Reflexiones de Esperanza: Efesios: una oración larga que nos invita a adorar.

El primer capítulo de la carta del Apóstol Pablo a la Iglesia que estaba en la ciudad de Éfeso es uno de los pasajes bíblicos más complicados en la Biblia. Esta complicación obedece a varias razones. Una de ellas es la cantidad de temas profundos y complejos que Pablo presenta en esos versos. Otra complicación es que hay una oración que se extiende desde el verso tres (3) hasta el verso 14 de ese primer capítulo. Sabemos que algunas traducciones bíblicas procuran ayudarnos presentando estos versos como dos (2) o tres (3) oraciones. Sin embargo, la realidad es que la extensión de esa oración (12 versos) complica un poco el análisis del mensaje que Pablo estaba comunicando aquí.

Por ejemplo, Pablo creía en la Trinidad (un solo Dios manifestado en tres (3) personas: Padre, Hijo, y Espíritu Santo) y él aprovechó estos versos para presentar una variante de sus fórmulas trinitarias. Pablo creía que habíamos sido elegidos en Cristo. Esto es, que Cristo y el cielo son las cosas que estaban pre-ordenadas y es en Cristo que nosotros recibimos esa bendición. Pablo utiliza estos versos para explicar estos conceptos aliados a la voluntad de Dios. Pablo también creía en el poder de la alabanza y decidió que esa misma oración podía ser utilizada para presentar sus posturas teológicas acerca de esto. Todos estos temas son presentados en una sola oración.

¿Cuál es la relevancia de estos temas para nosotros que nos preparamos para enfrentar un mundo  post-pandemia? Hay muchos elementos en la discusión que nos regalan estos versos que son muy relevantes para nosotros. Por un lado, la Palabra de Dios siempre es relevante. Por el otro, Pablo estaba dejándonos conocer que los creyentes enfrentamos los tiempos de crisis echando mano de los fundamentos de nuestra fe. Un creyente tiene que saber en qué cree y por qué cree en eso en lo que ha depositado su confianza. Además, nuestra fe como creyentes en Cristo nos empodera, nos capacita y nos catapulta hacia la conquista de lo imposible (“todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, Fil 4:13). O sea, que esa fe es mucho más que conocimiento racional de aquello en lo que creemos.

Los elementos básicos de esa fe son espíritu y vida:

“63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.”  (Jn 6:63)

Hay que entender que las únicas victorias permanentes que un ser humano puede conseguir en medio de cualquier temporada de crisis son aquellas que ha podido conquistar por medio de esa fe: “y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Jn 5:4b).

El Apóstol Pablo aprovecha los versos del tres (3) al 14 del primer capítulo de la carta a los Efesios para hablarnos del poder de la alabanza. En el verso seis (6) nos dice que esa alabanza es para el Padre por la gloriosa bondad con la que Él nos bendijo en Cristo:

“6 Esto lo hizo para que alabemos siempre a Dios por su gloriosa bondad, con la cual nos bendijo mediante su amado Hijo.”  (Efe 1:6, Dios Habla Hoy)

“6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (RV1960)

El concepto que se traduce como “aceptos” es una bendición en sí mismo. Se trata del vocablo griego “charitoō” (G5487) que significa gracia u honor especial. Es por esto que alabamos al Padre: porque nos ha bendecido con bendiciones de los lugares celestiales (v. 3). Estas bendiciones trascienden las pruebas, los dolores, los conflictos y las temporadas de pruebas o de tribulación. Es por esto que los creyentes en Cristo Jesús afirmamos que hemos sido creados en Cristo para la alabanza de la gloria del Padre.

Pablo comienza a hablarnos acerca de Cristo, el Hijo de Dios desde el verso siete (7) hasta el verso 13. Es por esto que el verso 12 nos recuerda que hemos sido creados para alabanza de la gloria del Amado, de Cristo, del Hijo de Dios.

“12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.”  (Efe 1:12).

Esta alabanza está amarrada a la capacidad de esperar en Cristo. Esto es, la confianza en la revelación del carácter de Dios. Esta es la definición de fe que Oswald Chambers le ofreció al mundo.

