Reflexiones de Esperanza: Efesios: el cumplimiento de los tiempos (Parte IV).

“9 Ahora Dios nos ha dado a conocer su misteriosa voluntad respecto a Cristo, la cual es llevar a cabo su propio buen plan. 10 Y el plan es el siguiente: a su debido tiempo, Dios reunirá todas las cosas y las pondrá bajo la autoridad de Cristo, todas las cosas que están en el cielo y también las que están en la tierra.”  (Efesios 1:9-10, NTV)

Las reflexiones acerca de los versos del epígrafe nos han conducido a reflexionar acerca de la Iglesia que peregrina hacia el cumplimiento de esa palabra profética. La Iglesia que ve acercarse la dispensación del cumplimiento de los tiempos es una que tiene que conocer su identidad. Además, la Iglesia que peregrina hacia esa dispensación, hacia la mayordomía o la administración (“oikonomia,” G3622) que Dios ha dispuesto para ese tiempo, tiene que conocer su llamado. Esto es, conocer su lugar en la historia y poner en práctica, sin excusas y sin ambages, aquello para lo que ella ha sido llamada.

En nuestra reflexión anterior examinamos algunas de las descripciones de ese llamado. Vimos que la Iglesia ha sido llamada a:

  • A estar en comunión con Jesucristo (1 Corintios 1:9).
  • A estar en libertad (Galatas 5:13).
  • A tener vocación y a andar como es digno de esta (Efesios 4:1).
  • A una sola esperanza (Efesios 4:4).
  • A la paz de Dios (Colosenses 3:15).
  • Para hacer lo que es correcto aunque esto nos produzca sufrimientos (1 Pedro 2:20-21).
  • A heredar bendición (2 Pedro 3:8-9).

Una Iglesia que conoce y confía en que Dios es el que administra los tiempos (“kairos”, G2540) no puede admitir transacciones con su comunión con Dios. Ella no puede permitir que nada ni nadie afecte esa comunión. Esa comunión (“koinōnia”, G2842) por definición implica un “partnership,” una sociedad con Cristo, participando activamente con Él en la consecución de ese “kairos” y de esa administración. La Iglesia ha sido llamada a ser “como-uno” con Cristo y en Cristo.

Una Iglesia que conoce y confía en que Dios es el que administra los tiempos no admite transacciones con su libertad. La libertad, la “eleutheria” (G1657) de la Iglesia fue adquirida a precio de sangre derramada en la cruz del Calvario (1 Cor 6:20; 7:23). La Biblia dice que esa libertad es tan gloriosa que es la misma que le van a conceder a la creación: “la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:21b). Es por esto que la Iglesia no puede ser prisionera de los designios socio políticos ni de los socioeconómicos del tiempo en el que ella peregrina. Hay que estar “firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres…” (Galatas 5:1)

Una Iglesia que conoce y confía en que Dios es el que administra los tiempos vive orgullosa de su vocación como Cuerpo de Cristo, como Templo del Espíritu Santo y como Familia de Dios. Ella vive comprometida con ese llamado y camina con la dignidad, con el “axiōs” (G516) que este llamado requiere. Esa Iglesia no puede permitir que su mensaje sea contaminado ni maleado. Esa Iglesia no puede permitir que sus principios sean cambiados. Esa Iglesia camina anhelando una ciudad celestial sabiendo que Aquél que la llamó a ser Iglesia no se avergonzará de ella:

“16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.”  (Hebreos 11:16)

Una Iglesia que conoce y confía en que Dios es el que administra los tiempos vive con una sola esperanza: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col 1:27b). Ella no admite transacciones con esto porque hacerlo significaría sacar a Cristo del centro de la vida de la Iglesia y del mensaje que se le ha ordenado que ella predique. La Iglesia no puede aceptar hacer negociaciones con aquello que ponga en riesgo, menoscabe, ni diluya su mensaje. Muchos menos con aquello que ponga en entredicho el lugar de Cristo en la vida, en el testimonio y en las funciones de la Iglesia.    

