Reflexiones de Esperanza: Efesios: el poder de la oración

“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,”  (Efesios 1:15-16, RV 1960)
           
La carta del Apóstol Pablo a la Iglesia que estaba en la ciudad de Éfeso ha sido clasificada por muchos teólogos como el Evangelio de la Iglesia. Esta carta se detiene a reflexionar acerca de qué es la Iglesia, cómo opera la Iglesia, hacia dónde peregrina y crece la Iglesia, cuáles son algunos de los ministerios esenciales de la Iglesia y cómo se alimenta la Iglesia. Además, Pablo se detiene a describir el es el canal o la avenida por la que la Iglesia transita para alcanzar estas cosas.

La Iglesia es definida en esta carta como templo del Espíritu Santo (Efe 2:20-22), como la nueva humanidad creada en Cristo Jesús (Efe 2:10) y como miembros de la familia de Dios (Efe 2:19). La Iglesia opera como el Cuerpo de Cristo (Efe 4:1-7) y como posesión adquirida por Dios (Efe 1:14). La Iglesia peregrina hacia la meta de alcanzar la estatura del varón perfecto, del varón maduro (Efe 4:1-13) y algunos de sus ministerios esenciales son las misiones, la predicación, la evangelización, el cuidado pastoral y la enseñanza (Efe 4:11-12). La Iglesia se alimenta del Espíritu (Efe 5:18-20) de la Palabra (Efe 5:26; 6:17) y vive por su fe, su fidelidad en Cristo (Efe 1:15).

Pablo dice en esta carta que la Iglesia transita por la avenida de la Gracia:

“8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”  (Efesios 2:8-10)

La nueva humanidad es creada mediante la Gracia que colocó a Cristo en el Calvario para que nosotros pudiéramos caminar por ese camino (Cristo, Jn 14:6) que Dios había preparado desde antes de la fundación del mundo.

Ahora bien, en su deseo de satisfacer las necesidades aleatorias a la alimentación de la Iglesia, el Apóstol Pablo realiza unos ejercicios repletos de gracia y de sabiduría. Estos ejercicios son ejercicios de oración. De hecho, esta es la única carta escrita por este Apóstol en la que él hace esto.

Los hemos llamado ejercicios porque el Apóstol no se limita en ellos a hablar acerca de la oración. El Apóstol recibe la inspiración del Espíritu Santo para escribir cómo es que él estaba orando por esa Iglesia. Por ende, cómo estaba orando por la Iglesia de todas las generaciones en la historia.

En la carta a los Efesios encontramos dos (2) de esos ejercicios. El primero, es un ejercicio de oración para que la Iglesia pudiera conocer, saber y entender. En otras palabras, ser iluminada por Dios. Este ejercicio de oración lo encontramos en Efe 1:15-23. El segundo ejercicio de oración es dedicado a interceder para que la Iglesia pudiera alcanzar ser. O sea, una oración que procura que la Iglesia pudiera ser capacitada y empoderada. Ese ejercicio lo encontramos en Efe 3:13-21.

Es muy interesante el hecho de que el Apóstol no estaba orando por un grupo de no convertidos, de amigos de la Iglesia o de novatos en la práctica de la fe Cristiana. Pablo presenta estas dos (2) oraciones intercediendo por una de la Iglesias más poderosas que ha conocido la vida Cristiana en toda su historia. Lo que esto significa es que si Pablo se vio inspirado a orar así por una Iglesia con estos quilates, entonces nosotros no debemos tener duda alguna de que tenemos que apoderarnos de estas clases de oraciónes.

El análisis de estas oraciones no es y nunca será un ejercicio simple. De entrada, basta saber que fueron escritas rompiendo con muchas de las reglas gramaticales y de redacción. Por ejemplo la primera de estas fue redactada en una sola oración: Efe 1:15-23. La segunda fue escrita en dos (2)  oraciones: Efe 3:14-19; 3:20-21.

