September 15th, 2021
“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,,” (Efesios 1:15-18, RV 1960)
El tema de la oración en la Carta a Los Efesios nos ha conducido a revisar los acercamientos que le han hecho a este tema algunas de las figuras más privilegiadas y respetadas de la historia Cristiana.
Hay algunas razones de mucho peso que nos han motivado a desarrollar este análisis siguiendo este carril analítico. Una de ellas es la necesidad de encontrar otras perspectivas acerca del proceso de dialogar con Dios que llamamos oración. Otra razón, es la necesidad de revisar los procesos y las metodologías de oración que hemos decidido seguir durante la pandemia.
Es un secreto a voces que la pandemia provocada por el COVID-19 ha llevado a muchas personas a redefinir muchas áreas de sus vidas. Esto incluye procesos y el uso de varias de las herramientas que acostumbramos utilizar como parte de nuestro diario vivir. Por ejemplo, son muchas las familias que han tenido que redefinir el uso de los anchos de banda de sus señales de internet. El consumo producido por los nuevos modelos de educación y de trabajo nos ha planteado algunos retos en esta área. Muchas familias se han visto retados por los cambios que han tenido que realizar en el uso de los espacios vitales del hogar. Estar todos o casi todos juntos con más frecuencia ha disparado el que se fomenten cambios en esta área.
Lo mismo sucede con el uso de nuestras herramientas de fe y para la búsqueda del Señor. Hemos tenido que redefinir qué cosas debemos leer que nos puedan ayudar en estas temporadas. Hemos realizado cambios en las cosas que debemos estudiar para ello, y cuándo y cómo debemos hacerlo. Estas son tan solo algunas de las áreas que muchos se han tenido que re-plantear.
El tema de la oración no escapa a esta realidad. Una de las grandes preguntas que nos formulamos constantemente es esta: ¿cómo debemos orar?
Estamos convencidos de que las respuestas a esta pregunta pueden ser encontradas en el análisis de la Palabra de Dios; de esto no hay duda. Al mismo tiempo, creemos que podemos encontrar algunas alternativas extraordinarias en las formas y en las maneras que oraban algunos Cristianos de otras épocas. Particularmente aquellos que se enfrentaron a retos parecidos a los que nosotros enfrentamos hoy. Hemos querido echar mano de las perspectivas de la oración que desarrollaron hermanos y hermanas que enfrentaron pandemias, guerras, hambres, persecuciones y tribulaciones parecidas a las nuestras.
El Dr. Billy Graham reflexionaba sobre esto en un ensayo titulado “Hay poder en la Oración”[1]:
“Estamos atrapados en una corriente de la historia que no podemos controlar. Hay un solo poder que puede cambiar el curso de la historia, y es el poder de la oración: la oración de hombres y mujeres que creen en Cristo y reverencian a Dios.
Pero hoy, hemos llegado a un punto en que muchas personas consideran que la oración es una mera formalidad. No tenemos el sentido de buscar ese acercamiento con Dios, sino, más bien, de cumplir una tradición venerable. Pero ¿cómo podemos seguir adelante si no hacemos un nuevo énfasis en la oración?
Miles de personas oran solo en tiempos de gran tensión, peligro o incertidumbre. Cristo les enseñó a sus seguidores que oraran siempre. Tan fervientes y tan directas eran las oraciones de Jesús que una vez, cuando Él había terminado de orar, sus seguidores se acercaron a Él y le dijeron: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1).
De tapa a tapa de la Biblia se encuentran relatos de personas cuyas oraciones fueron contestadas; personas que cambiaron la dirección de la historia por medio de la oración; personas que oraron fervientemente, y Dios contestó. Abraham oró, y mientras él oró, Dios no destruyó la ciudad de Sodoma, donde vivía Lot, el sobrino de Abraham.
Ezequías oró cuando su ciudad era amenazada por el ejército invasor de los asirios comandado por Senaquerib. Todo el ejército de Senaquerib fue destruido y la nación fue librada por una generación más… porque el rey había orado.
