Reflexiones de Esperanza: Efesios: la estructura de la primera oración en esta carta (Parte VII)

“15 Por esto, como sé que ustedes tienen fe en el Señor Jesús y amor para con todo el pueblo santo, 16 no dejo de dar gracias a Dios por ustedes, recordándolos en mis oraciones. 17 Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, al glorioso Padre, que les conceda el don espiritual de la sabiduría y se manifieste a ustedes, para que puedan conocerlo verdaderamente.”  (Efesios 1:15-23, Dios Habla Hoy)

El análisis de la vida de oración del Apóstol Pablo ocupó el centro de nuestra reflexión anterior. Nos impactó conocer que la cárcel en la que estaba preso cuando escribió la Carta a Los Efesios no fue utilizada como una excusa para no pedir por las necesidades correctas de esa Iglesia. Entender que aún en la cárcel él era capaz de reconocer que el vacío más grande que él había identificado en esa congregación no podía ser ocultado por la fe de esa Iglesia, ni por el trabajo desprendido provocado por el amor. El vacío más grande de esa Iglesia era de revelación del conocimiento de Dios.

Pablo dice en la Carta a Los Efesios que es de esa revelación que se deprende la capacidad para conocer la esperanza a la que hemos sido llamados. Es de esa revelación que se deprende la capacidad  para conocer la herencia que Dios ha preparado para los santos. Es de esa revelación que se deprende la oportunidad para conocer la plenitud del poder de Dios (Efe 1:17-21).

Decíamos en nuestra reflexión anterior que hay escenarios en la vida en los que podemos llegar a la conclusión equivocada de que Dios nos ha abandonado. Pablo estaba experimentando este tipo de predicamento. Esta clase de experiencias ha sido catalogada como “noches oscuras del alma.”

“La noche oscura del alma, es una frase muy conocida y de uso en el mundo de la espiritualidad. Es una expresión que refiere a un momento en la vida de una persona que atraviesa la oscuridad de la desolación y la soledad. Es muy usada en el cristianismo. El poema trata una historia amorosa con arraigo de espiritualidad. Se trata de un escape de casa, un escape de una dama en una noche oscura, para encontrarse con su amado. Surge la pregunta ¿y quién es el amado? La respuesta es Dios [Cristo].”[1]

Reconocemos que hay muchos espiritualistas seculares que han tomado esta expresión para “vender” sus filosofías mundanas de la vida. Sin embargo, sabemos que la Biblia nos enseña que el manejo de nuestras pruebas, de aquellas experiencias que provocan dolor, debe ser conducido con la óptica que producen los retos a la fe.

“6 Por esta razón están ustedes llenos de alegría, aun cuando sea necesario que durante un poco de tiempo pasen por muchas pruebas. 7 Porque la fe de ustedes es como el oro: su calidad debe ser probada por medio del fuego. La fe que resiste la prueba vale mucho más que el oro, el cual se puede destruir. De manera que la fe de ustedes, al ser así probada, merecerá aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo aparezca. 8 Ustedes aman a Jesucristo, aunque no lo han visto; y ahora, creyendo en él sin haberlo visto, se alegran con una alegría tan grande y gloriosa que no pueden expresarla con palabras, 9 porque están alcanzando la meta de su fe, que es la salvación.” (1 Pedro 1:6-9, DHH)

Es en este tipo de escenario que la revelación de Dios cambia nuestra forma de orar porque esa revelación nos ha transformado a nosotros. Se trata de esa clase de experiencias en las que nada de lo que ocurre parece hacer sentido y en el que nuestras emociones parecen haberse puesto de acuerdo para ahogarnos. Pablo describe en otras cartas que él había sido sometido a esta clase de experiencias y que Dios le había dado revelación de cómo podía interpretarlas, como había que manejarlas y cómo salir airoso de estas.

“6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. 7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 9 perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 10 llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. 11 Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. 12 De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.”  (2 Corintios 4:6-12, RV 1960)

“16 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. 17 Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; 18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2 Corintios 4:16-18)

“7 Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara. 8 Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; 9 pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.”  (2 Corintios 12:7-10, NVI)

Tenemos que insistir en que todos los seres humanos atravesamos por esta clase de experiencias,  de una u otra forma. Se trata de experiencias que producen dolor, desaliento, ansiedad, desilusión y tristeza. La diferencia estriba en cómo decidimos enfrentarlas y el nivel de participación que le concedemos a Dios en estos procesos que llamamos “noches oscuras del alma”. Veamos como expone este escritor secular este tema:

“El renombrado teólogo y psicoterapeuta Thomas Moore, en su obra “Las noche oscuras del Alma”, explica que “una noche oscura del alma es oscura porque no tenemos garantías de que lo que está ocurriendo tenga sentido y en última instancia sea beneficioso…. Todos atravesamos en determinados momentos de nuestra vida una época de tristeza, conflictos, pérdida, frustración o fracaso que nos trastorna hasta tal extremo que cabe denominarla una noche oscura del alma… Hoy en día calificamos muchas de esas experiencias como ‘depresión’, pero no todas las noches oscuras son depresivas, y esa palabra huele demasiado a patología para describir algo que hace que nos cuestionemos el verdadero significado de la vida. La felicidad es algo más que una sensación temporal de que todo va bien y que el cielo ha bendecido ese momento; la vida siempre es compleja, una mezcla de dolor y satisfacción, cuyas proporciones difieren en cada caso según el destino y la gracia”. Thomas Moore agrega que “una noche oscura del alma posee sus propias cualidades poéticas, es un drama en toda la extensión de la palabra. No es una ficción, es una narración protagonizada por nosotros mismos. Quizá sea dolorosa, desalentadora y angustiosa, pero es una importante revelación sobre lo que constituye nuestra vida. Una noche oscura del alma puede sanar, y sanar significa estar más vivo y presente en el mundo que nos rodea.”[
2]

Hemos compartido en reflexiones anteriores que un orante, alguien que ha sido transformado en una oración ambulante, procura que Dios sea Dios en todo. O sea, que Dios sea Dios en todo lo que el orante hace, dice, piensa, sufre, goza, celebra, lamenta, recuerda o que desea olvidar. Una vez más, esto es así porque la revelación de Dios transforma al orante; es más, cambia las prioridades de sus oraciones. Es por eso que un Apóstol preso no pide que Dios lo saque de la cárcel. Ese Apóstol prefiere interceder a favor de una Iglesia que necesita la revelación del conocimiento de Dios.

