar y para honrar es constante. El Buen Pastor garantiza que la copa de la salvación, la de la voluntad de Dios, la de nuestra vida estará rebosando constantemente de Su favor, de la buena palabra, de Su amor, de Sus misericordias, de Su gozo, de la alabanza, de Su poder y de Su santidad.
Y como si estas noticias no fueran suficientes, el salmista afirma algo más:
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Estas afirmaciones finales son impresionantes. El salmista revela que cuando uno se levanta de la mesa que el Señor adereza, uno es invadido por una confianza incomparable e insustituible. En primer lugar, el salmista dice que esa confianza emana de la convicción de que uno no tiene que buscar las bendiciones. Las bendiciones, el bien y la misericordia del Buen Pastor, nos seguirán todos los días de nuestras vidas. El salmista dice que él está completamente seguro de que esto es así: las bendiciones nos siguen.
El texto hebreo utiliza un concepto impactante para describir esto: la acción de seguir. El concepto hebreo utilizado aquí es “râdaph” (H7291). La traducción literal de este verbo es “seguir”, “correr tras”, “perseguir”. O sea, que el bien y la misericordia del Buen Pastor corren tras nosotros, buscando alcanzarnos desde que nos levantamos de la mesa que adereza el Señor.
¿Qué significado puede tener esto? Las respuestas, porque son varias, para esta pregunta pueden ocupar el espacio de varias bibliotecas de las universidades más reconocidas del planeta. De entrada, los conceptos “bien” (“ṭôb”,H2896) y “misericordia” (“chêsêd”, H2617) son conceptos bíblicos que han provocado que se escriban una cantidad inimaginable de tesis doctorales y posdoctorales. Las aplicaciones y las exégesis que estos dos (2) conceptos han provocado son asombrosas. A esto hay que añadir que el salmista dice en el salmo 23 que estas bendiciones siguen al creyente todos los días de su vida. Por si esto fuera poco, estas afirmaciones trascienden la vida aquí y ahora, porque el salmista dice que cuando la vida de acaba en este “lado del río”, lo que en realidad sucede es que nos mudan a la casa del Buen Pastor. Se nos ha garantizado que en esa residencia viviremos por toda la eternidad.
En aras de hacer esta tarea exegética un poco más liviana, hemos decidido limitar el análisis de los conceptos que nos regala este salmo. Por ejemplo, vamos a limitarnos a analizar lo que la Biblia define como el bien del Señor. Así mismo, nos vamos a circunscribir a trabajar con los aspectos básicos y medulares de lo que es la misericordia de Dios.
¿Qué es el bien del Señor? ¿Qué implica ser seguido por este bien? Las mejores respuestas para estas preguntas las encontramos en la misma Palabra de Dios. Estamos convencidos de que la exposición a otros pasajes bíblicos que utilizan esta expresión nos ayudarán a desarrollar una perspectiva más amplia y mucho más completa de esta expresión. Veamos algunos pasajes bíblicos que trabajan con este concepto: el bien del Señor.
El primer pasaje bíblico que analizaremos lo encontramos en el libro del Éxodo:
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La historia que se desarrolla en este capítulo ha sido analizada en otras reflexiones que hemos compartido. Dos (2) parteras egipcias, Sifra y Fúa, fueron enviadas por el Faraón para que mataran los hijos varones que dieran a luz las mujeres judías. La narrativa bíblica dice que ellas no obedecieron el mandato del Faraón porque temieron a Dios (Éxo 1:17). Esta acción es la que desata que Dios le hiciera bien a estas parteras. O sea, que Dios decidió protegerlas. Faraón las pudo haber enviado a prisión o hasta ejecutarlas. Sin embargo, el bien del Dios de los cielos impidió que esto sucediera. Ese capítulo amplía esta explicación porque dice que el bien del Señor hizo prosperar las familias de estas dos (2) mujeres.