Pablo menciona al Espíritu Santo en el verso 13, diciendo varias cosas acerca de este. Una de ellas es que el Espíritu Santo es el que nos sella como propiedad adquirida por Dios cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y nuestro Salvador. Otra verdad que Pablo comunica aquí es que la presencia del Espíritu Santo es la garantía que tenemos de parte de Dios de que recibiremos la herencia prometida.  No existe poder del infierno, prueba intensa, dolor aciago, infeliz o desgraciado, tribulación o angustia que nos pueda arrebatar esa herencia si permanecemos en Cristo.

Es entonces que Pablo señala que hemos sido creados para la alabanza del Espíritu Santo:

“14 Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria.” (v. 14, NVI)

Hay un dato muy interesante en ese verso 14. Ese verso dice en su versión original en griego que esa herencia será recibida cuando se haya completado nuestra liberación o hasta que lleguemos a adquirirla. Esta frase predica que esa herencia, esa salvación, se recibirá en el cielo. O sea, que tenemos que cuidar esa salvación con temor y temblor mientras estamos aquí.

“Este Espíritu es el anticipo que nos garantiza la herencia que Dios nos ha de dar, cuando haya completado nuestra liberación y haya hecho de nosotros el pueblo de su posesión, para que todos alabemos su glorioso poder.”  (V. 14, DHH)

Hemos sido creados en Cristo Jesús (Efe 2:10) para la alabanza de la gloria del Padre, la alabanza de la gloria del Hijo y la alabanza de la gloria del Espíritu Santo.

Ahora bien, ¿cómo es que este conocimiento acerca de la alabanza al Trino Dios nos puede ayudar a manejarnos correctamente en medio de los contextos tan confusos, inciertos e inseguros que vivimos hoy? En febrero del año 2016 compartimos una batería de reflexiones que nos pueden ayudar a entender y a internalizar el poder y la metodología que sigue la adoración.

Hay un libro acerca de este tema que compartimos como parte de esas reflexiones: “El poder de la Alabanza.” Merlin R. Carothers (Capellán retirado de las Fuerzas Armadas de los EUA y miembro de la guardia del General Dwight D. Eisenhower), publicó ese libro en 1975 (Editorial Vida, Miami).[1]

Una de las aseveraciones más impactantes que Carothers realiza en ese libro es que el poder de la alabanza opera alrededor de la confianza que depositamos en las promesas de Dios (pg 16). Él dice con mucha razón que Dios quiere bendecirnos, con cosas buenas. Dice Carothers que el primer regalo que nos hace es el de la Salvación y el primer don gratuito que nos obsequia es el bautismo con su Santo Espíritu; él lo llama primer alimento (pg 17).

Carothers señala que esto es una experiencia de “empowerment,” una experiencia de limpieza y purificación, que es una experiencia de despojarse de uno mismo. Él señala que es una experiencia de exposición total, un proyector de la verdad de Dios en cada pequeño rincón de nuestras vidas. En otras palabras, una experiencia de preparación para poder contener el poder de Dios.

Carothers añade que esto invita al creyente a alabar en medio de todas las circunstancias. No entender esto nos conduce por veredas de confusión y frustración. Esto es así porque cuanto más tratamos de cambiarnos a nosotros mismos, más frustrados nos veremos y más culpables nos sentiremos a casusa de nuestras propias limitaciones.

La buena noticia es que Dios lo quiere hacer por nosotros. Esto nos debe llevar a alabar a Dios en medio de todas las circunstancias. Ahora bien, surgen dos (2) preguntas obligadas frente a estas aseveraciones. La primera de ellas es por qué debemos alabar en medio de las crisis y de los problemas que no podemos entender ni solucionar. La segunda es cómo podemos hacerlo.

Hemos analizado estos temas en muchas ocasiones y esto nos ha llevado a concluir que los escenarios de crisis y de dolor son usados por el Señor como pruebas (exámenes; el modelo de Abraham en Genessis 22 es un buen ejemplo de esto) o como ensayos (“assays”) de lo que somos y tenemos como materia prima. Dios sabe cómo estamos ensamblados, pero la mayoría de nosotros lo desconocemos.

