Reflexiones de Esperanza: Efesios: el poder de la oración (Parte XV)

“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,”  (Efesios 1:15-18, RV 1960)
           
El análisis de las oraciones que encontramos en la Carta a Los Efesios nos ha sumergido en el proceso de reflexionar acerca de la oración del Padre Nuestro; la oración modelo que Jesucristo nos regaló. A continuación la versión que aparece en el Evangelio de Mateo:

“9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.”  (Mateo 6:9-13)

Jesucristo nos regaló esta oración como una instrucción a unos discípulos que pedían que Él les enseñara a orar (Lcs 11:1). Repetimos algo que hemos dicho en otras ocasiones: ellos no pidieron que les enseñara una oración. Los discípulos de Jesús pidieron que se les enseñara cómo debían orar.

Unos de los propósitos que tienen las oraciones que aparecen en la Biblia es el de enseñarnos a orar. Hay momentos en la vida en los que uno no sabe cómo debe orar. Es allí cuando estas oraciones se visten por completo de eternidad y de gracia, porque nos ofrecen unas pistas insustituibles acerca de cómo debemos orar de cara a eso que estamos enfrentando.
Hay que señalar que la oración del Padre Nuestro forma parte de la estructura del Sermón del Monte: uno de cinco (5) sermones que Cristo ofreció durante su ministerio y que está recogido en los Evangelios. El Evangelio de Mateo lo resume en los capítulos cinco (5) al siete (7).
El preludio de esa oración presenta un señalamiento que hace Jesucristo para que se ore en privado:

“6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” (Mateo 6:6)

Algunas personas, mirando esta instrucción, han concluido que no se debe orar en público. Ese no es el mensaje que esa instrucción comunica. Si esto fuera así Jesucristo no hubiera podido orar en público como lo hizo el día en que resucitó a Lázaro:

“41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. 43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:41-43)

Tampoco podríamos encontrar a Pablo orando en público, dando gracias por el pan, antes del naufragio cerca de la Isla de Malta.

“35 Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.” (Hechos 27:35)

Si esto fuera así, Jesucristo no hubiese sido capaz de orar en público dando gracias por el pan antes de la alimentación de los cinco mil:

“11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. 12 Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.”  (Juan 6:11-12)    
           
Lo que es evidente del señalamiento que hace Jesús al invitarnos a orar en privado, es que no se puede orar en público si no se tiene el hábito, la costumbre de orar en privado. Cristo poseía ese hábito (Mat 14:23; Mcs 1:35; 6:36; Lcs 6:12). Eliseo poseía ese hábito (2 Rey 4:32). Daniel poseía ese hábito (Dan 6:10). Los creyentes necesitamos desarrollar ese hábito.

La invitación que hace Jesús como preludio a enseñarnos a orar incluye que se ore sin repeticiones vanas. En otras palabras, con sinceridad. Subrayamos que esta frase no predica que no se pueden repetir las peticiones. La Biblia dice que Jesucristo y Pablo repitieron algunas de sus peticiones. Jesucristo lo hizo en Getsemaní:

“39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. …..42 Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.” (Mateo 26:36-46). 

Pablo lo hizo orando ante una batalla espiritual: procedente de una crisis de enfermedad:

“7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; 8 respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. 9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” (2 Corintios 12:7-9)

¿Qué significado puede entonces tener la frase “vanas repeticiones”?  Una repetición se hace vana cuando no surge de un corazón que de verdad quiere hacer la voluntad de Dios. Es por esto que repetir oraciones de memoria puede convertirse en una vana repetición. El Dr. Robert Cook decía que todos nosotros poseemos rutinas de oración que forman parte de nuestros sistemas. Descubrimos que empezamos a orar cuando abandonamos el sistema. [1] El uso de las vanas repeticiones también puede implicar los intentos para ganar méritos con Dios por medio de “prácticas supersticiosas” [2]

Esta es sin duda una de las maneras más efectivas para comprobar que la oración es una herramienta celestial. Esto es, cuando descubrimos que el propósito de esta no es conseguir que Dios nos permita aquello que pedimos conforme a nuestra voluntad. El propósito de la oración es glorificar a Dios y procurar que la voluntad celestial se desate entre nosotros.

Una parte fundamental de esa voluntad tiene que ver con el lugar que poseen nuestras necesidades. Es luego de hablar con Dios acerca de Su nombre, de Su reino y de Su voluntad, que comienzan las labores para lidiar con nuestras necesidades:
-  el pan nuestro de cada día,               -   perdona nuestras deudas,
-  no nos metas en tentación,               -   líbranos del mal.

El primer bloque trata con peticiones presentadas a la luz de la relación de Dios con el ser
humano; en Cristo Jesús.[3] El segundo bloque puede ser interpretado como cuatro (4) peticiones que en muchas ocasiones hacen referencia a los obstáculos que encontramos en el camino del Reino. Además, al mismo tiempo, estas peticiones pueden representar ese anhelo espiritual de los hijos de Dios a la luz de la relación que existe entre el Padre celestial y los seres humanos.[4]
 
En nuestra reflexión anterior comenzamos nuestra travesía analítica sobre las peticiones que se presentan en la oración del Padre Nuestro. La primera de ellas: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.” Es imprescindible destacar que esa petición, la del pan posee una frase adjetival: “de cada día.”
 
O sea que se trata del pan que es necesario para vivir en este día, el que nos va a dar las fuerzas para llegar a mañana: el pan cotidiano. Este es el pan que nos permite vivir hoy, pero es también todo aquello que nos puede hacer vivir hoy: la comida cotidiana, el amor cotidiano, el amor cotidiano para poder vivir el día de hoy.
 
