867 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 25 de septiembre 2022

867 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 25 de septiembre 2022
Análisis de las peticiones de la segunda oración de Pablo en la Carta a los Efesios (Pt. 8)
 
14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”   (Efe 3:14-21)

Las reflexiones para analizar las peticiones que aparecen en la segunda oración que el Apóstol Pablo nos regala en la Carta a los Efesios nos han colocado ante la necesidad de investigar las implicaciones bíblicas que posee el corazón. Sabemos que la Biblia no considera el corazón como lo hacemos en la posmodernidad. La Biblia no habla acerca del corazón para referirse al órgano que está compuesto de tejido muscular y que bombea sangre a todo el cuerpo.[1] La Biblia utiliza este concepto para describir el asiento de las actitudes, de las emociones, de la inteligencia, de la mente, los pensamientos, los sentimientos y el intelecto en general.
 
Para facilitar nuestro análisis hemos echado mano de un bosquejo provisto por el Pastor Wayne Barber.[2] Este siervo del Señor decidió examinar el verso 17 del capítulo tres (3) de la carta antes mencionada, y metaforizar el corazón como un salón en el que existen varias habitaciones, a saber:

-  la de los pensamientos                   -  la de las actitudes  
-  la de las emociones                         -  la de las cosas ocultas
-  la de las decisiones.  

Recordamos que la segunda petición que el Apóstol Pablo presenta en esa oración pide “que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (Efe 3:17a). Repetimos que el concepto griego traducido aquí como “habitar” es “katoikeō” (G2730). Este concepto griego es en sí una palabra compuesta por los términos “katá” (G2596) y “oikeō” (G3611).  Ya sabemos que el primero, “katá”,  es una preposición que se usa, entre otras cosas, para enfatizar distribución e intensidad, mientras que el segundo, “oikeō”, describe la acción de ocupar, de residir y de habitar.

Es muy importante destacar que “los inquilinos” que Barber identifica en esas habitaciones del corazón no son los únicos que habitan en ese apartamento que llamamos corazón. Es obvio que puede haber muchos más “inquilinos” residiendo en el corazón del ser humano. Además, tenemos que subrayar que todos y cada uno de estos inquilinos interactúa con los otros. O sea, que estas interacciones provocan que todos los inquilinos se vean afectados por las reacciones de los otros. Es decir, la forma en que pensamos afecta las actitudes, las emociones, las decisiones y las reacciones de las cosas ocultas. Las emociones afectan así a los pensamientos, las actitudes, las decisiones, y así sucesivamente.

Los análisis de las habitaciones de los pensamientos, las actitudes y las emociones fueron compartidos en nuestras reflexiones anteriores. No obstante, las reacciones que hemos tenido acerca de estas reflexiones nos obligan a regresar a compartir algunas ideas y axiomas que se quedaron en el tintero.
En esta reflexión regresamos a la habitación de los pensamientos del corazón (Mat 15:19), con el propósito de ampliar el espectro analítico que la Biblia nos ofrece acerca del mismo.
La Biblia dice que una de las instrucciones que el Señor le dio al pueblo de Israel mientras este estaba en el desierto, tenía que ver con guardar el corazón de pensamientos perversos. En la narrativa bíblica que citamos a continuación, esta expresión se usa para describir la ausencia de misericordia para los más débiles:

9 Asegúrate de que ningún pensamiento malvado entre en tu mente diciéndote: «El séptimo año, el año de perdonar las deudas está cerca», y mires a tu vecino pobre de manera hostil y no le des nada, pues él se quejará de tu conducta ante el SEÑOR, y se te encontrará culpable de pecado.” (Det 15:9, PDT)

O sea, que tenemos advertencias acerca de la inclinación del ser humano a la perversidad y más aún, a albergar pensamientos perversos que van en contra del orden de Dios.
Un dato singular acerca de este tema es que la Biblia dice que Dios posee la capacidad de probar la mente y el corazón. Así lo señala el salmista:

  “9 Fenezca ahora la maldad de los inicuos, mas establece tú al justo; Porque el Dios justo prueba la mente y el corazón.” (Sal 7:9, RV 1960)