¿Qué propósitos puede tener vivir uno de los escenarios antes descritos? En primer lugar, ayudarnos a revisar cuáles son los competidores de Dios que hemos albergado en el alma. No se trata de un ejercicio de lealtades y sí de un ejercicio de fidelidad. En el caso de Abraham, él lo reconoce así (como un “test,” o como un “assay”) y decide no interceder por Isaac porque reconoce que necesita esta prueba. En segundo lugar, para que encontremos ese “private sanctum” en el que guardamos los “yo soy” con los que formamos nuestra identidad.

A.W. Tozer decía que dentro de cada ser humano (incluyendo a los creyentes en Cristo) hay un “private sanctum” en el que guardamos los “yo soy” con lo que formamos nuestra identidad.[2]   Esas experiencias de crisis y de dolor nos ayudan a encontrar ese “private sanctum.”

Hay que comprender que el “yo soy” que esgrimimos es un regalo del Gran Yo Soy que nos creó. El Gran Yo Soy es no derivado, es auto existente y eterno. Nuestros “yo soy” son derivados y dependientes de Él para poder ser eternos. El primero es el Creador, Dios sobre todas las cosas, Anciano de días y el único que habita en luz inaccesible. Los nuestros son la manifestación de la criatura, con privilegios sobre toda la creación, pero dependientes de la provisión y de la Gracia que recibimos de su trono.

Hemos visto que una de las cosas que Dios procura con la adoración en medio de las pruebas es provocar la introspección, el arrepentimiento y la transformación de ese ser humano y/o de todo un pueblo. Este aspecto posee objetivos espirituales y racionales, tanto en el proceso como en la introspección. Al mismo tiempo posee aspectos emocionales y subjetivos en el arrepentimiento y en nuestras reacciones frente al amor de Dios.

Ya hemos dicho que el ser humano siempre termina buscando ser transformado en algo relacionado a aquello que adora.

¿Por qué estos escenarios deben ser vistos como una prueba y qué cosas prueba esto? Es una prueba porque lo que escogemos en medio de esos escenarios revela y forma nuestro carácter [3].  Por ejemplo, alguien puede ausentarse el domingo porque está en el Hospital con una apendicitis, o porque está jugando golf. Estas opciones revelan mucha acerca de esa persona. Si se ha ausentado debido al primer escenario, se trata de una ausencia compulsoria. Si se trata del segundo escenario, se trata de una decisión voluntaria. El ser humano es libre de escoger si va a jugar en vez de ir a orar. El carácter verdadero de todo ser humano se revela en el uso que le damos al ejercicio de nuestra libertad.

Este principio es aplicable a las naciones. Las decisiones voluntarias que toman los pueblos revelan el carácter de estos. Tozer decía que los pueblos son libres para auto-destruirse con las decisiones que toman. En muchas ocasiones la destrucción ocurre a causa de la acumulación de muchas decisiones que parecen pequeñas e insignificantes. Cualquier nación que antepone el placer a sus responsabilidades se autodestruirá. Nunca olvidemos que en el único lugar donde el éxito está antes del trabajo es en los diccionarios.

¿Qué procura Dios con esto?; provocar la introspección, el arrepentimiento y la transformación de ese ser humano y/o de esa nación. Esto es, transformar a ese ser humano en uno que pueda adorar en espíritu y en verdad (Jn 4:10-24) y transformar esa nación en una cuyo Dios sea Jehová el Señor (Sal 33:12).

Dios siempre nos dirige con amor y en la demostración de ese amor procura que nosotros recibamos la revelación en el espíritu de los elementos de esa adoración. Al mismo tiempo, Él desea cultivar en nosotros esa adoración y esa admiración de la que sólo Él es digno. Tozer dice que Dios nos quiere enseñar las maravillas de estar rebosando en su Presencia, extasiados ante el conocimiento de Su carácter y asombrados ante la elevación inconcebible de la magnitud del esplendor del Todopoderoso Dios.[4]  

Esto último se convierte en una dulce relación en la que comenzamos aprendiendo lo que es la reverencia que nos deja asombrados, la adoración que nos deja sin aliento, la fascinación que nos deja extasiados y la admiración majestuosa de todos los atributos de nuestro Dios que ha decidido estar cerca de nosotros. Todo esto reunido en un solo lugar, en nuestra percepción, en nuestra alma y en nuestra conciencia, es lo que la Biblia define como “el temor de Dios.”

