823 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 21 de Nov del 2021

Entrando a un nuevo tiempo (Parte #6)
Reflexión por el Pastor/Rector: Mizraím Esquilín-García
823 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 21 de Nov del 2021


“1 Despierta, despierta, vístete de poder, oh Sion; vístete tu ropa hermosa, oh Jerusalén, ciudad santa; porque nunca más vendrá a ti incircunciso ni inmundo. 2 Sacúdete del polvo; levántate y siéntate, Jerusalén; suelta las ataduras de tu cuello, cautiva hija de Sion. 3 Porque así dice Jehová: De balde fuisteis vendidos; por tanto, sin dinero seréis rescatados. 4 Porque así dijo Jehová el Señor: Mi pueblo descendió a Egipto en tiempo pasado, para morar allá, y el asirio lo cautivó sin razón. 5 Y ahora ¿qué hago aquí, dice Jehová, ya que mi pueblo es llevado injustamente? Y los que en él se enseñorean, lo hacen aullar, dice Jehová, y continuamente es blasfemado mi nombre todo el día. 6 Por tanto, mi pueblo sabrá mi nombre por esta causa en aquel día; porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente. 7 ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina! 8 ¡Voz de tus atalayas! Alzarán la voz, juntamente darán voces de júbilo; porque ojo a ojo verán que Jehová vuelve a traer a Sion. 9 Cantad alabanzas, alegraos juntamente, soledades de Jerusalén; porque Jehová ha consolado a su pueblo, a Jerusalén ha redimido. 10 Jehová desnudó su santo brazo ante los ojos de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro. 11 Apartaos, apartaos, salid de ahí, no toquéis cosa inmunda; salid de en medio de ella; purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová. 12 Porque no saldréis apresurados, ni iréis huyendo; porque Jehová irá delante de vosotros, y os congregará el Dios de Israel. ” (Isa 52:1-12)
            La palabra de la profecía de Isaías nos ha sobrecogido. El llamado que hace este profeta en el capítulo 52 de su libro nos ha conminado a aceptar el reto del Señor. Este reto ha sido  sintetizado de la siguiente manera: ¡Hay que entrar a un nuevo tiempo! Dios nos está llamando a entrar a una nueva temporada.
            Hemos compartido que la palabra profética de este siervo de Dios nos ha invitado a ver el tiempo pos-COVID-19, el tiempo pos-terremotos y el tiempo pos-huracán María como una temporada para enfrentar nuevos retos y cambios
            Hemos visto que el Señor, a través de este profeta, establece unos requisitos para poder lograr esto. En primer lugar, hay que despertar de la somnolencia emocional y espiritual en la que han caído muchos de los creyentes en Cristo. Ese letargo nos ha puesto a perder el tiempo en luchas estériles tales como la de calvinistas y arminianos, a favor o en contra de las vacunas, en vez de aprovechar estas oportunidades para entrar al secreto de Dios. Tal y como dicen los profetas Jeremías y Amós:
“21 No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban. 22 Pero si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y lo habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras. 23 ¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos?” (Jer 23:21-23)
“7 Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. 8 Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?”  (Amós 3:7-8)
            Hemos visto que este reto incluye vestirse del poder de Dios y de hermosura; vestirse de algo que hemos aprendido a llamar alabanza perfeccionada. Este reto incluye sacudirse el polvo de encima y levantarse del suelo.
            El quinto reto fue el eje de nuestra reflexión anterior: hay que sentarse (“yâshab”, H3427).
            Ya hemos visto que este concepto hebreo puede ser traducido como habitar, acampar, casarse, morar, permanecer, establecerse, regresar y/o ocupar un lugar. [1] Además, puede ser traducido como
 hacer sentar, la piedra en la que uno se sienta, un trono, la silla de un juez o de un rey.[2]
             El análisis de esa reflexión concluyó dejando en el tintero tres (3) porciones del libro de los
 Salmos en los que podemos encontrar su uso.
  “4 Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” (Sal 27:4)
  “4 Bienaventurados los que habitan en tu casa; Perpetuamente te alabarán. Selah 5 Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos.”  (Sal 84:4-5)
  “1El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente. 2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.” (Sal 91:1-2)
              Las implicaciones de estas expresiones son enormes. Por un lado, el uso de este concepto puede llevarnos a concluir que el profeta Isaías había considerado el lugar en el que la ciudad de Jerusalén tenía que sentarse luego de salir de sus detractores. Esta frase va más allá de una instrucción para que la ciudad ocupara el lugar que le pertenecía y que había abandonado. A base de lo que dice la salmodia esta instrucción, el vocabulario utilizado, parece instruir a los habitantes de Jerusalén a procurar sentarse en la presencia de Dios, en la casa de Jehová (Sal 27:4), habitar en el santuario (Sal 84:4-5), habitar al abrigo del Altísimo y morar bajo la sombra del Omnipotente (Sal 91:1).
             Es allí y solo allí que se puede contemplar la hermosura de la santidad de Dios. Es allí que podemos gritar que no temeremos porque Jehová es nuestra luz y nuestra salvación (Sal 27:1). Es allí que recibimos las fuerzas para continuar hacia adelante. Es allí que podemos decirle a Dios que no temeremos al lazo del cazador, ni a la peste destructora. Lo podemos hacer porque sabemos que Él ha prometido cubrirnos con sus alas y conseguir que estemos seguros debajo de sus alas (Sal 91:5-6).
             El llamado profético para este tiempo es que escojamos sentarnos en los lugares correctos en medio de la crisis que estamos experimentando. A base de lo antes expuesto podemos reconocer el significado de esta expresión. Este reto nos invita a ocupar el lugar que nos pertenece y decidir estar ante la presencia de Dios.
             La Biblia nos presenta varios anti-testimonios de personajes bíblicos que escogieron sentarse en     los lugares equivocados en el día de la crisis. Por ejemplo, la Biblia dice que Agar decidió sentarse “a distancia de un tiro de arco…” de su hijo Ismael porque no quería ver cuando él muriera (Gen 21:16). La Biblia dice que el pueblo de Israel decidió sentarse a comer y a beber ante la ausencia de Moisés (Éxo 32:6-7). Esto los condujo a la corrupción y a la disciplina de Dios. La Biblia dice que el profeta Elías escogió sentarse debajo de un enebro, deseando morirse, en ocasión de estar huyendo de las amenazas de una mujer llamada Jezabel (1 Rey 19:4). La Biblia dice que Pedro se sentó con los aguaciles que habían formado parte de la comitiva que fue a arrestar a Jesús para luego crucificarlo (Mat 26:58). La Biblia dice en ese pasaje que Pedro se sentó en ese lugar para ver el fin.
             Todos estos personajes bíblicos se encontraban experimentando un tiempo de crisis muy intensa. Esto les condujo a escoger sentarse, a hacer “yâshab”, en el lugar equivocado. Todos ellos se habían convencido de que la presencia de la adversidad podía interpretarse como la ausencia de Dios. Podemos concluir que ellos habían desarrollado nuevas convicciones ante sus dolores y sus temores.
 Don Samuel R. Quiñones, otrora Presidente del Senado de Puerto Rico definió lo que es la cultura con la siguiente frase: “Cultura es convicción de ser.” El Heraldo del 21 de mayo del 2017 nos proveyó el espacio para publicar lo siguiente acerca de este prócer Puertorriqueño, así como de sus definciones acerca de este concepto:
 “Don Samuel fue presidente de la Cámara de Representantes en 1941 y presidente del Senado desde 1949 hasta el 1968. Además, Don Samuel fue ensayista, periodista, abogado, político, orador, y un escritor prolífico. Decía de él Doña Mariana Robles de Cardona, que Don Samuel fue quien mejor pudo conjugar la difícil y doble función de hombre público y hombre de letras. Decía Doña Josefina Rivera de Álvarez que aquellos que le conocieron se deslumbraban ante un aspecto descollante de su personalidad, su don oratorio, ‘cuya perfección formal se destacaba, de manera especial, en las improvisaciones.’[3]
 En el 1976 (año de su muerte) el Instituto de Cultura Puertorriqueña dedicó una de sus Revistas (Abril-Junio de 1976) para rendirle homenaje. Es allí que se publica como un ensayo un discurso que Don Samuel ofreció en el Ateneo Puertorriqueño. Ese discurso también formó parte en la tercera edición de su libro Temas y Letras (1955). Ese ensayo fue titulado “Cultura y Política.” Es en ese ensayo que Don Samuel ofreció una sus mejores definiciones de lo que es la cultura. Leamos algunas de sus cuartillas:
 
