892 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 19 de MARZO 2023

892 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 19 de MARZO 2023
La plenitud de Dios: el propósito para la vida
 
“Escúchenme, todos ustedes en tierras lejanas; presten atención, ustedes que están muy lejos. El Señor me llamó desde antes que naciera; desde el seno de mi madre me llamó por mi nombre. 2 Hizo que mis palabras de juicio fueran tan filosas como una espada. Me ha escondido bajo la sombra de su mano. Soy como una flecha afilada en su aljaba. 3 Él me dijo: «Israel, tú eres mi siervo y me traerás gloria». 4 Yo respondí: «¡Pero mi labor parece tan inútil! He gastado mis fuerzas en vano, y sin ningún propósito.  No obstante, lo dejo todo en manos del Señor; confiaré en que Dios me recompense». 5 Y ahora habla el Señor, el que me formó en el seno de mi madre para que fuera su siervo, el que me encomendó que le trajera a Israel de regreso. El Señor me ha honrado y mi Dios me ha dado fuerzas. 6 Él dice: «Harás algo más que devolverme al pueblo de Israel. Yo te haré luz para los gentiles, y llevarás mi salvación a los confines de la tierra».”  (Isa 49:1-6, NTV)

Hemos iniciado la peregrinación de este año con una campaña de ayuno y oración que ha marcado la historia de nuestra Iglesia. Los resultados de esa campaña nos han devuelto al análisis de los reclamos que el Señor nos formuló al principio de este año. Tal y como compartimos en El Heraldo del primer día del 2023 (01-01-2023), hay algunas preguntas que pululan en nuestras mentes, preguntas provocadas por las directrices y reclamos impartidos por el Espíritu de Dios. Hemos compartimos algunas de estas preguntas en una de nuestras reflexiones semanales más frecuentes. Esas reflexiones nos servirán de “pie de amigo” para las reflexiones de este boletín institucional.

Nos preguntábamos allí, ¿cuál es la agenda de Dios para nuestras vidas en este año, para nuestras familias, para nuestra Iglesia y para nuestro país? ¿Cómo podemos tener acceso a ella? ¿Cómo podemos hacer realidad esa agenda en nuestras vidas?  Por un lado, sabemos que el Señor ha venido insistiendo en que nosotros, los creyentes en Cristo, tenemos que procurar alcanzar vivir en la plenitud que Cristo nos ha ofrecido. Esto lo hemos comenzado a acariciar un poco más de cerca durante esta campaña de ayuno y oración.

“22 Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. 23 Esta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel qu  e lo llena todo por completo.” (Efe 1:22-23, NVI)
                                                                                                       
Una vida plena en Cristo es la única manera de poder alcanzar el propósito para el que fuimos creados por Dios: darle gloria al Todopoderoso:

“7 todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.”
(Isa 43:7, RV1960)

Debemos entender que los seres humanos fuimos creados como la corona de la creación; para que todo lo creado viera en nosotros la gloria de Dios.

“me pregunto: «¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta?» 5 Pues lo hiciste poco menos que Dios, y lo coronaste de gloria y de honra:” (Sal 8:4-5, NVI)

Sabemos que la Biblia dice que el pecado nos alejó de esa gloria y que el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario es lo único que nos puede devolver a ésta.

“23 Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios. 24 Sin embargo, en su gracia, Dios gratuitamente nos hace justos a sus ojos por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados.”  (Rom 3:23-24, NTV)

Vivir en esa plenitud, la plenitud de Dios en Cristo, es entonces un regalo adicional que nos obsequia la salvación que Cristo nos ha concedido con su sacrificio en la cruz. Esa es la meta, ese es el propósito para el que fuimos hechos como nuevas criaturas en Cristo Jesús (2 Cor 5:17).  Un creyente que vive en esa plenitud no vive para sí mismo, sino que vive para aquello que dé más gloria a Dios. Un creyente que vive procurando esa vida plena en Cristo no puede vivir sin convertirse en un vocero, en un heraldo que anuncia lo que el Señor ha hecho con nosotros. Un creyente que vive para glorificar al Señor vive constantemente en la agenda de Dios; en el propósito de Dios.

