Reflexiones de Esperanza: Efesios - Cristo y la Iglesia (Parte III)

1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dió vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. 8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”  (Efesios 2:1-10)

La Carta a los Efesios nos ofrece una eclesiología extraordinaria. La eclesiología es una rama de la teología que se dedica al estudio sistemático de la Iglesia, su origen, su esencia, su desarrollo histórico, sus doctrinas y el desarrollo de su fe. La teología Católica destaca aquí que la eclesiología distingue la Iglesia como un misterio divino y una entidad humana.[1],[2],[3] Algunos especialistas gustan de sintetizar la definición de este concepto diciendo que la eclesiología es la teología acerca de la Iglesia[4].
 
La eclesiología paulina que encontramos en la Carta a los Efesios es indiscutible y esencial para la vida de la Iglesia y de los creyentes en Cristo que formamos parte de ella. Compartimos lo siguiente acerca de este tema en nuestra reflexión de introducción para el estudio de esta carta (Junio 22, 2021):
 
“El Apóstol Pablo presenta en esta carta formas y maneras para responder a preguntas sobre qué es la Iglesia, cuál es el carácter de ella y cómo se opera en la revelación que el Espíritu Santo ha dado acerca de ella. Pablo habla acerca de la estructura de la Iglesia en tiempos de crisis, de la unidad necesaria en tiempos de tormentas socio-políticas, de los ministerios de la Iglesia en tiempos de grandes transiciones y de cómo debemos vivir como Cristianos frente a estos retos. Pablo habla del crecimiento y de la madurez de los miembros de la Iglesia frente a las amenazas de filosofías avasallantes que estos sufren. Pablo describe aquí cómo debe comportarse la familia Cristiana en medio de todo esto y cómo tenemos que buscar constantemente de la presencia del Espíritu Santo para poder alcanzar las metas que Dios nos ha establecido. La batalla constante entre nuestros deseos y el deseo del Espíritu también está incluida en esta carta.  
 
Pablo describe en esta carta a una Iglesia que ya está sentada en lugares celestiales con Cristo Jesús. Al mismo tiempo, nos presenta a una Iglesia que está vestida adecuadamente para enfrentar los conflictos. Un dato curioso es que cuando lo hace no presenta a la Iglesia vestida para la ofensiva. Pablo recibe la inspiración del Espíritu Santo para describir una Iglesia que sabe y que puede estar firme para resistir todos los ataques y las amenazas que se le presenten. A todo esto hay que añadir que la Iglesia en Éfeso es una de las Iglesias que aparecen en el libro de Apocalípsis. O sea, que es una Iglesia para los tiempos del fin…… A lo largo y a lo ancho de esta carta el Apóstol insiste entre otras cosas, que Dios continúa trabajando en su gran propósito para la humanidad, llamando seres humanos a Cristo y formando en Cristo una sociedad nueva y redimida. El Apóstol hace referencia de muchas maneras a esa sociedad redimida que constituye el nuevo pueblo de Dios. Por ejemplo, entre otras cosas él les llama santos y fieles (1:1-2), herencia de Dios (1:11), edificio de Dios (2:19-20), Cuerpo de Cristo (1:22-23), esposa de Cristo (5:22-31), Iglesia (3:10, 21), nuevo hombre (2:14-15; 4:24) e imitadores de Dios (5:1). Sólo con estos datos podemos llegar a la conclusión de que la declaración más comprehensiva de esta carta es el eterno propósito de Dios y el lugar de Cristo y de su pueblo en ese propósito. Estos nombres metafóricos sirven para describir diferentes manifestaciones del carácter de la Iglesia de cara a los retos que ella enfrenta mientras alcanza ese propósito.”
 
Repetimos que estas metáforas paulinas son en sí mismas descripciones operacionales de la Iglesia.
 
Pablo le añade a todo esto una descripción del carácter de la Iglesia. Hemos visto en otras reflexiones que él describe algunas de las características esenciales de ese carácter. Pablo dice que la Iglesia es una comunidad de hombres y mujeres convocados para ser pueblo de Dios. La Iglesia es la comunidad de hombres y mujeres de fe creados por Cristo y a través de Cristo (Efe 2:10). Esa Iglesia está compuesta por fieles (Efe 1:1), llamados por la fe (Efe 2:8) a la luz de la verdad (Efe 5:1-8, 14) y del conocimiento de Dios (Efe 3:18-19; 4:11-13). Esa Iglesia está compuesta por hombres y mujeres que el Hijo de Dios ha escogido para sí.
 
