875 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 20 de noviembre 2022

875 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 20 de noviembre 2022
Análisis de las peticiones de la segunda oración de Pablo en la Carta a los Efesios (Pt. 16)

14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”   (Efe 3:14-21)

Las reflexiones acerca de las cosas ocultas que podemos encontrar en nuestros corazones nos han conducido al análisis de la historia bíblica acerca de Acán (Jos 7:1-26). Estas reflexiones forman parte de  nuestros análisis de una de las peticiones que realiza el Apóstol Pablo en la segunda oración, las segunda plegaria que encontramos en su Carta a los Efesios (Efe 3:14-21). La primera parte de esta petición dice lo siguiente:

17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones,” (Efe 3:17a).

La habitación del corazón en la que se guardan estas cosas ha sido el eje de las reflexiones más recientes. Sabemos que aquello que Acán decidió robar y ocultar fue motivado por los enemigos del alma que él ocultaba en su corazón. Repetimos unas aseveraciones que compartimos al inicio del mes de septiembre del año en curso. Nuestra naturaleza humana es descrita en la Biblia como extraña y enemiga de Dios en nuestra forma de razonar (Col 1:21-23). La historia de Acán describe a uno de los miembros del pueblo de Dios que continuaba siendo enemigo y extraño de Dios. Esto, a pesar de todos los testimonios y los milagros que había experimentado hasta el mismo día en que cometió su pecado. Esta es una razón poderosa que explica por qué Pablo pide que Cristo habite en los corazones de los creyentes en la ciudad de Éfeso.

Recordamos que el concepto griego que se traduce como “enemigo” en el capítulo uno (1) de la Carta a los Colosenses es “echthrós”, (G2190). Este describe a un enemigo como uno que está en conflicto con otra persona.[1] Este concepto se utiliza para describir hostilidad y en ocasiones odio de forma visible.[2]  En otras palabras, Acán había vivido mucha experiencias poderosas provenientes de la mano del Señor, antes y después de haber cruzado el Jordán. Sin embargo, él continuaba siendo un enemigo, un extraño ante las cosas de Dios. Hay otro dato muy interesante que tenemos repetir en esta reflexión. Se trata de una de las advertencias que Dios le hizo al pueblo de Israel mientras este se preparaba para entrar a la Tierra Prometida:

9 Asegúrate de que ningún pensamiento malvado entre en tu mente diciéndote…" (Det 15:9a, PDT)
 
Hay que subrayar que esta advertencia precede al sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. O sea, que las palabras finales de Moisés, antes de que el pueblo entrara a la Tierra Prometida, colocaban la responsabilidad de esto sobre los hombros de los miembros del pueblo de Dios.
Así como hemos descrito que la habitación de los pensamientos de nuestro corazón es por naturaleza hostil a los planes de Dios, así también lo es la habitación de las cosas ocultas. Repetimos que estas es una de las razones por las que no podemos limitarnos a razonar la salvación de manera efectiva sin haber conocido antes a Cristo. “La hostilidad inherente a nuestra naturaleza como pecadores no lo va a permitir. Es por esto que la salvación tiene que ser recibida como una revelación de la gracia que hace el Espíritu Santo a todo aquel que la quiere recibir.”[3]

 Hemos postulado que la habitación de los pensamientos que están en el corazón requiere un apocalípsis, un proceso de revelación (Lcs 2:35). La habitación en la que se guardan las cosas ocultas también requiere un apocalipsis.

20 Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. 21 El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. 22 El revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz.” (Dan 2:20-22, RV 1960)

Regresando a la historia acerca de Acán, la Biblia es categórica acerca de lo que él hizo. En nuestra reflexión anterior compartimos el diagnóstico que Dios hizo acerca de esta situación:

11 ¡Israel ha pecado y ha roto mi pacto! Robaron de lo que les ordené que apartaran para mí. Y no solo robaron, sino que además mintieron y escondieron los objetos robados entre sus pertenencias.”  (Jos 7:11, NTV)

Estas expresiones del Señor revelan que Dios calificó lo que Acán hizo diciendo que esto había sido mucho más que un robo. El vocabulario utilizado por Dios es impresionante. Aquello que se había ocultado en el corazón de Acán produjo pecado, transgresión del pacto, robo, mentira y la acción de esconder su pecado. Un dato muy importante es que las expresiones de Dios colocan el peso de esta responsabilidad sobre todo el pueblo. Este es un aspecto teológico de este pasaje que analizaremos en otra ocasión.