Elías oró, y Dios envió fuego del cielo para consumir la ofrenda del altar que él había construido en presencia de los enemigos del Señor. Eliseo oró, y el hijo de la sunamita resucitó de los muertos. Jesús oró junto a la entrada de la tumba de Lázaro, y el que había estado muerto durante cuatro días salió, vivo. El ladrón crucificado oró, y Jesús le aseguró que iba a estar con Él en el paraíso. Pablo oró, y nacieron iglesias en Asia Menor y en Europa. Pedro oró, y Dorcas resucitó para poder servir a Jesucristo varios años más.
John Wesley oró, y llegó el avivamiento a Inglaterra. Jonathan Edwards oró, y llegó el avivamiento a Northampton, Massachusetts (EUA), y miles de personas se sumaron a las iglesias. La historia ha cambiado una y otra vez a causa de la oración, y puede cambiar de nuevo si hay personas que se ponen de rodillas y oran con fe.
¡Qué cosa gloriosa sería si millones de nosotros hiciéramos uso del privilegio de orar! Jesucristo murió para hacer que esta comunión y esta comunicación con el Padre fueran posibles. Él nos dijo que hay gozo en el cielo cuando un pecador se aparta del pecado para buscar a Dios y susurra la sencilla oración: ‘Dios, ten misericordia de mí, que soy pecador’.”
Pero hoy, hemos llegado a un punto en que muchas personas consideran que la oración es una mera formalidad. No tenemos el sentido de buscar ese acercamiento con Dios, sino, más bien, de cumplir una tradición venerable. Pero ¿cómo podemos seguir adelante si no hacemos un nuevo énfasis en la oración?
Miles de personas oran solo en tiempos de gran tensión, peligro o incertidumbre. Cristo les enseñó a sus seguidores que oraran siempre. Tan fervientes y tan directas eran las oraciones de Jesús que una vez, cuando Él había terminado de orar, sus seguidores se acercaron a Él y le dijeron: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1).
De tapa a tapa de la Biblia se encuentran relatos de personas cuyas oraciones fueron contestadas; personas que cambiaron la dirección de la historia por medio de la oración; personas que oraron fervientemente, y Dios contestó. Abraham oró, y mientras él oró, Dios no destruyó la ciudad de Sodoma, donde vivía Lot, el sobrino de Abraham.
Ezequías oró cuando su ciudad era amenazada por el ejército invasor de los asirios comandado por Senaquerib. Todo el ejército de Senaquerib fue destruido y la nación fue librada por una generación más… porque el rey había orado.
Elías oró, y Dios envió fuego del cielo para consumir la ofrenda del altar que él había construido en presencia de los enemigos del Señor. Eliseo oró, y el hijo de la sunamita resucitó de los muertos. Jesús oró junto a la entrada de la tumba de Lázaro, y el que había estado muerto durante cuatro días salió, vivo. El ladrón crucificado oró, y Jesús le aseguró que iba a estar con Él en el paraíso. Pablo oró, y nacieron iglesias en Asia Menor y en Europa. Pedro oró, y Dorcas resucitó para poder servir a Jesucristo varios años más.
John Wesley oró, y llegó el avivamiento a Inglaterra. Jonathan Edwards oró, y llegó el avivamiento a Northampton, Massachusetts (EUA), y miles de personas se sumaron a las iglesias. La historia ha cambiado una y otra vez a causa de la oración, y puede cambiar de nuevo si hay personas que se ponen de rodillas y oran con fe.
¡Qué cosa gloriosa sería si millones de nosotros hiciéramos uso del privilegio de orar! Jesucristo murió para hacer que esta comunión y esta comunicación con el Padre fueran posibles. Él nos dijo que hay gozo en el cielo cuando un pecador se aparta del pecado para buscar a Dios y susurra la sencilla oración: ‘Dios, ten misericordia de mí, que soy pecador’.”
