Reflexiones de Esperanza: La adoración en la navidad

“8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. 9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: 14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”  (Lucas 2:8-14)

Las reflexiones anteriores nos han permitido llegar a algunas conclusiones sobre el tema de la adoración en la navidad. En primer lugar, que la efectividad de la adoración no puede ser medida por la música, las palabras o el lugar en el que se adora. En segundo lugar, que la verdadera y buena adoración (“eusebia”, en griego) siempre es medida por las respuestas que Dios recibe desde el corazón del que le adora. O sea, que la verdadera adoración no se mide por la intensidad de las palabras que se puedan usar, y sí por la transformación que experimentan aquellos que adoran. Hay otra conclusión: la verdadera adoración no permite que el adorador permanezca siendo la misma persona que comenzó en la peregrinación de la adoración.
           
Una de las experiencias de adoración más impactantes que aparecen en las Sagradas Escrituras es la que nos regala el Evangelio de Lucas cuando describe la adoración angelical que ocurrió en la madrugada en la que nació Jesús, el Salvador del mundo (Lcs 2:8-14).

Sabemos que los Evangelios nos regalan muchas narrativas en las que encontramos participación de los ángeles. La mayoría de estas intervenciones están relacionadas a las historias de la navidad. Por ejemplo, es un ángel llamado Gabriel el que aparece frente a un sacerdote llamado Zacarías (Lcs 1:5-20). Este ángel que está “delante de Dios” (al servicio especial de Dios) aparece para anunciarle que la esterilidad de Elizabeth acabaría. Del vientre de esta mujer, la esposa de Zacarías, nacería un niño llamado Juan el Bautista; aquél que cumpliría la profecía del capítulo 40 del Libro del profeta Isaías.
           
O sea, que podemos concluir que este ángel es el mensajero de un milagro y de una palabra profética. Sabemos que esto es así porque este mismo ángel aparece identificado en la profecía del libro de Daniel como el mensajero enviado por Dios para comunicar y hacer entender a este profeta el programa diseñado para el tiempo del fin y para el fin de los tiempos (Dan 8:13-27; 9:20-27).

Hay otra narrativa bíblica que describe la intervención de un ángel (el mismo, Gabriel) con una joven virgen llamada María (Lcs 1:26-38). Esta virgen había sido escogida por el Señor para ser la madre de nuestro Salvador. En su vientre ocurrió el milagro de la encarnación sin la necesidad de que ella conociera varón. El Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1:14).

Un ángel se le apareció a José, el Carpintero, para hacerle saber que no podía rechazar a su novia María (Mat 1:19-21). El milagro de la concepción que sucedía en y con María era un milagro de Dios. La Biblia dice que luego de esto, otro ángel se le apareció a José en sueños para revelarle que María, el Niño y José tendrían que relocalizarse para proteger al Niño Dios de la ira del rey Herodes (Mat 2:13-15).

Los ángeles se les aparecieron a los pastores que cuidaban sus ovejas en los campos de Belén (Lcs 2:8-11).

Es esta aparición la que provee el contexto para que los ángeles adoraran en la navidad. La Biblia dice que los ángeles adoraban mientras Dios creaba el universo (Job 38:7). La Biblia presenta a los ángeles adorando a Dios en narrativas en las que se nos describen llamamientos ministeriales (Isa 6:1-8). Así mismo, los ángeles aparecen adorando a Dios en los tiempos del fin y en el fin de los tiempos. Esto está descrito así en el libro de Apocalípsis. No nos debe sorprender que los ángeles adoren el día en que nació el Salvador del mundo. Ellos celebraban que el plan eterno de salvación había entrado a su fase más importante y adoraban a Aquél que lo había puesto en acción.que
           
La adoración de los ángeles en los campos pastoriles de Belén es un regalo de Dios para los pastores de esa región. Es también una señal que identifica que el Niño que había nacido es el Hijo de Dios; es Dios mismo (Rom 9:5).

El relato del Evangelio de Lucas nos dice que la presencia del primer ángel trajo consigo la gloria del Señor y que esta rodeó a los pastores con su resplandor (Lcs 2:9-10). La Biblia dice una multitud de ángeles apareció entre ellos luego del mensaje que el ángel le comunicó a los pastores (Lcs 2:13).

¿Cúantos ángeles eran? No tenemos la respuesta para esta pregunta. Sí sabemos que la Biblia nos dice que “los carros (carruajes angelicales) de Dios se cuentan por veintenas de millares de millares” (Sal 68:17).

Existen otras narrativas bíblicas que nos describen manifestaciones multitudinarias de los ángeles. Por ejemplo, la Biblia dice que cuando Dios se le reveló a Moisés en Sinaí, lo hizo acompañado de 10 mil ángeles (Det 33:2). Otra porción de las Sagradas Escrituras nos describe manifestaciones más grandes. Invitamos a los lectores a considerar esta palabra profética del Daniel:

“9 Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. 10 Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.” (Daniel 7:9-10)

Esta descripción es similar a la que ve el Vidente de la Isla de Patmos (Apoc 5:11-12)  

A base de estos datos debemos concluir que la multitud de ángeles descrita en el capítulo dos (2) del Evangelio de Lucas tenía que ser muy grande.
           
