Reflexiones de Esperanza: La estructura de la primera oración en esta carta (Parte XIX)

“18 Pido también que ilumine sus corazones para que sepan cuál es la esperanza a la que los llamó y qué enorme es la riqueza de la herencia que él ha dado a los que son suyos. 19 Oro también para que comprendan el increíblemente inmenso poder con que Dios ayuda a los que creen en él. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz 20 con que Dios levantó a Cristo de entre los muertos y lo sentó a su derecha en la gloria.”  (Efesios 1:18-20, NBV)

En nuestra reflexión más reciente tuvimos la oportunidad de comenzar a identificar algunas de las áreas de nuestras vidas que son impactadas por el poder de la resurrección de Cristo. La oración paulina que pide que seamos capaces de comprender “el increíblemente inmenso poder con que Dios ayuda a los que creen en él” (Efe 1:19b, NBV)  describe una vida que se vive a plenitud bajo el mismo poder que resucitó a Cristo de entre los muertos. Vimos en esa reflexión que se trata de una vida que posee unas dimensiones de gozo y de paz que se deprenden de nuestra relación con Dios a través de nuestro Señor Jesucristo.

Un dato imposible de obviar es que Pablo está pidiendo en la Carta a Los Efesios que la Iglesia pudiera conocer ese poder.
             
Henry Blackaby[1] insiste en que el énfasis que las cartas paulinas hacen en ese gozo completo e inefable surge de la convicción del mensaje del Evangelio que predicamos. Por un lado, el Espíritu de Dios produce ese gozo a causa del mensaje. Por otro, ese mensaje no tendría mucho sentido ni significado si no estamos llenos de ese gozo. Dicho de otra manera, se trata de la diferencia en la calidad de vida que producen el mensaje y la clase de vida que se vive bajo el poder de la resurrección de Jesús; esto en cada creyente. Pablo enfatiza esto en muchas de sus cartas hasta el punto de poder señalar que se puede hallar gozo y regocijo aún en medio de los conflictos y las batallas.
 
“3 Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. 4 Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Fil 4:3-4, RV 1960)
 
Lo mismo sucede con la paz que produce vivir en el poder de la resurrección. Ese poder nos convierte en sembradores de justicia y en hacedores de la paz. Así lo señala la carta a Santiago:
 
“18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3:18)
   
Tenemos que señalar que nunca deja de sorprendernos ver los testimonios de esto en aquellos que creen, que sirven y que aman al Señor. Los testimonios más recientes de pastores y de misioneros en Ucrania, una zona en la que hoy abundan crímenes de guerra, son más que elocuentes. No se trata de que estos pastores y estos misioneros no abandonan sus misiones y los lugares de sus ministerios. Se trata de la alegría, del gozo y la paz con la que comunican sus decisiones e informan acerca de sus labores. Hay libros en el cielo llenos de estas hazañas; hazañas producidas por el poder de la resurrección.
 
La aseveración más reciente está basada en las declaraciones de Cristo acerca de las cuentas que  tendremos que rendir ante el trono del Señor.
  
“31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” (Mateo 24:31-40, Rv 1960)
 
¿Esto significa que debemos vivir ignorando las realidades que enfrentamos en la vida con tal de no perder ese gozo? Abrazar este tipo de conducta sería la demostración inequívoca de un tipo de psicopatología. El gozo y la paz que produce el poder de la resurrección de Cristo jamás cancelan la lectura correcta de nuestras situaciones. El Apóstol Pedro lo señaló así en una de sus cartas:
 
“11 Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala, 12 porque el Señor cuida a los justos y sus oídos están atentos a sus oraciones, pero está en contra de los que hacen el mal. 
13 ¿Quién les va a hacer mal si ustedes se esfuerzan siempre en hacer el bien? 14 Pero si sufren por hacer lo que es justo, ¡dichosos sean! No le tengan miedo a nadie ni se asusten. 15 Más bien, honren en su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre listos para responder a todo el que les pida explicaciones sobre la esperanza que ustedes tienen.”  (1 Pedro 3:10-15, NBV)
 
Los creyentes que caminan en ese poder y bajo ese poder entienden la seriedad de los eventos y los procesos por los que están atravesando. La diferencia es que estos saben que nada ni nadie podrá robarles el gozo y la paz que Dios les ha dado. Estos creyentes son fáciles de identificar, no por la elocuencia de su mensaje, ni por la calidad de la voz con la que cantan. Estos creyentes pueden ser identificados por la pasión, el compromiso, la entrega y la consistencia de sus labores a través de los años.
 