La exégesis de este verso bíblico es capaz de sorprender a cualquier estudiante de la Biblia. Esto es así porque el concepto hebreo que se traduce aquí como “probar” es “bâchan” (H974). Este concepto puede ser traducido entre otras cosas como probar un metal fundiéndolo (Zac 13:9), probar a una persona (Jer 12:3; Mal 3:10) o ser probado, puesto a prueba, examinado (Gén 42:15; Job 34:36). O sea, que este concepto describe un examen minucioso en el que nuestros pensamientos pueden ser literalmente derretidos por Dios para darnos a conocer el génesis de estos. En muchas ocasiones nosotros no tenemos una idea acerca de dónde emanan nuestros pensamientos. Dios no tiene ese problema: Él siempre sabe y compartirá esos datos con nosotros si se lo permitimos.
 Lo que hace aún más interesante esta línea de investigación es que el profeta Isaías utiliza una derivación de este concepto para explicar que Cristo también experimentó eso como hombre (“bôchan”, H976).

16 por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure.” (Isa 28:16)

Esto es, la piedra angular (Isa 28:16; Zac 10:4), la piedra que desecharon los edificadores y se convirtió en cabeza del ángulo (1 Ped 2:7), fue sometida por el Padre a esta misma clase de procedimiento que describe el salmista en el Salmo 7. Una de las evidencias bíblicas acerca de esto la encontramos en la Carta a los Hebreos. Allí se señala que Jesucristo, en su humanidad, fue tentado en todo sin que se hallara pecado en Él (Heb 4:15). Estas aseveraciones bíblicas del profeta Isaías explican esto señalando que la piedra angular fue sometida a prueba. La otra prueba a la que la piedra angular fue sometida fue el juicio de la cruz del Calvario.

No podemos olvidar que el plan de salvación requería que un hombre exactamente igual al primer Adán, pudiera decidir vivir sin pecar para que entonces pudiera ser capaz de ofrecerse en la cruz por nosotros. El sacrificio en la cruz requería un hombre sin pecado. Estos versos bíblicos son demostraciones de que Cristo fue probado durante su vida para demostrar que en Él no había pecado.

Esta perspectiva que nos ofrece la soteriología, la teología que estudia el tema de la salvación, nos permite entender algunas cosas acerca del proceso para probar los pensamientos. La intención de Dios con esto es hacernos conocer las áreas de pecado que quedan en nuestros pensamientos. Es importante destacar que esto no es un juicio punitivo: todo lo contrario. Este proceso procura identificar lo que el salmista decía y pedía en el Salmo 139:

“23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; 24 Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.” (Sal 139:23-24)

O sea que debemos acercarnos a estos procesos y aceptarlos con alegría de corazón porque lo que Dios procura con esto es que nos parezcamos más y más a Cristo.
 Hay otros pasajes bíblicos que identifican este proceso. Las profecías de Jeremías lo incluyen cuando dice que Dios escudriña la mente y el corazón (Jer 11:20; 17:10). También, cuando anuncia varios siglos antes del nacimiento de Cristo, que vendría un tiempo en el que se establecería un nuevo pacto con la humanidad y que el mismo sería escrito en la mente y en el corazón de lo aquellos que lo aceptaran.

33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.”  (Jer 31:33).

Esta palabra profética se cumplió en la cruz del Calvario. Nosotros, la Iglesia, somos los recipientes del cumplimiento de esa profecía y los beneficiados con ese nuevo pacto.
 Desde esta perspectiva podemos afirmar varias cosas acerca de lo que Pablo le pide a Dios en el verso 17 del capítulo tres (3) de la Carta a los Efesios. Cuando Pablo pide que Cristo habite en nuestros corazones, está pidiendo que el fuego purificador y el jabón de lavadores (Mal 3:2) ocupe el centro de nuestros corazones. Pablo pide que Aquél que sabe derretir los pensamientos para purificarlos sea el dueño de nuestros corazones. Pablo pide que ocupe nuestros corazones Aquél que puede compadecerse de nosotros porque conoce los campos de batalla en los que nosotros estamos sumidos constantemente (Heb 4:15).

15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

Es por esto que el verso 16 de ese mismo capítulo nos invita a acercarnos a Cristo y a hacerlo con confianza.

16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Es obvio que el oportuno socorro descrito aquí proviene de tener a Cristo haciendo “katoikeō” en nuestros corazones.
Pablo pide que Cristo haga “katoikeō” en nuestros corazones para que nuestros pensamientos sean probados en la misma habitación en la que estos residen. Este proceso tiene como una de sus metas alejar el pecado de nuestros pensamientos.
Regresando a la profecía de Isaías, tenemos que destacar que dentro de los innumerables mensajes proféticos que este profeta comparte en su libro, él conecta la existencia de la paz con los pensamientos que perseveran en el Señor.