El concepto que se traduce en ese pasaje como “prosperar”, implica que Dios permitió que estas mujeres pudieran tener familias numerosas. Estas son palabras que contienen mucho peso, particularmente en un contexto ultra chauvinista en el que las mujeres eran consideradas propiedades. La existencia de hijos, particularmente hijos varones, garantizaba un grado más alto de estabilidad y la capacidad de poder subsistir.
En este pasaje bíblico hay varias enseñanzas que son muy importantes para la posmodernidad. Ese pasaje establece que el tema de la destrucción de aquellos que están por nacer está ligado a los deseos de algunas clases poderosas para limitar el crecimiento y el desarrollo de grupos étnicos que ellos no favorecen. La historia revela que esto no ha cambiado a través de los siglos.
En el siglo 19 apareció Francis Galton, un Inglés que había sido esclavista y antropólogo y que acuñó el nombre “eugenics” (bien nacido). Este era primo segundo de Charles Darwin. Sus escritos fueron muy influyentes en las comunidades industriales anglosajonas en las que se analizaba el crecimiento extraordinario de los grupos afroamericanos.
Sus escritos, hicieron florecer el movimiento “eugenics” en América hasta llegar a inquietar a una mujer llamada Margaret Sanger. Esta mujer decidió fundar el American Birth Control League en los inicios del siglo 20. Esta organización publicaba una revista llamada “The Birth Control Review.” [2] Esa organización luego cambió su nombre a Planned Parenthood, la misma organización que recibe sobre $500 millones anuales de parte del gobierno de los Estados Unidos para practicar abortos, entre otras cosas. La Revista Decisión incluye una cita trascendental de esta mujer:
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Recientemente, grupos afroamericanos decidieron quitarle el respaldo a esta mujer y a su historia al percatarse de la inclinación marcada y de sus expresiones en contra de los negros y de los hispanos.
El pasaje del primer capítulo del Libro del Éxodo enseña que Dios le da su bien a aquellos que optan por la vida y no por el asesinato de aquellos que están por nacer. El bien del Señor no puede operar sobre aquellos que patrocinan el aborto. Esta enseñanza afirma que el Señor le da su bien, bendice, protege y prospera a aquellos que no temen hacerle frente a los poderes (políticos, económicos, sociales, pseudo religiosos) en vías de proteger a los que están por nacer.
Otro pasaje bíblico en el que podemos observar el significado de lo que es el bien del Señor lo encontramos en el capítulo 18 del Libro del Éxodo.
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Esta narrativa bíblica define el bien del Señor a base de los testimonios y los resultados de la operación del poder de Dios para liberar al pueblo de Israel de Egipto. Hay que destacar que Jetro, que era el suegro de Moisés, es el que testifica esto. Es más, el testimonio del bien de Jehová es lo que le hace confesar que es entonces que pudo entender que Jehová es más grande que los dioses. Esto incluye los dioses de Egipto y los de toda la tierra.
La versión Dios Habla Hoy explica esto de la siguiente manera:
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O sea, que la mucha bondad del Señor salvó al pueblo de Israel de tres (3) enemigos: del poder opresor del Faraón, del poder opresor de los egipcios y de la insolencia con la que eran tratados. Hay que subrayar que el testimonio del bien del Señor sobre Israel provocó que Jetro adorara a Dios con sacrificios. Esto, fue fundamental para que pudiera sentarse a comer con Moisés, Aarón y los ancianos del pueblo de Israel delante de la presencia de Dios.
El libro del Éxodo nos ofrece otro pasaje en el que podemos ver el significado de lo que es el bien del Señor. Veamos lo que dice el capítulo 33 del Libro del Éxodo:
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Este es un pasaje muy conocido por la mayoría de los Cristianos. En esa narrativa Moisés comienza dialogando con el Señor para evitar que el pueblo de Israel tuviera que peregrinar en el desierto sin la presencia de Dios. Ya casi al final de los diálogos entre Dios y Moisés, este último decidió pedirle a Dios que le permitiera ver Su gloria; la gloria (“kâbôd”, H3519) del Todopoderoso. Esa petición era una en principio imposible de conceder porque ningún ser humano puede ver la gloria de Dios y permanecer vivo. Es aquí en se intercala el bien de Dios.