El primer ejercicio de oración es el que nos ocupa en esta ocasión. Ya hemos dicho que se trata de un ruego, una intercesión, un clamor para que la Iglesia pudiera ser capaz de conocer, de saber, de entender, de ser iluminada por Dios.

Esta oración fue colocada en esta carta después del himno que el Apóstol Pablo comparte y en el que describe los temas de la elección, la redención, el perdón de pecados y los propósitos de Dios para esa posesión adquirida que el Señor ha llamado Su Iglesia. Es aquí que el Apóstol comienza a orar para que el Señor alumbrara los ojos del entendimiento de la Iglesia de modo que ella pudiera ser capaz de entender, de conocer, de internalizar y de poder hablar correctamente acerca de los siguientes temas:

  1. El carácter y las obras de Dios (Efesios 1:16b-18a)
  2. De nuestra esperanza (18b)
  3. Que somos herencia de Dios (18c)
  4. Del poder de la resurrección (19-23)
    • el poder de Dios resucitó a Jesucristo (20a)
  5. Del señorío de Cristo sobre todo
    • el poder de Dios le exaltó y sometió a él todas las cosas (20b–22a)
  6. De que Cristo es la Cabeza de la Iglesia
    • El poder de Dios le puso como cabeza de la iglesia (22b–23)
  7. De que la iglesia es complementaria de Cristo (23b)[1]
 
Hay que puntualizar aquí que el deseo paulino al orar así no estaba dirigido al desarrollo de una Iglesia racional, capaz de explicar y de entender todas estas cosas. De hecho, hay muchas áreas del conocimiento de las siete (7) cosas que hemos mencionado aquí que siempre serán un misterio para el creyente. El ejercicio paulino de oración procura destacar otra cosa. Esto es, la necesidad de establecer un diálogo permanente con Dios. Ese diálogo permanente abre las puertas para una relación personal mucho más estrecha con el Espíritu Santo que ilumina, que alumbra y que nos enseña a glorificar a Cristo (Jn 16:13-15).
 
Fue Oswald Chambers uno de los mejores exponentes de esta gran verdad. Encontramos datos acerca de esto en su libro “En pos de lo supremo (My Utmost for His Highest)”; especialmente en su reflexión para el 29 de abril: “Gracious Uncertainty” (La gracia de la incertidumbre).
 
“Cuando nos convertimos en simples promotores o defensores de una doctrina, algo se muere dentro de nosotros. No le creemos a Dios, sólo creemos en nuestras opiniones acerca de Él. Jesús dijo: ...«Sino os volvéis... como niños» (Mateo 18:3). La vida espiritual es la vida de un niño. No nos falta seguridad con respecto a Dios, sino a lo que Él va a hacer después. Si sólo estamos seguros de nuestras creencias, nos damos el honor a nosotros mismos y somos inflexibles; además, asumimos la prohibición de modificar nuestros puntos de vista. Pero cuando nos relacionamos de una manera correcta con Dios, la vida está llena de espontáneas y alegres incertidumbres y expectativas. Jesús dijo: "Creed también en mí", Juan 14:1, y no: "Creed ciertas cosas acerca de mí". Déjaselo todo a Él y será gloriosamente incierto el modo en que Él se va a manifestar. Pero puedes estar seguro de que lo hará. Permanece fiel a Él.”
 
Es en esa relación y desde esa relación que el Señor nos ilumina para que podamos trascender del mero conocimiento a la internalización del significado y lo que representan el carácter y las obras de Dios, la esperanza que tenemos en Cristo y de Cristo y saber que somos herencia de Dios. Es en esa relación que el poder de la resurrección adquiere otro significado; así también el señorío de nuestro Salvador y el aspecto complementario de la Iglesia.[2]
 
Es mediante esa relación que aprendemos que el entendimiento más preciado es espiritual, que nuestra esperanza está ligada al llamado y que hay unas clases riquezas muy particulares en esa herencia celestial que nos han prometido. Es allí, desde esa relación personal con Dios que se desarrolla a través de la oración que podemos internalizar que el poder de la resurrección también opera aquí y ahora, en todas las áreas de nuestra vida.
 
