921 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 8 de octubre de 2023

921 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 8 de octubre de 2023
El corazón y el camino de una iglesia dirigida por el Espíritu de generación en generación


“39 Y les daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos. 40 Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. 41 Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma.” (Jer 32:39-41)
           
Hoy comenzamos la celebración del 45to aniversario de la vida institucional de nuestra iglesia.
Sabemos que la historia de la Iglesia AMEC: Casa de Alabanza[1] comenzó muchos años antes del 1978. No obstante, es a partir de la incorporación formal como Iglesia en ese año que contamos los años de vida de nuestra amada comunidad de fe. Luego de 45 años de vida institucional continuamos afirmando sin temor “Ebenezer”: hasta aquí el Señor nos ha ayudado (1 Sam 7:12). ¡A Él sea la gloria y la honra por todo esto!

Tal y como compartimos en una de las reflexiones del año 2005, el salmista ha dicho que nosotros debemos ser capaces de contar nuestros días de tal modo que podamos traer al corazón sabiduría (Sal 90:12). Es por esto que les invitamos a aceptar la convocatoria que nos hace el Señor: unirnos en oración, alabanza y celebración durante esta semana para repasar las obras de gracia que el Señor ha desatado entre nosotros.

Durante todos estos años el Señor ha salvado miles de vidas y ha restaurado centenares de hogares. Su misericordia nos ha permitido ser testigos de muchos milagros, señales y prodigios y nos ha abierto puertas alrededor del mundo. El favor del Señor nos ha permitido ensanchar “el sitio de nuestras tiendas” (Isa 54:12). ¡A Él sea la gloria y la honra por todo esto!

El repaso de nuestra historia nos conduce a considerar el punto de vista material, las experiencias de “ensanchar el sitio de nuestras tiendas.” Tenemos que testificar que estas han sido sencillamente extraordinarias. Los primeros años de formación como iglesia los vivimos en el garaje (en Puerto Rico le llamamos marquesina) de la residencia del Pastor Jacinto Esquilín, pastor fundador de esta Iglesia. Esos años fueron seguidos por una hermosa temporada en las facilidades “campestres” de los esposos Guillermo y Mercedes Carrión-Esquilín (ambos moran con el Señor). Luego vino el primer templo, el de la Calle Corchado y esquina con la Calle Muñoz Rivera. Ese edificio fue por muchos años el templo de la Primera Iglesia Bautista de Canóvanas. En este último estuvimos congregándonos hasta la semana santa del año 2000.

En esa fecha y luego de comprar el terreno en la Carretera #3 (a la salida del Pueblo de Canóvanas), el Señor nos permitió mudarnos a las facilidades de la Calle Palmer, la calle principal del Pueblo en el que el Señor nos llamó a servir. Allí llegamos como inquilinos, rentando uno de los locales del edificio y terminamos comprando la propiedad. A todo esto hay que añadir que en ese mismo tiempo se produjo la incorporación de la “Fundación Forjadores de Esperanza” y la compra del edificio que está al frente de las facilidades de la Calle Palmer. No nos cansamos de repetir que el único que merece honor y gloria es nuestro amado Señor y Salvador Jesús. La fe de un pueblo en las manos de Dios ha provocado que Dios sea glorificado por sus proezas.
 
El edificio de la Calle Palmer colapsó ante el embate del huracán María en septiembre del 2017. Los remanentes del mismo no han podido ser demolidos porque la Agencia Federal de Manejos de Emergencias (FEMA por sus siglas en inglés) no nos ha concedido el permiso para hacerlo. Esa pérdida fue transformada por el Señor en otro testimonio para Su gloria. La pérdida del edificio de la Calle Palmer se convirtió en un trampolín para que pudiéramos ser capaces de adquirir las facilidades de la Carretera 185, lugar en el que servimos y adoramos al Señor en la actualidad. Además, esa pérdida también sirvió para el establecimiento de las bases para la construcción de un santuario para adorar al Señor en el terreno que poseemos en la Carretera #3 y de que podamos hacerlo sin que nos cueste un centavo.