Veamos cómo recoge esta narrativa la Nueva Versión Internacional:
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Esta versión arroja mucha luz sobre lo que sucedió allí. Moisés quería ver a Dios en todo su esplendor; tal y como Dios es. Eso que él pidió era imposible. Sin embargo, el bien de Señor se manifiesta en ese diálogo para permitir que Moisés pudiera conocer el nombre del Señor. Ese nombre es glorioso (Sal 8:1; 72:19; ); carga la gloria del Todopoderoso. El bien del Señor produce una bendición adicional. Moisés puede ser escondido en una hendidura en una roca en el Monte Sinaí o Monte Horeb. Escondido en ese lugar, Dios podía pasar por encima de Moisés y que él pudiera escuchar mientras que la gloria de Dios pasaba por encima de este ser humano sin que este muriera en el proceso. El bien de Dios sobre Moisés permitió que esto sucediera.
Los creyentes en Cristo hemos sido tocados con el mismo bien de Dios. A nosotros nos han escondido en la herida del costado del Señor, la Peña de Horeb que está brotando aguas de vida saludable para nosotros. El nombre que nos han revelado allí es glorioso y mucho más glorioso que lo que experimentó Moisés (2 Cor 3:11-18). Nosotros tenemos acceso a esa revelación en Cristo. Jesucristo dijo que el que le había visto a Él había visto al Padre (Jn 14:9). El bien del Señor hace posible todo esto.
Hay varios pasajes adicionales que tenemos que examinar. Nuestra próxima reflexión nos proveerá el espacio para hacerlo.
Hasta aquí hemos identificado tres perspectivas analíticas sobre lo que significa el bien del Señor. En primer lugar, la bendición de ser protegidos y prosperados cuando nos alineamos con el propósito divino, aunque esto represente hacerle frente a los faraones de este tiempo. En segundo, lugar la bendición de ser librados de los poderes opresores y de la insolencia. En tercer lugar, la bendición de poder ver el esplendor, la gloria de Dios a cara descubierta.
¿Qué significado posee ahora la expresión el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida?
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. 6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Sal 23:5-6)
El Dr. Elmer L. Towns publicó un libro titulado “Praying the 23rd Psalm.”[1](orando el Salmo 23). El Dr. Towns, quien es co-fundador de Liberty University, Universidad que está Lynchburg, Virginia, nos regala una de las lecciones más interesantes de este libro cuando analiza la mesa descrita en el verso cinco (5) del salmo 23. Él dice allí que la manera en la que este verso está escrito nos hace saber que no se trata de un picnic sino de una cena formal.
Towns añade allí que ese verso utiliza las conjugaciones de los verbos que nos regala para que sepamos que se trata de acciones continuas. O sea, que el verso no dice que el Buen Pastor ungirá, ha ungido o ungió mi cabeza, sino que expresa que Él ha decidido hacerlo continuamente. Tampoco dice que Él aderezará, aderezó o que ha aderezado la mesa, sino que expresa que Él ha decidido aderezar esa mesa constantemente. Lo mismo sucede con la copa que se describe en ese verso. El verso cinco del salmo 23 no dice que mi copa “rebosó”, que ha “rebosado” o que “rebosará”. Ese verso dice “mi copa” está rebosando. Una acción continua, repetitiva, fresca y constante.
Estas son noticias extraordinarias. Para el creyente en Cristo basta saber que al salir de cualquier valle de sombra, habrá una mesa constantemente preparada, que habrá unción constante derramada y que la copa estará de continuo rebosando. Basta saber que en cada ocasión que salgamos de lidiar con los procesos de muerte o que nos hayamos escapado de ésta, el Buen Pastor estará preparado para derramar aceite sobre nuestras cabezas, y que lo hará constantemente. No sólo esto, sino que habrá una mesa con alimento fresco constantemente. La copa estará rebosando de alimento celestial fresco, recién colocado sobre la mesa que el Buen Pastor está constantemente aderezando.
