Reflexiones de Esperanza: Efesios: el poder de la oración (Parte XX)

“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,”  (Efesios 1:15-18, RV 1960)
           
El análisis de las oraciones paulinas nos ha conducido a revisar la oración modelo que Jesucristo nos regaló: el Padre Nuestro. En nuestras reflexiones anteriores hemos estado analizando la petición acerca de las tentaciones que forma parte de esta oración. Hemos concluido, luego de analizar los conceptos bíblicos y sus usos, que la expresión “no nos metas en tentación” merece ser traducida de la siguiente manera:

“haz que no nos quedemos atrapados en las pruebas, en las adversidades, en las tentaciones, en las enfermedades o en los exámenes de carácter que encontraremos en la vida.”

Repetimos que el concepto que se traduce aquí como tentación (“peirasmos”, G3986), se utiliza en la Biblia para describir las pruebas, las adversidades, las tentaciones, las enfermedades o los exámenes de carácter que encontraremos en la vida. Además, el verbo que se traduce como “metas” (“eispherō,” G1533) literalmente significa “traer a los oídos” y  trata de la acción de cargar o de traer algo o a alguien dentro de un área o de una estructura (He 13:11). Hemos dicho que ese verbo describe que ese algo o ese alguien permanece en esa estructura, permanece en ese lugar. Ese algo o ese alguien se queda adentro de ese lugar.

Sabemos que la Biblia dice que Dios no tienta a nadie (Stgo 1:13-14) y que no existe ninguna tentación cuyo origen no sea humano (1 Cor 10:13). No obstante, también sabemos que todos los seres humanos vivimos bajo tentaciones constantes. El mismo Cristo fue tentado en el desierto por el diablo  (Mat 4:1-11; Lc 4:1-13).
 
“1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. 2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. 3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí que estas piedras se conviertan en pan. 4 El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. 5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, 6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. 7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. 8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. 10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.”  (Mateo 4:1-10)
           
Hemos compartido en reflexiones anteriores que las tentaciones que sufrió Jesús pueden ser catalogadas como modelos de tentaciones que el enemigo siempre ha utilizado. Se trata de tentaciones para que abdiquemos nuestra misión en la vida: “si eres Hijo de Dios…”. Se trata de tentaciones para que utilicemos nuestros dones y nuestros talentos de forma egoísta: para nuestro propio beneficio: “di a estas piedras que se conviertan en pan.” Se trata de provocar que claudiquemos en nuestra confianza en el plan de Dios y que nos convirtamos en actores independientes del plan de salvación, buscando nuestra popularidad: “échate abajo.” Se trata de convencernos para que cedamos nuestras convicciones ante la oportunidad de tener mucho poder: “todo esto te daré [todos los reinos del mundo y la gloria de ellos] si postrado me adorares.”

Satanás nunca ha dejado de utilizar esta metodología. Algunas personas pueden pensar que ceder a estas tentaciones da la impresión que esto no significa ceder a aquello que muchos consideran el mal, el delito, o la inmoralidad. Sin embargo, como dice Ermes Ronchi, esto incluye la tentación de querer ser como Dios, pero sin obedecer la voluntad de Dios. Incluye la tentación de hacer un Evangelio de hombre y no de Dios. Ronchi añade a todo esto que esta es la tentación de la antropología. Él clasifica esta rama del saber como una cristología a la que le falta algo, una cristología defectuosa.[1]
 
Hay varias formas de ver las tentaciones que Jesús enfrentó en el desierto. Una de ellas tiene que ver con la invitación a ver a Dios como alguien que no es bueno, que se puede oponer a que tus necesidades sean satisfechas. Otra tiene que ver con que Dios no dice toda la verdad: no necesitas pasar por el Calvario para conseguir lo que has venido a hacer. La tercera tiene que ver con que Dios no es el único que posee el poder: nosotros podemos tenerlo y ser igual que Él.
 