3 Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. 4 Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.”  (Isa 26:3-4)

Estas expresiones colocan todo el peso de esta palabra profética sobre la confianza que debemos tener en Aquél que hace estas promesas. Esto es, que podemos ser guardados en completa paz en la medida en que decidimos confiar en el Señor.  O sea, dándole a Cristo Jesús el permiso para hacer “katoikeō” en nuestros corazones. Al mismo tiempo, esta palabra profética destaca que no hacerlo implica que nosotros no confiamos plenamente en el Señor ni en Sus planes.

Un dato sobresaliente es que nuestra realidad como seres humanos es descrita por el profeta Isaías en ese mismo capítulo: el veinte y seis. Este profeta se encarga de hacernos saber en ese mismo capítulo que nosotros sufrimos la inclinación de buscar a Dios y de procurar su intervención cuando las cosas no nos van bien.

En la aflicción te buscamos, Señor, cuando nos corriges con un simple murmullo. 17 Delante de ti estábamos, Señor, como cuando a una mujer encinta se le acerca el momento del parto y se retuerce y grita de dolor. 18 Concebimos, sentimos los dolores del parto y dimos a luz, pero no era más que viento. No hemos traído la salvación al país, ni va a nacer gente que pueble el mundo.” (Isa 26:16-18, DHH)

El Apóstol Pablo conocía acerca de esta condición. Es por esto que él pide a Dios que los creyentes no nos quedemos atrapados practicando esta conducta. La práctica de esta conducta produce partos de viento. O sea, partos que no generan absolutamente nada: no generan vida. Su oración pidiendo que Cristo haga “katoikeō” en nuestros corazones procura, entre otras cosas, romper con esa inclinación.
Ahora bien, no podemos continuar con este análisis sin señalar que todo esto es un proceso volitivo. El proceso de tener a Cristo haciendo “katoikeō” en la habitación de los pensamientos del corazón es una decisión. Dios nunca nos llevará más allá de lo que nosotros le permitamos llegar. Hay que escoger, hay que decidir que esto sea así.
Lo sabemos porque los procesos acerca de cómo debemos pensar no aparecen en la Biblia como algo que Dios hará por nosotros. La Biblia se acerca a estos procesos colocando esa responsabilidad sobre nosotros. Es cierto que nos ofrecen la ruta para saber qué hacer y cómo hacerlo, pero la responsabilidad continúa siendo nuestra  Veamos como lo señala el Apóstol Pablo en su Carta los Filipenses:

6 No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. 7 Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús. 8 Por último, hermanos, piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza.”  (Fil 4:6-8, DHH)

Un sermón de la Pastora Rebecca Parrilla destacaba que esta lista de temas que ofrece Pablo no se presenta para que conozcamos algo en lo que debemos pensar. La Pastora Becky nos decía en ese sermón que esa lista describe a Alguien en el que debemos pensar. El Padre es verdadero (Jn 8:26; 17:3; 1 Tes 1:9)  y Cristo también lo es:

20 Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.”  (1 Jn 5:20).

Cristo es el que es digno de respeto.

11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” (Apoc 4:11)

Cristo es el que recto o justo.[3]

1 Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” (1 Jn 2:1).

Cristo es puro.

3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1 Jn 3:3)

Cristo es eterna e indiscutiblemente agradable, amable, porque Él es el mejor Amigo[4]

15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.” (Jn 15:15)

Cristo posee el mejor informe, el mejor reporte de conducta de la humanidad. Su fama, su nombre es sobre todo nombre (Fil 2:9). Nosotros hemos sido llamados a anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Ped 2:9).

Cristo es el único merecedor de alabanza.

13 Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.”  (Apoc 5:13)

La instrucción paulina es directa: “en esto pensad” (Fil 4:8, RV 1960). O sea, que tenemos que escoger pensar en Cristo y creer y decidir que haga “katoikeō”en nuestros corazones. Esta acción provocará que tengamos las mejores razones para pensar ocupando la habitación de los pensamientos del corazón.
 
[1] https://www.cdc.gov/ncbddd/spanish/heartdefects/howtheheartworks.html
[2] https://www.preceptaustin.org/ephesians_314-17#prayer3
[3] El vocablo griego traducido aquí como recto es “dikaios” (G1342) que significa justo.
[4] El vocablo griego traducido aquí como recto es “prosphilēs” (G4375) que significa amistoso, aceptable, amoroso.

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