Reflexiones de Esperanza: Entre Nazaret y Belén: un mensaje implícito (Parte 2)

“1 Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. 4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; 5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. 6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. 8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. 9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: 14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! 15 Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. 16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. 18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.”  (Lucas 2:1-18)
           
Los mensajes implícitos en la historia de la Navidad nos han cautivado. El relato del Evangelio de Lucas que compartimos en el epígrafe de esta reflexión sirve para comunicar entre líneas muchos de estos mensajes. Por ejemplo, Lucas, el médico amado (Col 4:14), usa este relato para contrastar el poder de los decretos de Augusto César, el emperador romano, con el poder de los decretos de Dios. Augusto César cree que está imponiendo su poder sobre el mundo conocido cuando en realidad es Dios el que lo está usando, sin que él lo sepa, para decretar la llegada de la aurora de la salvación.

Aprovechamos este momento para señalar que algunos historiadores han permitido que caigan  sombras sobre este relato. Ellos lo han hecho alegando que no hay datos acerca de este censo que Lucas menciona y que el tiempo de gobierno de Cirenio en Siria ocurrió mucho más tarde que el nacimiento de Jesús. Han llegado a esta conclusión utilizando lo que tenemos disponible del discurso panegírico que Tiberio y Druso ofrecieron acerca de Augusto César en el foro romano.

Las investigaciones anticuarias de dos testimonios separados confirman que Cirenio fue el
gobernador de Siria en dos (2) ocasiones. Esto aparece registrado en los Anales de Tácito (iii. 48, as interpreted by A. W. ZUMPT: De Syria Romanorum provincia ab Cœsare Augusto ad T. Vespasianum (Comment. Epigraph. ad antiq. Rom. pert. Berl. 1854, vol. ii. pp. 88–.25), and approved by MOMMSEN: Res gestœ divi Augusti, pp. 121–124;). También aparece en una inscripción monumental descubierta entre la Villa Adriana y la Vía Tiburtina, que fue publicada por primera vez en Florencia en 1765.[1]
 
Además, recientemente se descubrió una moneda que identifica a Cirenio (“Quirinius”) como
 proconsul de Siria y de Cilicia, y esta data de la misma época del nacimiento de Jesús, nuestro Señor. [2]  La elaboración y distribución de estas monedas, con la información de la persona que Roma había puesto a cargo de una provincia, era uso y costumbre en ese imperio.
 En otras palabras, el médico amado nos ofreció datos históricos exactos. Esta aseveración presenta otro mensaje implícito de la Navidad: Dios se revela en la historia, transforma la historia y es el Señor de la historia.
 
Hay mensajes implícitos en el pesebre: lo que este revela y lo que este decide guardar. El testimonio de humildad en grado absoluto es acompañado de una fe perseverante, un amor que ministra y una esperanza que produce un gozo inefable. Hay mensaje implícito en el mensaje de los ángeles. Las nuevas de gran gozo (Lcs 2:10) abren las puertas para ver una nueva revelación, un nuevo pacto, un nuevo ser humano, un nuevo mundo.
 
Hemos visto que encontramos otro mensaje implícito de la Navidad en la misma experiencia de peregrinación que viven José y María. Dios decidió romper el patrón de vida de esta pareja. Dios rompió sus costumbres de todos los días: desayunar algo para luego bajar al taller de carpintería y para realizar los quehaceres del hogar. Esa historia describe que esta pareja nunca regresaría a los patrones normales de vida que habían tenido. Ellos tendrían que exponerse a una travesía que tomaría entre 20 y 30 días para luego llegar a una aldea que no los recibiría con los brazos abiertos.

Sabemos que permanecieron en Belén, que consiguieron una casa allí, porque el Evangelio de Mateo nos dice que fue a ese lugar que el rey Herodes envió a los Sabios de Oriente cuando estos vinieron a adorar a Jesús.
 
“8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. 9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.” (Mateo 2:8-11)
             
Luego de que José y María estuvieran allí cerca de dos años, tendrían que marchar a Egipto (Mat 2:13-15), para luego re- establecerse en Nazaret (Mat 2:19-23). Allí, en Nazaret, comenzaría uno de los segmentos más enigmáticos de sus vidas: criar a Jesús. No tenemos datos históricos fehacientes acerca de esa etapa. Las únicas cosas que podemos extrapolar es que José vivió lo suficiente como para adiestrar a Jesús en el oficio de la carpintería. Además, que José debió haber muerto mucho antes de que Jesús comenzara su ministerio, cerca de los 30 años de edad (Lcs 3:23). O sea, que todo lo que María había aprendido a hacer en pareja con su esposo, ahora tendría que hacerlo sola, sin la ayuda de su marido.
             