Aceptamos que puede haber ocasiones en las que podemos desarrollar la idea de que estamos viviendo una vida sin propósito. Hay experiencias y dolores que pueden provocar esta clase de reacción. El profeta Isaías parecía estar sufriendo una experiencia de esta naturaleza cuando escribió lo siguiente:

“4 Yo respondí: «¡Pero mi labor parece tan inútil! He gastado mis fuerzas en vano, y sin ningún propósito. No obstante, lo dejo todo en manos del Señor; confiaré en que Dios me recompense».”
(Isa 49:4, NTV)
 
Sabemos que el Señor le salió al paso respondiéndole lo siguiente:

“5 Y ahora habla el Señor, el que me formó en el seno de mi madre para que fuera su siervo, el que me encomendó que le trajera a Israel de regreso. El Señor me ha honrado y mi Dios me ha dado fuerzas. 6 Él dice: «Harás algo más que devolverme al pueblo de Israel. Yo te haré luz para los gentiles, y llevarás mi salvación a los confines de la tierra».”  (Isa 49:5-6, NTV)[1]

Adelantamos que la agenda de Dios para este año, para nuestra iglesia y para nuestras familias, ha sido delineada por el Señor siguiendo la ruta que establece el capítulo 49 del libro del profeta Isaías. Tendremos muchas oportunidades para revisarla y asegurar que no nos apartamos del plan de trabajo descrito allí. Este capítulo del libro de este profeta nos servirá como base para las próximas reflexiones.

Dentro de sus puntos más importantes encontramos el énfasis evangelístico y misionero; el anuncio que todo el mundo debe escuchar de nuestros labios (Isa 49:1-2). Otro punto es la autoridad que Dios nos confiere para hacer esto mediante las transformaciones que Dios está operando en nosotros (vv. 2-5). Añadimos a este punto que este es el año del regreso a la Iglesia de aquellos que han permanecido lejos de la vida congregacional (v.6), la restauración de nuestra tierra (v. 8) y la liberación de miles de personas cautivas por la maldad y el pecado (v.9). No será una sorpresa para nadie que esta agenda incluya el rescate de nuestras familias (vv.15-26).  

Nosotros tuvimos la oportunidad de comenzar a trabajar con el tema del propósito de manera general en los años 2005 al 2007. Anunciamos en esa ocasión que regresaríamos a este tema, esta vez, para trabajar con áreas específicas que se desprenden del mismo.  Esa temporada nos permitió acercarnos a ese tema y conocer los conceptos bíblicos más utilizados para hablar acerca de este.  Uno de estos, el concepto hebreo “machăshâbâh” (H4284), que entre otras cosas significa planes, intenciones, textura, significado, pensamientos y propósito.

“Pero Dios cumple sus propios planes, y realiza sus propósitos. 12 ¡Dios mío, tú bendices al pueblo que te reconoce como Dios! ¡Tú bendices a la nación que te acepta como dueño!” (Sal 33:11-12, TLA)

Otro concepto hebreo es “śûm” (H7760), que entre otras cosas es traducido como colocar, llamar por su nombre, poner a cargo, disponer, determinar y ordenar.

“3 Aunque no se escuchan palabras ni se oye voz alguna, 4 su mensaje llega a toda la tierra, hasta el último rincón del mundo. Allí Dios puso un lugar para el sol, 5 y éste sale como un novio de la habitación nupcial, y se alegra como un atleta al emprender su camino. 6 Sale el sol por un lado del cielo y da la vuelta hasta llegar al otro, sin que nada pueda huir de su calor.” (Sal 19:3-6, DHH)

En las reflexiones de esa temporada vimos que el concepto griego “tithēmi” (G5087) es utilizado en el Nuevo Testamento para describir el lugar designado, ordenado, la meta establecida para ser alcanzada, y en ocasiones para definir el propósito. El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel), incluye en su definición de este concepto que este exige un sacrificio.[2]

“7 Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad.” (1 Tim 2:7, RV 1960)

“9 Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo,” (1 Tes 5:9)

No obstante, también vimos que existe otro concepto griego que se utiliza con mucha frecuencia en el Nuevo Testamento para hablar acerca del propósito. Se trata del vocablo griego “prothesis” (G4286).