Aprendemos que la vida adquiere otro significado cuando recibimos revelación de nuestro lugar en el cuerpo de Cristo, como parte de lo que Pablo llama la “plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:23).
             
Hay varios elementos extraordinarios en esta porción de las Sagradas Escrituras. Uno de ellos es que Pablo comienza oración dando gracias por el testimonio de esa Iglesia, por su fe y por su amor.

“15 Por eso yo, por mi parte, desde que me enteré de la fe que tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los santos, 16 no he dejado de dar gracias por ustedes al recordarlos en mis oraciones.”  (Efesios 1:15-16, NVI)

El testimonio de una Iglesia era vital para el Apóstol y sigue siendo vital para las Iglesias de todas las generaciones. Este elemento es vital en una época tan difícil y precursora del ostracismo, del aislamiento y del auto destierro que se han recetado muchos durante la pandemia reinante.
 
El segundo elemento es la oración misma. Pablo nos está haciendo saber la importancia que tenía la vida de oración para él como Cristiano y como Apóstol de Cristo.
 
Hace algunos años, específicamente en el año 2006 que tomamos un tiempo para dedicarlo al análisis del tema de la oración. Especialmente, inspirados por estos versos que encontramos en el primer capítulo de la Carta a Los Efesios.
 
Decíamos allí,[3] que nos estábamos “enfrentando” a la primera de las oraciones que San Pablo nos regala en la carta que escribiera a los Efesios. Ese era el inicio de una serie titulada
“Características que forman una Iglesia Poderosa.” La primera y más importante de ellas era y sigue siendo la oración. Como parte de esa reflexión mencionamos que Rick Warren ha dicho que una Iglesia con un “prayer-less ministry” es una Iglesia con un “powerless ministry.”
 
Subrayamos allí que Dios ha prometido una explosión multifactorial para la Iglesia, pero esto no será posible hasta que aprendamos el valor de la oración. Todos y cada uno de nosotros tenemos que  visitar este tema con mucha intensidad y apropiarnos de las enseñanzas que Dios tiene para nosotros en este campo de trabajo. Apuntalamos que esta no es una opción para la Iglesia del Señor; es una necesidad. La vida de la Iglesia depende de nuestro compromiso con esta área de la vida Cristiana. Más no basta con que estemos comprometidos con el desarrollo de una vida de oración. Tenemos que estar apasionados con ella. Los pastores, los ancianos, los síndicos, los líderes de ministerios, en fin, todos tenemos que procurar vivir apasionados con la oración.  Esta necesidad se acrecienta con la crisis actual de inestabilidad política social, económica y las amenazas provocadas por el COVID-19.
 
Una Iglesia en la que Dios va a hacer grandes cosas, que va a crecer y a ser responsable con las tareas que le han sido encomendadas, tiene que ser una Iglesia de oración. Ella tiene que orar y tiene que solicitar que se ore por ella. Es cierto que grandes cosas suceden cuando las Iglesias oran. También es cierto que cosas extraordinarias suceden cuando las Iglesias oran sin cesar. Sin embargo, es la misma gloria de Dios la que desciende cuando la Iglesia vive apasionada con la oración.
 
Cuando los pastores están apasionados con la oración, no hay espacio para cosa alguna que no sea la presencia de Dios y sus milagros. Cuando los ancianos, los líderes de la Iglesia están apasionados con la vida de oración, todos ellos hacen arreglos extraordinarios para estar junto a la Iglesia en oración cuando ésta ha sido convocada a orar en las mañanas. No se puede concebir a un Ministro del Evangelio que no esté conectado a la “fuente de poder” para hablar con el Señor que le comisionó al ministerio. Esto es, para hablar con Dios  acerca de las necesidades del pueblo, y luego hablarle al pueblo aquello que escuchó de parte de Dios. No se puede ocupar la posición de anciano en la Iglesia si no se está apasionado con esa oración que intercede y presenta ante el Señor a ese pueblo que nos ha ordenado cuidar.
 
