Reflexiones de Esperanza: Efesios: el poder de la oración (Parte X)

“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,”  (Efesios 1:15-18, RV 1960)
           
El análisis del Padre Nuestro ha sido insertado en esta batería de reflexiones con la finalidad de que el análisis de la estructura de esta oración nos enseñe a manejar las herramientas necesarias para analizar las oraciones levantadas por el Apóstol Pablo en la Carta a Los Efesios. Sabemos que el Apóstol Pablo nos regala dos (2) oraciones en esta carta (Efe 1:15-23; 3:14-21).

Algunos exégetas bíblicos han interpretado que la primera de estas oraciones posee una acción de gracias (Efe 1:15-16), seguida de unas expresiones de intercesión (vv. 17-19) y que concluye con unas declaraciones de alabanzas que destacan el poder de Dios (vv. 20-23). Otros han celebrado que esta oración sea hecha por el Apóstol a favor de creyentes que saben que lo tienen todo. Esto es, beneficios espirituales para el bienestar espiritual, la elección, la adopción, la gracia, la predestinación, la redención, el perdón, el discernimiento para conocer la voluntad de Dios y el sello del Espíritu Santo (vv. 3-14).

Pablo presenta todo esto como un himno; una expresión de alabanzas que elogia al Señor.
Hay que reseñar que todos los creyentes en Cristo disfrutamos de estas bendiciones. Sabemos que nuestra elección es condicionada, tal como lo es la del sacerdocio Aarónico, la de los levitas y la de la ciudad de Jerusalén. Sabemos que Cristo y el cielo han sido predestinados y que nosotros disfrutamos de los beneficios de esa predestinación. Hemos sido perdonados, redimidos y adoptados mediante la gracia que nos salva. Además, hemos sido sellados por/con el Espíritu Santo desde que creímos.

Ahora bien, ¿qué le hacía falta a una comunidad de creyentes que poseía todo esto? ¿Qué nos puede hacer falta a nosotros como Iglesia que servimos en el siglo 21?  Pablo dice que la Iglesia en la ciudad de Éfeso poseía fe y amor (v. 15). Se destacan en esas expresiones la ausencia de la esperanza y del poder de Dios. Pablo entonces tiene que pedir que Dios les de revelación para que sepan y conozcan la esperanza a la que habían sido llamados y el poder disponible para ellos como creyentes en Cristo.

“18 Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, 19 y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia 20 cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo,”  (Efesios 1:18-20, DHH)

Es obvio que la Iglesia del siglo 21 también necesita estas dos (2) cosas.

Es interesante el dato de que Pablo en su oración indique que esta clase de conocimiento hay que recibirlo por iluminación, por la revelación de Dios a nuestro entendimiento. El concepto griego que él utiliza es “phōtizō” (G5461). Ese concepto puede ser interpretado como la acción de colocar un foco encendido sobre aquello o sobre aquellos a los que se les quiere iluminar y/o proveerles revelación.

Es importante subrayar que Pablo quiere que la iluminación, la revelación de Dios se reciba en el entendimiento, en la capacidad para razonar y producir cambios, transformaciones. Es por eso que hay versiones bíblicas que traducen el verso 18 de ese primer capítulo de la siguiente manera:

“18 Pido que Dios les abra la mente para que vean y sepan lo que él tiene preparado para la gente que ha llamado.” (Efesios 1:18, PDT)

“18 Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos,”  (NVI)
 
El concepto griego que se traduce aquí como entendimiento es “dianoia” (G1271). Este concepto puede ser traducido como mente, razonamiento, entendimiento, pensamiento (Ef 4:18);  modo de pensar, disposición, manera de pensar (Col 1:21); pensamiento, contenido de lo que uno piensa (Lcs 1:51); estar dispuesto a aprender, y/o prepararse para la acción (1 Ped 1:13+). O sea, que estamos trabajando con un concepto que trasciende la capacidad para pensar y se inserta hasta en la disposición para aprender y decidir estar preparado para ejecutar, para poner en acción aquello que necesitamos hacer para conseguir lo que se nos está pidiendo. [1]Es esto lo que Pablo le está pidiendo a Dios que ilumine en esa Iglesia.
 
Estamos convencidos de que el manejo del tiempo post-pandemia requerirá mucha revelación e iluminación. Estaremos entrando a manejar y a administrar unos escenarios que nuestra generación nunca  antes ha enfrentado.
 