 ‘Cultura es convicción de ser. Y no puede afirmar esa convicción de ser un pueblo desarraigado
 de su suelo, arrancado de los cimientos de su tierra. Cultura es la permanente actitud espiritual de un pueblo consagrada y garantizada y afianzada por la vital subsistencia del colectivo existir….”
  ‘Un pueblo de crisis espiritual sólo puede recobrar el sentido de su destino cuando aprende ese
 conocerse a sí mismo que sólo la cultura puede enseñarle…..’[4]”
              A base de estas definiciones, las convicciones desarrolladas por los últimos personajes bíblicos que hemos analizado aquí, describen una crisis espiritual, una cultura de esclavos. La buena noticia es que Dios le salió al encuentro a Agar, cubrió con misericordia al pueblo de Israel, confrontó al profeta Elías y redimió a Pedro. Dios transformó sus convicciones; Dios los liberó: Dios transformó sus culturas.
             Agar tenía que entender que el desierto no era la última palabra. Dios había decidido bendecir al niño que Abraham y Sara habían rechazado. Ese no era el lugar que ella tenía que ocupar. Dios había empeñado Su palabra (Gen 16:11-16) y Él no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta (Núm 23:19; 1 Sam 15:29). Había que levantarse de ese lugar. Las promesas de Dios se cumplen.
  “19 Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”  (Núm 23:19)
              Elías tenía que entender que ese no era su lugar. La amenaza de Jezabel no podría cancelar el plan de Dios para arrebatar a este hombre al cielo de modo que pudiera estar con Jesucristo en el Monte de la Transfiguración (Mcs 9:2-4). La frase “levántate, come” no aparece en dos (2) ocasiones en ese relato por casualidad (1 Rey 19:5,7). Algunas tareas ministeriales estaban sin desarrollar, otras estaban sin completar, su sucesor no había sido ungido, el carro de fuego y el torbellino no habían sido ordenados. Dios lo quería de pie y él no se había percatado que estaba sentado y que estaba sentado en el sitio equivocado. Había que levantarse de ese lugar. No nos podemos sentar a ver la vida pasar cuando hay tareas que no hemos completado, cuando hay ministerios que completar.
             El pueblo de Israel no podía darse el lujo de estacionarse en el desierto. Los procesos de transformación de un grupo de tribus a una nación apenas habían comenzado. La excusa de no contar con la presencia visual del líder que los sacó de Egipto los había turbado. Sin embargo, esto no podía ser utilizado como una excusa para detenerse y mucho menos para invocar a los dioses del pasado. Dios los hizo levantar de ese lugar, hizo cirugía en ellos y los llevó con mano firme a la Tierra Prometida. Ese era el lugar del pueblo. Ese sigue siendo el lugar del pueblo de Israel.
             Pedro sabía que Cristo le había dicho que el juicio de los líderes religiosos no sería la última palabra.
  “18 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; 19 y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará.” (Mat 20:18; ver Mcs 9:31; 10:33 y Lcs 18:32)
           