El mensaje de la Navidad es entonces el mensaje de la rotura de los patrones de vida. El nacimiento del Niño Dios es la ruptura de los patrones de una historia dominada por los hombres. La irrupción del Niño Dios es la irrupción superlativa de la Gracia en la historia de la humanidad. Los patrones de vida que el ser humano había establecido fueron hechos pedazos desde ese momento. Desde entonces, nuestra vida no se mide a base de lo que hacemos, sentimos, pedimos o tenemos. La vida se mide a base de qué cosa hemos decidido hacer con Cristo. Esta pregunta se convierte en parte del centro del mensaje del Evangelio. Fue Pilato el primero en formularla:
 
 “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?....” (Mateo 27:22b)
 
No existe un personaje bíblico al que Dios no le haya roto sus patrones de vida antes de comenzar a utilizarlo con mucho poder. Lo vemos en las historias de Abraham, de Isaac y de Jacob. Lo vemos en la historia de José: de hijo, a esclavo, a preso, para luego ser segundo al mando en Egipto. Lo criaron en el desierto para luego colocarlo a gobernar en el palacio. Lo vemos en la historia de Moisés: de esclavo hebreo, a príncipe de Egipto, a nómada, para luego ser el libertador del pueblo de Israel. Lo criaron en el palacio para luego colocarlo a liderar en el desierto.
 
La ruptura de los patrones de vida de José y de María los obligaría a transitar por caminos inesperados e inhóspitos, pero todos ellos cargados de acentos proféticos. En primer lugar, cualquiera de las rutas que hubiesen escogido pondría a Jesús, el camino, la verdad y la vida, a transitar por los senderos utilizados por los peregrinos para ir a adorar a Jerusalén. Es importante destacar este punto una vez más. En esos días, no había manera de llegar a Belén sin pasar por Jerusalén.
 
O sea, que Jesús, antes de nacer, había sido “llevado a pasear” por los senderos por los que transitaban aquellos que luego escucharían que la necesidad de peregrinar había terminado. El Camino de Santidad, el camino de vida profetizado por Isaías había llegado a la tierra. El profeta había dicho lo siguiente:
 
 “8 Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. 9 No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. 10 Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.” (Isa 35:8-10)
   
En segundo lugar, esa peregrinación habría hecho que Jesús pasara por el lugar de su muerte antes de llegar al lugar de su nacimiento. Cristo moriría en Jerusalén 33 años y medio más tarde y lo haría allí para derramar su sangre por nuestros pecados. José y María no sabían esto, pero Dios los había llevado a peregrinar por ese lugar cuando ellos no se resistieron ante la ruptura de sus patrones de vida.
 
En tercer lugar, si José y María decidieron ir a Belén utilizando la ruta más común para esa época, ellos estarían iniciando su jornada hacia Belén atravesando el Valle de Jezreel. Ese valle es también conocido como el Valle de Meguido, el Valle de la Decisión. Es de esta palabra, Meguido, que se deriva la palabra “armagedón.” Esta aparece en una ocasión en la Biblia (Apoc 16:13-16), y es el resultado de una composición: har megiddo, literalmente “montaña de Meguido.” Ese es el lugar en el que la Biblia dice que se desatará el combate final de todos los tiempos. Los reyes de la tierra, convocados por el malo y por la maldad, se levantarán por última vez a pelear contra Dios en ese lugar. La Biblia dice que este será el resultado de ese conflicto final:
 
“14 Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.” (Apocalipsis 17:14)
   
Si esa fue la ruta que José y María tomaron para ir a Belén, entonces Jesús fue “llevado a pasear” por el Valle de Meguido, antes de llegar al lugar de su nacimiento. O sea, que antes de nacer, Cristo encarnado había visitado el lugar de la victoria escatológica final y el lugar de su victoria redentora absoluta ¿Qué les parece? Repetimos, Jesucristo pasó por el Valle de Armagedón, lugar de la victoria final de todos los tiempos y por Jerusalén, lugar de la victoria contra el pecado, contra la muerte y contra el diablo, antes de llegar al lugar de su nacimiento.
 
Esos datos nos colocan ante otro mensaje implícito de la Navidad. José y María desconocían estas cosas, pero Dios no. Las rutas escogidas podrían parecer el resultado de la casualidad. Aquellos que conocemos al Señor sabemos que nada es el resultado de la casualidad.
 
Las mismas “reglas de terreno” siguen vigentes para nosotros. Esta Navidad es una en la que hemos sido enfrentados con procesos que han roto muchos de nuestros patrones de vida. Nos hemos visto obligados a hacer cosas que no hacíamos antes y dejar de hacer algunas que formaban parte de nuestros estilos de vida. Hemos tenido que ajustarnos al poder de los decretos de aquellos que están en posiciones de eminencia, que presiden o que gobiernan nuestros destinos. Esto ha provocado rupturas en nuestros patrones de vida. El mensaje de la Navidad proclama que Dios está detrás de todo esto. Los poderes humanos creen que ellos gobiernan sobre todas las áreas de nuestras vidas. La realidad es que Dios es el que va moviendo los hilos de nuestra historia y glorificándose hasta en las rutas por las que decidimos caminar.
 