Sabemos que el Apóstol Pablo influyó mucho en el desarrollo de estos acercamientos a la oración, no solo por sus definiciones de esta, sino por las oraciones que él comparte en sus cartas. Por ejemplo, Pablo le dice a la Iglesia que estaba en la ciudad de Filipos que él oraba por ellos con alegría (Fil 1:3-8). No obstante, Pablo le dice a la Iglesia que estaba en Roma otras cosas muy interesantes acerca de la oración que él hacía. Una de estas es que su oración al Todopoderoso era para que el Dios de esperanza los llenara de todo gozo y paz en el creer, de modo que pudieran abundar en esperanza por el poder del Espíritu Santo (Rom 15:13). Pablo también le dice a esa Iglesia que él estaba orando por la salvación del pueblo de Israel (Rom 10:1). Pablo le dice a esa Iglesia que la oración tiene que ser constante (Rom 12:12). Además, él le dice a la Iglesia en Roma que estaba rogando para que el Dios de la paciencia y de la consolación les permitiera desarrollar como Iglesia un mismo sentir según Cristo Jesús, para que pudieran experimentar la unanimidad, y ser así capaces de glorificar a una voz al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (Rom 15:5-6).
Estos datos se visten de eternidad cuando entendemos que la Iglesia en esa ciudad ya comenzaba a experimentar los primeros procesos de persecución y de tribulaciones por causa de Cristo.
Sabemos que dos (2) de las oraciones más poderosas del Apóstol Pablo se encuentran en la Carta a Los Efesios (Efe 1:15-23; 3:14-21).
Ahora bien, en la reflexión anterior citamos algunas de las perspectivas acerca de la oración de una de las figuras clásicas de la historia del Cristianismo: Agustín de Hipona (354 DC – 430 DC). Hay que reconocer que los acercamientos del Obispo de Hipona al tema de la oración han transformado la vida de oración de todos los Cristianos. Católicos y Evangélicos hemos experimentado la transformación de nuestra vida de oración a partir de las intervenciones teológicas y pastorales de este hombre.
Es muy cierto que Agustín de Hipona no sigue la estructura teológica paulina para sus discusiones y sus análisis acerca de la predestinación y de la elección. Así lo sentenció la Iglesia del siglo quinto de la era Cristiana. El profesor Ken Wilson presenta estos datos en su libro[2] “The Foundation of Augustinian-Calvinism.” Un dato muy importante es que en ese libro Wilson demuestra que cuando Agustín de Hipona migró de su posición de libre albedrío y libre selección a la de la predestinación, sus posturas fueron rechazadas por los líderes de la Iglesia de su tiempo (siglo quinto de la Era Cristiana). Estas posturas fueron rechazadas porque la Iglesia concluyó que Agustín decidió utilizar las interpretaciones bíblicas del maniqueísmo, movimiento teológico y filosófico que había sido declarado una herejía. Además, Wilson presenta los datos históricos del rechazo de Agustín a seguir los lineamientos teológicos paulinos en estos temas.
No obstante, Agustín es un fiel defensor de la teología paulina acerca de la oración. Aquellos que se han especializado en el estudio de sus escritos han descrito a Agustín como el hombre orante. Agustín decía en uno de sus sermones que la oración “…es la ascensión de las cosas terrestres a las celestes; la búsqueda de las cosas más altas, el deseo de las cosas invisibles”. (Sermo 73, 2). Para este hombre:
“la oración se hace diálogo de fe, alabanza y anhelo de Dios. En la oración el hombre se entiende como un ser en relación, nos une al Cuerpo de Cristo y llena el corazón de paz y esperanza…. La oración es un encuentro personal, un diálogo con Dios que se realiza desde el corazón del hombre y desde su clamor que llega hasta el corazón de Dios. La oración es un diálogo de fe y amor.” [3]
Algunos de sus estudiantes han resumido el decálogo (10 puntos) agustiniano acerca de la oración de la siguiente manera:
- La oración es un don de Dios
- La oración es ejercicio de humildad.
- La oración es obra del Espíritu Santo:
- que clama en nuestro interior (Rom 8, 26) para que nos dé las palabras y la voz para orar ante Dios)
- La oración es un ejercicio de recolección, recogimiento interior.
- Hay que entrar en el propio corazón evitando la dispersión, para encontrarnos con Cristo.