Esta es una mesa constantemente aderezada con alimento celestial, sazonado con gracia, con el amor de Dios que nos concede lo que no nos merecemos. Esta es una mesa constantemente aderezada con alimento celestial, sazonado con misericordia, el amor de Dios que no nos da lo que nosotros merecemos. Esa mesa es aderezada así continuamente, repetidamente y diariamente.
Towns añade que es muy reconfortante saber que cuando decimos “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mat 6:11), se lo estamos diciendo a Aquél que es el pan vivo que descendió del cielo y al Hacedor del Pan: “El que da alimento a todo ser viviente, Porque para siempre es su misericordia” (Sal 136:24).
Towns concluye que el alimento sobre esa mesa es fresco: “aderezas”. El alimento que está puesto sobre esa mesa está listo: “mesa.” Ese alimento es personal: “delante de mí.” Él añade que esa mesa nos permite celebrar con otros. No podemos olvidar estas palabras del salmista:
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Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él. (Sal 34:8)
¿Qué cosas celebramos allí? En esa mesa celebramos que nuestros angustiadores son los testigos presenciales del favor de Dios sobre nosotros. En esa mesa celebramos que el valle de sombra no nos pudo derrotar. En esa mesa celebramos que la muerte no nos pudo vencer. En esa mesa celebramos la liberación que hemos experimentado. En esa mesa celebramos que somos recipientes de favores no merecidos; el poder de Dios, la gracia, la misericordia de Dios, la compañía de Dios y la salvación que nos regala nuestro Dios.
Ya sabemos que somos ungidos cuando llegamos a esa mesa. Ahora sabemos que esa unción no describe un evento, sino que describe una acción constante: nos ungen. El Buen Pastor nos sigue ungiendo durante todo el tiempo que estamos sentados a la mesa.
También sabemos que tenemos que procurar que cuando salgamos de esa mesa podamos ser capaces de decir que nuestras copas están rebosando. No se trata de que “una” copa está rebosando. Tampoco se trata de que “la” copa está rebosando. Mucho menos de que “la copa del otro” está rebosando. Towns añade que el verso no dice que la “copa de mis padres”, o “la copa del Pastor” está rebosando. El verso dice “mi copa está rebosando”.
La satisfacción que experimentamos al salir de esa mesa es tal que no necesitamos de nada más: “….nada nos falta” (Sal 23:1b, traducción literal).
Las afirmaciones con las que el salmista concluye este salmo son extraordinarias. La mesa del Buen Pastor está siempre aderezada. La unción que ofrece el Buen Pastor para sanar y para honrar es constante. El Buen Pastor garantiza que la copa de la salvación, la de la voluntad de Dios, la de nuestra vida estará rebosando constantemente de Su favor, de la buena palabra, de Su amor, de Sus misericordias, de Su gozo, de la alabanza, de Su poder y de Su santidad.
Y como si estas noticias no fueran suficientes, el salmista afirma algo más:
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Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Sal 23:6)
Estas afirmaciones finales son impresionantes. El salmista revela que cuando uno se levanta de la mesa que el Señor adereza, uno es invadido por una confianza incomparable e insustituible. En primer lugar, el salmista dice que esa confianza emana de la convicción de que uno no tiene que buscar las bendiciones. Las bendiciones, el bien y la misericordia del Buen Pastor, nos seguirán todos los días de nuestras vidas. El salmista dice que él está completamente seguro de que esto es así: las bendiciones nos siguen.
El texto hebreo utiliza un concepto impactante para describir esto: la acción de seguir. El concepto hebreo utilizado aquí es “râdaph” (H7291). La traducción literal de este verbo es “seguir”, “correr tras”, “perseguir”. O sea, que el bien y la misericordia del Buen Pastor corren tras nosotros, buscando alcanzarnos desde que nos levantamos de la mesa que adereza el Señor.