Cuando utilizamos esta óptica para analizar estas tentaciones nos percatamos que son las mismas tentaciones que satanás utilizó con Adán y Eva.
  • “¿Con que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?”
  • “No moriréis”
  • “sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.”  (Gen 3:1-5)
 
Esta metodología no ha cambiado. Ronchi dice que Eva le creyó a Satanás y que este es el pecado absoluto. Pecamos cuando creemos que Dios es un dios que quita y no un Dios que da. Es por esto que Ronchi argumenta que Eva se siente hija de una sustracción y no de un Dios que suma, que añade. El Dios de Eva es uno que roba la posibilidad de vivir, de disfrutar la vida. Es por esto que ellos escogieron ser actores independientes de la voluntad de Dios.
 
No obstante, debemos comprender que existen otras formas de analizar las tentaciones que Jesús sufrió en el desierto. Una de estas es ver estas tentaciones como la invitación para ceder los principios del reino para comprar la libertad y la lealtad de los seres humanos a base de suplirles sus necesidades. Esta es la tentación de conseguir adeptos exponiéndolos a milagros que solo predican el espectáculo. Esta sería un acercamiento a caer en la tentación de deshumanizar al ser humano.
 
Cuando Cristo escoge derrotar esas tentaciones lo hace sabiendo que estaba escogiendo el camino de la Cruz. Nuestro Señor nos invita a orar pidiendo al Padre que no nos quedemos atrapados en esas luchas y lo hace luego de haber escogido el camino de la Cruz. ¿Por qué? Jesús lo hace porque Él sabe que la Cruz nos obligaría a reaccionar: a dejar de prestar todas nuestras atenciones a lo inmediato, solo  a nuestras necesidades. El Dr. Cecilio Arrastía decía en uno de sus sermones de Semana Santa que la Cruz nos obliga a mirar hacia arriba: ella es el púlpito más alto de la humanidad. Ese púlpito, decía él, es más alto que el lago, más alto que el templo, más alto que el monte, que la barca y que el estanque.
 
Y no solo esto, Arrastía añadía con un una elocuencia única que en la Cruz encontramos que:
  • el pecado deshumaniza y solo la Cruz devuelve la dignidad.
  • el pecado envilece y la Cruz restaura.
  • el pecado descompone y la Cruz transforma.
  • el pecado enajena y la Cruz reconcilia.
  • el pecado entenebrece y la Cruz ilumina.
  • el pecado nos hace mirar la bajeza mientras la Cruz nos hace mirar al Cielo.
 
Esto es exactamente lo que nuestro Señor abraza cuando escoge el camino de la Cruz. Como dice Ronchi, en lugar de decidir que se va a adueñar de la libertad de los seres humanos supliendo pan y milagros, Jesús decide multiplicar la libertad de todos aquellos que vienen a Él.
 
“36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Juan 8:36)
 
Cristo vence las tentaciones de marginar la búsqueda del perdón de Dios para dedicarse a resaltar al Dios que sana y al Dios espectacular al que acudimos para recibir milagros.  Nosotros no necesitamos un Dios de espectáculos. Nosotros necesitamos a un Dos perdonador.
 
No hay forma en que pudiéramos saber qué sucedió en el desierto a menos que Cristo lo hubiera compartido. Dicho de otra manera, conocemos lo que sucedió en el desierto en donde Cristo fue tentado porque Él decidió compartirlo. Creemos que lo hizo para que pudiéramos tener una escuela, un modelo de cómo enfrentar nuestras tentaciones.
 
Al mismo tiempo, Jesucristo nos hace saber que la Cruz nos permite ver los dolores y los sufrimientos desde otra óptica. ¿Puede usted imaginar cómo puede reaccionar una persona cuadraplégica cuando es confrontada al ver al Creador de todas las cosas que existen incapacitado para mover sus manos y sus pies porque están clavadas a una Cruz?
           
Es importante destacar que todas estas acciones de Jesús fueron motivadas por el amor que siente por nosotros. Es por esto que Ronchi insiste que estas acciones de Jesús, al vencer las tentaciones en el desierto, son una enseñanza del método para vencer las tentaciones. Ronchi describe que todas las tentaciones son en sí una lucha para elegir entre dos (2) amores. Escogemos si amamos nuestras pasiones o si amamos más a Dios. Escogemos entre amar la búsqueda para satisfacer nuestras necesidades, o si amamos buscar y hacer la voluntad de Dios.
 