Ahora bien, es la adoración angelical en la Navidad la que nos sobrecoge:

“13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:13-14)

Los exégetas bíblicos siempre han estado maravillados por los usos de los verbos en esa narrativa bíblica: alabar (“aineō”, G134) y decir (“legō”, G3004) son los conceptos más importantes en esta expresión lucana. Algunas conclusiones apuntan a un cuadro artístico impresionante. Esa multitud estaba diciendo al unísono estas palabras como un paralelismo poético. Estas palabras eran la introducción a lo que luego cantaban.[1] ¿Puede usted imaginar esa multitud de ángeles haciendo esta poesía coreada? 
 
El himno que cantaban los ángeles había sido precedido por el anuncio de que había una noticia que provocaría gran gozo: Cristo el Señor, el Salvador del mundo, había nacido en la Ciudad de David. Esta es la primera de dos (2)ocasiones en la que encontramos esta expresión en la Biblia: Cristo el Señor. La segunda se encuentra en la carta a los Colosenses (Col 3:24). El Libro de los Hechos nos presenta una expresión que describe a Jesucristo como Señor y Cristo (Hch 2:36). Lucas dice aquí que los ángeles informaron que el nombre del Niño Dios es Cristo el Señor. Esta era la razón que provocaba esas expresiones poéticas y musicales para adorar a Dios.
 
Ese himno fue precedido por el establecimiento de una señal: el Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Esta es otra razón que provocaba esas expresiones poéticas y musicales para adorar a Dios. Dios puede revelar su gloria y su amor a través de señales de gracia y esta era una de ellas.
 
El himno angelical puede ser dividido en tres (3) partes, siendo la última el centro de esta composición. Hay gloria de Dios en las alturas, alabanzas en el cielo y hay paz en la tierra para los seres humanos que gozan del favor de Dios, los hombres de buena voluntad. Esa buena voluntad expresa el favor inmerecido que el Señor muestra sobre los seres humanos, y la complacencia que tiene con aquellos que buscan Su rostro en Cristo el Señor. O sea, que Dios es alabado y exaltado en los cielos y la paz es proclamada en la tierra porque Dios ha mostrado Su favor sobre la humanidad. Ese es el mensaje de la navidad.
 
Un axioma central de la teología Cristiana es que el propósito del plan de salvación es mostrar la gloria de Dios; la alabanza de la gloria del Trino Dios (Efe 1:6, 12, 14). Dios le había revelado a Moisés el prototipo de este plan en forma del Tabernáculo. Los creyentes en Cristo sabemos que todo el Tabernáculo apunta a Cristo y al plan de Salvación. Cristo es la puerta del Tabernáculo (Jn 10:6). Cristo es el sacrificio del altar en el patio exterior (Éxo 27:1; 1 Pe 1:17-19) y el agua de la fuente de Bronce, el agua del lavatorio de Bronce (Éxo 30:18-22; Jn 4:11-15; 7:38). En el Lugar Santo (Heb 9:2) Cristo es la luz representada en el candelabro de 7 brazos (Jn 8:12). Él es el pan vivo que descendió del cielo (Jn 6:49-58) y es en el nombre de Cristo que levantamos las oraciones al Padre (Jn 14:13-14; 15:16; 16:23). En el Lugar Santísimo Cristo es el propiciatorio y todo lo que hay dentro del Arca del pacto lo representa a Él. La vara florecida de Aarón es símbolo de Su resurrección. El maná es símbolo de Su cuerpo y de la vida que Él ofrece. Las Tablas de la Ley son símbolo de Él como Verbo de Dios, como Palabra de Dios encarnada.
 
Ese Tabernáculo que es símbolo de Cristo fue lleno de esa gloria (Éxo 40). Así mismo le sucedió al templo que edificó Salomón cuando fue inaugurado (2 Cró 7:1-3).
 
Esa gloria se había alejado de Israel a causa del pecado del pueblo (1 Sam 4:21; Eze 8:4; 9:3; 10:4,18; 11:22-23). La navidad anuncia que la gloria de Dios había regresado sobre el pueblo. Es por eso que Juan dice lo siguiente:

“14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”  (Juan 1:14)
 
¡Eso es la navidad: el regreso de la gloria de Dios!
 
Es por eso que adoran los ángeles.
Referencias
   
[1] “The angels must have said the words of 2:14 in unison and those words show an artistic or poetic parallelism: glory-peace, God-people, and heaven-earth. ‘Saying’ may include speaking, shouting, singing, or chanting [NTC].” Blight, R. C. (2008). An Exegetical Summary of Luke 1–11 (2nd ed., p. 85). Dallas, TX: SIL International.

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