¿Qué significado puede tener esto? Las respuestas, porque son varias, para esta pregunta pueden ocupar el espacio de varias bibliotecas de las universidades más reconocidas del planeta. De entrada, los conceptos “bien” (“ṭôb”,H2896) y “misericordia” (“chêsêd”, H2617) son conceptos bíblicos que han provocado que se escriban una cantidad inimaginable de tesis doctorales y posdoctorales. Las aplicaciones y las exégesis que estos dos (2) conceptos han provocado son asombrosas. A esto hay que añadir que el salmista dice en el salmo 23 que estas bendiciones siguen al creyente todos los días de su vida. Por si esto fuera poco, estas afirmaciones trascienden la vida aquí y ahora, porque el salmista dice que cuando la vida de acaba en este “lado del río”, lo que en realidad sucede es que nos mudan a la casa del Buen Pastor. Se nos ha garantizado que en esa residencia viviremos por toda la eternidad.
En aras de hacer esta tarea exegética un poco más liviana, hemos decidido limitar el análisis de los conceptos que nos regala este salmo. Por ejemplo, vamos a limitarnos a analizar lo que la Biblia define como el bien del Señor. Así mismo, nos vamos a circunscribir a trabajar con los aspectos básicos y medulares de lo que es la misericordia de Dios.
¿Qué es el bien del Señor? ¿Qué implica ser seguido por este bien? Las mejores respuestas para estas preguntas las encontramos en la misma Palabra de Dios. Estamos convencidos de que la exposición a otros pasajes bíblicos que utilizan esta expresión nos ayudarán a desarrollar una perspectiva más amplia y mucho más completa de esta expresión. Veamos algunos pasajes bíblicos que trabajan con este concepto: el bien del Señor.
El primer pasaje bíblico que analizaremos lo encontramos en el libro del Éxodo:
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20 Y Dios hizo bien a las parteras; y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera. 21 Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias. (Éxo 1:20-21)
La historia que se desarrolla en este capítulo ha sido analizada en otras reflexiones que hemos compartido. Dos (2) parteras egipcias, Sifra y Fúa, fueron enviadas por el Faraón para que mataran los hijos varones que dieran a luz las mujeres judías. La narrativa bíblica dice que ellas no obedecieron el mandato del Faraón porque temieron a Dios (Éxo 1:17). Esta acción es la que desata que Dios le hiciera bien a estas parteras. O sea, que Dios decidió protegerlas. Faraón las pudo haber enviado a prisión o hasta ejecutarlas. Sin embargo, el bien del Dios de los cielos impidió que esto sucediera. Ese capítulo amplía esta explicación porque dice que el bien del Señor hizo prosperar las familias de estas dos (2) mujeres.
El concepto que se traduce en ese pasaje como “prosperar”, implica que Dios permitió que estas mujeres pudieran tener familias numerosas. Estas son palabras que contienen mucho peso, particularmente en un contexto ultra chauvinista en el que las mujeres eran consideradas propiedades. La existencia de hijos, particularmente hijos varones, garantizaba un grado más alto de estabilidad y la capacidad de poder subsistir.
En este pasaje bíblico hay varias enseñanzas que son muy importantes para la posmodernidad. Ese pasaje establece que el tema de la destrucción de aquellos que están por nacer está ligado a los deseos de algunas clases poderosas para limitar el crecimiento y el desarrollo de grupos étnicos que ellos no favorecen. La historia revela que esto no ha cambiado a través de los siglos.
En el siglo 19 apareció Francis Galton, un Inglés que había sido esclavista y antropólogo y que acuñó el nombre “eugenics” (bien nacido). Este era primo segundo de Charles Darwin. Sus escritos fueron muy influyentes en las comunidades industriales anglosajonas en las que se analizaba el crecimiento extraordinario de los grupos afroamericanos.