Más de una persona podrá preguntarse qué haremos con las facilidades que ocupamos en la actualidad. Estas facilidades se convertirán en el lugar en que se desarrollarán todos los programas educativos y de capacitación que existen hoy en nuestra iglesia y aquellos que están programados para comenzar.

Repetimos una aseveración que se ha convertido en punta de lanza de casi todas nuestras celebraciones. “Sin duda alguna que lo antes expuesto describe razones de sobra para que seamos convocados a celebrar a Cristo y las manifestaciones de su gracia y misericordia entre nosotros.”

Sabemos que hay muchas otras razones para hacerlo. Tenemos que enfatizar que todos los testimonios materiales palidecen ante los testimonios más importantes que podemos celebrar: las transformaciones y el desarrollo de la fe que Dios nos ha permitido experimentar. Es acerca de esto que escribe el profeta Jeremías en el capítulo 32 del Libro de su profecía.

Hemos hecho nuestras estas promesas a lo largo de estos 45 años. Basta considerar que el verso 39 del capítulo 32 de ese libro dice que se trata de que Dios ha prometido darnos un corazón y un camino (“Y les daré un corazón, y un camino…”). Además, esta promesa contiene como propósito principal que las bendiciones que recibimos de la mano del Señor sean experimentadas de generación en generación; “para que me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos.”

El profeta dice que nuestro Dios da (“nâthan”, H5414). Cuando él dice que Dios da, entre otras cosas está diciendo que el Señor da (Gén 3:6), permite (Gén 23:4), causa (Prov 10:10), concede (1 Sam 1:17), produce (Sal 1:3), dona, entrega (Núm 3:9), pone (Gén 1:17; Jer 44:10) y/o hace resplandecer estas cosas en medio nuestro.[2] Todas estas son traducciones del concepto hebreo que usa Jeremías y las referencias bíblicas en las que las podemos encontrar.

Cuando el profeta dice que lo que Dios da es un corazón (“lêb”, H3820), literalmente está diciendo que el Señor está ofreciendo un nuevo asiento para la voluntad, el intelecto, las emociones, el entendimiento y la sabiduría.[3] O sea, que Dios ha prometido transformar esos asientos en nuestras vidas y hacerlo de generación en generación. Además, cuando dice que Dios da un camino (“derek”, H1870), está diciendo que nos ofrece la ruta para caminar, los procesos para la toma de decisiones, las costumbres, el propósito (Jer 32:39, NTV), los hábitos, la ética y el carácter que tenemos que tener como Pueblo del Señor y como individuos.[4]
 
Repetimos que Dios ha prometido transformar todo esto en nuestras vidas y hacerlo de generación en generación.

Ese pasaje continúa diciendo en el verso 40 que el Señor hace (“kârath”, H3772). El Señor hace un pacto eterno: “Y haré con ellos pacto eterno.” Se trata del pacto de no considerar dejar de hacernos el bien. Ese pacto incluye colocar su temor, el respeto reverente (“yirʼâh”, H3374) en nuestros corazones para provocar así que no nos apartemos de Él; de Su voluntad.

Ese pasaje dice en el verso 41 que Dios se alegra (“śûś” ó “śı̂yś”, H7797) con nosotros. Compartimos que este es mismo concepto que utiliza el profeta Sofonías en el capítulo tres (3) del Libro de su profecía cuando dice lo siguiente:

“17 Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará[5] sobre ti con cánticos.” (Sof 3:17)

La promesa del verso 41 del capítulo 39 del Libro de Jeremías añade que el génesis del gozo del Señor, de su  alegría, es hacernos bien, plantarnos en el lugar en el que nos ha llamado a servir y hacerlo con todo su corazón y toda su alma. “Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma.”
 
