February 28th, 2023
(Análisis de Isaías 49:8)
En nuestra reflexión anterior puntualizamos como es que Cristo es ofrecido por nosotros como el mediador de un nuevo pacto. El profeta Isaías anunció en el verso ocho (8) del capítulo 49 de su profecía, lo que una vez más recoge el escritor de la Carta a los Hebreos:
Vimos en esa reflexión cómo es que elementos del antiguo pacto de Dios con el pueblo de Israel se convierten en brújulas, en saetas que apuntan a Cristo. Entre estos, destacamos que el Arca del Pacto apunta a Cristo porque hasta la construcción de esta apunta a las naturalezas divinas y humanas de nuestro Señor. El oro por dentro del Arca representa su divinidad eterna. La madera de acacia de la que estaba hecha representa su humanidad. El oro por fuera representa su señorío y su exaltación como Rey de reyes y Señor de señores. El Arca del Pacto predica que Cristo, el Verbo de Dios, era, es y sigue siendo Dios (Jn 1:1) desde antes que el mundo fuera hecho (Jn 17:5). El Arca del Pacto predica que Jesucristo es al mismo tiempo 100 por ciento Dios y 100 por ciento hombre, porque la Biblia compara nuestra vida como seres humanos con la madera de un árbol (Mat 3:10; Lcs 3:9). Esta por fuera describe la exaltación, la entronización y la divinidad de Cristo ascendido a los cielos y con un nombre que es sobre todo nombre (Fil 2:5-11).
El propiciatorio del Arca era un anticipo del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. Aquello que estaba en el interior del Arca del Pacto apunta a Cristo (Heb 9:4). La porción del maná que descendió del cielo es tipo de Cristo (Jn 6:35, 55-57), la vara de Aarón que había reverdecido (Núm 17:2-8) es tipo de su resurrección y las Tablas de la Ley son una representación del Testimonio, de la Palabra de Dios. No podemos olvidar que Cristo es la palabra de Dios encarnada.
Hay otras frases muy intensas de esa reflexión que merecen y necesitan ser repetidas. Una de estas tiene que ver con el planteamiento que hace el Apóstol Juan al inicio de su Evangelio:
Visitamos en esa reflexión una frase de Gino Marcello Iafrancesco Villegas (1951-2017): “Cristo se tabernaculizó.” Aprendimos que el concepto “habitó” es la traducción del concepto griego “skēnoō” (G4637). Este concepto se traduce literalmente como establecer su residencia, acampar, hacer una tienda de campaña, como residir. [1] Los recursos académicos que hemos consultados incluyen residir como Dios lo hacía en el Tabernáculo.[2]
Visitamos en esa reflexión unos datos que nos comparte el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel) acerca de ese verso catorce del primer capítulo del Evangelio de Juan. Estos académicos señalan que el uso del concepto “skēnoō” debe ser tomado como una expresión de que la estadía de Cristo en la tierra no era para Él otra cosa sino un episodio entre su pre-existencia y su pos-existencia como el Señor exaltado. Una conclusión preliminar de esa reflexión señala que los especialistas que contribuyen en la redacción del artículo que define el concepto “skēnoō” dicen que la mejor traducción para lo que dice Juan 1:14 es que Cristo se convirtió en tabernáculo entre nosotros. [3] Repetimos, que el “skēnoō” que nos regala Jn 1:14 no se refiere al elemento transitorio y temporero de la existencia de Cristo aquí en la tierra, del Logos, y sí de la descripción de la presencia del Eterno en el tiempo.
El verso 8 del capítulo 49 del Libro del Profeta Isaías describe a Jesucristo en esas funciones. Es Cristo el que es entregado por el Padre por pacto al pueblo.
La reflexión anterior concluyó con una pregunta: ¿qué sucede cuando la Iglesia se apropia de este verso?
Las respuestas para esta pregunta requieren que conozcamos el alcance, la intensidad y las implicaciones de lo que significa el pacto. Esto es, en el lenguaje bíblico.