“17 Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor.”  (Efesios 1:17, NVI)

Pablo ha comunicado en otras ocasiones esta verdad bíblica, la de la necesidad de la revelación del conocimiento de Dios. De hecho, él compartió que la sabiduría de la que él bebía había sido revelada por el Señor y que esta estaba disponible desde antes que comenzara el mundo para aquellos que aman a Dios.

“6 En cambio, hablamos con sabiduría entre los que han alcanzado madurez, pero no con la sabiduría de este mundo ni con la de sus gobernantes, los cuales terminarán en nada. 7 Más bien, exponemos el misterio de la sabiduría de Dios, una sabiduría que ha estado escondida y que Dios había destinado para nuestra gloria desde la eternidad. 8 Ninguno de los gobernantes de este mundo la entendió, porque de haberla entendido no habrían crucificado al Señor de la gloria. 9 Sin embargo, como está escrito: «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman».10 Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. 11 En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios. 12 Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido. 13 Esto es precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos espirituales. 14 El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente. 15 En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no está sujeto al juicio de nadie, porque 16 «¿quién ha conocido la mente del Señor    para que pueda instruirlo?» Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo.” (1 Corintios 2:6-16, NVI)

Esto es lo que Pablo le pide a Dios que le conceda a la Iglesia en la ciudad de Éfeso, así como a todos nosotros.

Analicemos esas aseveraciones para saber qué es lo que Pablo está describiendo aquí:
  • v. 6 : compara la sabiduría de este mundo con la sabiduría de Dios (ver Stgo 3:13-18).
  • v. 7 : describe la sabiduría de Dios como un misterio que necesita ser revelado. Esto es,     que se requiere atravesar la realidad presente para poder ver la vida a través de esta[3].
  • v. 8 : esta revelación es desconocida por los poderes del mundo/príncipes del mundo.
  • v. 9 : hay una profundidad insondable que Dios quiere revelar a aquellos que le aman.
  • v.10: esa revelación la concede el Espíritu de Dios.
  • v.11: si los seres humanos desconocemos mucho de lo que lo tenemos por dentro (solo nuestro espíritu lo sabe); ¿cómo podemos conocer lo que hay en el corazón de Dios si el Espíritu Santo no nos lo revela?
  • v.12: los creyentes en Cristo no hemos recibido el espíritu del mundo sino el que procede de Dios. Esta revelación procura que seamos capaces de entender algo incomprensible:   aquello que Dios nos ha concedido.
  • v.13: ss por esto que podemos ser capaces de expresar realidades espirituales en términos espirituales.
  • v.14: aquellos que no tienen al Espíritu no son capaces de aceptar estas cosas porque no las pueden entender.
  • v.15: en cambio, aquellos que tienen el Espíritu de Dios pueden investigar, escudriñar, y analizar todas estas cosas.
  • v.16: que lo podemos hacer porque nos han dado la mente, el intelecto, la voluntad de Cristo. En otras palabras, nuestra vida ha cobrado el mismo significado que la vida de Cristo.

Ahora bien, ¿cómo podemos conseguir que esto se convierta en la realidad de nuestras vidas? ¿Cómo podemos conseguir esa revelación? Es obvio que la respuesta es la oración:

“3 Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremias 33:3)

Tenemos que puntualizar que esa dimensión de la oración no comienza con la revelación de la sabiduría de Dios. Esa dimensión comienza abriendo las puertas de nuestro entendimiento (Efe 1:18) para que nosotros aceptemos y procesemos los cambios, las transformaciones que Dios quiere operar en nosotros. Pablo se lo expresa así a otras Iglesias amadas. Por ejemplo:

“5 Piensen y actúen como Jesucristo. Esa es la «misma manera de pensar» que les estoy pidiendo que tengan.” (Fil 2:5, PDT)
 
En otras palabras, Dios comienza cambiando nuestras actitudes. El resto de ese pasaje bíblico indica que esto se logra permitiendo que el Espíritu Santo nos logre vaciar de nuestra vanagloria, de nosotros mismos.

Estamos convencidos de que esta es una de las razones por las que Dios permite” las “noches oscuras del alma”; para que nos dejemos vaciar de todo aquello que pueda impedir que recibamos esa revelación del cielo, que podamos ser transformados por el Espíritu de Dios.

Un Apóstol Pablo transformado por Dios nos revela que la transformación de su vida dio comienzo con la transformación de su vida de oración.
Referencias

[1] https://tallandopoemas.com/san-juan-de-la-cruz/analisis-noche-oscura-alma/

[2] https://www.guioteca.com/fenomenos-paranormales/la-noche-oscura-del-alma-cuando-el-miedo-la-tristeza-y-desolacion-se-apoderan-de-nuestras-vidas/

[3] Una expresión en latín dice que todo es “sacramento”, manifestación de la presencia de Dios, para aquél que quiere ver: “Omni sacramentum sum.”

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