Sabemos que no existe un ser humano o alguna institución que merezca ese favor de Dios. Es por esto que no nos cansamos de expresar que tan solo somos los burros que el Señor ha seleccionado para cargarle y transportar Sus designios y su voluntad a donde Él desee. No nos cansamos de dar gracias al Señor por haber decidido que estas promesas continúen de generación en generación.

Ahora bien, una iglesia y un creyente que experimentan estas bendiciones tienen que dejarse dirigir por el Espíritu Santo para poder así maximizar los resultados de estas bendiciones y el nivel de eficiencia de sus labores. Esas bendiciones son solo algunas de las señales de que el Señor nos ha convertido en sus discípulos.

Al mismo tiempo, una iglesia que experimenta estas bendiciones tiene que vivir apasionada con la misión que Dios le ha entregado. En el caso de la Iglesia AMEC: Casa de Alabanza, nuestra misión posee tres (3) escenarios de labor:
 
“Buscamos la transformación integral de todos aquellos que adoran con nosotros, de manera que puedan estar capacitados para cumplir con las responsabilidades de la Gran Comisión y preparados para ver a  Cristo el Señor en su Gloria.”
           
Repetimos que buscamos la transformación integral de aquellos que adoran con nosotros. Buscamos la capacitación que nos permita cumplir con la Gran Comisión. Buscamos estar preparados para ver a Cristo el Señor en su Gloria. Oramos para que todo esto pueda experimentado de generación en generación. Es por esto que tenemos que ser dirigidos por el Espíritu Santo de generación en generación.

Hablar de esa dirección es hablar de una fuente insondable. Nos sirve hoy como ejemplo que el Concilio General de las Asambleas de Dios ha compartido unos documentos en los que presenta que existen siete dimensiones en la vida de un discípulo del Señor (y de una iglesia) que tienen que verse afectados por la dirección del Espíritu Santo. Estas son:[6]
 
Biblia
  • Los discípulos aman y entienden la gran historia de Dios (Creación, Caída, Redención, Restauración), y son capaces de interpretar y aplicar bien la Palabra de Dios. (Deuteronomio 6:1–9; Salmo 1; 19; 119; Isaías 40:6–8; 55:10–11; Mateo 7:24–27; Juan 1:1; Hechos 2:42; 1 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 3:16–17; Apocalipsis 22:18–19).

 Espíritu Santo
  • Los discípulos nacen de nuevo, reciben el bautismo en el Espíritu Santo y experimentan la obra empoderadora, el liderazgo y la purificación del Espíritu en su vida. (Éxodo 31:1–3; Números 11:17, 25–26, 29; 1 Samuel 10:6–10; 16:13–14; Juan 3:16; 7:37–39; 14:16–17; 25–26; Hechos 1:4–5, 8; 13:9–11; 16:6–10; Romanos 8:1–17; 1 Corintios 12:4–7; Gálatas 5:22–23).

  Misión
  • Los discípulos participan en la misión con Dios en todas las áreas de la vida, pueden compartir el evangelio y discipular a los nuevos creyentes. (Génesis 3:15; 12:3; Mateo 9:10–13; 28:19–20; Marcos 16:15–16; Lucas 4:17–21;Hechos 1:8; 2:42–47; 20:24; 2 Corintios 5:16–21; Filipenses 2:12–16; 2 Timoteo 2:2).

  Oración
  • Los discípulos disfrutan escuchar y hablar con Dios, creciendo en intimidad e intercesión, y ayunando y clamando por la gloria de Dios. (2 Crónicas 7:14; Salmo 32:8–9; Isaías 50:4–5; Mateo 6:5–15; Juan 10; Hechos 2:42; Efesios 6:18; Filipenses 4:6–7; 1 Tesalonicenses 5:17; 1 Timoteo 2:1–7; Santiago 4:2; 5:16).