Sus escritos, hicieron florecer el movimiento “eugenics” en América hasta llegar a inquietar a una mujer llamada Margaret Sanger. Esta mujer decidió fundar el American Birth Control League en los inicios del siglo 20. Esta organización publicaba una revista llamada “The Birth Control Review.” [2] Esa organización luego cambió su nombre a Planned Parenthood, la misma organización que recibe sobre $500 millones anuales de parte del gobierno de los Estados Unidos para practicar abortos, entre otras cosas. La Revista Decisión incluye una cita trascendental de esta mujer:
"
Nosotros estamos pagando y más aun sometiéndonos a los dictados de una cada vez más creciente e incesante clase des-ovante (“spawning)” de seres humanos que nunca debieron haber nacido.[3] (Traducción libre)
Recientemente, grupos afroamericanos decidieron quitarle el respaldo a esta mujer y a su historia al percatarse de la inclinación marcada y de sus expresiones en contra de los negros y de los hispanos.
El pasaje del primer capítulo del Libro del Éxodo enseña que Dios le da su bien a aquellos que optan por la vida y no por el asesinato de aquellos que están por nacer. El bien del Señor no puede operar sobre aquellos que patrocinan el aborto. Esta enseñanza afirma que el Señor le da su bien, bendice, protege y prospera a aquellos que no temen hacerle frente a los poderes (políticos, económicos, sociales, pseudo religiosos) en vías de proteger a los que están por nacer.
Otro pasaje bíblico en el que podemos observar el significado de lo que es el bien del Señor lo encontramos en el capítulo 18 del Libro del Éxodo.
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9 Y se alegró Jetro de todo el bien que Jehová había hecho a Israel, al haberlo librado de mano de los egipcios. 10 Y Jetro dijo: Bendito sea Jehová, que os libró de mano de los egipcios, y de la mano de Faraón, y que libró al pueblo de la mano de los egipcios. 11 Ahora conozco que Jehová es más grande que todos los dioses; porque en lo que se ensoberbecieron prevaleció contra ellos. 12 Y tomó Jetro, suegro de Moisés, holocaustos y sacrificios para Dios; y vino Aarón y todos los ancianos de Israel para comer con el suegro de Moisés delante de Dios. (Éxo 18:9-12)
Esta narrativa bíblica define el bien del Señor a base de los testimonios y los resultados de la operación del poder de Dios para liberar al pueblo de Israel de Egipto. Hay que destacar que Jetro, que era el suegro de Moisés, es el que testifica esto. Es más, el testimonio del bien de Jehová es lo que le hace confesar que es entonces que pudo entender que Jehová es más grande que los dioses. Esto incluye los dioses de Egipto y los de toda la tierra.
La versión Dios Habla Hoy explica esto de la siguiente manera:
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9 Jetró se alegró por la mucha bondad que Dios había mostrado a los israelitas al salvarlos del poder de los egipcios, 10 y dijo:—Bendito sea el Señor, que los ha librado a ustedes, pueblo de Israel, del poder del faraón y de los egipcios; que los ha librado del poder opresor 11 y de la insolencia con que ellos los trataron. Ahora estoy convencido de que el Señor es más grande que todos los dioses. 12 Jetró tomó un animal para quemarlo en honor de Dios, y también otras ofrendas. Luego Aarón y todos los ancianos de Israel fueron a comer con el suegro de Moisés, en presencia de Dios.
O sea, que la mucha bondad del Señor salvó al pueblo de Israel de tres (3) enemigos: del poder opresor del Faraón, del poder opresor de los egipcios y de la insolencia con la que eran tratados. Hay que subrayar que el testimonio del bien del Señor sobre Israel provocó que Jetro adorara a Dios con sacrificios. Esto, fue fundamental para que pudiera sentarse a comer con Moisés, Aarón y los ancianos del pueblo de Israel delante de la presencia de Dios.
