Notas del Pastor MJ: Dios no ha terminado con nosotros

Las emociones son elementos que diferencian al ser humano del resto de los miembros del reino animal.  El ser humano tiene la capacidad de responder a estímulos o experiencias vividas y tiene la capacidad de exhibir esa respuesta de múltiples formas.  De esa respuesta nacen nuestras emociones.  Las emociones del ser humano pueden ser matizadas o informadas por distintos factores externos o internos, incluyendo nuestro entorno social, cultural y personal.  Sobre el tema del manejo de las emociones la Biblia es muy rica y contiene múltiples enseñanzas.  Una de ellas, está relacionada a la vida del profeta Elías.

“Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.” (1 Reyes 19:3-4)

El profeta Elías se encontraba en medio de una época de emociones intensas.  No hacía mucho estaba en la cúspide del éxito, llevando a una nación entera al arrepentimiento.  Ahora, estaba sumido en una angustia severa y no quería vivir.  El profeta estaba atravesando por temporadas de temor, cansancio físico, soledad, duda, frustración, ausencia de simpatía y un sentimiento de impotencia entre otras cosas.  Pero Dios se acordó de él y no le reprochó por su situación emocional actual.  Todo lo contrario, Dios salió a su encuentro, tal y como dicen los siguientes versos

“y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse.  Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta.”  (1 Reyes 19:5-8)

Hay un detalle precioso en este relato bíblico y es que Dios nunca rechaza ni juzga al ser humano por su estado anímico.  Delante de la presencia de Dios nunca seremos reprobados por nuestra fragilidad emocional.  El reverendo Henry Donal Maurice Spence decía que los cambios en los estados de ánimo del ser humano no son un índice de su carácter.  No somos infieles porque atravesemos épocas de duda.  No somos eliminados por que estemos profundamente conscientes de nuestro pecado.  No nos van a reprochar del cielo por nuestras tristezas.  Ciertamente, nuestras emociones pueden catapultarnos a la cima de un monte o depositarnos en lo profundo de un valle.  Pero en medio de todas esas épocas, el propósito de Dios para nuestras vidas no expira y su compañía no desaparece.  Este testimonio se materializa en la vida del profeta Elías.

Dios hace dos cosas en la vida del profeta: le sustenta y le recuerda su propósito.  Dios le envía un ángel para que le alimente y le envía a decir que le resta un largo camino.  El propósito de Dios es lo que define la vida del ser humano.  Frente a nuestras temporadas de duda, tristeza y angustia es maravilloso recibir el sustento del cielo, pero es igualmente poderoso el saber que Dios no ha terminado con nosotros.  El mundo a nuestro alrededor quiere forjar la opinión de que valemos por nuestro estado de ánimo, por nuestras capacidades o por nuestras fortalezas.  
Pero aquel que fue capaz de conocer la angustia del Getsemaní nos ha visto, tiene misericordia de nosotros y va a salir a nuestro encuentro.  Y con ese encuentro nos recuerda que le pertenecemos y que aún tiene planes para con nosotros.

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