  Adoración
  • Los discípulos se deleitan en Dios y ofrecen toda su vida como adoración a Él. (Éxodo 34:14; 1 Crónicas 16:29; Job 1:20–21; Salmo 29:2; 95:6; 100; 111–113; Mateo 14:33; Juan 4:23–24; Hechos 2:46–47; Romanos 12:1–2; Hebreos 12:28; Apocalipsis 4:10–11).

 Servicio
  • Los discípulos ven todo aspecto de la vida como una acción de gracia a Dios y su meta es una vida humilde de servicio a Dios y a los demás. (Deuteronomio 11:13–14; Josué 24:14–15; Salmo 2:11; Mateo 20:28; 28:19–20; Marcos 10:45; Juan 13:3–17; Efesios 4:1-16; Filipenses 2:1–11; Santiago 1:27; 2:14–26; 1 Pedro 4:10–11).

  Generosidad
  • Los discípulos responden a la gracia de Dios sometiendo todos sus recursos a Él y respondiendo a la guía del Espíritu Santo en dar y administrar. (Génesis 14; Deuteronomio 15:7–11; Proverbios 11:24–25; Malaquías 3:10; Mateo 5:40–42; 6:19– 21; Marcos 12:41–44; Lucas 6:38; 12:48; Hechos 2:44–46; 2 Corintios 8; 9:6–11; 1 Juan 3:16–17).

Enfatizamos aquí que el último punto apunta a la entrega de las “3T” (tiempo, talento y tesoro).
Tenemos que señalar que estamos más que agradecidos con aquellos que sostienen esta Iglesia con sus contribuciones  económicas. No obstante, tenemos que puntualizar que no hacemos buen uso de nuestras bendiciones como discípulos del Señor cuando somos capaces de aportar económicamente, pero restringiendo nuestra participación y compromiso con el tiempo y los talentos que ponemos al servicio del Señor. Los retos que nuestra iglesia enfrentará en el futuro inmediato no se conquistarán con más ofrendas. Lo que nuestra iglesia necesita son brazos, manos, pies y la entrega del tiempo discrecional de cientos de nosotros para poder trabajar juntos y así ser capaces de ver los resultados que el Señor espera que alcancemos.

La celebración de este aniversario nos sirve como base para dar gracias a Dios y alabarle por todas las cosas que Él ha hecho por nosotros a través de nuestra historia. Él nos ha concedido el privilegio de ser receptores y testigos de Su favor de generación en generación.
 
La celebración de este aniversario nos sirve como base para reflexionar acerca de los momentos que vivimos hoy. A Dios sea la gloria por esforzarse para continuar formando en nosotros un corazón y transformando nuestro “derek”, (H1870). Le damos gloria y honor por nunca considerar dejar de hacernos el bien. Le damos alabanza y levantamos expresiones de gratitud por insertar en nuestros corazones ese respeto reverente, y provocar así que no nos apartemos de Su voluntad.

La celebración de este aniversario nos sirve como punto de partida para reflexionar acerca del futuro que Dios ha preparado para nosotros. Esto es, experimentar la dirección del Espíritu de Dios de generación en generación. Esto es, ver al Dios que da, al Dios que hace y al Dios que se goza en hacernos bien y en hacerlo de generación en generación.
  
 

[1] AMEC es un acrónimo que significa Agrupación de Misioneros Evangelistas de Canóvanas. Esta institución fue registrada con ese nombre en el Depto. de Estado de PR como una Iglesia Evangélica que tiene como norte la evangelización y la obra misionera.
[2] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 456–457). Editorial Mundo Hispano.  
[3] Swanson, J. (1997). En Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains : Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Logos Research Systems, Inc.
[4] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., p. 144). Editorial Mundo Hispano. [5] El concepto hebreo que se traduce aquí como “regocijará” es “gı̂yl” (H7797) que significa dar vueltas de  emoción.
[6] https://discipleship.ag.org/es-ES/7-Dimensions##

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