Estas conclusiones no se dan en el vacío. La mayoría de los exégetas bíblicos han identificado que las respuestas que Jesús ofrece para cada tentación es una porción de las Sagradas Escrituras que propone un valor, un ideal y un amor. Veamos esos versos bíblicos:
 
Primera respuesta de Jesús:
  
“3 Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.”(Deuteronomios 8:3)

  • Valor: confianza en Dios (hay un valor más alto que el pan).
  • Ideal: alimentarse de Dios y obedecer Su Palabra es más importante que consumir comida física. [2]
  • Amor: amar al Padre Celestial sobre todas las cosas.

“34 Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.”
(Juan 4:34
)

Segunda respuesta de Jesús:

“16 No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentasteis en Masah” (Deuteronomios 6:16)

  • Valor: la Palabra de Dios (hay un valor más alto que el poder y que el reconocimiento).
  • Ideal: no colocar nuestras circunstancias por encima de la Palabra de Dios.
  • Amor: a la Palabra de Dios.

La Biblia nos enseña que lo que sucedió en Masah o en Meriba es que el pueblo retó a Dios
señalando que si Él estaba presente, entonces estaba obligado a hacer milagros. Su presencia sólo podía ser evaluada a base de los milagros realizados para satisfacer sus necesidades inmediatas.
 
“6 He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel. 7 Y llamó el nombre de aquel lugar Masah y Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron a Jehová, diciendo: ¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?  ” (Éxodo 17:6-7)

Tercera respuesta de Jesús:

“13 A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás.” (Det 6:13)

  • Valor: el temor de Dios (el principio de la sabiduría) (hay un valor más alto que las posesiones) .
  • Ideal: no colocarnos en circunstancias que contradigan la Palabra de Dios.
  • Amor: a la voluntad de Dios.

Warren W. Wiersbe ha dicho que tentamos a Dios cuando nos colocamos en circunstancias en las que Dios tiene que verse “obligado” a hacer milagros a nuestro favor. Él cita como ejemplo al diabético que rechaza utilizar su insulina diciendo que Dios lo va a ayudar. También cita aquellas ocasiones en las que tratamos de forzar a Dios a hacer algo que contradice lo que dice Su Palabra.[3]
 
No podemos olvidar que no existen atajos en la voluntad de Dios. En la voluntad divina no hay gloria sin sufrimientos (1 Ped 5:10). El Padre y el Hijo ya habían determinado el camino para el establecimiento del Reino (Sal 2:8). No había otro camino para conseguir esto que no fuera el del Calvario (Sal 22:22-31).
             
Estos datos nos colocan ante la necesidad de ver algunas de las enseñanzas implícitas en la petición acerca de las tentaciones que aparece en la oración del Padre. Una de ellas es que cuando pedimos como nos han enseñado en esta oración, estamos declarando que nuestro amor por Dios es superior a todos los otros amores que tenemos.
 
Otra enseñanza es que pidiendo como nos enseña el Padre Nuestro estamos reconociendo que nuestro amor por Dios va a ser retado. Por lo tanto, las tentaciones, los “peirasmos” que Cristo Jesús identifica aquí, no aparecerán en nuestros horizontes para que nosotros los suprimamos. Estos “peirasmos” aparecerán para ser superados.
 
Esto nos lleva a repetir un axioma: hay que orar como Cristo nos enseñó a orar:

“haz que no nos quedemos atrapados en las pruebas, en las adversidades, en las tentaciones, en las enfermedades o en los exámenes de carácter que encontraremos en la vida.”
Referencias

[1] Ermes Ronchi. El canto del pan. Cinisello Bálsamo(Milano): Edizioni San Paolo 2002, Salamanca España: Ediciones Sígueme 2005, p. 104.
   
[2] Wiersbe, W. W. (1996). The Bible exposition commentary (Vol. 1, p. 18). Wheaton, IL: Victor Books.

[3]  Wiersbe, Warren W.. Be Loyal (Matthew): Following the King of Kings (The BE Series Commentary) (p. 40). David C Cook. Kindle Edition.

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