Reflexiones de Esperanza: Dios nos habla en medio de las crisis y de las tribulaciones (Pt IX) – Cuando Dios nos honra: los resultados de la misericordia y la gracia (Parte 34)

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15 Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. (Salmo 91:15)

El verso 15 del Salmo 91 nos ha obligado a reflexionar acerca de varios de los temas que este propone. Las tres (3) cláusulas que componen este verso nos han llevado a analizar el valor del clamor del creyente. Este tema ocupó un lugar preponderante en estos análisis. Además, hemos analizado las respuestas de Dios y Su presencia en medio de nuestras angustias. En adición a esto, hemos reflexionado acerca del concepto de la libertad que propone el escritor de este salmo y acerca de los procesos de liberación que Dios puede ensayar en nosotros. Por último, estas reflexiones han auscultado la relación de estas tres (3) cláusulas con la pasión, la muerte y la resurrección de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

La última área para el de análisis de ese verso que consideraremos en esta batería de reflexiones es la promesa divina de honrar, de glorificar a aquellos que buscan el rostro del Señor. Ya hemos tocado parte de este análisis en nuestras reflexiones acerca de la interpretación de este verso como uno mesiánico, uno que profetisa los procesos vicarios de Cristo en la Cruz del Monte Calvario.

La resolución de Dios que el salmista nos regala describe esa acción utilizando el verbo “kâbôd” (H3519). Este concepto es utilizado en el libro del Génesis para describir lo que Dios hizo con José cuando lo llevó a ocupar la segunda silla más importante en el imperio Egipcio (Gn 45:13). Sin embargo, en el libro del Éxodo, en el libro de Levítico y en el de Deuteronomio es utilizado para describir la gloria de Dios (Éxo 16:7, 10; 24:16, 17; 29:43; 33:18, 22; 40:34-35; Lev 9:6, 23; Dt 5:24). En el libro de Éxodo es utilizado para describir la honra que las vestiduras sacerdotales le impartían a Aarón (Éxo 28:2), así como lo hacían las túnicas, los cintos y las tiaras con los hijos de ese sacerdote, hermano de Moisés (Éxo 28:40). El libro de Primera de Samuel es utilizado para describir la gloria de Dios adscrita al Arca del Pacto (1 Samuel 4:21).

Es muy interesante que en el libro de Primera de Reyes se utilice para hablar del honor y el esplendor mientras se utiliza otro concepto para describir las riquezas (“ʽôsher”, H6239):

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11 Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, 12 he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. 13 Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días. (1 Reyes 3:11-13)

Al mismo tiempo, en el libro de Job se utiliza para describir que esto es una de las cosas que él perdió a causa de sus tragedias y de su enfermedad. Job señala que antes de la tragedia su “kâbôd” (H3519) era fresco, renovado en él (Job 29:2). Este patriarca dice que Dios lo despojó de su “kâbôd” (Job 19:9);  de su honor frente al pueblo y los suyos. Los salmos traducen este concepto como honra (Sal 7:5), la corona de gloria que el Señor nos otorgó en la creación (Sal 8:5), la gloria de Dios (Sal 19:1; 21:5; 24:7,10; 26:8) y en ocasiones para describir al Hijo de Dios, el Rey de Gloria (Sal 24:8-9).[1] Otros libros sapienciales lo usan para describir el respeto, el honor (Pro 11:16). Los recursos académicos consultados hacen referencia a la dignidad la nobleza, el honor y/o el esplendor[2] (1 Cró 29:12, 28; 2 Cró 17:5; 18:1; 32:27; Pro 3:16; 8:18; 22:4). Otros recursos académicos consultados añaden a todo esto la reputación, el carácter del ser humano y para describir la silla de honor[3].

Estas definiciones nos ayudan a llegar a algunas conclusiones acerca del significado de la última frase del verso 15 del Salmo 91: “Lo libraré y le glorificaré.” Esa frase puede ser interpretada diciendo que el Señor acompaña el proceso de liberación que desata sobre nosotros convirtiéndonos en testimonios vivos de lo que es Su poder y su gloria. Esta frase señala que todos aquellos que están alrededor de nosotros tienen que reconocer que Aquél que nos liberó nos ha hecho sentar en un asiento que se llama “testimonio público.”