Es aquí que descubrimos la alabanza que desata la “energeia ” (operación) del poder de Dios. Esto no significa que la alabanza que no conoce este nivel de encuentro no sea efectiva. Se trata de que este nivel de relación con Dios desata toda la “energeia ” del poder de Dios porque se convierte en adoración; respuesta a la Presencia de Dios en Cristo Jesús.

No olvidemos que la adoración es diálogo. Cantar sobre Dios y para Dios es más que poder decir lo que Él es y lo que Él hace. La meta no es provocar sanidades milagrosas. La meta es la relación con Dios (dialogada).

Ahora bien, los Salmos están llenos de expresiones que destacan componentes emocionales que forman parte de la alabanza. Por ejemplo, el Salmo 50 nos invita a sacrificar alabanza al Señor e invocarle en el día de la angustia (Sal 50:14-15). El Salmo 66 nos invita a aclamar a Dios con alegría (Sal 66:1). Ambos escenarios describen emociones muy intensas. Por otro lado, el profeta Habacuc decide escribir un salmo luego de contemplar la majestad y el poder de Dios. En este himno dice que se le conmovieron sus entrañas y que le temblaron los labios (Hab 3:16). A renglón seguido, el profeta nos dice cantando que sin importar lo que suceda, él se alegrará en Jehová, y se gozará en el Dios de su salvación (vs 17-18). Todas estas expresiones poseen un componente emocional muy grande.

Sabemos que hay muchos ejemplos adicionales. No hay duda alguna de que delante de la Presencia de Dios lloramos, reímos, suspiramos, callamos y/o gritamos. Todo esto es cierto, más no podemos olvidar que la alabanza que adora a Dios no es en sí misma un ejercicio emocional. El Padre busca adoradores que le adoren en espíritu (no en la emoción) y verdad (elemento que posee una búsqueda racional objetiva).

Sabiendo esto, adelantamos algunas notas escritas por Rick Warren y tituladas “The secret to a lifestyle of worship.” Warren postula allí que nosotros fuimos creados para el placer de Dios. Dios halla placer en formarnos y vernos nacer;  mucho más cuando le adoramos (Ef 1:3,6,12-13). Este es el propósito primordial para el que fuimos colocados en este planeta. Estas expresiones son una adaptación  de lo que dicen los postulados de teología bíblica y sistemática: fuimos creados y nacimos para adorar a Dios.

Warren enfatiza que estas expresiones reafirman el valor que tenemos y la importancia que poseen nuestras vidas delante del Señor. Solo pensemos que Dios anhela que nosotros estemos junto a Él por toda la eternidad. Esto nos coloca en la posición de destacar que Dios posee emociones, que no lo controlan porque emanan de su santidad y de su Omnipotencia, pero que le hacen sentir. Entre otras cosas, la Biblia dice que Dios se alegra, se enoja, se compadece, se entristece, se duele por y con nosotros, etc. Sabiendo esto, no es complicado entender que Dios disfrute de nuestras emociones mientras adoramos.

Estas emociones tienen que ser sinceras. No puede haber hipocresía en ellas. No olvidemos que la adoración se convierte en un estilo de vida y nuestras vidas no pueden ser una ofrenda hipócrita delante de Dios. Ese estilo de vida define la adoración como algo que va mucho más allá de las expresiones, la música, el volumen y la expresión artística. Dios quiere que le amemos con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y con toda la mente (Det 6:5; Mcs 12:30). Adorar a Dios en Cristo Jesús requiere la demostración de ese amor.