En nuestra reflexión anterior hicimos referencia a un trabajo de análisis acerca de esta oración que consideramos que es espectacular: sobresaliente. Se trata de una publicación de un religioso Italiano  llamado Ermes Ronchi.[5] Ronchi decía lo siguiente:
 
“Danos, Padre, aquello que nos haga vivir hoy: nuestra comida cotidiana, nuestro amor cotidiano; el pan para vivir y el amor para tener un motivo para vivir. Porque preferimos morir de hambre a morir de absurdo. El pan necesario para Ia vida es aquel que es suficiente dia a dia. Es exactamente lo contrario del pan que se acumula. Como el maná que no se podía acumular porque duraba un solo dia, así Jesucristo nos propone el motivo del día a día, de un pan que no se puede acumular, acaparar, reservar para si —comportamiento típico del que está dominado por la angustia y el frenesí de la posesión” [6]
 
Los textos paulinos revalidan estas aseveraciones:
 
“8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.”  (1 Timoteo 6: 8)
 
La primera petición que aparece en el Padre Nuestro para consignar nuestras necesidades es una admisión de la necesidad que tenemos de reformular todo nuestro sistema de peticiones y de necesidades. Ronchi habla acerca de algo que se conoce como “ascesis”, las reglas y las prácticas encaminadas a la liberación del espíritu y el logro de la virtud.[7] Esta petición posee esta virtud. No se trata de que neguemos el deseo, la necesidad o el anhelo que tenemos. De lo que esto trata es de conseguir que estas sea realmente esenciales. El proceso de pedir por lo esfímero, por aquello que no es realmente esencial desaparece de esta oración.
 
Tenemos que admitir que lo esfímero, lo que no es esencial, se ha colocado en el centro de nuestras peticiones. Esta petición que presenta el Padre Nuestro nos conduce a analizar y a internalizar qué cosas son realmente esenciales en la vida y en nuestra relación con Dios.
 
El profesor John Peter Lang realizó un ejercicio acerca de la relación de esta oración, de sus siete (7) peticiones, con las siete (7) bienaventuranzas iniciales que aparecen en el capítulo cinco (5) de este mismo sermón: el Sermón del Monte. El énfasis de este ejercicio es la “ascesis.” A continuación un resumen de esta excelente colaboración:
  
  1.  Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
“Santificado sea tu nombre.” (el nombre de Dios, abrirnos al Reino de los cielos).
  1. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
“Venga tu reino.” (y con este viene el consuelo celestial a nuestros corazones).
  1. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra en la tierra.” (mansedumbre, la característica del cielo, la característica excepcional e la nueva tierra).
  1. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (petición que sobre todas las cosas incluye el Pan de Vida: Jn 6)
  1. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.”
  1. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
“Y no nos metas en tentación”  (otórganos la victoria en nuestros corazones).
  1. Bienaventurados los pacificadores,
porque ellos serán llamados hijos de Dios. (Traducción libre)
“mas líbranos del mal” (otórganos la victoria sobre el mundo).[8]
 
La petición por el pan nuestro de cada día nos coloca en el lugar de aquellos que mendigan el alimento. Esto es, aquellos que no viven preocupados por el alimento de mañana porque lo más importane para ellos es que puedan comer hoy. El Padre Nuestro nos provee la oportunidad de aceptar esa clase de pobreza: la que describe el Sermón del Monte.
 
Concluímos esta reflexión con una cita directa del libro escrito por Ermes Ronchi:
 
“Sólo una cosa es necesaria[9]; una sola cosa es imprescindible, dice el Señor. Pero ¿cuál es esta cosa? El Evangelio responde: lo esencial está aquí, precisamente aquí, en la distinción entre lo que es necesario y lo que es efímero; lo esencial es saber distinguir entre lo eterno y lo caduco; es saber diferenciar entre aquello que acumulo y consumo, y aquello que es necesario día a día para vivir. El mensaje del Evangelio consiste en saber escoger entre las muchas cosas y aquella que es única. El Evangelio es lo contrario de la publicidad televisiva, que multiplica las seducciones, las necesidades, las cosas de las que tenemos aparente necesidad; el evangelio se opone a esta multiplicación y dice: vive lo esencial. El mundo muere por el exceso de cosas, muere de saciedad, nuestro mundo muere por el milagro de la multiplicación de todo lo que no es pan; bombardeado por exceso de estímulos, ha perdido la estrella polar. Sabed escoger entre las muchas cosas y la única que es necesaria. Solo hay una cosa de la que tenemos necesidad. Busquémosla.”[10]
Referencias

[1]  Wiersbe, W. W. (1996). The Bible exposition commentary (Vol. 1, p. 26). Wheaton, IL: Victor Books.

[2]  Lange, J. P., & Schaff, P. (2008). A commentary on the Holy Scriptures: Matthew (p. 123). Bellingham, WA: Logos Bible Software.

[3]  Es en Cristo Jesús porque solo Él nos permite que llamemos llamar Padre a Dios.
   
[4] Lange, J. P., & Schaff, P. (2008)…. Ibid.
   
[5] Ermes Ronchi. El canto del pan. Cinisello Bálsamo(Milano): Edizioni San Paolo 2002, Salamanca España:  Ediciones Sígueme 2005.
   
[6] Ibid. p. 78.
   
[7]  Esto era lo que seguían los ascetas.
   
[8]  Lange, J. P., & Schaff, P. (2008). A commentary on the Holy Scriptures: Matthew (p. 124). Bellingham, WA:  Logos Bible Software.

[9]  Lcs 10:41-42.
   
[10] Ermes Ronchi. El canto del pan….Ibid. pp. 81-82.

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