Esa silla puede ser considerada como una posición de importancia o puede ser considerada por muchos solo desde la perspectiva de la prominencia que esta pueda tener. La realidad es que la prominencia de la silla no es la que hace que este proceso sea relevante. Lo que lo hace relevante es que Dios, tal y como lo hizo con José, el hijo de Jacob, nos convierte en testimonios vivos de Su poder y de Su gloria. Es cierto que hay personas que Dios eleva a lugares de mucha prominencia política, social y/o económica. No obstante, el propósito es el mismo: “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” (1 Pedro 2:9e).

Otra manera de interpretar esta frase es que junto con el proceso de liberación podemos ser saturados de la gloria de Dios, tal y como le sucedió a Moisés en una de sus visitas a la montaña de Dios (Éxo 33:18-23). Ese es el honor más grande que podemos recibir. ¡Cómo explicar que nosotros, siendo pecadores, débiles e inconstantes, podamos ser saturados de la gloria de Dios! ¡Cómo podemos ser capaces de entender que el Señor decida rodearnos con Su gloria después de haber sido librados del pozo de la desesperación y del lodo cenagoso (Sal 40:1-5).

A base de la información que hemos compartido hasta aquí, la frase final del verso 15 del Salmo 91 también puede ser interpretada como un proceso de investidura que desata Dios sobre nosotros. Esto es, así como Aarón y sus hijos fueron honrados con vestiduras sacerdotales, así mismo nos honra Dios concediéndonos llamados ministeriales.

Sabemos que la Biblia dice que cada creyente forma parte del pueblo de Dios y que somos real sacerdocio por virtud del sacrificio de Cristo en la Cruz (1 Pedro 2:9-10).

Sabemos que venimos a los pies de Cristo vestidos de nuestro cautiverio (Det 21:13), de nuestros vestido de violencia (Sal 73:6), de maldición (Sal 109:18), vestidos de ropa de muerte (Isa 14:19). Cristo nos viste “como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;” (Col 3:12), de amor (v. 14), nos viste “del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efe 4:24). Cristo nos viste de Él (Romanos 13:14). ¡Esto es hermoso!

No obstante, como si esto fuera poco hay tragedias y tribulaciones que se convierten en plataformas para recibir llamados al ministerio. Hay prisiones del alma que Dios utiliza para llamar a los suyos al servicio de lo santo. Hay enfermedades y dolores que se convierten en instrumentos del cielo para vestir de honra a algunos que son llamados a ser ministros del Evangelio de la salvación y de la Gracia.

Sabemos que la Biblia dice que ese honor, esa gloria acompaña a aquellos que aceptan el llamado y cubre los lugares en los que ellos sirven. Esto fue lo que le sucedió a Salomón; también le sucedió al Apóstol Pedro. La Biblia dice que las personas que le veían acercarse a sus comunidades “sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos” (Hechos 5:15). Vestidos de la gloria de Dios, ese esplendor opera alrededor de los hijos y de las hijas de Dios operando milagros y prodigios.

La parte final del verso 15 del Salmo 91 puede además ser interpretada como que somos vestidos de Cristo. Hemos visto que el Apóstol Pablo describe esto en su carta a los Romanos:

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12 La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, 14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne. (Romanos 13:12-14)

Esta aseveración puede ser confirmada con expresiones que encontramos en el libro de Los Salmos. El ejemplo que nos ofrece el Salmo 24 es más que elocuente:

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8 ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. 9 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria. (Salmo 24:8-9)

Los recursos académicos consultados nos han dicho que esta es la interpretación de esos versos.[4] Cristo, el Hijo de Dios, es el Rey de la Gloria. O sea, que Dios nos libra de alguna tragedia o de los efectos de esta para vestirnos de Cristo, el Rey de Gloria.

Otra posible interpretación del verso 15 del Salmo 91 es que Dios nos restituye lo que hemos perdido en medio de las crisis que enfrentamos; incluyendo el honor. Así como le ocurrió a Job, así mismo le ocurre a aquellos que habitan al abrigo del Altísimo y bajo la sombra del Omnipotente.

