Reflexiones de Esperanza: Efesios: el poder de la oración (Parte VI)

“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,”  (Efesios 1:15-18, RV 1960)
           
El análisis de las oraciones paulinas en la Carta a Los Efesios nos ha conducido a estudiar algunas de las oraciones que encontramos en la Biblia: principalmente, la oración del Padre Nuestro (Mat 6:9-13; Lcs 11:1-4). Estos estudios parten entre otras cosas de la necesidad de revisar si estas oraciones paulinas son una respuesta similar a la que ofreció Jesús cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar. Ya hemos visto que Jesús estaba orando cuando ellos le solicitaron esto. Además, hemos visto que el pasaje bíblico que nos revela esta información también destaca que Juan el Bautista enseñaba a orar a sus discípulos.

“1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.”  (Lucas 11:1)
           
Conociendo esto, tenemos la responsabilidad de acercarnos al Padre Nuestro y a todas estas oraciones utilizando otros lentes. Por ejemplo, necesitamos conocer algunos lentes contextuales, culturales- religiosos e históricos que les dieron forma y estructuras a estas oraciones. Además, tenemos que conocer un poco de los presupuestos educativos que estas contienen junto a los presupuestos teológicos que estas presentan.

Como Iglesia, nosotros nos hemos detenido a realizar esta clase de análisis en otros momentos. Recordamos  que como parte de nuestras peregrinaciones temáticas realizamos algunos acercamientos a estas áreas en el año 2012.

Debemos comenzar identificando algunos datos de la oración que eran importantes para los judíos del primer siglo y los siglos siguientes. Tradicionalmente estos levantaban tres (3) clases de oraciones diarias. El Profesor  Jonathan Sacks ofrece la siguiente explicación al respecto:

“…Con esto Jacob completó el ciclo de las oraciones diarias. Abraham instituyó “shaharit”, las oraciones de la mañana; Isaac “minha,” las oraciones de la tarde y Jacob el “ma’ ariv”, las oraciones de la noche.”[1]  (traducción libre)
 
Las aseveraciones que realiza el Profesor Sacks hacen que cobren sentido varios aspectos acerca de la oración bíblica. Por ejemplo, hace que más fácil de entender por qué es que Daniel oraba tres (3) vees al día (Dan 6:10). Estas aseveraciones también nos deben llevar a concluir que Jesucristo también oraba por lo menos 3 veces al día.
 
Los Judíos practicantes se acostumbraron a metodologizar su vida de oración. De hecho, todavía lo hacen. Un ejemplo de esto son los libros “Gates of Repentance”[2] y el “Siddur”[3]. Este proceso metodológico de oración no es considerado por ellos como un ejercicio mecánico y sí como una salvaguarda para no utilizar la oración más allá de los linderos que ellos creen que tiene esta.
 
Los Cristianos protestantes no acostumbramos a tener esta clase de metodología. No obstante,  esto no significa que nuestras oraciones no deban poseer estructura y algunas reglas. La base para esta aseveración es que las oraciones de Jesús tenían estructuras y reglas; así también las del Apóstol Pablo.
 
Dos (2) de los tipos de oraciones diarias que los Judíos han poseído como pueblo desde que fueron formados por Dios son la “Shemá” (Dt 6:4-9; 11:13-21; Núm 15:37-41) y el “Shemoneh ‘esrei’” o “Amidah”. La primera es una declaración y la afirmación de su fe en un solo Dios Todopoderoso; Aquél al que hay que escuchar y obedecer. La segunda puede ser traducida como “La oración de pie. Esta es la oración central de los servicios diarios. Está compuesta por 18 oraciones o bendiciones. A continuación algunos ejemplos de estas oraciones:
 
#05     “Llévanos de vuelta a tu ley, oh Padre nuestro; llévanos de vuelta, oh Rey, a tu servicio; llévanos de vuelta a ti mediante el verdadero arrepentimiento. Alabado seas, oh Señor porque aceptas  nuestro arrepentimiento.”
 