El concepto hebreo que describe un pacto es “berı̂yth” (H1285). Este se utiliza en 268 ocasiones en el Antiguo Testamento. Sabemos que este concepto es utilizado en la Biblia para describir la alianza sagrada (Dan 11:28-30), el pacto eterno que el Señor tiene con Su pueblo. [4],[5] Sabemos que el concepto que describe este pacto, incluye las promesas del Señor y los preceptos que el pueblo de Dios tenía que guardar. O sea, que este concepto describe una acción vinculante entre las partes.
Ahora bien, existen varios acercamientos teológicos a este concepto: todos y cada uno de ellos muy interesantes. Por ejemplo, la teología reformada se acerca a describiendo tres (3) pactos distintivos:
Para esta tradición, todos los pactos se agrupan debajo de estos tres (3) [7].
Es importante destacar que la Biblia utiliza este concepto (“berı̂yth”) para describir pactos entre seres humanos (ej. Abraham y Abimelec, Gén 21:27; Sedequías y el pueblo, Jer 34:8). También se utiliza para describir las alianzas entre Dios y los seres humanos. Esto es, en distintos momentos de la historia de la redención. Algunos ejemplos de estos pactos son el pacto con Noé (Gén 6:18; 9:9-17), el pacto con Abraham (Gén 15:1,21; 17:14), el pacto con Moisés (Éxo 34:28; Det. 4:13; 9:9,11), y el pacto con David (2 Sam 7; Sal.78:60,72).
La Biblia dice Dios hizo un pacto con Su pueblo cuando Israel llegó frente al Monte Sinaí y que allí se ratificaría la selección de ellos como pueblo de Dios (Éxo 6:7).
Hay que destacar que había unos símbolos que permitían al pueblo de Israel recordar ese pacto. Entre estos encontramos el Arca de la Alianza. Por otro lado, también hay que destacar que hay un elemento condicional en esas palabras: “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto”(v.5a).
Ahora bien, algo extraordinario aconteció luego de varios siglos, cuando el pueblo de Israel ya había sido constituido como nación. Los profetas del Antiguo Testamento comenzaron a anunciar que Dios había separado un momento en la historia para el establecimiento de un nuevo pacto.
“26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. 28 Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.” (Ezequiel 36:26-28)
Esas descripciones proféticas afirman que el Nuevo Pacto es mejor que el primero, entre otras cosas, porque está escrito en los corazones y en las mentes de los que lo recibimos. Además, porque cancela el pecado de aquellos que pactamos con el Señor de una vez y para siempre. Hay que añadir a esto que la Biblia dice que es un mejor pacto porque está establecido sobre mejores promesas (Heb 8:6). Una de estas promesas es la vida eterna (Heb 9:11).
El escritor de la Carta a los Hebreos cita estas profecías cuando describe el Nuevo Pacto que Dios hace en la cruz del Calvario. Esto es, mediante el sacrificio de Su Hijo Cristo en la cruz del Gólgota.
Repetimos que la Biblia dice que Cristo estableció ese Nuevo Pacto con su sangre derramada en la cruz del Calvario. La Biblia dice que esa sangre es sangre del Nuevo Pacto: “28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” (Mat 26:28). De hecho, la Biblia también afirma que la copa de la que tomamos en la celebración de la Santa Cena es el nuevo pacto en la sangre de Cristo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” (1 Cor 11:25b).
La Biblia dice que Dios nos hizo ministros competentes de ese nuevo pacto (2 Cor 3:6) y que esa competencia no es nuestra, sino que proviene de Dios (v.5). Ella también afirma que nosotros formamos parte de ese pacto y que Dios nos hace “aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo;” (Heb 13:21a).