Lo que dice el verso 15 del Salmo 91 es que Dios honra a aquellos que han sido fieles en medio de la prueba. Dios honra a aquellos a quienes el dolor no les ha robado la esperanza. Dios honra a aquellos que pueden decir como dijo Job: “aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15a). Dios honra a aquellos que han puesto su confianza en Aquél que es el Altísimo, el Omnipotente, el Dios que se revela, el Creador de todas las cosas. Dios honra a aquellos que conocen el abrigo del Altísimo, la sombra del Todopoderoso. Dios honra a aquellos que han puesto su esperanza en el Dios que se revela y en aquellos que confían en el Creador de los cielos y de la tierra.

Además, ese verso dice que el proceso de liberación que Dios desarrolla en medio de nuestras pruebas, es seguido por el desarrollo de nuestro carácter como creyentes en Cristo y del testimonio del favor y de los cuidados del Señor.

Por último, hay que señalar que este concepto, “kâbôd”, ha sido abusado, particularmente por los teólogos de la prosperidad. Estos mantienen el afán de tratar de justificar sus tesis alrededor de un supuesto compromiso de Dios para bendecir económicamente a los justos. Debemos establecer que creemos que Dios bendice económicamente a los suyos, nos sostiene y nos provee mucho más abundantemente de lo que le pedimos o necesitamos. La Biblia dice que Dios suplirá todo cuanto nos falta conforme a sus riquezas en gloria (Fil 4:19). Sin embargo, hay que subrayar que el foco de esas promesas no es el de enriquecer  al creyente. Una de las expresiones paulinas que recoge esto último se encuentra en la carta a la Iglesia en Éfeso.

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20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. (Efesios 3:20-21)

Estas expresiones no mencionan el elemento de la prosperidad económica. Además, es interesante que el tema de las riquezas en el contexto de estas expresiones (Efe 3:16) está ligado a ser fortalecidos en el hombre interior y no a hacer crecer las cuentas bancarias. Lo que estas expresiones cubren es la presencia de Cristo habitando en el corazón del creyente (v.17) y la riqueza del conocimiento del amor de Dios (vv. 18-19).

Repetimos que nuestro Dios es Yavé Jireh: Jehová proveerá (Gn 22:14). Creemos lo que dice la Escritura: buscamos el reino de Dios y Su justicia y tal y como dice la Palabra, “todas estas cosas os serán añadidas” (Mat 6:33b).  ¿Qué significado posee la frase “todas estas cosas”?  El contexto de ese verso del Evangelio de Mateo ofrece las respuestas: las cosas que son necesarias para la vida.

Sabemos que este es un tema que puede ser muy controversial para algunos. Por ejemplo, más de uno puede estar preguntándose cómo se entrelazan aquí las palabras del Apóstol Pablo a la Iglesia de Corinto cuando les habla acerca de las riquezas:

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11 Ustedes tendrán toda clase de riquezas para que puedan ser generosos. La ofrenda que ustedes envíen con nosotros, motivará a muchos a dar gracias a Dios.  (2 Corintios 9:11, PDT)

La expresión “toda clase de riquezas” amplía la interpretación de la provisión de Dios. No obstante, estas expresiones siempre hay que verlas dentro del contexto de todo el mensaje paulino. Este Apóstol es el mismo que le dijo a la Iglesia de la ciudad de Filipo que él había sido entrenado por Dios para manejar cualquier clase de situación económica:

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12 Yo sé cómo vivir en pobreza o en abundancia. Conozco el secreto de estar feliz en todos los momentos y circunstancias: pasando hambre o estando satisfecho; teniendo mucho o teniendo poco.  (Filipenses 4:12, PDT)

O sea, que la ausencia de riquezas económicas y el hambre no son señales de la ausencia de Dios. Podemos ser felices en cualquier circunstancia que encontremos en la vida. La clave hermenéutica para ese verso es el siguiente: “Puedo enfrentar cualquier situación porque Cristo me da el poder para hacerlo” (v. 13, PDT).

Ya sabemos que el proceso divino de honrar al creyente trasciende la prosperidad económica.

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