#12     “Que tu misericordia, Señor se manifieste sobre los justos, los humildes los ancianos de tu pueblo Israel, y el resto de sus maestros; sé favorable a los extranjeros piadosos que están entre nosotros y a todos nosotros. Da una buena recompensa a aquellos que confían sinceramente en tu nombre, para que podamos tener nuestro destino junto con ellos en el mundo venidero, para que nuestra esperanza no falle. Alabado seas oh Señor, porque eres la esperanza y la confianza de los fieles”
 
Examinemos de manera superficial la oración del Padre Nuestro en búsqueda de discenir su estructura. De entrada hay que señalar que esta ha sido catalogada como la oración del discípulo. Esta no es una oración familiar para ser aprendida de memoria. Se trata de un bosquejo básico que requiere que aquellos que la utilicen sean “estudiantes” bajo el magisterio del Señor.
 
Más adelante veremos que esta opera como una oración al mismo tiempo que es un bosquejo de lo que debe ser una oración. Esta posee dos segmentos o partes en las que se exponen peticiones.
 
En el primer segmento se exponen (tres) 3 peticiones que tienen que ver con Dios y con Su Gloria. En el segundo segmento se exponen peticiones que tienen que ver con nosotros.
 
Del análisis de esta estructura se desprende que esta oración enfatiza que Dios es primero y nuestras necesidades van después. Se trata del nombre de Dios, de la vouluntad del Eterno, de Su Reino, de Su santidad, de Su Nombre. Todo esto es primero y nuestras necesidades van después. Así lo han declarado docenas de maestros y figuras preponderantes del Cristianismo a través de los siglos.[4] Dios está interesado en nuestras necesidades; de esto no hay duda. Tanto así, que las conoce antes de que las presentemos (Mat 6:8). Es por esto, por la fe que emana de esta convicción, que tenemos que aprender a poner a Dios primero.
 
Es interesante el dato de que las tres (3) personas de la Trinidad están incluídas en esa oración. Así mismo están incluidos todos los tiempos existenciales. Veamos un ejemplo de esto:
 
“11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal;”   (Mateo 6:11-13)
 
Es un hecho, corroborable en la Biblia, que el pan lo provee el Padre y es Él quien lo bendice.
  
“14 Él hace producir el heno para las bestias, Y la hierba para el servicio del hombre, Sacando el pan de la tierra, 15 Y el vino que alegra el corazón del hombre, El aceite que hace brillar el rostro, Y el pan que sustenta la vida del hombre. 16 Se llenan de savia los árboles de Jehová,
Los cedros del Líbano que él plantó.”    (Salmos 104:11-14)
 “25 Mas a Jehová vuestro Dios serviréis y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti.”   (Éxodo 23:25)
             
Es el Hijo es el que perdona nuestras deudas. Así lo dice la Palabra de Dios.
 
“12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.”  (1 Juan 2:12)
 
El Espíritu Santo es quien nos libra de tentación: así lo dice la Biblia.
  
“13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”  (1 Corintios 10:13)
 “26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. 27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:26-27)
 
O sea, que la oración del Padre Nuestro parte de la premisa de que nos acercamos a un Dios Trino cuando decidmos ir en oración.
 
Al mismo tiempo, es la gracia la que nos permite tener a Dios como nuestro Padre. Es la gracia la que nos permite tener a Su Hijo como nuestro Salvador. Es la gracia la que nos permite tener al Espíritu Santo como el Consolador. O sea, que esta oración parte de la presmisa de que la gracia ha sido manifestada sobre nosotros.
 
Thomas F. Torrance decía que nosotros solo podemos conocer a Dios si Él nos atrae hacia la comunión con Él en las relaciones de su propio ser como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Torrance decía que esta participación en el conocimiento que Dios tiene de sí mismo fue hecha posible a través de la encarnación del Hijo de Dios y Su mediación del Espíritu del Padre y del Hijo.[5]
 
Lo que esto significa es que esta oración también parte de la premisa de la comunión que desarrolla el discípulo con la Trinidad. Esto es, a través del milagro de gracia que facilitó la encarnación de Jesucristo el Hijo de Dios.
 