Estos creyentes han validado que vivir bajo ese poder los ha preparado para enfrentar las pruebas y las tribulaciones que la vida pueda traer consigo.
 
Así mismo podemos identificar a aquellos que no conocen ni viven bajo ese poder. Tenemos que admitir que la mayoría de estos son creyentes buenos y probos. Sin embargo, han aprendido a vivir la vida Cristiana dependiendo de sus propias fuerzas. Esto les expone a vivir vidas en la que las que las energías para seguir hacia adelante siempre son bajas y en el que el cansancio espiritual y emocional son evidentes.
 
No olvidemos que Pablo estaba orando para que la Iglesia que estaba localizada en la ciudad de Éfeso pudiera experimentar esa visitación. Por lo tanto, Pablo estaba clamando por una transformación en el estilo de vida y en la oftalmología espiritual de esa Iglesia.
 
Henry y Mel Blackaby señalan que vivir en el poder que resucitó a Cristo de entre los muertos se convierte en nuestra identidad: Cristo vive en nosotros: estamos constantemente en el proceso de ser conformados a Su imagen. Además, sabemos que somos Sus embajadores y que por lo tanto no operamos bajo nuestra autoridad sino que operamos bajo la suya.
             
Los teólogos que se dedican al manejo de este tema han clasificado esto último bajo el concepto de la confianza. Tal y como dice el escritor de la Carta a Los Hebreos:
 
 “14 Hemos llegado a tener parte con Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio.” (Hebreos 3:14, NVI)
 
“35 No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; 36 porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. 37 Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. 38 Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. 39 Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.” (Hebreos 10:35-39, RV 1960)
             
Nos preguntamos: ¿cómo podemos describir el génesis de esa confianza? ¿Es ésta el resultado neto de procesos emocionales? Las repuestas para estas preguntas se desprenden de la conciencia que poseemos los seres humanos.
             
Arnold Toynbee decía lo siguiente acerca de esa conciencia:
  
“El ser humano es la única criatura consciente de su muerte y ese previo conocimiento le provee la oportunidad de ponderar su destino final…pensar con capacidad si se enfrentará a ésta con dignidad.”[2]  (traducción libre)
             
Él añadía que es por eso que casi todos los seres humanos viven procurando, consciente o inconscientemente, que la vida tenga sentido, que tenga perspectiva, que tenga propósito. Los creyentes en Cristo sabemos que nuestro Señor es el único que nos puede dar el sentido, la perspectiva y el propósito que necesitamos en la vida.
 
Los creyentes en Cristo partimos de la premisa de que la muerte es una realidad para todos nosotros. La Biblia lo plantea así en varios de sus libros.
 
“19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”  (Genesis 3:19)
 
 “48 ¿Qué hombre vivirá y no verá muerte? ¿Librará su vida del poder del Seol? Selah” (Salmos 89:48)
 
“10 Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, Porque pronto pasan, y volamos.” (Salmos 90:10)
 
 “12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos5:12 )
 
“14 cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.” (Sabtiago 4:14)
 
Los creyentes en Cristo no tenemos objeción alguna a que la muerte es una realidad inescapable. No obstante, también aseveramos que la Biblia trata este tema con otros espejuelos. Esta señala que Cristo venció la muerte con Su resurrección de entre los muertos y que es por esto que la muerte es tan solo una transición. Los creyentes en Cristo afirmamos que somos eternos y lo que decidimos aquí es en dónde pasaremos la eternidad
 
“Pues sabemos que, cuando se desarme esta carpa terrenal en la cual vivimos (es decir, cuando muramos y dejemos este cuerpo terrenal), tendremos una casa en el cielo, un cuerpo eterno hecho para nosotros por Dios mismo y no por manos humanas. 2 Nos fatigamos en nuestro cuerpo actual y anhelamos ponernos nuestro cuerpo celestial como si fuera ropa nueva. 3 Pues nos vestiremos con un cuerpo celestial; no seremos espíritus sin cuerpo. 4 Mientras vivimos en este cuerpo terrenal, gemimos y suspiramos, pero no es que queramos morir y deshacernos de este cuerpo que nos viste. Más bien, queremos ponernos nuestro cuerpo nuevo para que este cuerpo que muere sea consumido por la vida. 5 Dios mismo nos ha preparado para esto, y como garantía nos ha dado su Espíritu Santo. 6 Así que siempre vivimos en plena confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo no estamos en el hogar celestial con el Señor. 7 Pues vivimos por lo que creemos y no por lo que vemos. 8 Sí, estamos plenamente confiados, y preferiríamos estar fuera de este cuerpo terrenal porque entonces estaríamos en el hogar celestial con el Señor.” (2 Corintios 5:1-8, NTV)
               