Cuando el pueblo de Israel era convocado para exhibir el pacto que tenía con Dios, ese pueblo tenía que exhibir el Tabernáculo en el que estaba el Arca de la Alianza, las Tablas de la Ley y los calendarios litúrgicos. En cambio, cuando Dios quiere exhibir el Nuevo Pacto que tiene con los seres humanos, exhibe el Cuerpo de Cristo, el testimonio escrito en nuestros corazones y en nuestros pensamientos.
Somos nosotros, los lavados con la sangre del Nuevo Pacto, los que hemos sido constituidos como “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” (1 Ped 2:9). Es de nosotros de quienes se dice que “en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Ped 2:10). O sea, que lo que Israel no alcanzó (que toda la nación fuera un reino de sacerdotes), nosotros lo hemos alcanzado.
Solo Cristo salva, pero somos nosotros los que anunciamos ese Nuevo Pacto. Somos nosotros en quienes el mundo ve el testimonio de ese Nuevo Pacto; ve a Cristo. Hay un solo mediador entre Dios y los hombres: su nombre es Cristo (1 Tim 2:5). No obstante, al mismo tiempo, nosotros somos Su cuerpo y el testimonio vivo, palpable, fehaciente, del cumplimiento de la promesa de la gracia salvadora que ese pacto ha establecido.
Cuando el mundo nos ve, lo que observa es ese testimonio de la gracia que salva y que transforma.
Esta es la agenda de Dios para la Iglesia. Esta agenda incluye la restauración de las tierras arrasadas.
“8 El SEÑOR dice esto: «En el momento que yo te mostré mi bondad, respondí a tus oraciones. El día de salvación, te ayudé. Te protegí y te designé como mediador de un pacto con la humanidad, para reconstruir el país y devolver las tierras arrasadas.” (PDT)
En nuestra reflexión anterior puntualizamos como es que Cristo es ofrecido por nosotros como el mediador de un nuevo pacto. El profeta Isaías anunció en el verso ocho (8) del capítulo 49 de su profecía, lo que una vez más recoge el escritor de la Carta a los Hebreos:
“24 a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”
(Hebreos 12:24).
(Hebreos 12:24).
Vimos en esa reflexión cómo es que elementos del antiguo pacto de Dios con el pueblo de Israel se convierten en brújulas, en saetas que apuntan a Cristo. Entre estos, destacamos que el Arca del Pacto apunta a Cristo porque hasta la construcción de esta apunta a las naturalezas divinas y humanas de nuestro Señor. El oro por dentro del Arca representa su divinidad eterna. La madera de acacia de la que estaba hecha representa su humanidad. El oro por fuera representa su señorío y su exaltación como Rey de reyes y Señor de señores. El Arca del Pacto predica que Cristo, el Verbo de Dios, era, es y sigue siendo Dios (Jn 1:1) desde antes que el mundo fuera hecho (Jn 17:5). El Arca del Pacto predica que Jesucristo es al mismo tiempo 100 por ciento Dios y 100 por ciento hombre, porque la Biblia compara nuestra vida como seres humanos con la madera de un árbol (Mat 3:10; Lcs 3:9). Esta por fuera describe la exaltación, la entronización y la divinidad de Cristo ascendido a los cielos y con un nombre que es sobre todo nombre (Fil 2:5-11).
El propiciatorio del Arca era un anticipo del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. Aquello que estaba en el interior del Arca del Pacto apunta a Cristo (Heb 9:4). La porción del maná que descendió del cielo es tipo de Cristo (Jn 6:35, 55-57), la vara de Aarón que había reverdecido (Núm 17:2-8) es tipo de su resurrección y las Tablas de la Ley son una representación del Testimonio, de la Palabra de Dios. No podemos olvidar que Cristo es la palabra de Dios encarnada.
