Reflexiones de Esperanza: Compromiso: el resultado de vivir bajo las bendiciones espirituales

“3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,” (Efe 1:3)

Los versos iniciales de esta carta afirman unas verdades indiscutibles de nuestra fe como Cristianos. Estos versos dicen que cuando experimentamos el nuevo nacimiento en Cristo (Jn 3:3-17) esto trae consigo el derramamiento de todas las riquezas celestiales.

“3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. 9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? 10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? 11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. 12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? 13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. 14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”  (Jn 3:3-17)

Ahora bien, ¿en qué consisten estas riquezas? Sabemos que estas expresiones han sido sacadas de contexto, particularmente por los exponentes de la teología de la prosperidad. El Apóstol Pablo se encarga de describir en esta carta, la carta a los Efesios, el contenido de esas bendiciones. Estas han sido clasificadas en varios tipos de bendiciones o riquezas, a saber:

  • riquezas de la Gracia de Dios.
  • riquezas la Gloria de Dios.
  • riquezas de la misericordia de Dios.
  • las inescrutables riquezas de Cristo.

Veamos las primeras:

Las riquezas de la Gracia de Dios:
“7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, 8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,” (Efe 1:7-8)
“6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.”  (Efe 2:6-7)
 
Las riquezas de la Gloria de Dios.
“18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,” (Efe 1:18)
“16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.”  (Efe 3:16-19)
 
Las riquezas de la misericordia de Dios.
“4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),” (Efe 2:4-5)
 
Las inescrutables riquezas de Cristo.
“8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,” (Efe 3:8)

Las próximas reflexiones serán dedicadas al análisis de estas cuatro clases de riquezas.

A tenor con estas bases bíblicas podemos afirmar que los creyentes en Cristo poseemos todo lo que es necesario para vivir una vida Cristiana victoriosa. En otras palabras, como dice el Dr. Warren W. Wiersbe, el Espíritu Santo nos ha impartido unas bendiciones que aseguran el éxito en nuestra empresa de fe.[1]

Es importante desatacar que no aparecen descripciones de riquezas materiales en estos textos. No se trata de que estas no sean necesarias. El Apóstol Pablo no necesita mencionarlas porque él sabe que nuestro Señor ha prometido suplir todo cuanto nos falta conforme sus riquezas en gloria (Fil 4:19). La parte espiritual de esas bendiciones priva sobre todo lo demás. El verso tres (3) del primer capítulo de la carta a los Efesios dice que las bendiciones que descienden de los lugares celestiales son espirituales.

El profesor Wiersbe vierte una expresión cuando toca este tema en su análisis de la carta a los Efesios. Él señala que Pablo comenzó su visita a la ciudad de Éfeso preguntándole a unos creyentes si conocían el Espíritu Santo (Efe 19:1-7). Estas aseveraciones subrayan la importancia que Pablo le da a la presencia y a la acción del Santo Espíritu.

Estas bendiciones espirituales son la base fundamental para el desarrollo de esa fe obstinada y constante, esa resiliencia que observamos en tantos héroes de la fe Cristiana. ¿Se ha preguntado usted de dónde emana esa capacidad para no desviarse, para no rendirse, y para seguir hacia adelante? Se trata de la convicción, la certeza y los testimonios que provoca el Espíritu Santo en los creyentes de que esas palabras del Apóstol Pablo son una realidad en sus vidas. Veamos un ejemplo de esto:

Pocas personas en este lado del planeta conocen que Nigeria es un país dividido por la misma mitad a causa de las diferencias religiosas existentes en su suelo. Esta nación Africana, cuya capital es Lagos, posee a los Cristianos en su región austral (sur),  mientras que en la parte septentrional (norte) se encuentran los musulmanes. Los informes más recientes dan cuenta de decenas de miles de personas que han muerto en los pasados tres años a causa de las acciones violentas desatadas por ese conflicto. En una de las regiones centrales más conflictivas de ese país se encuentra la ciudad de Jos. Esta es la misma ciudad en la que el Dr. Bornkhe celebrara hace algunos años una de las cruzadas evangelísticas más poderosas de la historia. Identificarse en esa ciudad como un Cristiano pone en peligro la vida de cualquiera que se atreva a hacerlo.

Un predicador Nigeriano de esa región sintió todo el peso de esta situación político-religiosa cuando unos rebeldes de la zona le demandaron que renunciara a su fe. Este Pastor, hijo del “Tabernáculo de la Fe” en Idabán (ciudad a 46 km de Lagos, capital de Nigeria), se negó a hacerlo. Cuando encontraron su cadáver, en el bolsillo de su camisa encontraron un papel en el que había escrito en su puño y letra lo siguiente:[2]

“Yo formo parte de la “Hermandad de los que no se avergüenzan.” Tengo al Espíritu Santo y su poder dentro de mí. El dado ha rodado y me he parado sobre la línea. La decisión ha sido tomada. Yo soy discípulo de Él. No miraré hacia atrás, no cejaré en mi empeño, no reduciré mi intensidad, no me retiraré, ni me quedaré quieto. Mi pasado fue redimido por Él, mi presente me hace sentido por Él y mi futuro está seguro en Él. He acabado con esa clase de vida que es baja, con las intenciones de solo conformarme con mirar, de planear para lo pequeño, con las rodillas débiles, con los sueños sin color, con las visiones opacas, con el hablar mundano, con las donaciones mezquinas y con las metas enanas.