Ahora bien, nuestra reflexión anterior concluyó con una descripción de la composición de la Iglesia. O sea, que hasta aquí tenemos descripciones operacionales, una descripción del carácter de la Iglesia y la descripción de la composición de la Iglesia.
 
Esto es así porque Pablo incluye en esta carta cómo fue que la Iglesia fue ensamblada por Dios a través del sacrificio de Cristo en la cruz, de la participación del Espíritu Santo, de la gracia, de la fe y del poder de la Palabra creadora de Dios.
 
Pablo procede a describir esto luego de haber definido en el capítulo uno (1) las bendiciones y las posesiones espirituales que tenemos en Cristo Jesús. Esto él lo hace en el primer capítulo de esa carta. Ese capítulo ha sido descrito como la descripción del plan eterno de Dios para los seres humanos que aceptan el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. Es entonces que Pablo entra a describir nuestra posición espiritual en Cristo;[5] la ejecución de ese plan. Esto es, cómo es que Dios transforma seres humanos que están muertos en sus pecados en hijos espiritualmente vivos que pueden sentarse al lado del Eterno y formar parte de la Iglesia del Señor.
 
Otra manera de ver esto es diciendo que el primer capítulo hace énfasis en nuestra relación con la Trinidad, mientras que el segundo capítulo hace énfasis en la actividad desarrollada por Dios a favor de nosotros. Ese es el mensaje central que  comunica el capítulo dos (2). Pablo describe todo esto al mismo tiempo que describe la composición, el ensamblaje de la Iglesia.
 Adelantamos que las versiones bíblicas que serán utilizadas de aquí en adelante fueron seleccionadas en virtud de la claridad con la que estas presentan las aseveraciones que queremos comunicar en esta reflexión.
             
Los primeros versos bíblicos de ese capítulo dos (2) nos permiten ver quiénes éramos antes de que Cristo nos alcanzara con Su amor y Su gracia y que nos hiciera formar parte de Su Iglesia (Efe 2:1-3),
 
“1 Antes ustedes estaban muertos a causa de las maldades y pecados 2 en que vivían, pues seguían los criterios de este mundo y hacían la voluntad de aquel espíritu que domina en el aire y que anima a los que desobedecen a Dios. 3 De esa manera vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, siguiendo nuestros malos deseos y cumpliendo los caprichos de nuestra naturaleza pecadora y de nuestros pensamientos. A causa de eso, merecíamos con toda razón el terrible castigo de Dios, igual que los demás.” (Efesios 2:1-3, DHH)
 
Pablo dice que los seres humanos que no han aceptado a Cristo como su Señor y su Salvador forman parte de un cementerio. Él añade que los miembros de la Iglesia compartíamos esa naturaleza antes de ser alcanzados por el amor y por la gracia de Dios. No teníamos apetito espiritual y nuestros oídos estaban cerrados. En otras palabras, muertos en vida, no poseíamos la vida que realmente cuenta: la vida espiritual.  Sabiendo esto, entonces tenemos que concluir que los miembros de la Iglesia somos personas traídas de la muerte espiritual a la vida: resucitados con Cristo (Efe 2:6)
 
Esa muerte espiritual nos había separado de Dios y nos obligaba a seguir las reglas dictadas por la carne, por el mundo y por el enemigo de nuestras almas. Éramos hijos de la desobediencia, de la obstinación en no querer creer (“apeitheia”, G543). Éramos prisioneros de los deseos de la carne (“epithumia”, G1939), anhelar aquello que es prohibido. Vivíamos para satisfacer la voluntad, la determinación (“thelēma”, G2307), el propósito y los decretos de la carne. Éramos “por naturaleza hijos de ira…” (Efe 2:3c, RV 1960), hijos de los deseos, de las pasiones, del coraje, de la sed de venganza. Éramos esclavos del príncipe que domina el aire: “….Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia” (Efe 2:2b. NVI). Esto éramos todos antes de ser alcanzados por el amor sempiterno de Dios.
 
Luego de esto el Apóstol describe qué movió a Dios para querer alcanzarnos (v. 4).
 