Una Iglesia que conoce y confía en que Dios es el que administra los tiempos camina en la paz y por la paz de Dios. Ella sabe que esa paz no es ausencia de conflictos. Ella sabe que esa paz es el producto de la presencia de Dios en nosotros. O como dice el escritor de la Segunda Carta de Pedro:

“14 Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.” (2 Pedro 3:14)

“14 Por lo cual, queridos amigos, mientras esperan que estas cosas ocurran, hagan todo lo posible para que se vea que ustedes llevan una vida pacífica que es pura e intachable a los ojos de Dios.” (NTV)

Una Iglesia que conoce y confía en que Dios es el que administra los tiempos siempre hace lo que es correcto aunque esto le produzca sufrimientos. El discernimiento de esa Iglesia está afinado. Sus procesos para tomar decisiones  nos son conducidos por la conveniencia. Esos procesos están dirigidos por el deseo de hacer aquello que le dé más gloria a Dios; lo que es correcto. Las decisiones se toman  para hacer el bien, aquello que glorifica a Dios aunque esto represente convertirse en víctimas de la injusticia de este mundo.

Una Iglesia que conoce y confía en que Dios es el que administra los tiempos reconoce que aunque ella está en el mundo, ella no pertenece al mundo (Juan 17:16). Ella sabe que el reino al que ella pertenece no es de este mundo (Juan 18:36). Ella sabe que en el mundo tendremos aflicción, pero ella vive confiada en que su Rey ha vencido al mundo (Juan 16:33). Es por esto que ella camina hacia el “kairos” en el que recibirá la herencia prometida. Ella camina a heredar la bendición que Dios nos ha prometido.

Este pasaje de la Carta Los Efesios es un llamado a la conciencia de la Iglesia. Es Dios el administrador de los tiempos. Es Él y solo Él el que tiene la autoridad para depositar su plenitud sobre estos, depositar su “pleroma” sobre aquellos que Él rescató con su sangre derramada en el Gólgota.

Para poder entender esto se requiere que la Iglesia y todos aquellos que la componen aprendan a ver la vida desde la perspectiva de Dios. Esto es, vivir en el disfrute y con la responsabilidad de que vemos la vida como nuevas criaturas que han sido resucitadas y que están sentadas en lugares celestiales junto a Cristo Jesús (Efesios 2:6). Ver la vida con la óptica del poder de la resurrección, vivir vidas resucitadas en Cristo y ver la vida desde allí.
Abraham J. Heschel decía que esa era la definición de la adoración. “La adoración es un estilo de vida, una forma de ver el mundo a la luz de Dios….elevarse a un nivel más alto de la existencia para ver el mundo desde la perspectiva, desde el punto de vista de Dios.” (traducción libre)

Martin Luther King decía que para que la vida (de la Iglesia) esté completa debemos ser capaces de remontarnos de las dimensiones terrenas para mirar más alto que a las montañas. Y desde allí buscar el rostro del Señor. Él decía que para muchos, esta dimensión se ha cerrado por estancarse en pensamientos que indican que las existencias de tantos horrores y sufrimientos que hay en la Tierra no podrían ocurrir si Dios fuera una realidad. El Dr. King argumentaba que las incapacidades de estos para responder a estas incongruencias les habían convertido en agnósticos.

Para otros, los sofismos científicos y racionales les hacen creer que pueden responder a cualquier interrogante en esta Tierra sin la necesidad de incluir a Dios como parte de sus ecuaciones. Pero la mayoría ni siquiera usa estas razones para ignorar a Dios; simplemente no necesitan excusas para ser ateos teóricos. Les basta decidir ser ateos prácticos. Ellos no necesitan negar la existencia de Dios con sus labios. Lo que hacen es decidir que vivirán sus vidas como si Él no existiera. Esto es, borran a Dios de sus agendas. Como decía Sorokin, la cultura de la sensatez no es otra cosa que creer a los 5 sentidos. Esa cultura no nos conduce a la dispensación del cumplimiento de los tiempos.