Es cierto que poseemos el beneficio del conocimiento histórico: los recuentos acerca de cómo es que otras generaciones manejaron situaciones similares a las nuestras. No obstante, existen datos y situaciones únicas en esta pandemia que requieren que el Señor le de revelación, iluminación a Su Iglesia para poder minimizar los errores que se cometerán en el camino.
 
Sabemos que contamos con la fe que nos ha sostenido hasta aquí. Sabemos que no nos ha faltado el amor de Dios, ni el amor por los semejantes. Los testimonios de resiliencia y de entrega del personal que atiende nuestra salud es más que elocuente al respecto. No obstante, hay que pedir que recibamos revelación de la esperanza y del poder celestial que está disponible para el pueblo de Dios.
 
Hay muchas formas que Dios puede utilizar para iluminar nuestras mentes. Una de ellas es el uso de la Palabra de Dios. Ella es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino (Sal 119:105). Esta es una de las razones por la que hemos insertado el análisis de la oración del Padre Nuestro en este análisis. En primer lugar, porque es Palabra de Dios (Mat 6:9-13; Lcs 11:1-4). En segundo lugar, porque es una oración; una oración levantada y enseñada por Cristo. En tercer lugar, porque el análisis de la estructura del Padre Nuestro puede servirnos como un faro de luz para que podamos desarrollar una mejor comprensión de las oraciones paulinas.
 
Las reflexiones anteriores nos han concedido el espacio para analizar las frases iniciales de esa oración. En esta reflexión pretendemos insertar algunas pistas para el análisis de la frase “Hágase tu voluntad”  
 
Por muchos años, una poetisa Cristiana Puertorriqueña que está en la eternidad, Norma Colón Tarrats, impactó nuestro País con la declamación de una versión suya del Padre Nuestro. Uno de los segmentos de su poesía le llevaba a declarar que la hacían temblar esos posesivos “Tu” que aparecen en esa oración. Ella añadía que esto era así porque decir “Tu reino” y “Tu voluntad” nos da trabajo. Deseamos decir mi reino y mi voluntad. Ella pedía en su declamación que la voluntad de Dios en la tierra se cumpliera en nuestros corazones, en nuestros hogares, y en nuestros países.
               
Cuando pedimos en oración, “hágase tu voluntad”, estamos reconociendo el derecho que tiene Dios de gobernar. Repetimos que nosotros no hemos sido enseñados a pedir que Dios haga nuestra voluntad.  La Biblia dice que la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario terminó con el poder que el pecado tenía sobre nosotros. Además, ella dice que el sacrificio de Cristo nos sirve como modelo para que nosotros podamos decidir renunciar a vivir aquí según los deseos humanos y estar dispuestos a vivir conforme a la voluntad de Dios.
 
“1 Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, 2 para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.” (1 Pedro 4:1-2, RV 1960)
 
“Puesto que Cristo sufrió físicamente, entonces prepárense para luchar armándose con la misma actitud que tuvo él. Pues quien sufre físicamente da a entender que ha abandonado el pecado. 2 Eso significa que está dispuesto a vivir el resto de su vida según la voluntad de Dios y no según los deseos humanos.” (PDT)
 
O sea, que la voluntad de Dios hay que pedirla en oración, pero hay que decidir aceptarla y hacer que esta transforme nuestro estilo de vida.
 
He aquí otro argumento acerca del libre albedrío que hay que considerar con seriedad. De hecho, el concepto griego de donde emana el concepto voluntad implica decisión y libertad para escoger lo que se quiere hacer. Este concepto es “thelēma” (G2307), que significa determinación, decisión, alternativa, propósito, deseo, voluntad. Este proviene del concepto “thelō” (G2309)  que es una opción de voz activa.
 
Permita que expliquemos esto un poco más. El idioma griego provee un concepto para hablar de la voluntad pasiva, el deseo. Este concepto es “boulomai” (G1014). El concepto que se usa en el Padre Nuestro no puede ser interpretado como un deseo o una voluntad pasiva. Los conceptos “thelō” (G2309) y “thelēma” (G2307) se separan de los impulsos subjetivos y describen una determinación. En un lenguaje Cristiano: esta oración, la del Padre Nuestro, no nos instruye a que le pidamos a Dios que nos otorgue Su deseo; le pedimos que imponga Su voluntad.
             
He aquí la importancia de cómo decimos la frase “hágase Tu voluntad…”. Podemos hacerlo con resignación y derrota: porque no hay más opciones. Lo podemos decir con resentimiento y amargura:  porque nosotros deseábamos otras cosas. La historia nos dice que Stalin y Beethoven[2] murieron tirando un puño al cielo. Esta acción ha sido interpretada por muchos como la admisión final de que veían a Dios como un enemigo invencible. Es muy interesante que Stalin haya muerto así cuando sabemos que él se  había declarado ateo.
             
