Notas del Pastor MJ: Un Pueblo que Ora

El no entiende español pues no habla el idioma.  El vive en Estados Unidos pero se encontraba de visita en la isla de Puerto Rico y junto a sus familiares decidió asistir a un servicio de adoración y predicación que se dió completamente en español.  Ese día, algo en su corazón le movió y superando la barrera del idioma respondió al llamado de salvación.  Ese día, este hombre corrió al altar para darle su vida a Jesús.

Ella sufre de una enfermedad degenerativa y ha comenzado a experimentar síntomas de demencia, perdiendo inclusive la capacidad de reconocer a sus seres queridos e interactuar con su entorno.  De repente, y de forma milagrosa, durante la semana recupera su lucidez y le pide a uno de sus familiares que la lleve a la iglesia el domingo.  Ese mismo domingo, fue al altar para responder al llamado y darle su vida a Jesus.

Ella lloraba de forma desconsolada. La encontraron anegada en lágrimas en un salón de la iglesia.  Cuando le preguntaron acerca de la razón de su tristeza contestó que se trataba de su papa.  El no conocía a Jesus y ella sentía un dolor bien grande por él.  Un grupo de la iglesia intercedió por ella y por esta situación.  Repentinamente el papa de esta joven sintió la necesidad de asistir al servicio de ese domingo.  Ese mismo domingo, él respondió al llamado de Dios y corriendo al altar le dió su vida a Jesus.

Todos esos eventos parecen ser inexplicables y hasta un tanto difíciles de creer.  Pero; ¿cómo uno puede explicar lo inexplicable? Sin lugar a duda, todos esos eventos son el resultado de la operación del Espíritu Santo de Dios, moviéndose en medio de un pueblo que ora.  Resulta que nuestra iglesia lleva múltiples semanas insertada en un programa de ayuno y oración y se están viendo los resultados.  ¡Toda la gloria es para Dios!  Pero es importante señalar que cuando un pueblo ora ocurren cosas maravillosas.  La oración es la llave para abrir las puertas de los cielos, de modo que podamos recibir todo aquello que Dios tiene para nosotros.

Pero esa promesa está garantizada no solamente a nivel corporativo, para la iglesia; sino que también esta garantizada a nivel individual.  Cuando oramos Dios toma control de todo lo que somos y nos bendice con la más sublime comunión.  Es esta comunión con Dios lo que nos permite estar afinados con su voluntad.  Mientras más oramos, más sensibles nos tornamos a caminar con Dios, de la mano de Dios, en sus caminos.  Cuando oramos ganamos mucho, pues podemos ganar los frutos del Espíritu.  Pero cuando oramos también perdemos mucho. Perdemos nuestro orgullo, nuestra vanidad y nuestro afán por ponernos a nosotros mismos en el centro.  Es de esa forma que podemos amar a Dios sobre todas las cosas y amar a nuestro prójimo, tal y como lo establece su Palabra.  Continuemos insertados en este clamor.  Dios está escuchando y está respondiendo.

“Clama a mi, y yo te responderé, y te ensenaré cosas grandes y ocultas que tu no conoces” (Jeremias 33:3)

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