Esto cambia la perspectiva de la vida y nos provee otros espejuelos para mirar la vida que vivimos aquí. Así lo afirma el Apóstol Pablo cuando le dice lo siguiente a la Iglesia que estaba en la ciudad de Corinto:
 
“16 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. 17 Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; 18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”   (2 Corintios 4:16-18, RV 1960)
 
Estas declaraciones paulinas no son otra cosa sino la reafirmación de las palabras de Cristo:
 
“25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. 26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; 27 y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. 28 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”  (Juan 5:25-29, RV 1960)
               
La manera más eficiente para vivir una vida que tenga sentido, perspectiva y propósito es vivirla bajo el mismo poder que levantó a Jesucristo de entre los muertos. Cristo es el único que le puede dar perspectiva, sentido y propósito a nuestras vidas porque Él es el dueño de ella
             
Sabemos que las crisis con sus ansiedades procuran desenfocarnos. La realidad escueta de los dolores y de la destrucción provocada por la guerra en Ucrania es una muestra de esto. Es por eso que necesitamos la visión del Resucitado; para poder ser capaces de alcanzar ver aquello que es realmente importante. La Iglesia lo aprendió y al hacerlo decidió que el tema de la resurrección le concedía una perspectiva especial de la Cruz. El Rdo. Dr. Domingo Marrero decía en uno de sus sermones que esta perspectiva incendiaba el alma del creyente. Ese fuego transforma la perspectiva de la Cruz y la perspectiva de la vida.
             
Tenemos que afirmar que el poder desatado en la resurrección de Jesucristo nuestro Señor es mucho más que la señal de victoria sobre la muerte. No ignoramos que esta era la sentencia dictada sobre nosotros los pecadores.
 
“23 Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”   (Romanos 6:23, RV 1960)
             
El poder desatado en la mañana de la resurrección no se limitó al tiempo y al espacio en el jardín del huerto en el que Jesús había sido sepultado. La dádiva de Dios se extiende mucho más allá de esa noticia que cambió la historia de la humanidad. Sabemos que esa resurrección nos concede el privilegio de estar sentados en los lugares celestiales (Efe 2:6) y de ser tenidos por dignos de ser librados de la ira venidera (1 Tes 1:10).
 
Sin embargo esto no es todo lo que podemos alcanzar mediante ese poder. La Biblia dice que ese poder, el de la resurrección de Jesús, hace posible que vivamos con la conciencia limpia y seguros de nuestra salvación.
 
“El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo,”    (1 Pedro 3:10b, NVI)
   
Ese poder garantiza que podamos vivir con una esperanza viva y para recibir una herencia incorruptible, incontaminada, e inmarcesible. Es más, la Biblia añade que somos guardados por el poder de Dios.
 
 “3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, 5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1 Pedro 1:3-5, RV 1960)
 
Como dice Blackaby, el poder que operó la resurrección de Jesucristo no es simplemente una doctrina para examinar. [3] Ese poder es una invitación para experimentar la vida de Cristo aquí, sin temores, sin ansiedades y con esperanza. El poder que operó la resurrección de Jesús desata transformaciones extraordinarias en las vidas de aquellos que lo buscan y lo reciben.
 
Ese poder nos libera del temor que pueden producir la muerte, las tinieblas espirituales, las tristezas y los futuros inciertos. Una de las buenas noticias que nos comunica la Carta a Los Efesios es que ese poder está al alcance de una oración.
Referencias
   
[1] Blackaby, Henry; Blackaby, Mel (2010-03-31). Experiencing the Resurrection Study Guide: The Everyday Encounter That Changes Your Life (Kindle Locations 63-989). The Crown Publishing Group. Kindle Edition.
   
[2] Toynbee, Arnold, “Traditional Attitudes towards death” en Man’s Concerns about Death. McMillan, 1968.  p.63.
   
[3] Blackaby, Henry T. y Melvin D. Blackaby. 2008. Experiencing the Resurrection. Colorado Springs, CO: Multnomah; Study Guide edition

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