Reflexiones de Esperanza: Efesios: el poder de la oración (Parte XXIV)

“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,”  (Efesios 1:15-18, RV 1960)

Nuestras reflexiones acerca del poder de la oración nos condujeron al estudio acerca del Padre Nuestro. Los énfasis que nuestro Señor Jesucristo realiza en ese bosquejo de oración nos cautivaron. Como diría Edward McKendree Bounds, los discípulos de Cristo vemos que la oración del Padre Nuestro destaca la necesidad de la oración, las posibilidades de la oración, el poder que se accede a través de la oración y la oración como un arma invencible e indestructible.

E.M. Bounds (1835-1913) era un abogado que renunció a la práctica de su profesión para abrazar el llamado del ministerio pastoral. Fue un pastor Metodista muy importante en el estado de Missouri. En la historia de este siervo de Dios se destaca el hecho de que fue hecho prisionero de guerra durante la Guerra Civil de los Estados Unidos. Cuando Bounds fue puesto en  libertad decidió regresar al lugar en el que lo hicieron prisionero; para ayudar en los procesos de reconstrucción del Sur de los Estados Unidos. Es entonces que comienza a disertar, a predicar y a enseñar acerca de la oración. Sus libros se han convertido en clásicos de la fe Cristiana, particularmente aquellos acerca de la oración. Sin duda alguna que estos son impresionantes. Informamos que casi todos están disponibles de forma gratuita en las redes cibernéticas[1].

Hay algunas áreas de la oración del Padre Nuestro que no hemos podido visitar por motivos de espacio y de la agenda de discusión y análisis de temas que nos hemos propuesto discutir. No obstante, sentimos la necesidad de hacer un paréntesis para regresar a visitar uno de estos; el tema del manejo de las tentaciones. Este es sin duda alguna un tema neurálgico para todos los seres humanos, particularmente los creyentes en Cristo.

Sabemos que varias de las reflexiones que hemos compartido en este mes (noviembre de 2021)[2]  fueron dedicadas al análisis de este tema. Sabemos que el concepto griego que Cristo utiliza en la oración del Padre Nuestro para referirse a las tentaciones es “peirasmos” (G3986). Sabemos que este se utiliza en la Biblia para describir las pruebas, la adversidad, el examen del carácter, la tentación, la plaga, o la disciplina que enfrentamos en la vida. Vimos en la reflexión del día nueve (9) de este mes algunos de sus usos en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, analizamos el hecho de que Pablo utiliza este concepto para describir una enfermedad, una prueba que él tenía en su cuerpo (Gál 4:13-14). Vimos que Santiago lo utiliza para describir una herramienta que sirve para producir en nosotros paciencia y para perfeccionarnos, sin que nos falte cosa alguna (Stg 1:2-4). Además, vimos que Pedro lo utiliza para describir una herramienta que sirve para que nuestra fe pueda ser hallada en alabanza. O sea, que sea una fe digna de aprobación, además de que sea capaz de alcanzar su finalidad: la salvación de nuestras almas (1 Ped 1:6-9). Vimos que Pablo lo utiliza para describir las pruebas a las que había sido sometido por causa del evangelio. Esto es, por medio de las asechanzas de los judíos que no querían que él predicara el mensaje del Evangelio (Hch 20:18-19).

Reiteramos que este concepto describe aquellas experiencias que ponen a prueba nuestro carácter. La oración del Padre Nuestro nos invita a pedirle a Dios que no nos permita quedarnos estancados en estas. Reiteramos que la Biblia dice que Dios no tienta a nadie (Stgo 1:13-16).

Ahora bien, la presencia de esto que llamamos “peirasmos” no significa que siempre debemos atravesar por estos. Cabe aquí una pregunta: ¿qué hacemos con aquellos “peirasmos” que sí podemos y debemos evitar? Creemos que la oración que nos invita a pedir no quedarnos estancados en esas pruebas de nuestro carácter, también implica recibir las capacitaciones celestiales, el discernimiento de Espíritu y la autoridad para no caer en estas clases de “peirasmos”: tentaciones.

El Pastor Bounds señalaba que la oración es el arma más efectiva para poder pelear contra las tentaciones. Sus aseveraciones están basadas en las declaraciones de Jesús acerca de esto:

“46 y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.”(Lucas 22:46)  

Bounds decía que la oración en el Espíritu nos enseña a qué cosas podemos y debemos aspirar. Este es un tema recurrente en los especialistas en el campo de la espiritualidad Cristiana. Un escritor católico llamado Lázaro Albar Martín y su libro “La Oración y sus métodos”[3] es otro buen ejemplo de esto. Un escritor judeo-cristiano llamado Abraham J. Heschel[4]  lo decía de la siguiente manera cuando hablaba acerca de los intereses personales alrededor de los que solemos gravitar.