Uno de los sermones de ceremonias de graduación que el Dr. King predicó en el año 1963 posee estas expresiones.[1] Ese sermón estaba basado en el capítulo 21 del libro del Apocalípsis:

“15 El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. 16 La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales.”  (Apocalipsis 21:15-16)
 
“El Vidente de Patmos estaba preso y aislado del mundo. La única libertad de la que gozaba era la libertad para pensar. Es allí, preso por sus convicciones, que le es revelado el misterio de los tiempos. Una visión gloriosa de algo nuevo y espectacularmente grande. Una ciudad que desciende del cielo. La ciudad vista era impresionante por su acabado, por ser radiante y perfecta en toda dimensión. “El largo, el ancho y la altura...”: Acabada en todo el sentido; nada de virtudes en un lado y vicios en el otro. Detrás de toda la simbología apocalíptica existen unas verdades profundas y retadoras de Dios. Una de ellas la visión de la vida plena e ideal propuesta por Dios. Sustancialmente:

“La vida es plena cuando está completa en todas las dimensiones que la componen”[2]

La Iglesia es en parte responsable del ateísmo práctico que viven muchos. Por mucho tiempo le hemos vendido un Evangelio sensorial al mundo y a los creyentes que adoran con nosotros. El problema de esto es que esto ha resultado en un mundo en el que Dios es sustituido y decidimos centralizar nuestra visión, enfocarla en el ser humano; una visión antropocéntrica de la vida.

Pocas personas fuera de la academia saben que Martin Luther King analizó la teología de Reinhold Niebuhr como parte de sus estudios doctorales.[3] Es desde esta perspectiva teológica que King presentó ese sermón. Él, citando a Niebuhr, decía que el pecado original nos impide la realización de las reglas del Ágape de Dios. Esto, decía Niebuhr, nos ha impedido contemplar la diferencia absoluta que existe entre el tiempo y la eternidad: “lo absoluto no puede encarnarse en el tiempo.”[4]

A continuación algunos ejemplos que pueden ayudarnos a entender lo que esto significa. Por un lado, los contrastes que existen entre un ser humano moral y una sociedad inmoral. Por el otro, los contrastes entre una conducta decente y buena de un ser humano versus la sociedad en la que este tiene que vivir.

Niehbur decía que el pecado era, en pocas palabras, la consecuencia de la inclinación del ser humano a usurpar las prerrogativas de Dios, pensar más alto de sí mismo que lo que se puede hacer. Por consiguiente, desarrollando un uso destructivo de su libertad por no respetar los límites a los que está sujeta su libertad como criatura. [5]

Niehbur decía que la solución final para este predicamento, junto a la consecución de la relación dialéctica entre el tiempo y la eternidad, no pueden ser disfrutadas hasta que el conocimiento de Dios como Juez pase al conocimiento de Dios como Redentor. Es por esto que

Niehbur siempre estaba hablando acerca de Dios como Redentor. Esa labor redentora es lograda a través de Cristo, porque en Cristo Dios tomó los pecados del mundo, sobre sí mismo, poniendo en efecto un perdón que es final. Es ese Dios Redentor el que administra “la dispensación del cumplimiento de los tiempos.”

Niehbur decía que la incapacidad para aceptar esto sólo ha producido eventos trágicos tras eventos trágicos; particularmente  desde 1914, el año en el que comenzó la Primera Guerra Mundial.

King comenta estas aseveraciones incluyendo la siguiente cita de Niebuhr:

“Hemos zarpado en el viaje de la modernidad como un barco sin brújula, sin compás y sin sentido de dirección. Dudamos de nuestras dudas y no creemos a nuestras propias verdades.”[6]
 
Niebuhr dijo esto y él nunca llegó a ver las crisis de los años 70, las tormentas de los 80, las epidemias y os conflictos de los 90, la sinrazón del siglo 21 ni la pandemia reinante.

Lo terrible es que siempre habrá señales espirituales en el camino que no podremos negar.

También innumerables preguntas que jamás podremos contestar. Se trata de preguntas que revelan la existencia y la intervención de la mano de Dios como Creador y como Redentor. Por ejemplo; ¿por qué el maravilloso mundo microscópico del átomo y sus sub partículas responden a una mecánica cuántica que no puede ser aplicada a las inmensas extensiones del espacio sideral? ¿Por qué es que la teoría de la relatividad no puede ser aplicada al mundo de los electrones, los quarks, los fotones, los protones, los neutrones, los mesones y los gluones?

