Reflexiones de Esperanza: Alabanzas para el alma: oraciones que nos hacen cantar “La vida ante los perfectos que provee Dios.” (Parte 19)

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6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.  (Sal 23:6)

Las aseveraciones que encontramos en el verso seis (6) del Salmo 23 nos han cautivado. En primer lugar, porque la Palabra de Dios posee esa gracia y esa autoridad. En segundo lugar, porque nos hemos percatado de que este salmo es una escuela terapéutica para todos aquellos que sufrimos el síndrome de la quemazón o el “burnout,” o que sufrimos de estrés.

El Dr. Archibald Hart publicó hace muchos años un artículo en el que analizaba estas dos cosas  en los pastores y en aquellos que desarrollan funciones ministeriales. “MINISTRY BURNOUT: PREVENTION AND CURE” [1] es una joya que todo creyente en Cristo debe estudiar con detenimiento. Las pistas que ofrece ese artículo trascienden la vida de los pastores e impactan la vida de cualquier persona que haya abrazado el servicio Cristiano.

Uno de los datos que Hart ofrece en este artículo es que en esencia, aquellos que sufren de este síndrome pueden experimentar todas o algunas de las siguientes reacciones:

  • Desmoralización: la creencia de que uno ya no es efectivo como ministro o como pastor.
  • Despersonalización: una forma de tratarse a sí mismo y a los demás de manera impersonal.
  • Desprendimiento (Detachment): la retirada de todas las responsabilidades.
  • Distanciamiento: la evasión de los contactos sociales e interpersonales.
  • Derrotismo: un sentimiento de estar apaleado y rindiendo toda la esperanza de ser capaz de evitar la derrota.

El Dr. Hart insiste en que aquellos que sufren el síndrome de la quemazón deben procurar diferenciar este síndrome del estrés. A continuación una tabla provista por Hart que describe las diferencias entre ambos:

Quemazón Estrés
Se presenta una defensa caracterizada por el abandono.  Caracterizado por exceso de compromisos.
La pérdida de ideales  y esperanza.   La pérdida de energía y “combustible” (se quema mucho).
Las emociones se nublan.       Las emociones se tornan híper/sobre reactivas.
Produce desmoralización.    Produce desintegración.
El estar exhaustos afecta la motivación y el empuje.   El estar exhaustos afecta la energía física.
Un sentido de incapacidad y desesperanza, tendiendo  a la paranoia. Despersonalización y despegue.Un sentido de urgencia e hiperactividad tendiendo al pánico, desórdenes de tipo fóbico y de ansiedad.
El “burnout” no nos mata, pero nos hace creer que no vale la pena vivir la vida que vivimos.   El estrés nos puede matar prematuramente, impidiendo así que concluyamos las cosas que hemos comenzado.

Hay personas que se pueden preguntar por qué puede ser tan estresante el desarrollo de los ministerios, particularmente el pastoral. Los especialistas en este tema nos han dicho que el ministerio es estresante debido a la disparidad que existe entre las expectativas y la dura realidad que enfrentamos en estos. A esto hay que añadir la ausencia de fronteras definidas, las tareas que nunca se completan y la propensión a la adicción al trabajo (“workaholism”) se combinan para hacernos la vida difícil.

Además, no nos ayuda algo que algunos expertos han llamado el “Síndrome de la cama en la Iglesia.” Tal parece que vivimos en ellas y que visitamos el hogar en el que residimos. Otro elemento es lo que los expertos en la materia han definido como “el principio de Pedro”, el Apóstol que el Señor escogió para predicar el primer mensaje de evangelización después de la fiesta de Pentecostés (Hch 2:1-47).  Este principio describe sentir incompetencia al dirigir un ejército de voluntarios, tener que trabajar con los conflictos que existen entre los roles de líder y siervo, la perenne probabilidad de la contaminación de la línea de apoyo y la cantidad de escenarios que dependen de cosas intangibles.

Por si esto fuera poco, en ocasiones hay que tratar con la confusión de identidad de roles y la auto-imagen que posee un ministro. Hay que apuntar el dato de que los pastores, los ministros, derivan mucha autoestima de lo que hacen. Incluya en esta lista los problemas para el manejo del tiempo, la impresión de que uno posee mucho tiempo discrecional, la multiplicidad de roles, la incapacidad para producir soluciones de conflictos en las que todas las partes ganen, la incapacidad para manejar interrupciones, las preocupaciones por “jugar seguro” para evitar conflictos con miembros de la Iglesia que poseen mucha influencia y la sobrecarga administrativa. Hay que sumarle a todo esto que casi siempre se utiliza demasiada energía en áreas de poca o ninguna recompensa y que por lo general nos inclinamos a la soledad. Por lo general, los pastores son las personas con menos amistades cercanas.

Creemos que estos párrafos pueden proveer una idea más clara de porqué es que los ministros sufren de mucho estrés.

Es aquí que el Salmo 23 se viste con ropas terapéuticas celestiales; particularmente el último verso:

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6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Sal 23:6)

Estas expresiones poseen sí mismas una unción sanadora y la capacidad de devolvernos la vida. Podemos llegar a estas conclusiones con tan solo considerar algunos pasajes bíblicos que nos describen lo que puede hacer el bien del Señor en nosotros. Encontramos un buen ejemplo de esto en el Salmo 106:

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4 Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia para con tu pueblo; Visítame con tu salvación,  5 Para que yo vea el bien de tus escogidos, Para que me goce en la alegría de tu nación, Y me gloríe con tu heredad.  (Sal 106:4-5)

Hay que anotar que pocas cosas le producen mayor satisfacción a alguien que ha sido llamado a servir, que poder ver que el pueblo al que uno sirve se está regocijando. El salmista presenta aquí un ruego, un clamor, una oración visceral en la que le pide a Dios que se acuerde de él cuando esté bendiciendo al pueblo. El salmista le dice a Dios que él quiere que el Señor lo tenga presente, lo tenga en su agenda cuando venga a salvar a Su pueblo. El Salmista añade que esa manifestación de la salvación de Dios le permitirá ver el bien del Señor en el pueblo y esto le quitará el estrés. La capacidad de alegrarse  con el pueblo y gloriarse con aquello que él llama la propiedad o la heredad de Dios es la descripción de un escenario sanador y restaurador.