Sabiendo esto, entonces tenemos que entender que nuestros patrones de vida tienen que ser afectados, despedazados por Dios para que podamos ser capaces, de estar listos, preparados para las encomiendas que Dios pondrá en las manos de todos aquellos que confían en Él. No puede haber un manto real sobre los hombros de Daniel antes de que él fuera arrancado de su tierra y de la casa de sus padres y obligado a aprender otro idioma. No puede haber un trono para David antes de que él tuviera que soportar el rechazo y el escarnio de sus hermanos, la persecución del rey Saúl y la cueva de Adulam. No hay un Monte de la Transfiguración esperando a Elías antes de que él se viera sentado debajo de un enebro deseando morirse.
 
Dios le rompió los patrones de vida a Saulo de Tarso para luego convertirlo en el Apóstol Pablo.
 
Dios le rompió los patrones de vida a Noé y lo convirtió en ingeniero naval antes de salvarlo en el arca. Ese es el procedimiento estandarizado de Dios para formar hombres y mujeres que Él usará en el ministerio. La ruptura de los patrones de vida de José y de María provocó que el cielo y la tierra miraran hacia Belén, porque allí se encontraba el Niño Dios recién nacido. La ruptura de los nuestros provocará lo mismo: que el mundo decida mirar a Jesús.
 
Cada componente de nuestras peregrinaciones posee un peso profético. Hay lugares por los que Dios nos permite transitar que luego formarán parte de nuestras carteras ministeriales. Sólo nosotros podemos sabotear estos procesos, negándonos a seguir hacia adelante o abandonando la cita que tenemos con la historia que Dios ha preparado para nosotros. Es por esto que el escritor de la Carta a Los Hebreos decía que el justo vivirá por la fe, pero….:
  
“El aprobado por Dios, vivirá por la fe; pero no me agradará si por temor se vuelve atrás.”
 (Hebreos 10:38, PDT)
   
Es por esto que no nos podemos quitar, abandonar la peregrinación. Un mensaje implícito de la Navidad es que Dios nos permitirá vivir muchos momentos proféticos antes de llegar a nuestro Belén. José y María no pelearon con el imperio; tampoco se rindieron. La historia los ha colocado en un sitial de honor porque no malgastaron sus fuerzas peleando contra el César. Ellos tenían algo más importante en su agenda: llegar a Belén.  Nosotros tampoco podemos rendirnos. Debemos ser capaces de desembarazarnos  de cualquier cosa que encontremos en el camino que detenga nuestro viaje. Sí, hay luchas que hay que presentar, pero hay que abandonarlas si estas nos detienen en el camino.
 
Dios permitió que Jesús pasara por Armagedón y por Jerusalén antes de llegar a Belén. Pero ni siquiera Cristo pudo obtener la victoria que tuvo en Jerusalén sin haber nacido en Belén. O sea, que todas las invitaciones y las asignaciones que Dios nos da vienen acompañadas de unos procesos indelegables e inexcusables. Tenemos que pasar por estos.
 
A los sabios de oriente los dirigía una estrella, hasta que encontraron a Jesús. Luego de ese encuentro no necesitaron ser dirigidos por los astros; Dios les daba revelación (Mat 2:12). Este es otro mensaje implícito de la Navidad: sólo Dios puede dirigir nuestras vidas. José y María no eran dirigidos por una estrella. Ellos eran movidos por una promesa, una revelación y por la presencia de Dios. Estas promesas incluían que el hijo que María daría a luz habría de salvar a su pueblo de sus pecados (Mat 1:21). Esas promesas incluían que ese Hijo sería grande, llamado Hijo del Altísimo; que el Señor Dios le daría el trono de David su padre; y que reinaría sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lcs 1:32). Esas revelaciones incluían saber que todo esto sería el producto de la gracia de Dios (Lcs 1:26-30).

Todo esto garantizaba que nada ni nadie podía detener el plan que Dios había puesto en acción.
 
Repetimos que nosotros caminamos sobre promesas y caminamos motivados y anclados en la confianza que nos da la Palabra de Dios. Nada puede impedir la marcha del plan histórico que Dios ha puesto en acción para aquellos que creen en Él.
 
Estos son algunos de los mensajes que nos comunica la Navidad. Es por eso que tenemos que celebrarla. Es por eso que nos gozamos tanto en ella. Es nuestra oración que Dios te de revelación en esta Navidad de manera que puedas ser capaz de comenzar un año nuevo con la seguridad de que caminas hacia el Belén que Dios tiene preparado para ti.
 
¡Feliz Navidad!
Referencias
   
[1]  Lange, J. P., & van Oosterzee, J. J. (2008). A commentary on the Holy Scriptures: Luke. (P. Schaff & C. C.  Starbuck, Trans.) (pp. 32–33). Bellingham, WA: Logos Bible Software.

[2]  Liefeld, Walter L.; Pao, David W.. Luke (The Expositor's Bible Commentary) (p. 75). Zondervan Academic.  Kindle Edition.

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