             Es cierto que la Biblia dice que los discípulos no entendían porque esta palabra “les era encubierta” (Lcs 18:22); no la entendían (Mcs 9:32). Sin embargo, dos (2) de estos relatos bíblicos son interrumpidos por una petición que hace la madre de dos (2) de los discípulos para pedir posiciones de privilegio para sus hijos en el reino de Dios (Mat 20:20-26; Mcs 10:35-41). ¡Esa inclinación por las cosas materiales que opacan las del espíritu!
             Al mismo tiempo, Pedro había recibido una palabra directa del Señor anunciando que negaría a Cristo en tres (3) ocasiones, antes de que la trompeta romana sonara en dos (2) ocasiones (Mat 26:34, 74-75). Hay que reconocer que la tensión y la ansiedad que él experimentaba se encargaron de acabar de nublar su entendimiento.
             La buena noticia es que el amor de Cristo redimió la culpa de este hombre. Ciertamente él se había sentado junto al fuego equivocado durante la noche más negra y más larga de la historia. No obstante, el Evangelio nos sorprende con una noticia que está cubierta de gracia y misericordia. Esa noche no poseía  el poder de emitir la última palabra. Pilato, Anás, Caifás y los soldados romanos tampoco tenían la última palabra. La cruz, la muerte, la tumba ni el Acusador tenían la última palabra. Cristo tenía la última palabra
             Pedro estaba equivocado, de la misma manera en que nosotros nos equivocamos; con frecuencia.  Esa noche no sería la fecha en que todo terminaría; no sería el fin (Mat 26:58). Al contrario, Pedro no podía entender que se encontraba ante los albores de la aurora de la salvación. El Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14:6), el Verbo Encarnado (Jn 1:1, 14-18) se había reservado el derecho de emitir la última palabra. La muerte sería vencida, la tumba estaría vacía, el Acusador y la muerte serían derrotados; un nuevo día estaba por comenzar para este discípulo. Veamos lo que la Biblia dice acerca de esa mañana a la que hacemos referencia:
  “4 Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús.”                                 (Jn 21:4)
           