El libro del Éxodo nos ofrece otro pasaje en el que podemos ver el significado de lo que es el bien del Señor. Veamos lo que dice el capítulo 33 del Libro del Éxodo:
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17 Y Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre. 18 Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. 19 Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. 20 Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. 21 Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; 22 y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. 23 Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro (Éxo 33:17-23)
Este es un pasaje muy conocido por la mayoría de los Cristianos. En esa narrativa Moisés comienza dialogando con el Señor para evitar que el pueblo de Israel tuviera que peregrinar en el desierto sin la presencia de Dios. Ya casi al final de los diálogos entre Dios y Moisés, este último decidió pedirle a Dios que le permitiera ver Su gloria; la gloria (“kâbôd”, H3519) del Todopoderoso. Esa petición era una en principio imposible de conceder porque ningún ser humano puede ver la gloria de Dios y permanecer vivo. Es aquí en se intercala el bien de Dios.
Veamos cómo recoge esta narrativa la Nueva Versión Internacional:
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18 Déjame verte en todo tu esplendor —insistió Moisés. 19 Y el Señor le respondió: Voy a darte pruebas de mi bondad, y te daré a conocer mi nombre. Y verás que tengo clemencia de quien quiero tenerla, y soy compasivo con quien quiero serlo. 20 Pero debo aclararte que no podrás ver mi rostro, porque nadie puede verme y seguir con vida. 21 Cerca de mí hay un lugar sobre una roca —añadió el Señor—. Puedes quedarte allí. 22 Cuando yo pase en todo mi esplendor, te pondré en una hendidura de la roca y te cubriré con mi mano, hasta que haya pasado. 23 Luego, retiraré la mano y podrás verme la espalda. Pero mi rostro no lo verás.
Esta versión arroja mucha luz sobre lo que sucedió allí. Moisés quería ver a Dios en todo su esplendor; tal y como Dios es. Eso que él pidió era imposible. Sin embargo, el bien de Señor se manifiesta en ese diálogo para permitir que Moisés pudiera conocer el nombre del Señor. Ese nombre es glorioso (Sal 8:1; 72:19; ); carga la gloria del Todopoderoso. El bien del Señor produce una bendición adicional. Moisés puede ser escondido en una hendidura en una roca en el Monte Sinaí o Monte Horeb. Escondido en ese lugar, Dios podía pasar por encima de Moisés y que él pudiera escuchar mientras que la gloria de Dios pasaba por encima de este ser humano sin que este muriera en el proceso. El bien de Dios sobre Moisés permitió que esto sucediera.
Los creyentes en Cristo hemos sido tocados con el mismo bien de Dios. A nosotros nos han escondido en la herida del costado del Señor, la Peña de Horeb que está brotando aguas de vida saludable para nosotros. El nombre que nos han revelado allí es glorioso y mucho más glorioso que lo que experimentó Moisés (2 Cor 3:11-18). Nosotros tenemos acceso a esa revelación en Cristo. Jesucristo dijo que el que le había visto a Él había visto al Padre (Jn 14:9). El bien del Señor hace posible todo esto.
Hay varios pasajes adicionales que tenemos que examinar. Nuestra próxima reflexión nos proveerá el espacio para hacerlo.
Hasta aquí hemos identificado tres perspectivas analíticas sobre lo que significa el bien del Señor. En primer lugar, la bendición de ser protegidos y prosperados cuando nos alineamos con el propósito divino, aunque esto represente hacerle frente a los faraones de este tiempo. En segundo, lugar la bendición de ser librados de los poderes opresores y de la insolencia. En tercer lugar, la bendición de poder ver el esplendor, la gloria de Dios a cara descubierta.
¿Qué significado posee ahora la expresión el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida?
Referencias
[1] Towns, Elmer L. “Praying the 23rd Psalm” Ventura, CA: Regal Books, 2001.
[2] https://birthcontrolreview.omeka.net/
[3] Decision. Feb 2019, “Targeting Black America.” (pp.16-19). Published by The Billy Graham Evangelistic Association, Charlotte, North Carolina.
[1] Towns, Elmer L. “Praying the 23rd Psalm” Ventura, CA: Regal Books, 2001.
[2] https://birthcontrolreview.omeka.net/
[3] Decision. Feb 2019, “Targeting Black America.” (pp.16-19). Published by The Billy Graham Evangelistic Association, Charlotte, North Carolina.
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2023
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March
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