“4 Pero Dios es tan misericordioso y nos amó con un amor tan grande” (Efesios 2:4, DHH)
 
Tenemos que subrayar que en el primer capítulo vemos a Dios actuando en relación a Cristo, mientras que en el capítulo dos (2) Dios actúa en favor de los pecadores.[6] El poder descrito en Efesios 1:19 (el de la resurrección) se pone aquí de manifiesto junto al poder del amor de Dios. Al mismo tiempo, es interesante que Pablo no decida hablar acerca de la gracia y de la fe sin antes describir la necesidad inescapable e imperante que tenemos los seres humanos; ser alcanzados por la gracia, el amor y el poder   que nos trae de la muerte a la vida; del pecado a la salvación; de la condenación a la vida eterna.
 
Pablo inserta el verso cuatro (4) luego de describir una humanidad sin alternativas para poder escapar de sus ataduras, de sus condiciones y de su muerte. Ese dilema desesperado sólo podía ser resuelto por Dios.
 
No olvidemos que el pecado no es una enfermedad. Los que no han creído en Cristo no están enfermos: están muertos a causa de sus delitos y de sus pecados (Efe 2:1). El no-creyente no necesita que lo resuciten, como hacen los médicos con aquellos que pierden sus signos vitales. Los no-creyentes necesitan resurrección porque están muertos, así como lo estábamos nosotros antes de conocer al Señor.
 
El amor y la misericordia de Dios establecieron la diferencia. Ese amor con el que Dios decidió amarnos desarrolló el plan de salvación. F.F. Bruce presenta esto de una forma poética. Él dice que el justo juicio de Dios que nosotros merecíamos sólo sirvió como trasfondo en el que se refleja el brillo radiante del amor y de la misericordia divina. [7]  
 
Pablo continúa describiendo qué hizo Dios por nosotros y qué posición designó para nosotros (vv.5-6).
 
“5 nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! 6 Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales,” (Efesios 2:5-6, NVI)
 
Esos versos son seguidos por uno que describe el propósito de todo esto (v.7).
 
“7 Hizo esto para demostrar en los tiempos futuros su generosidad y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2:7, DHH)
 
El verso siete (7) es seguido por una descripción de las herramientas utilizadas por Dios para que nosotros pudiéramos alcanzar este milagro de salvación y misericordia (vv. 8-9).
 
“8 Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, 9 no por obras, para que nadie se jacte.” (Efesios 2:8-9, NVI)
 
El tema de la gracia es presentado aquí como una avenida necesaria para poder cubrir las necesidades que la misericordia no cubre. La misericordia, es la avenida que Dios utiliza para no tener que darnos aquello que merecemos; la condenación y la muerte eterna. En cambio, la gracia es la avenida que Dios utiliza para darnos aquello que no merecemos; la salvación, el perdón de nuestros pecados y la vida eterna.
 
Estos versos indican que alcanzar todo esto es imposible con nuestras fuerzas, nuestras obras o nuestro poder. La única forma de ser capaces de recibir todo esto es utilizando la fe. Estos versos dicen que se requiere la fe y que para que no haya excusa alguna Dios decidió regalárnosla como un obsequio de gracia (“dōron”, G1435). O sea, que todos los seres humanos la reciben como un regalo de la gracia de Dios. Esto es, todo el mundo tiene la capacidad para creer.
 
La primera parte de este capítulo concluye señalando que los creyentes en Cristo somos un nuevo génesis, una nueva creación de Dios (v.10).
 
“10 Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.” (Efesios 2:10, NVI)
             
Nuestra próxima reflexión será dedicada a la continuación de este análisis superficial del capítulo dos (2) de la Carta a los Efesios.
Referencias
 
[1] https://www.biblia.work/diccionarios/eclesiologia/;

[2] https://www.teologiaburgos.org/wp-content/uploads/2020/02/D005-Eclesiología.pdf
   
[3] https://www.academia.edu/42746738/El_surgimiento_del_concepto_de_eclesiología _Gregorianum_
   
[4] https://tallerdelmaestro.files.wordpress.com/2010/10/12-eclesiologia-maestro.pdf
   
[5] Wiersbe, Warren W.. Be Rich (Ephesians): Gaining the Things That Money Can't Buy (The BE Series Commentary) (pp. 50-77). David C. Cook. Kindle Edition.
   
[6] Hoehner, Harold W.. Ephesians. Baker Publishing Group. Kindle Edition, p. 299.
   
[7]   Bruce, F.F.. The Epistle to the Ephesians: A Verse by Verse Exposition by One of the Great Bible Scholars of Our Age . Robert Frederick. Kindle Edition.

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