Ese amor con el que adoramos es la respuesta al amor con el que Dios nos amó primero (1 Jn 4:19). Podemos adorar y alabar con errores o de manera imperfecta en el proceso y Dios nos recibe. En cambio, no podemos adorar sin sinceridad.

Hay que subrayar que la sinceridad no es el requisito más importante para la adoración. Una persona puede estar sinceramente equivocada. Es por esto que Warren destaca que los requisitos bíblicos son adoración en espíritu y en verdad.

Todo lo que hacemos debe adorar a Dios. Esto incluye la oración, la lectura y la meditación en la Palabra, la alabanza, la confesión, los silencios,  escuchar los sermones, predicarlos, ofrendar, servir a los necesitados, etc. La adoración no se limita a lo que hacemos en la Iglesia.

Una nota interesante es que Adán, Eva, Caín y Abel adoraban antes de que existiese la música en el planeta. La música no se menciona hasta la aparición de Jubal en Gn 4:21.

Tomás de Aquino (Santo Tomás), decía que no adoramos a Dios por o para su beneficio. No podemos añadirle cosa alguna a Dios. Adoramos para nuestro beneficio.

Conociendo estos datos, añade Warren, entonces existe un gran problema con aquellos que manifiestan que “el servicio no le ministró en lo absoluto.” Esta frase revela que estos adoraron por las razones equivocadas. Es importante destacar aquí que no adoramos para producir placer para nosotros. Adoramos para que Dios se goce con nosotros (Sof 3:17). Este es el secreto de la adoración.

¿Cuándo es que Dios se goza con nuestra adoración? Hay varias aseveraciones que pueden formar parte de la respuesta a esta pregunta. Una de ellas es que Dios se goza cuando nuestra adoración es precisa. La adoración que es precisa no procura crear una imagen políticamente correcta de Dios o una imagen confortable de Él. Esto rayaría en la idolatría. La adoración es precisa cuando no adoramos en base a o base de nuestras opiniones acerca de Dios y decidimos utilizar la verdad que encontramos en las Escrituras (Jn 4:23).

Warren también subscribe que Dios se goza cuando nuestra adoración es auténtica. Cuando la Biblia enfatiza que hay que adorar a Dios en espíritu, no está apuntando al Espíritu Santo sino a nuestro espíritu. La adoración a Dios en Cristo Jesús es la respuesta de nuestro espíritu a la Presencia del Espíritu de Dios. Esto, insistimos, requiere que nuestra adoración sea genuina. Esto es, que expresemos lo que sentimos y que sintamos lo que expresamos. En esta conjunción hay que enfatizar que entonces no se trata de que nuestras palabras sean religiosamente correctas. Se trata de que sean genuinas.

Dios se goza cuando ponemos nuestros corazones en lo que hacemos para adorarle. Una adoración sin corazón es inconcebible. De hecho, Warren la cataloga (y casi todos los teólogos bíblicos, históricos y sistemáticos) como un insulto a Dios. La Biblia nos deja saber que cuando adoramos, Dios trasciende nuestras palabras y mira nuestros corazones (1 Sam 16:7b).

Es obvio que todo lo antes expresado requiere que nuestras emociones estén comprometidas con la adoración. De hecho, somos muchos los que proponemos que hay base bíblica para fundamentar que la adoración correcta y precisa posee el poder para transformar, limpiar y rescatar nuestras emociones (Sal 32:7-9). Esto implica que Dios no patrocina espectáculos ni hombres/mujeres orquesta, mucho menos farsas e imitaciones. “Más la hora viene y ahora es….” (Jn 4:23a). Dios ama la adoración que surge de un corazón honesto y que le ama con amor sincero.
Referencias

[1] Carothers, Merlin. 1975. El poder de la alabanza. Miami: Editorial Vida.
[2] Tozer, A.W. (2012-09-18). Man: The Dwelling Place of God (Kindle Locations 25-31).
[3]  Ver “The Saint Must Walk Alone” en Tozer, A.W. (2012-09-18). Man: The Dwelling Place of God (Kindle Locations 1876-1882).
[4]   Tozer, A.W. (2012-09-18). Man: The Dwelling Place of God (Kindle Locations 1876-1882).

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