La ciencia no posee respuestas para esta pregunta. ¿Cuántas  dimensiones adicionales descubriremos? ¿Las once (11) dimensiones que conocemos son las únicas que existen o hay más hay? [7] ¿Qué fuerza es la que finalmente hace latir el corazón? ¿Por qué razón resisten los bebés las presiones del parto?  Todo esto revela la presencia activa de un Diseñador, de un Redentor que quiere llevar Su creación a la “la dispensación del cumplimiento de los tiempos.”

Hay un Arquitecto que tiene los derechos exclusivos del plano de la creación. Hay miles de preguntas sin contestar que nos señalan que gran parte de nuestra existencia se basa en la fe. De hecho, nosotros vivimos si saber cómo es posible hacerlo.

En ese plano se ha dispuesto un orden espiritual que sólo puede ser provisto por la Presencia de Dios. King decía que si deseamos vivir una vida completa, debemos buscar esta dimensión; la de la altura de Dios.

Dios sigue siendo el Señor del universo y lo seguirá siendo aun cuando encontremos en el camino a algunas de esas personas que nos quieran invitar a ignorarlo. Esto puede suceder aún dentro de la misma Iglesia. Se trata de personas que confían tanto en su visión antropocéntrica de la vida que pretenden vivir creyendo que lo pueden hacer sin Dios. No saben estos que esta actitud les convierte en personas que creen que son dioses: “y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Genesis 3:5b)

Friedrich Wilhelm Nietzsche gritó a boca de jarro que Dios había muerto en la experiencia del hombre. Sin embargo, murió loco por no haber podido devolverle la fe a su madre en el lecho de muerte. Hay algo de la filosofía de Nietzsche en la predicación y en la vida de muchas Iglesias.

Para contrarrestar  esto tenemos que aprender a cultivar una fe constante en Dios. Esto se logra a través de una relación personal y constante con Cristo Jesús, nuestro Señor y nuestro Salvador. Esta relación nos conduce a aceptar y abrazar nuestro llamado como creyentes y como Iglesia. Esta relación nos conduce a adorar; a aprender a ver la vida desde la perspectiva que la ve Dios. Esto es, desde la confianza que emana de saber que se acerca la dispensación del cumplimiento de los tiempos.

Cuando somos incapaces de aceptar esta realidad nos convertimos en creyentes incapaces de hacerle frente a las insatisfacciones de la vida, a los fracasos, a las crisis y a las tribulaciones. Nuestros esfuerzos, como decía el Dr. King, se convierten en cenizas y nuestros amaneceres en noches oscuras.

Sin esa perspectiva para la vida y sin esa confianza, la vida es un drama sin significado o sentido en el que las escenas importantes serán solo tragicomedias que se perderán en el vacío. En cambio, con Dios a nuestro lado, en Cristo Jesús, seremos capaces de levantarnos de los valles de las penas y tensiones y alcanzar las sublimes alturas de la esperanza y la paz interior que tanto anhelamos.

Ese Dios Creador no podrá ser encontrado en un tubo de ensayo, sino a través de la Cruz de Cristo. Conociendo a Jesús es que podremos conocer a Dios. Conociendo a Jesús podemos conocer a Aquél que es el Administrador del cumplimiento de los tiempos. Conociendo a Jesús somos sentados en lugares celestiales para ver la dispensación del cumplimiento de los tiempos.
Referencias

[1] Martin Luther King. 1963. “From Strength to Love”: New York Harper & Row.

[2]  Martin Luther King. 1963. “From Strength to Love”. Ibid.

[3]  https://kinginstitute.stanford.edu/king-papers/documents/theology-reinhold-niebuhr

[4]  Ibid.

[5] Reinhold Niebuhr. 1949, Faith and History: A Comparison of Christian and Modern Views of History (New York: Scribner), p. 121.

[6] Martin Luther King. 1963. “From Strength to Love”….Ibid.

[7] https://phys.org/news/2014-12-universe-dimensions.html. Existen nueve dimensiones de espacio, 1 de tiempo y la onceava responde al “string theory.”

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