La invitación de Jesucristo es que nos propongamos decir esa frase con perfecto amor y confianza. Es por esto que el salmista decía lo siguiente acerca de la voluntad de Dios:
 
“7 Entonces dije: He aquí, vengo; En el rollo del libro está escrito de mí; 8 El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón.” (Salmos 40:7-8)
 
Debemos recordar algunos de los presupuestos bíblicos acerca de la voluntad de Dios. El Apóstol Pablo nos enseña en la Carta a Los Romanos que nosotros podemos comprobar que la voluntad de Dios es agradable y perfecta:
  
“2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2)

La vountad de Dios es tan hermosa que la Biblia dice que es de ella que Él nos hizo nacer de nuevo para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación:
   
“18 Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.”  (Santiago 1:18)
             
La Biblia dice que aceptar y vivir en el centro de esa voluntad trae consigo bendiciones inenarrables:

 “17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan 2:17)                                                                            
 
La Biblia dice que estar en el centro de esa voluntad transforma nuestra vida de oración:
  
“14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.” (1 Juan 5:14)
             
Cuando leemos las Cartas paulinas a las Iglesias en Éfeso y en Colosas descubrimos que este es un asunto muy importante para los creyentes. Las filosofías centrales de estas cartas poseen unos componentes  especiales. Uno de ellos es la teología acerca de la sabiduría. Otro, que el conocimiento de la voluntad divina está relacionado a la esperanza que Dios nos da. Es por esto que Pablo la pide en su primera oración en la Carta a Los Efesios.
 
En el caso de la sabiduría, se trata de una sabiduría con dimensiones éticas: “….para que andéis como es digno…” (Efe 4:1). Hay que destacar que el que hace este reclamo lo hace estando preso por causa de Cristo. Es obvio que hay que conocer la voluntad de Dios para poder andar así. O sea, que hay que conocer la voluntad de Dios con sabiduría e inteligencia del Espíritu.
 
Pablo dice que este conocimiento requiere y se fundamenta en sabiduría e inteligencia. En esta inteligencia se sobreabunda (Efe 1:8). Claro está, esa inteligencia tiene que ser espiritual:
 
“9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, 10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; 11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; ” (Colosenses 1:9-11)
             
Hay que destacar que Jesucristo modeló esto durante su ministerio aquí en la tierra. La Biblia dice que el alimento de Él era hacer la voluntad de Aquél que lo había enviado (Jn 4:34). De hecho, Jesús vivía tan enfocado en la voluntad del Padre Celestial que en una de sus oraciones en el huerto de Getsemaní, la noche antes de ser crucificado, decidió hacer énfasis en esto:
 
“42 Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.”  (Mateo 26:42)
 
Conociendo esto tenemos que decir que no nos podemos acercar a la aceptación correcta de la voluntad de Dios sin esa iluminación, sin esa sabiduría, sin esa esperanza, sin esa inteligencia espiritual. La buena noticia es que podemos adquirir todas estas herramientas mediante la oración. Ese es el mensaje que Pablo nos comunica en su primera oración.
 
Alguien ha dicho[3] que orar para que se haga la voluntad de Dios significa subyugar nuestra propia voluntad o deseos para actuar y estar de acuerdo con la voluntad de Dios. “…Dejar de lado nuestros propios planes y elegir seguir los planes de Dios en su lugar puede ser una experiencia satisfactoria.”
 
También ha dicho con certeza que pedir que Dios haga Su voluntad es pedir que Dios cumpla Sus propósitos en nuestras vidas y nos permita vivir como hijos obedientes. Esta petición trasciende, se amplía para pedir que la voluntad de Dios, Su soberanía, se cumpla en la tierra. Por último, este escritor también ha dicho que orar así “significa abandonar nuestros propios planes y deseos para confiar en la voluntad de Dios, creyendo en Su bondad y Su sabiduría.”
Referencias

[1] Swanson, J. (1997). Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo testamento) (Edición electrónica.). Bellingham, WA: Logos Bible Software.

[2] https://www.lookandlearn.com/history-images/B184785/A-bolt-of-lightning-flared-outside-Beethoven-shook-his-fist-and-died
   
[3] https://www.compellingtruth.org/Espanol/hagase-tu-voluntad.html

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