- La oración es un ejercicio de amor.
- Orar es amar y dejarse amar por Dios.
- Orar es: “abrazar a Dios con amor, abrazar el amor de Dios”.
- Orar es amar, es dejarse transformar por el mismo Dios en la oración por el fuego de su amor, dejando las cosas de la tierra y llenándose de Dios.
- Orar es amar, para vaciarse del amor del mundo y llenarse de Dios.
- Orar es amar, para apegarse a Cristo olvidándose de todo lo demás.
i. Todas las cosas se relativizan cuando desde la oración, se ama profundamente a Cristo.
“Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, ya no habrá más dolor, ni trabajo para mí, sino que toda mi vida será viva y llena toda de ti.” (Conf. 10, 28, 39)
- La oración es diálogo amoroso con Dios.
- Se dialoga escuchando y respondiendo a la Palabra de Dios.
- Se dialoga para encontrar a Dios y se le encuentra para seguirlo buscando con mayor amor.
- La oración es el encuentro con la voluntad de Dios.
- Orar para no resistir a la voluntad de Dios.
- Orar para abandonar mi vida en las manos de Dios, sabiendo que es él quien me capacita para cumplir su voluntad.
- La oración es el deseo enamorado de Dios.
- Es parte de la oración continua. Nunca se deja de orar si nunca se deja de desear a Dios.
- La oración es el “grito del corazón.”
- Orar es sentirse Iglesia y comunidad.
- Orar es elevar el corazón hacia Dios.[4]
Es obvio que estos principios son paulinos. No solo esto, sino que los podemos encontrar explícita o implícitamente en las oraciones que Pablo nos regala en La Carta a los Efesios. Agustín aprende del Apóstol Pablo que no debe ceder a la tentación de utilizar la oración para tramitar aquellas cosas que Dios ya conoce. La oración, como un don de Dios, es un ejercicio para darle gracias al Señor por su misericordia y su bondad mientras dejamos que el corazón ascienda hacia Dios. Esto es, como lo vio Jacob cuando Dios le estaba enseñando a orar (Gen 28:10-17). La oración es un regalo, es un don de Dios para buscar las cosas celestiales, aquellas que están vestidas de eternidad, mientras aumenta nuestro amor por Dios y por Su Santa Palabra.
Ese es el acercamiento paulino a la oración.
Hay un documento escrito por Agustín de Hipona que muy bien comprueba todo esto. Se trata de una carta escrita por Agustín a una mujer llamada Anicia Faltona Proba (circa 357 DC- 432 DC). Esta carta es conocida como la Carta 130; escrita cerca del año 412 DC.[5]
La historia de esta devota mujer Cristiana es simplemente extraordinaria. Anicia era la hija de Quintus Clodius Hermogenianus Olybriusa[6] y la viuda de uno de los hombres más ricos del imperio Romano. Tres (3) de sus hijos ostentaron el rango de cónsules en el gobierno imperial. Ella fue de las pocas personas que pudo conocer personalmente a Juan Crisóstomo,[7] a quienes muchos consideran el predicador más importante del primer milenio de la era Cristiana. Ella también conoció a Agustín de Hipona, uno de los teólogos más importantes de ese milenio.
La historia revela que Anicia tuvo que salir huyendo de Roma en el año 410, cuando Alarico condujo al ejército de los Godos (tribus procedentes de Escandinavia) a saquear la ciudad capital del imperio. Ella, un grupo de viudas y de otras mujeres más jóvenes encontraron refugio en Cartago, lugar de África en el que establecieron una comunidad religiosa (circa 412 DC). Su hija Juliana y su nieta Demetria formaban parte de este grupo.
Un poco más tarde, Agustín le escribió a Juliana la carta que conocemos como “On the good of
widowhood” (Por el bien de la viudez). Anicia aprovechó el momento en el que le respondían a Agustín para preguntarle al teólogo cómo era que ella debía orar. La respuesta a esta pregunta es la famosa carta 130, la Carta a Proba que hemos mencionado.[8]
No tenemos que insistir en la importancia que posee esta carta para aquellos que enfrentamos las crisis aleatorias a la pandemia provocada por el COVID-19. Al igual que Anicia, muchos Cristianos se han estado preguntando cómo deben orar en medio de las crisis que este tiempo de pandemia ha provocado.