Hay otras frases muy intensas de esa reflexión que merecen y necesitan ser repetidas. Una de estas tiene que ver con el planteamiento que hace el Apóstol Juan al inicio de su Evangelio:
“14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. 16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. 17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (Juan 1:14-17)
Visitamos en esa reflexión una frase de Gino Marcello Iafrancesco Villegas (1951-2017): “Cristo se tabernaculizó.” Aprendimos que el concepto “habitó” es la traducción del concepto griego “skēnoō” (G4637). Este concepto se traduce literalmente como establecer su residencia, acampar, hacer una tienda de campaña, como residir. [1] Los recursos académicos que hemos consultados incluyen residir como Dios lo hacía en el Tabernáculo.[2]
Visitamos en esa reflexión unos datos que nos comparte el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel) acerca de ese verso catorce del primer capítulo del Evangelio de Juan. Estos académicos señalan que el uso del concepto “skēnoō” debe ser tomado como una expresión de que la estadía de Cristo en la tierra no era para Él otra cosa sino un episodio entre su pre-existencia y su pos-existencia como el Señor exaltado. Una conclusión preliminar de esa reflexión señala que los especialistas que contribuyen en la redacción del artículo que define el concepto “skēnoō” dicen que la mejor traducción para lo que dice Juan 1:14 es que Cristo se convirtió en tabernáculo entre nosotros. [3] Repetimos, que el “skēnoō” que nos regala Jn 1:14 no se refiere al elemento transitorio y temporero de la existencia de Cristo aquí en la tierra, del Logos, y sí de la descripción de la presencia del Eterno en el tiempo.
El verso 8 del capítulo 49 del Libro del Profeta Isaías describe a Jesucristo en esas funciones. Es Cristo el que es entregado por el Padre por pacto al pueblo.
“8 El SEÑOR dice esto: «En el momento que yo te mostré mi bondad, respondí a tus oraciones. El día de salvación, te ayudé. Te protegí y te designé como mediador de un pacto con la humanidad, para reconstruir el país y devolver las tierras arrasadas.” (PDT)
La reflexión anterior concluyó con una pregunta: ¿qué sucede cuando la Iglesia se apropia de este verso?
Las respuestas para esta pregunta requieren que conozcamos el alcance, la intensidad y las implicaciones de lo que significa el pacto. Esto es, en el lenguaje bíblico.
El concepto hebreo que describe un pacto es “berı̂yth” (H1285). Este se utiliza en 268 ocasiones en el Antiguo Testamento. Sabemos que este concepto es utilizado en la Biblia para describir la alianza sagrada (Dan 11:28-30), el pacto eterno que el Señor tiene con Su pueblo. [4],[5] Sabemos que el concepto que describe este pacto, incluye las promesas del Señor y los preceptos que el pueblo de Dios tenía que guardar. O sea, que este concepto describe una acción vinculante entre las partes.
Ahora bien, existen varios acercamientos teológicos a este concepto: todos y cada uno de ellos muy interesantes. Por ejemplo, la teología reformada se acerca a describiendo tres (3) pactos distintivos:
- el pacto de la redención o salvación (pactum salutis)
- el pacto de la creación (foederus naturae)
- el pacto de gracia (foederus gratiae)[6]
Para esta tradición, todos los pactos se agrupan debajo de estos tres (3) [7].
Es importante destacar que la Biblia utiliza este concepto (“berı̂yth”) para describir pactos entre seres humanos (ej. Abraham y Abimelec, Gén 21:27; Sedequías y el pueblo, Jer 34:8). También se utiliza para describir las alianzas entre Dios y los seres humanos. Esto es, en distintos momentos de la historia de la redención. Algunos ejemplos de estos pactos son el pacto con Noé (Gén 6:18; 9:9-17), el pacto con Abraham (Gén 15:1,21; 17:14), el pacto con Moisés (Éxo 34:28; Det. 4:13; 9:9,11), y el pacto con David (2 Sam 7; Sal.78:60,72).
La Biblia dice Dios hizo un pacto con Su pueblo cuando Israel llegó frente al Monte Sinaí y que allí se ratificaría la selección de ellos como pueblo de Dios (Éxo 6:7).
“3 Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: 4 Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. 5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.” (Éxodos 19:3-6, RV 1960).