El concepto utilizado por Dios para describir el pecado es el vocablo hebreo “châṭâʼ” (H2398), que entre otras cosas significa perder el objetivo, fallar en dar en el blanco (Prov. 8:36), echar de menos. También significa faltar, fallar, ofender (2 Rey 18:14), ser culpable de algo (Gén. 43:9), pecar contra Dios, contra el prójimo o contra sí mismo (Gén. 20:6; 1 Sam. 19:4; Prov. 20:2) y retroceder (Job 41:17).[4] También es traducido como pecado, hacer lo que es incorrecto, llevar la vergüenza, ser culpable, cometer una infracción, causar la culpa, errar, fallar de alcanzar y experimentar una pérdida, entre otras traducciones.[5] En otras palabras, que Dios le dijo a Josué que lo que Acán llevaba oculto en su corazón había provocado que él pecara, perdiera el objetivo, fallara en dar en el blanco, le faltara a Dios, le fallara, ofendiera al Señor. Además, que esto lo había hecho culpable y lo había hecho pecar contra el prójimo y contra sí mismo, así como había pecado contra Dios (Gén. 20:6; 1 Sam. 19:4; Prov. 20:2) y retroceder (Job 41:17).[6]

Dios le dijo a Josué que lo que Acán llevaba oculto en su corazón le había hecho hacer lo que es incorrecto, llevar la vergüenza al pueblo, le había conducido a ser culpable, a cometer una infracción, a causar la culpa, y le conduciría a experimentar una pérdida. Todas estas expresiones son la aplicación del concepto que se utiliza en este capítulo para hablar del pecado. Menudos son los resultados que pueden producir aquellas cosas que ocultamos en el corazón. El concepto que Dios utiliza para describir la transgresión de Acán es el vocablo hebreo “ʽâbar” (H5674), que entre otras cosas significa traspasar, comportarse como alguien intoxicado por el alcohol, deshacerse, repeler, sacrificar, y desvestir; [7] en este caso, el pacto entre Dios y el pueblo. Además, este concepto puede ser utilizado para explicar acciones tales como para pasar por encima, cruzar una frontera, ir más allá de, por encima de Dios. [8] Otras traducciones incluyen su uso para describir la acción de desvanecerse, de ofrecer en sacrificio, de pasar por el fuego, transferir el reino, y poner en cadenas.[9]

En otras palabras, que Dios le dice a Josué que Acán traspasó el pacto, decidió comportarse con el pacto como alguien embriagado por su pecado. Se deshizo del pacto, repelió el pacto, sacrificó el pacto y deshizo el pacto que había entre Dios y el pueblo de Israel. Dios le dice a Josué que Acán le pasó por encima al pacto, desvaneció el pacto, lo hizo pasar por el fuego, que transfirió la autoridad del pacto y que encadenó el pacto. Hay que subrayar que todo esto lo producen las acciones provocadas por aquello que Acán tenía oculto, escondido en su corazón.

Dios le dio a Josué que Acán le había robado (“gânab”, H1589), que había tomado para sí aquello que no le pertenecía. Las instrucciones recibidas en el desierto, antes de entrar a la Tierra Prometida, fueron claras y específicas:

7 Cuando fuere hallado alguno que hubiere hurtado a uno de sus hermanos los hijos de Israel, y le hubiere esclavizado, o le hubiere vendido, morirá el tal ladrón, y quitarás el mal de en medio de ti.” (Det 24:7)