“22 Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. 23 Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor.” (Hch 11:22-23)

“28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”  (Rom 8:28)

“10 Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre 11 (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama),” (Rom 9:10-11)

“10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, 11 conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor,” (Efe 3:10-11)

“8 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, 9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,” (2 Tim 1:8-9)

Los pasajes bíblicos que hemos visto hasta aquí nos permiten concluir que Dios es un Dios de propósitos y que toda su creación gira alrededor de vivir y cumplir estos. Además, podemos concluir que Dios es el que coloca sus propósitos en nosotros. Es cierto que los seres humanos nos desviamos de estos y todo ello a causa de nuestro pecado. ¡Gracias sean dadas a Dios que resolvió este dilema con el sacrificio de Su Hijo en la cruz del Calvario!

El Evangelio señala que nuestra capacidad para alcanzar el “tithēmi” (G5087), el lugar designado, ordenado, la meta establecida por Dios para ser alcanzada, es nula. Esa meta es humanamente inalcanzable (Rom 3:23, NTV). Es por esto que Dios nos tiene que poner Su “prothesis” (G4286) en nuestros corazones. El modelo a imitar, la meta para alcanzar que Dios nos ha regalado se llama Cristo y las herramientas necesarias para poder alcanzarlo las provee el Espíritu Santo.  Es de aquí que surge la necesidad inminente de vivir en la plenitud de Dios. Vivir como la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo (Efe 1:23) no solo es la meta (“tithēmi”) sino que también es el propósito (“prothesis”).  Esto último también describe la acción de ser colocados afuera, en un lugar público en el que seremos vistos. El prefijo “pro” significa al frente y el sufijo “thesis” significa colocar. O sea, que caminar en el propósito de Dios implica que el Señor nos exhibe (1 Cor 4:9).  

Debemos que señalar que la Iglesia Ortodoxa utiliza este concepto (“prothesis”) para describir la acción de preparar los elementos de la Cena del Señor antes de ofrecer esta (Eucaristía).

El propósito entonces no es un concepto sino una práctica. Richard J. Leider, añade a esto en su libro “The power of purpose”[3] que esto implica un llamado profundo. Debemos señalar que Leider se acerca al concepto del propósito de forma secular. Aun así, él señala que éste (el propósito) es como un “inside out process” que es esencial. Eso es así porque nos ayuda a organizar nuestras vidas, a proveerle significado a lo que hacemos, a seguir el corazón (la voluntad divina), y a clarificar nuestros llamados. De aquí que el propósito sea aquilatado como la dimensión más profunda. O sea, que no se trata de una cosa: es actividad continua. Es compromiso con algo más grande que nuestro éxito. Es, como decía Albert Schweitzer, una forma de reverencia por la vida que se nos ha concedido. Se trata de la acción constante de “ver la profundidad del río que pasa frente a nosotros.”

Vivir en y vivir para el propósito de Dios nos permite organizar nuestras vidas para que estas tengan coherencia. Se trata de la verdadera coherencia, el “shalom” entre el alma, la mente y el cuerpo porque tenemos paz con Dios y porque estamos haciendo Su voluntad. Esto nos permite enfocarnos, hacer mejor uso del tiempo, del talento y del tesoro que se nos conceden.

Dos (2) aseveraciones finales antes de concluir esta reflexión. La verdadera profundidad del propósito de Dios para nuestras vidas sólo puede ser conocida comenzando a vivirla. Además, tal y como decía Albert Einstein, aquellos de espíritu noble siempre encontrarán grandes oposiciones de aquellos que poseen mente y un espíritu mediocre.

El comienzo de este año ha servido como escenario para que choquemos con una invitación celestial a que aceptemos vivir en la plenitud de Dios y a hacerlo procurando que Dios cumpla su propósito en nosotros (Sal 138:8).
   
 
[1] Sabemos que esta palabra profética forma parte de la colección acerca del Siervo del Señor. La profecía acerca del Siervo del Señor incluye la relación de este con las naciones gentiles (Isa 49:1–50:3), con el Padre  (Isa 50:4–11), y con el pueblo de Israel (Isa 51:1–52:12).  El análisis de las estructuras teológicas que esto trae consigo será presentado en reflexiones futuras.
[2] Kittel, G., Bromiley, G. W., & Friedrich, G. (Eds.). (1964–). Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 8, p. 153-168). Grand Rapids, MI: Eerdmans.
[3] Leider, Richard J. 1997. “The Power of Purpose: Creating Meaning in your Life and Work.” San Francisco: Barret-Koehler.
               

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