No necesito más preeminencia, prosperidad, posiciones, promociones, aplausos o popularidad. Mis palabras no tienen que estar correctas, no tengo que ser el primero, no tengo que estar arriba, no tengo que ser reconocido, no tengo que ser alabado, tomado en cuenta ni recompensado. Ahora vivo por Su Presencia, me reclino sobre la fe, amado por la paciencia, levantado por la oración y trabajado con poder.

Mi rostro está afirmado (“set”), mi andar es veloz, mi meta es el cielo, mi camino es angosto, mi ruta es áspera, mis compañeros son pocos, mi Guía es confiable y mi misión es clara. No puedo ser comprado, no puedo comprometerme con otra cosa. No puedo ser desviado, seducido, tornado atrás, diluido, ni retrasado. No he de estremecerme de cara al sacrificio, no titubearé en la presencia de la adversidad. No negociaré en la mesa del enemigo, no reflexionaré en las opiniones sobre popularidad, ni vagaré en el laberinto de la mediocridad.

No me rendiré, no me callaré, no me levantaré ni me quemaré hasta que haya predicado mi última palabra, orado mi última oración, me haya levantado por última vez, y permanecido fiel por la causa de Cristo.

Yo soy un discípulo de Jesús. Debo seguir hasta que Él venga, debo dar de mi hasta que me caiga, predicar hasta que todos sepan y trabajar hasta que Él se detenga.  

Y cuando Él venga a buscar lo que es suyo no tendrá dificultad alguna en reconocerme. Mis colores (compromisos y fidelidades) estarán claros. ¿Y los tuyos?”

Un papel ensangrentado en su bolsillo de su camisa ejemplifica ese compromiso de fidelidad.
El testimonio de este Pastor Nigeriano puede y debe resumirse con una sola palabra: Compromiso. Sí, este mártir del Evangelio demostró a costa de su propia vida lo que significa vivir una vida inconmovible, una vida comprometida con el Señor y el mensaje de la Cruz.

Este ejemplo de lo que es estar comprometidos se destaca porque las acciones de este siervo de Dios estaban por encima de sus palabras. Él sabía tomar una decisión correcta y por qué lo hacía. Y si hoy es un héroe de la fe es porque estaba comprometido con el Evangelio de Cristo hasta la misma muerte (Mc 8:35). Para él, estar comprometido no era una opción sino una necesidad.

Nosotros necesitamos creyentes comprometidos con todas sus relaciones familiares (matrimonio, paternidad, amistad, etc.) y con sus responsabilidades profesionales y/o académicas. Pero ninguno de estos compromisos, por fuerte y serio que pueda ser, debe superar el compromiso que debemos tener con el servicio y la lealtad al Señor de la Cruz, al Caballero del Gólgota, al Salvador del mundo.

Si quiere saber más acerca de esto le invito a hacer tres (3) cosas. La primera de ellas es a leer la carta a los Efesios. La segunda es leer Hebreos 12:1-4:

“1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. 3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. 4 Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;” (Heb 12:1-4)

Observe aquí que hay al menos cuatro (4) razones que explican por qué es necesario que los Cristianos estemos comprometidos: la nube de testigos que nos observa, la carrera que nos ha sido propuesta, la dureza de esa carrera y los sufrimientos que sabemos nos esperan en ella.

De acuerdo a Pavel Poloz (1987), un exiliado Ruso, en la antigua Rusia se probaba el compromiso a base de exposición a la rudeza de la vida y el sacrificio exigido a cada creyente. En cambio, decía él, en América el compromiso es puesto a prueba por la libertad. Cremos que el Hermano Poloz no estaba errado al decir que demostrar compromiso retados por tanta libertad es mucho más difícil.

Cabe preguntarse cómo es que un creyente puede sostener esta clase de fidelidad y de resiliencia. Una de las respuestas a esta pregunta es lo que hemos encontrado en la carta a los Efesios, particularmente en los versos iniciales del primer capítulo de esa carta. Los creyentes en Cristo Jesús somos ricos. Las bendiciones de la gracia de la gloria, de la misericordia de Dios y de las inescrutables riquezas que hallamos en Cristo no tiene comparación.

Al final del camino, el Dueño de los cielos y de la tierra, Aquél que nos ha bendecido con toda bendición espiritual de los lugares celestiales, volverá a buscar lo que es suyo. Los suyos estarán identificados por los colores que identifiquen su alma. Estos son colores que entre otras cosas hablan de sacrificio, entrega, servicio, lealtad y perseverancia. Estos colores son exhibidos aquí por aquellos creyentes en Cristo que han creído y que viven bajo las bendiciones espirituales en los lugares celestiales.
Referencias

[1] Wiersbe, Warren W.. Be Rich (Ephesians): Gaining the Things That Money Can't Buy (The BE Series Commentary) (p. 23). David C. Cook. Kindle Edition.

[2]  Contribución del Dr. Bruce Ball, Pastor Rector de “Rolling Hills Christian Church” en 18415 E. Admiral Place – Catoosa, OK 74015

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