Acán no solo le robó al pueblo: Acán le robó a Dios. Estos datos bíblicos nos obligan a cuestionar las determinaciones recientes tomadas por los fiscales generales de ciudades en los Estados Unidos en las que parece no haber ley ni orden. No creemos que se deban imponer castigos crueles e inusitados sobre aquellos que cometen crímenes. No obstante, tampoco podemos congraciarnos con aquellos fiscales y jueces que ni siquiera piden o señalan la imposición de fianzas sobre criminales habituales en las grandes ciudades norteamericanas.
Estos son algunos de los resultados que obtenemos cuando la habitación del corazón está saturada de enemigos acérrimos de Dios. Estos enemigos nos pueden hacer capaces de robarle a Dios. Dios le dijo a Josué que Acán le había mentido. Esto es, al Todopoderoso, a sus líderes y al pueblo. El concepto utilizado por Dios para describir la acción de mentir es el vocablo hebreo “kâchash” (H3584). Este concepto significa mentir, ser falso, engañoso, negociar con falsedad, repudiar, renegar, negar aquello que antes se ha creído o profesado, negar a alguien y/o, fingir sumisión.[10] Además, es traducido como estar finito, encogerse, arrastrarse, desilusionar, inclinarse en sumisión[11], ser infiel, no decir la verdad, y/o decepcionar.[12]
 
En otras palabras, que lo que Dios le dice a Josué es que Acán le había mentido, que era un ser humano engañoso, en el que no se podía confiar, que había repudiado la verdad, que ha renegado de su fe y que ha decidido negar a Aquél en el que había creído y que había fingido sumisión. Dios le está diciendo a Josué que Acán estaba finito en sus estructuras morales y religiosas, que sus acciones lo habían encogido, o sea que le habían reducido su valor como ser humano, como hombre. Dios le está diciendo a Josué que las acciones de Acán son similares a arrastrarse, que Acán le había desilusionado y decepcionado, que era infiel y que no decía la verdad.  Claro está, Josué no sabía aun que se trataba de Acán porque no se había desarrollado el proceso para discernir quién o quiénes habían sido descritos por Dios. Sin embargo, estas expresiones permitieron que Josué poseyera una radiografía del corazón del culpable o de los culpables.

Una pregunta que cabe aquí es por qué el castigo impuesto a Acán cubre a su familia. No podemos afirmar que tenemos una respuesta categórica para esta pregunta. No obstante, es obvio que debió haber sido muy difícil ocultar su fechoría en una tienda de campaña que era lo que le servía como  residencia. O sea, que podemos afirmar que con toda probabilidad la familia de Acán se convirtió en cómplice de este hombre cuyo nombre significa problema o problemático.

La realidad es que esta historia real se convierte en una metáfora de los peligros y los riesgos en los que colocamos a los nuestros cuando nos comportamos como Acán. En otras palabras, no lidiar con rigor y responsabilidad con aquellas cosas ocultas que hay en el corazón puede traer la destrucción de los nuestros así como experiencias de dolor para todo el pueblo.
Es por esto que insistimos en la petición paulina. Tenemos que pedir al Señor que Cristo habite por la fe en nuestros corazones, particularmente en la habitación del corazón en la que se esconden cosas ocultas.

Las cosas que ocultamos en el corazón no están circunscritas a la avaricia, el egoísmo, la envidia, y las ansias de poder y/o de poseer. En ocasiones esas cosas ocultas poseen otros nombres. Se trata de aquellos traumas que no queremos enfrentar. Se puede tratar de aquellos dolores con los que no deseamos o no tenemos las fuerzas para trabajar. La lista puede ser interminable, pero la respuesta sigue siendo la misma: tenemos que acudir al Señor para que se haga Dueño y Señor de esas habitaciones del corazón.

[1] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bíblicos: Griego (Nuevo Testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[2] Foerster, W. (1964–). ἐχθρός, ἔχθρα (echthrós, echthra). In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary  of the New Testament (electronic ed., Vol. 2, p. 814). Eerdmans.
[3] Reflexión publicada el 1 de septiembre de 2022.
[4] Chávez, M. (1992). In Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 186–187). Editorial Mundo Hispano
[5] Swanson, J. (1997). In Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains : Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[6] Chávez, M. (1992). In Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 186–187). Editorial Mundo Hispano
[7] Swanson, J. (1997). In Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains : Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[8] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). In The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[9] Chávez, M. (1992). In Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 483–485). Editorial Mundo Hispano.
[10] Chávez, M. (1992). In Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., p. 279). Editorial Mundo Hispano.
[11] Swanson, J. (1997). Op. cit
[12] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). Op. cit.  
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