Hay que destacar que había unos símbolos que permitían al pueblo de Israel recordar ese pacto. Entre estos encontramos el Arca de la Alianza. Por otro lado, también hay que destacar que hay un elemento condicional en esas palabras: “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto”(v.5a).
Ahora bien, algo extraordinario aconteció luego de varios siglos, cuando el pueblo de Israel ya había sido constituido como nación. Los profetas del Antiguo Testamento comenzaron a anunciar que Dios había separado un momento en la historia para el establecimiento de un nuevo pacto.
“31 He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. 35 Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre:” (Jeremías 31:31-35)
“22 Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja. 23 Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor. 24 Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado. 25 Y estableceré con ellos pacto de paz, y quitaré de la tierra las fieras; y habitarán en el desierto con seguridad, y dormirán en los bosques. 26 Y daré bendición a ellas y a los alrededores de mi collado, y haré descender la lluvia en su tiempo; lluvias de bendición serán. 27 Y el árbol del campo dará su fruto, y la tierra dará su fruto, y estarán sobre su tierra con seguridad; y sabrán que yo soy Jehová, cuando rompa las coyundas de su yugo, y los libre de mano de los que se sirven de ellos. 28 No serán más por despojo de las naciones, ni las fieras de la tierra las devorarán; sino que habitarán con seguridad, y no habrá quien las espante. 29 Y levantaré para ellos una planta de renombre, y no serán ya más consumidos de hambre en la tierra, ni ya más serán avergonzados por las naciones. 30 Y sabrán que yo Jehová su Dios estoy con ellos, y ellos son mi pueblo, la casa de Israel, dice Jehová el Señor.” (Ezequiel 34:22-30)
“26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. 28 Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.” (Ezequiel 36:26-28)
Esas descripciones proféticas afirman que el Nuevo Pacto es mejor que el primero, entre otras cosas, porque está escrito en los corazones y en las mentes de los que lo recibimos. Además, porque cancela el pecado de aquellos que pactamos con el Señor de una vez y para siempre. Hay que añadir a esto que la Biblia dice que es un mejor pacto porque está establecido sobre mejores promesas (Heb 8:6). Una de estas promesas es la vida eterna (Heb 9:11).
El escritor de la Carta a los Hebreos cita estas profecías cuando describe el Nuevo Pacto que Dios hace en la cruz del Calvario. Esto es, mediante el sacrificio de Su Hijo Cristo en la cruz del Gólgota.
“8 Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;” (Hebreos 8:8)
Repetimos que la Biblia dice que Cristo estableció ese Nuevo Pacto con su sangre derramada en la cruz del Calvario. La Biblia dice que esa sangre es sangre del Nuevo Pacto: “28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” (Mat 26:28). De hecho, la Biblia también afirma que la copa de la que tomamos en la celebración de la Santa Cena es el nuevo pacto en la sangre de Cristo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” (1 Cor 11:25b).
La Biblia dice que Dios nos hizo ministros competentes de ese nuevo pacto (2 Cor 3:6) y que esa competencia no es nuestra, sino que proviene de Dios (v.5). Ella también afirma que nosotros formamos parte de ese pacto y que Dios nos hace “aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo;” (Heb 13:21a).
Cuando el pueblo de Israel era convocado para exhibir el pacto que tenía con Dios, ese pueblo tenía que exhibir el Tabernáculo en el que estaba el Arca de la Alianza, las Tablas de la Ley y los calendarios litúrgicos. En cambio, cuando Dios quiere exhibir el Nuevo Pacto que tiene con los seres humanos, exhibe el Cuerpo de Cristo, el testimonio escrito en nuestros corazones y en nuestros pensamientos.
Somos nosotros, los lavados con la sangre del Nuevo Pacto, los que hemos sido constituidos como “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” (1 Ped 2:9). Es de nosotros de quienes se dice que “en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Ped 2:10). O sea, que lo que Israel no alcanzó (que toda la nación fuera un reino de sacerdotes), nosotros lo hemos alcanzado.