“No nos salimos del mundo cuando oramos; meramente vemos el mundo en un contexto diferente. El ser no es el centro, sino el rayo de la rueda que da vueltas. En la oración cambiamos el centro de la vida de la auto-conciencia a la auto-rendición. Dios es el centro hacia el cuál todas las fuerzas tienden. Él es la fuente, y nosotros somos solo fluidos de su fuerza, el reflujo menguante y fluido de sus mareas. La oración saca la mente de la estrechez del auto-interés y nos capacita para ver el mundo en el Espejo de lo Santo. Porque cuando nos sacamos (del punto exacto: “betake”) al extremo opuesto del “ego,” podemos ver las situaciones desde el aspecto de Dios.” “In the Mirror of the Holy”[5]

“no rehusamos orar: nos abstenemos de hacerlo…. Nosotros hacemos sonar la campana hueca del egoísmo en vez de absorber la quietud que rodea el mundo, revoloteando alrededor de todo el desvelo (la inquietud, impaciencia, desasosiego, vigilia agitación continua) y temor de la vida- la quietud secreta que precede nuestro nacimiento y que sucede nuestra muerte. La auto indulgencia fútil nos saca del tono de la canción gentil de una naturaleza que espera y de una humanidad sedienta de salvación….Cedemos al borde del misterio y lo ignoramos, desperdiciamos el alma, arriesgamos nuestro ser tan cerca de Dios. Constantemente nos retiramos de Él, haciendo cada vez más gruesa la pantalla que nos separa de Él. …..Corremos tras el éctasis de las ambiciones, solo para despertar enterrados en miedo y angustia. En [esas] tinieblas, entonces buscamos el solaz, en busca de significados, en busca de orar…..[
6]

La Rda. Lucy Forster-Smith, Pastora Asociada Senior de Fourth Presbyterian Church en North Michigan Avenue en Chicago lo reseñaba en un sermón en el que analizaba los exilios familiares a los que las tentaciones nos suelen conducir[7].  

El Dr. Warren Wiersbe lo destacaba en su serie acerca de las tentaciones, algo que él clasificó como una de las plagas más intensas[8].  

Estas aseveraciones nos permiten concluir que hay “peirasmos”, tentaciones con las que tenemos que batallar. No obstante, hay otras de las que podemos escapar y para esto contamos con la herramienta de la oración. Sabemos que existen otras herramientas para lidiar con esta plaga, sin embargo, estamos convencidos de que la efectividad de las otras herramientas que tengamos depende del uso que le demos a la oración.

Hay un pasaje bíblico que nos puede ayudar a examinar algunas de estas herramientas, claro está, sujetas a la espiritualidad del personaje bíblico que ocupa el centro de esta. Se trata de un segmento de la saga bíblica de un hombre llamado José:

“7 Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. 8 Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. 9 No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? 10 Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella, 11 aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí. 12 Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.” (Génesis 39:7-12)

Hemos enegrecido y/o subrayado algunas frases de este pasaje bíblico y lo hemos hecho con intenciones analíticas. Este relato forma parte de la hisotria de un joven que es vendido como esclavo por sus hermanos. El celo que él había provocado en estos les condujo a tomar esa decisión tan nefasta. En esta parte de la historia, José ya había sido adquirido como esclavo por un hombre llamado Potifar, el jefe de la seguridad del faraón de turno en Egipto.

José ya era un hombre exitoso en la casa de Potifar. Sin mucho rodeo, tenemos que iniciar este análisis señalando que los ojos se ponen con mayor frecuencia sobre aquellos que son exitosos. Además, que la agresividad provocada por los instintos sexuales no es nada nuevo, ni discrimina por orden de sexo. En un paréntesis, esta es la forma correcta de hablar de nuestras caracteríticas distintivas biológicas, genéticas y neurofisiológicas: sexo. Este pasaje dice que el acercamiento de esta mujer es directo: “Duerme conmigo.”

El texto bíblico citado comienza diciendo algo que es clave: “Aconteció después de esto”. Hay que internalizar que grandes éxitos producen gran vulnerabilidad. Esta historia subraya que se trata de convertirnos en blancos de ataques con rayos láser. Por otro lado, el razonamiento inicial de José es uno de lealtad: no pecar contra Dios.

Hay que entender que José era un joven en pleno desarrollo, cerca de los 20 años. Lo que esto implica es que sus niveles de testorona eran muy altos. O sea, que sus impulsos sexuales eran óptimos y preparados para respuesta inmediata. Además, José se encontraba lejos del hogar de sus padres; del lugar en el que él reconocía la presencia de Dios. Añadimos a esto que se ha descubierto recientemente que en Egipto había una fiesta a los dioses en la que se invitaba a todo el mundo a consumir grandes cantidades de bebidas alcohólicas para luego lanzarse a la práctica de orgías sexuales. Esta práctica era mucho más común entre las clases sociales altas. La reina Neferneferuaten Nefertiti (18th dinastía, 1370-1330AC) llevó esto a unos niveles sin precedentes. De hecho, ella nos dejó evidencias gráficas en las columnas de un templo que construyó para esta práctica.