En el libro del profeta Jeremías encontramos otro pasaje que describe el bien del Señor que nos puede ayudar a manejar la sintomatología descrita en los párrafos anteriores:

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6 He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. 7 Y haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel, y los restableceré como al principio. 8 Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron. 9 Y me será a mí por nombre de gozo, de alabanza y de gloria, entre todas las naciones de la tierra, que habrán oído todo el bien que yo les hago; y temerán y temblarán de todo el bien y de toda la paz que yo les haré.  (Jer 33:6-9)

Las promesas descritas en este pasaje bíblico son gloriosas. El Señor dice en este pasaje que Él ha prometido darnos salud, curarnos y sanarnos. Esto es, una restauración holística (“ʼărûkâh”, H724), medicina (“marpêʼ”, H4832) y sanidad o sutura (“râphâʼ”, H7495). El pasaje añade que el Señor hará que disfrutemos de paz y de una seguridad abundante. Así lo traduce la Nueva Versión Internacional. Este pasaje continúa diciendo que todo esto estará acompañado de un proceso de liberación y de restauración al estado inicial que uno tenía. Ese proceso incluye la purificación de todas las iniquidades y el perdón de todos los pecados. A todo esto el profeta le llama el bien del Señor:

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Se enterarán de todo el bien que yo le hago, y temerán y temblarán por todo el bienestar y toda la paz que yo le ofrezco  (Jer 33:9b, NVI)

¿No le parece a usted que el cumplimiento de estas promesas es lo que necesitamos cuando enfrentamos el síndrome de la quemazón y el estrés? La buena noticia es que la Biblia dice que ese bien nos va a seguir cuando nos levantemos de la mesa que el Señor adereza para nosotros.

A todo esto, hay que añadir que el Señor halla gozo y alegría en cumplir estas promesas sobre nosotros:

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9 Jerusalén será para mí motivo de gozo, y de alabanza y de gloria a la vista de todas las naciones de la tierra.  (Jer 33:9a, NVI)

¿Cómo podemos garantizar que las bendiciones y el cumplimento de las promesas que ese bien encierra no se nos pierdan? La Palabra de Dios posee algunas respuestas para esta pregunta. En esta ocasión nos limitaremos a presentar una de ellas:

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20 El entendido en la palabra hallará el bien, Y el que confía en Jehová es bienaventurado. (Prov 16:20, RV 1960)

Esta respuesta no es necesariamente una diáfana y clara. La traducción de este verso del libro de Proverbios nos puede inducir a creer que la respuesta está en ser entendido en la Palabra de Dios. O sea, interpretar este verso diciendo que aquellos que son entendidos en la Palabra de Dios hallan el bien. Esa conclusión nunca es incorrecta. Es la Palabra de Dios la que es capaz de ser útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, y conseguir que estemos enteramente preparados para toda buena obra (2 Tim 3:16). En la carta a los Hebreos encontramos un verso que dice que “la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb 4:12). Ese pasaje añade que “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Heb 4:13).

La dificultad con esa interpretación es que no es de esto que nos habla el proverbista en el verso 20 de capítulo 16 del libro de Proverbios. Leamos  ese pasaje en otras versiones bíblicas para que podamos conseguir una interpretación correcta y adecuada de ese verso:

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Al que bien administra, bien le va; ¡feliz aquel que confía en el Señor!  (Prov 16:20, DHH)
El buen administrador prospera; ¡Dios bendice a quienes en él confían!  (TLA)
El que sabe hacer bien algo, prosperará; afortunado el que confía en el SEÑOR. (PDT)

¡Interesante! El proverbista está diciendo aquí aquellos que aprenden a administrar correctamente disfrutan del bien del Señor. El proverbista dice que son estos los que prosperan. El salmista dice que aquellos que han aprendido a hacer algo bien (esfuerzo coordinado, trabajo estructurado, entrenamiento profesional), hallan el bien. Lo que hace aún más interesante estas expresiones es que el proverbista dice que todo esto proviene de la confianza que uno ha puesto en el Señor y que eso nos hace felices.

O sea, que aquellos que sufren de estrés o que están sufriendo del síndrome de la quemazón pueden encontrar la capacidad para administrar mejor su tiempo, sus funciones, sus responsabilidades y su vida, y esto les permitirá disfrutar del bien del Señor.

Preguntamos, ¿qué significado posee la expresión del Salmista en el último verso del Salmo 23? ¿Qué mensaje él nos comunica que el bien y la misericordia nos seguirán todos los días de nuestra vida? ¿Qué mensaje le comunica esto a aquellos que necesitan sanidad de la sintomatología provocada por el síndrome de la quemazón? ¿Qué soluciones para el estrés posee entonces el bien del Señor?

Creemos que a base de lo antes expuesto, cada lector puede llegar a sus propias conclusiones.
Referencias

[1] https://www.howtoflourish.com/wp-content/uploads/2014/09/Burnout-In-Minisrtry-Dr-Hart.pdf

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