Esa comunión garantiza la participación del Espíritu Santo en algo que va mucho más allá de librarnos de las tentaciones. El Espíritu Santo nos ayuda a orar correctamente.
 
Citando nuevamente a Torrance, este dijo que la defensa vicaria del “Paracleto” (Espíritu Santo) era un tema favorito de los padres Nicenos y post Nicenos. Hay que entender que la teología patrística (de los padres de la Iglesia) presenta un desarrollo de la teología paulina revelada en el capítulo ocho (8) de la Carta a Los Romanos. En ese capítulo Pablo habla acerca del Espíritu Santo intercediendo por nosotros. Torrance señala que Pablo utiliza allí una expresión griega muy fuerte (“huperentugchanō,” G5241) para referirse a la labor que realiza el Espíritu Santo. Esa expresión refuerza esa actividad vicaria que el Espíritu desata en nosotros en la oración.
 
Lo que esto significa es que cuando Pablo realiza esta expresión, “…pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Rom 8:26),  lo que está diciendo es que cuando nosotros oramos, cuando participamos en la oración, las oraciones de toda la creación son penetradas por la intercesión, por la actividad interventora del Espíritu[6].
 
En el caso del análisis de los tiempos existenciales en el Padre Nuestro, hay que señalar que el pecado perdonado pertenece a nuestras acciones pasadas. Sin embargo, el pan que pedimos y es provisto es para el presente, mientras que la petición para ser guardados de tentación es para el futuro. Estos son los tres (3) tiempos existenciales que todos los seres humanos tenemos que enfrentar. La oración del Padre Nuestro hace provisión para estos. O sea, que esta oración parte de la premisa que nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro están en las manos del Trino Dios por medio del sacrificio de gracia que Cristo realizó en la Cruz del Calvario.
             
Es muy importante señalar que estos datos hacen que esta oración se separe de todas las otras oraciones que podamos encontrar, incluyendo aquellas levantadas en la Biblia por otros creyentes parecidos a nosotros. Recordemos que fue Cristo el que dijo: “Vosotros, pues, oraréis así:” (Mateo 6:9a)
 
Esta oración nos ordena la vida; ordena nuestras relaciones. Esta oración ordena nuestra relación con Dios. Esta oración ordena nuestra relación con nosotros mismos. Esta oración ordena nuestras relaciones con los demás; con el prójimo. Estos puntos de vista formarán parte del análisis que hemos de presentar en nuestra próxima reflexión.
 
Cerrramos este análisis invitando a los lectores reflexionar acerca de su vida de oración. Reconociendo que las oraciones bíblicas poseen estructura, debemos perguntarnos cuál es la estructura que siguen nuestras oraciones. La pandemia nos obliga a considerar que debemos revisar esto. Esa revisión puede producir que nuestras oraciones postpandemia nos conduzcan a entregar el control de nuestros tiempos a Dios. Esa revisión puede producir la ampliación de nuestro conocimiento acerca de la Gracia.  Esa revisión puede producir el crecimiento y el desarrollo de nuestra comunión con el Trino Dios.
Referencias
   
[1] Sacks, Rabbi Sir Jonathan. Genesis: The Book of Beginnings (Covenant & Conversation) (Kindle Locations 3039). Kindle Edition.
   
[2] Chaim Stern. Gates of Repentance: The New Union Prayerbook for the Days of Awe. Hebrew Edition  (1978).
   
[3] Siddur: Prayer Book: Weekday, Sabbath, and the Festival (English and Hebrew Edition): ‎Behrman House (1983)
   
[4] Larry Lea presentó un análisis claro acerca de esto en su libro “Ni siquiera una hora”: Grupo Nelson,1992. Esta reflexión abundará sobre algunos de sus planteamientos.
   
[5]  Torrance, Thomas F.. The Trinitarian Faith (T&T Clark Cornerstones) (p. 54). Bloomsbury Publishing.  Kindle Edition.
   
[6] Ibid. pp. 249-250.

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