El Apóstol Pablo oraba por la Iglesia en Éfeso. Ya hemos visto que algunas de sus oraciones están recogidas en la carta que él le escribió a esa Iglesia. Pablo amaba mucho a esa Iglesia porque él fue el fundador de ella. Como la amaba tanto, no podía dejar de orar por ella. Mirando de cerca las oraciones que él hizo, podemos discernir mejor las características que posee esa oración que le place a Dios escuchar,  y las razones que nos deben llevar de rodillas delante del Todopoderoso.
 
En la porción bíblica citada (Efesios 1:15-23), Pablo comienza diciendo que no cesa de dar gracias por los hermanos en Éfeso, dado el testimonio de fe y amor que se oía de estos. Él señala que hacía memoria de ellos en todas sus oraciones. Esto indica que Pablo conocía la Iglesia por la que estaba intercediendo y que sus oraciones por esta Iglesia son constantes, frecuentes y consistentes. Pablo continúa diciendo que había pedido la intervención del Padre Eterno (el Padre del Señor Jesucristo dando Espíritu de revelación), para que esa Iglesia recibiera sabiduría y revelación. Una Iglesia que es sabia y cuya salvación es administrada con sabiduría revelada por el Espíritu de Dios, tiene que ser una Iglesia poderosa. Esto es así porque es por esto que podemos conocer mejor a Dios.
 
La oración de Pablo dice que la manera en que una Iglesia llega a recibir esa revelación que la hace sabia, es mediante la iluminación de su entendimiento. El concepto “entendimiento” que se usa aquí, describe un poder o una facultad con la que el alma puede recibir conocimiento o información. El “recipiente” de ese poder es descrito aquí como los “ojos del entendimiento” (alumbrando lo ojos de nuestro entendimiento….; v 18).
 
La teología paulina subraya que el entendimiento humano puede discernir la existencia de Dios, pero no puede discernir por sí solo lo sagrado de esa revelación. Para esto se requiere la intervención del Espíritu Santo. Sin esa intervención, ningún ser humano podría ser capaz de convencerse así mismo de pecado y aceptar la salvación de Dios en Cristo Jesús.
 
Pablo pide que la comunidad de fe, compuesta por hombres y mujeres salvados, reciba más de esa revelación, esta vez para que se les grabe en el ser interior la magnitud de la esperanza a la que los creyentes hemos sido llamados. Pero no solo eso, sino que el Apóstol también pide que reciban por revelación la capacidad para discernir las dimensiones que tiene el poder que está disponible para nosotros los que creemos. Pablo subraya que ese poder que está disponible es el mismo que resucitó a Cristo de entre los muertos y lo sentó en los lugares celestiales dándole así autoridad sobre todo lo que existe.
 
Pablo no vacila en explicar que la clave para todo esto está en la oración.
 
Los detalles de todo lo que hemos compartido hasta aquí serán analizados y explicados con mayor precisión en nuestras próximas reflexiones. Mientras tanto, nuestra invitación es que  

Hay que orar para que podamos recibir esa revelación, para que esta se nos grabe en el corazón y para que podamos vivir vidas impactadas y conducidas en esa dimensión del poder de Dios.
 
Todo esto está disponible para aquellos que desean vivir vidas apasionadas con la oración. Cuando vivimos con esta pasión, todas las dimensiones de las operaciones celestiales descienden hasta hacerse palpables por nosotros y por ende nuestra vida comienz a ser transformada.
Referencias

[1]  Orth, S. (1997). Estudios Bı́blicos ELA: La unidad puede ser una realidad (Efesios) (pp. 23–30). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.
   
[2]  Wiersbe, W. W. 1997, c1992. Wiersbe's expository outlines on the New Testament . Victor Books: Wheaton, Ill..
   
[3] El Heraldo, Boletín Institucional, Mayo 21 de 2006.

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