Solo Cristo salva, pero somos nosotros los que anunciamos ese Nuevo Pacto. Somos nosotros en quienes el mundo ve el testimonio de ese Nuevo Pacto; ve a Cristo. Hay un solo mediador entre Dios y los hombres: su nombre es Cristo (1 Tim 2:5). No obstante, al mismo tiempo, nosotros somos Su cuerpo y el testimonio vivo, palpable, fehaciente, del cumplimiento de la promesa de la gracia salvadora que ese pacto ha establecido.
Cuando el mundo nos ve, lo que observa es ese testimonio de la gracia que salva y que transforma.
Esta es la agenda de Dios para la Iglesia. Esta agenda incluye la restauración de las tierras arrasadas.
Referencias
[1] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, pp. 730–731). United Bible Societies.
[2] Strong, J. (2009). En A Concise Dictionary of the Words in the Greek Testament and The Hebrew Bible (Vol. 1, p. 65). Logos Bible Software.
[3] Michaelis, W. (1964–). σκηνή, σκῆνος, σκήνωμα, σκηνόω, ἐπισκηνόω, κατασκηνόω, σκηνοπηγία, σκηνοποιός (skēné, skēnos, skénoma, skēnóō, episkēnóō, kataskēvóō, skēnopēgía, skēvopoiós). In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 7, pp. 368–386). Eerdmans.
[4] Strong, J. (2009). En A Concise Dictionary of the Words in the Greek Testament and The Hebrew Bible (Vol. 2, p. 24). Logos Bible Software.
[5] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., p. 100). Editorial Mundo Hispano.
[6] https://opc.org/os.html?article_id=20.
[7] https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/los-pactos-la-biblia/#:~:text=El mismo patrón de ley,de Emanuel: Dios con nosotros.
[1] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, pp. 730–731). United Bible Societies.
[2] Strong, J. (2009). En A Concise Dictionary of the Words in the Greek Testament and The Hebrew Bible (Vol. 1, p. 65). Logos Bible Software.
[3] Michaelis, W. (1964–). σκηνή, σκῆνος, σκήνωμα, σκηνόω, ἐπισκηνόω, κατασκηνόω, σκηνοπηγία, σκηνοποιός (skēné, skēnos, skénoma, skēnóō, episkēnóō, kataskēvóō, skēnopēgía, skēvopoiós). In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 7, pp. 368–386). Eerdmans.
[4] Strong, J. (2009). En A Concise Dictionary of the Words in the Greek Testament and The Hebrew Bible (Vol. 2, p. 24). Logos Bible Software.
[5] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., p. 100). Editorial Mundo Hispano.
[6] https://opc.org/os.html?article_id=20.
[7] https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/los-pactos-la-biblia/#:~:text=El mismo patrón de ley,de Emanuel: Dios con nosotros.
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February
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March
Notas del Pastor MJ: El te escuchará890 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 5 de MARZO 2023Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte IX)Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte X)Notas del Pastor MJ: Como Carbones Encendidos 891 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 12 de MARZO 2023Notas del Pastor MJ: Un Pueblo que Ora892 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 19 de MARZO 2023Notas del Pastor MJ: La Esperanza893 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 26 de MARZO 2023Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte XI)Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte XII)Notas del Pastor MJ: Nuestra Escalera
April
894 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 2 de abril 2023Reflexiones de Esperanza: El mensaje de la cruz: Hay poder en la sangre de CristoReflexiones de Esperanza: El mensaje de la tumba vacía-el poder de la resurrección de JesúsNotas del Pastor MJ: Padre perdónalos895 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 9 de abril 2023Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte XIII)Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte XIV)Notas del Pastor MJ: Perdonar896 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 16 de abril 2023Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte XV)Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte XVI)Notas del Pastor MJ: Una Vida con Propósito 897 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 23 de abril 2023Notas del Pastor MJ: Un Nuevo Tiempo898 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 30 de abril 2023
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AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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