Tim Keller analizó esa carta en el año 2018. Sus conclusiones acerca de esta han sido publicadas y se han convertido en una joya exegética. [9] Keller argumenta que existen dos cartas de Agustín a Proba y que la primera (Carta 130), es el único tratamiento sustancial en el tema de la oración que Agustín alguna vez escribió. Él añade que Agustín le respondió a Anicia presentándole varios principios o reglas para la oración.
- La primera regla es contra-intuitiva.
“Usted debe sentirse ‘desolado’ en este mundo, aun cuando grande sea la prosperidad de su porción.”
- La segunda regla o principio es orar por una vida feliz.
“Le he pedido al Señor, y sólo esto busco: habitar en su casa todos los días de mi vida, para contemplar su hermosura.” (Sal 27)
- La tercera regla es comprensiva y práctica: utilizar la oración del Padre Nuestro como un modelo (no para repetir).
- La cuarta regla es una admisión.
Keller señala que encontró que Agustín admitió que aun después de seguir las primeras tres reglas, todavía podemos encontrarnos que no sabemos orar como debiéramos en relación a las tribulaciones.
Keller concluye señalando que Agustín termina recomendando que los Cristianos que atraviesan por los valles de las tribulaciones, las lágrimas y/o el dolor, repasen la oración de Cristo en Getsemaní. Esto es, el balance entre el deseo del corazón (“….que pase de mí esta copa”; Mat 26:36) y la sumisión a Dios (“pero no se haga mi voluntad, sino la tuya;” Lcs 22:42). Además, Agustín destaca la promesa que Dios nos regala a través de Pablo en la Carta a Los Romanos:
“26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:26-27)[10]
Referencias
[1] https://billygraham.org/espanol/hay-poder-en-la-oracion/
[2] Wilson, Ken. The Foundation of Augustinian-Calvinism. Regula Fidei Press, LLC. Kindle Edition.
[3] https://www.roguemos.org/la-oracion-san-agustin-padre-la-iglesia/
[4] https://www.roguemos.org/la-oracion-san-agustin-padre-la-iglesia/
[5] https://www.newadvent.org/fathers/1102130.htm.
[6] https://www.geni.com/people/Anicia-Faltonia-Proba-Proba/6000000001450476253
[7] https://thebiography.us/en/juan-crisostomo-san
[8] http://www.augnet.org/en/works-of-augustine/writings-of-augustine/his-letters/2154-to-proba/.
[9] https://cosmovisionbiblicaesp.net/2018/09/20/4-principios-de-san-agustin-sobre-la-oracion-por-tim-keller/.
[10] La versión original (en inglés)del ensayo de Keller se encuentra en la siguiente dirección electrónica: https://www.redeemer.com/redeemer-report/article/saint_augustine_on_prayer
[1] https://billygraham.org/espanol/hay-poder-en-la-oracion/
[2] Wilson, Ken. The Foundation of Augustinian-Calvinism. Regula Fidei Press, LLC. Kindle Edition.
[3] https://www.roguemos.org/la-oracion-san-agustin-padre-la-iglesia/
[4] https://www.roguemos.org/la-oracion-san-agustin-padre-la-iglesia/
[5] https://www.newadvent.org/fathers/1102130.htm.
[6] https://www.geni.com/people/Anicia-Faltonia-Proba-Proba/6000000001450476253
[7] https://thebiography.us/en/juan-crisostomo-san
[8] http://www.augnet.org/en/works-of-augustine/writings-of-augustine/his-letters/2154-to-proba/.
[9] https://cosmovisionbiblicaesp.net/2018/09/20/4-principios-de-san-agustin-sobre-la-oracion-por-tim-keller/.
[10] La versión original (en inglés)del ensayo de Keller se encuentra en la siguiente dirección electrónica: https://www.redeemer.com/redeemer-report/article/saint_augustine_on_prayer
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AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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