             Esa mañana gloriosa formaba parte de la victoria contra aquella noche fatídica. Esa mañana Cristo aparecía para poner de pie al hombre que llamamos Pedro. Su amor se encargaría de hacer esto (Jn 21:15-25). La Biblia no lo especifica así, pero el relato indica que estaban comiendo cuando esto sucedió y asumimos que estaban sentados cuando comían. Fue allí que el Señor decidió cubrir con Su amor a aquél que lo había negado. Pedro lo había negado en tres (3) ocasiones y Cristo le hablaba de ese amor que redime en tres (3) ocasiones. Esto ocurrió mientras Pedro estaba sentado en el lugar que le correspondía y al lado de Aquél del que siempre debió estar.
             Por otro lado, la Biblia nos permite conocer personajes bíblicos que escogieron sentarse en los lugares correctos en medio de sus crisis. Moisés se sentó sobre una piedra, tipo de Cristo, hasta ver al pueblo de Israel, dirigido por Josué, derrotar a los amalecitas (Éxo 17:12).
  “10 E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. 11 Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. 12 Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. 13 Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada. 14 Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y dí a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo. 15 Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi; 16 y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación.” (Éxo 17:10-16)
           
             Este era un tiempo de conflicto, de batallas, de crisis, de violencia, pero el siervo de Dios decidió sentarse y levantar sus manos.
             La Biblia dice que María, la hermana de Lázaro y de Marta se sentaba a los pies del Señor para escuchar las palabras del Maestro.
  “38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. 42 Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”  (Lcs 10:38-42)
              Existen otros modelos similares (Esd 9:3-10:4; Neh 1:4-11; Sal 26:5-12; Cant 2:3-4; Jer 15:17-21; Eze 3:14-27). Estos pasajes necesitan ser estudiados con mucho cuidado para que podamos ser capaces de entender las reacciones que podemos experimentar de cara a los días difíciles. Sin embargo, hay un modelo al que todos debemos apuntar y que todos debemos aspirar a imitar: el de Cristo.
             La Biblia dice que Jesús gustaba de enseñar sentado, “ex cathedra”, desde la silla académica o pedagógica (Mat 13:1-2; 15:29-31; 26:20-25; Mcs 4:1; 9:35; 13:3; Jn 4:6).
             La Biblia dice que los tiempos de crisis no podían impedir que Cristo estuviera sentado en el lugar correcto haciendo lo que tenía que hacer. Por ejemplo, la Biblia dice que Cristo subió a una colina y sentándose comenzó a enseñar el sermón del monte.
 
 “1 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. 2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: 3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
 4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. 5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. 7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. 9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. 13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. 14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. ” (Mat 5:1-16).
              La Biblia dice que la noche en que fue entregado Cristo hizo instituyó la liturgia de la Santa Cena.
  “20 Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce.” (Mat 26:20)
              Esa es la misma noche en que diría que su alma estaba muy triste hasta la muerte (Mat 26:38). Sin embargo, esta tristeza no fue capaz de impedir que nos regalara una liturgia que nos ha acompañado por dos (2) milenios y continuará con nosotros hasta las Bodas del Cordero.
  “29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.” (Mat 26:29)
              La Biblia dice que uno de los ángeles que vino a testificar acerca de la resurrección de Jesús, se sentó sobre la piedra que había removido para comenzar a dar testimonio de que podemos entrar a la tumba para comprobar que está vacía.
 
 “1 Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. 2 Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.” (Mat 28:1-3).
              La Biblia enseña que Cristo está sentado a la diestra del Padre (Heb 1:3; 8:1; 10:12; 12:2).
             ¿Qué modelo queremos imitar? ¿El de Agar, el de Elías, el de Pedro o el de Cristo?  Tenemos que procurar estar sentados en el sitio correcto para poder parecernos a Cristo
   [1] Brown, F., Driver, S. R., & Briggs, C. A. (1977). Enhanced Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon  
   (pp. 442–443). Oxford: Clarendon Press.
[2] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Boston; New York: Houghton, Mifflin and Company.
[3] Samuel R. Quiñones (1904-1976), Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña (Abril-Junio 1976), p.1
   [4] Samuel R. Quiñones, Cultura y Política, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña (abril-Junio
   1976), pp.5-6 (nota: son citas directas y por lo tanto no se puede corregir la semántica)

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