O sea, que José se encontraba en un lugar en el que había muchos dioses y él podía pensar que Dios había permitido que él cayera en esa condición de esclavitud. Además, él se encontraba en un lugar en el que había permisibilidad gubernamental y religiosa para caer en esta clase de tentación. Sin embargo, su respuesta exhibe una teología de la presencia de Dios que es imponente: Dios siempre ve: siempre observa y está en todas partes. Hay que ser leales a Dios.

La única forma de tener una reacción como la que tuvo José es si uno está conectado con ese Dios al que uno desea serle fiel. Es obvio que la vida de oración de este joven era una muy intensa.

El relato bíblico dice que la tentación continuaba presente a cada día: “Hablando ella a José cada día.” Charles R Swindoll aborda esta discusión citando a Dietrich Bonhoeffer en su libro “Temptation”[9]:

“The powers of clear discrimination and of decision are taken from us”

Estos son esos momentos en los que los poderes que tenemos para discriminar (discernir) y tomar decisiones (correctas) nos son quitados. C. Edward Macartney apuntaba en su libro “Trials of great men of the Bible” (1946, p 46-47), que esta no era una tentación ordinaria. José no era una momia ni una piedra. Era un hombre joven que tenía sangre corriendo por sus venas, que tenía que enfrentar esta situación de forma repetida, a diario.

Recordemos que no hay pecado en la tentación. La Biblia dice que Cristo fue tentado en todo, pero que no se halló pecado en Él (Heb 4:15). Puede haber pecado en las reacciones que nosotros permitimos y en las decisiones que tomamos.

La Biblia dice que José tomó una decisión impulsiva; huyó de ese lugar y de ese escenario. Es que con estas cosas no se razona: de estas cosas se huye. Le aconsejamos que no trate de entrar en razón con la sensualidad. La manera más efectiva de no ceder ante ella es cuando se corre de ella. La Biblia lo señala así:

“22 Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.”  (2 Timoteo 2:22)

Recordamos que el axioma bíblico proclama que estos escenarios son escenarios de tentación porque los llevamos por dentro. Esto es, forman parte de los motivos que llevamos en el corazón.

“13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. 16 Amados hermanos míos, no erréis.”(Santiago 1:13-16)

Lo que esto significa es que José tenía la concupiscencia por dentro, pero no permitió que ésta concupsicencia se preñara y diera a luz. ¿Cómo lo logró? Aunque la Biblia no lo dice de manera explícita, el sentido de lealtad y de fidelidad a Dios que este hombre tenía solo puede ser explicado a base de la relación que él había desarrollado con Dios. O sea, que José tenía una vida de oración intensa.

Es esa relación la que nos permite evaluar lo que Dios nos ha concedido y compararla con la que nos ofrece cada tentación que enfrentamos. Sea sexual, económica, profesional, religiosa, etc., todas y cada una de ellas deben ser comparadas con aquello que nos ofrece Dios. La Biblia dice lo siguiente acerca de esto:

“12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,”  (1 Corintios 2:12)

El Espíritu de Dios ha sido dado para que sepamos lo que Dios nos ha regalado.

Hemos dicho que Cristo fue tentado en el desierto. Esta aseveración implica que Cristo, como 100 por ciento hombre, tenía que llevar estas condiciones por dentro. Cristo choca con los motivos de su ministerio en ese proceso (Mat 4: 1-11; Lcs 4:1-13). El desierto al que Él es llevado es lugar de peligro mortal; un lugar para errar. Cristo venció; no sucumbió en las tentaciones a las que Satanás lo expuso.

Cristo llega hasta allí para hacernos saber, para demostrarnos que ese corazón cavernoso que describe el proverbista (Prov 25:3), ese corazón engañoso que describe el profeta Jeremías (Jer 17:9) puede ser vencido.

No olvidemos que las motivaciones del corazón son la puerta que Satanás necesita para entrar a éste y provocar que caigamos en las tentaciones.

Esta discusión continuará en nuestra próxima reflexión. Mientras tanto, les invitamos a orar, a buscar el rostro de Dios para que no caigamos en tentación.
Referencias

[1]  https://onlinechristianlibrary.com/author/edward-mckendree-bounds/.

[2]  Podcasts: Episodios 37 al 40.  

[3] Albar Martín, Lázaro. 1998. La oración y sus métodos. Desclee de Brouwer.

[4] Heschel era un rabino con una teología y un testimonio que parecía más cristocéntrico que judío.

[5] Heschel, Abraham J. 1997. Between God and Man. New York: Free Press Paperbacks, 1997, p.198.

[6] Heschel, Abraham J. Prayer. 1945. (https://opensiddur.org/miscellanea/pedagogy/prayer-by-abraham-joshua-heschel-1945/)

[7] https://www.fourthchurch.org/sermons/2018/020418_8am.html.

[8] https://backtothebible.app/library/back-to-the-bible/warren-wiersbe/gods-word-on-temptation-part-1/nCYWm2PDwQW

[9] Bonhoeffer, Dietrich. 1953. New York: Macmillan Publishing Co., Collier Books.

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