932 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 24 de Diciembre de 2023

932 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  24 de Diciembre de 2023
Los regalos de la navidad: la develación de los misterios de Dios

 
“8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. 9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: 14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! 15 Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. 16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. 18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. 19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. 20 Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.” (Lcs 2:8-20, RV 1960)

Las narrativas bíblicas acerca de la Navidad nos regalan la oportunidad de insertarnos en una revelación de las dimensiones de la gracia, del poder y de la eternidad de Dios que de otra manera quedarían vedados a los seres humanos. Hace algunos años reflexionábamos acerca de esto desde la perspectiva de los misterios que se develan, que se corre el velo para que podamos ver lo que sucede en el pesebre de la aldea de Belén en el que Jesús nació.

Permítanos trabajar con los argumentos teológicos que sustentan esta aseveración, para luego enfocarnos en la celebración de los que dicen estas narrativas bíblicas.

A través de la historia encontramos que la mayoría de los grandes pensadores bíblicos-teológicos y pastorales han abundado sobre esta revelación. Por ejemplo: San Francisco de Asís celebraba la pasión y la resurrección de Jesús, pero sin dejar de destacar “las Tres C;” Cristo en la Cuna y la Cruz (“Christ in the Crib and Christ in the Cross”). Para él no había manera de separar la encarnación de la crucifixión. Estas dos, unida a la resurrección son las tres piezas vitales del plan de redención. Él argumentaba que todo comienza en la Navidad.

El Dr. Cecilio Arrastía decía que el nacimiento del niño del pesebre puede ser interpretado como la inserción de la vertical divina en la horizontal humana, diciendo con esto que ese nacimiento le provee otra dimensión óptica-espiritual y existencial al ser humano. Oswald Chambers decía que por esa y por muchas otras razones, ese nacimiento provocaba una infinidad de preguntas. Para entender lo que dice Chambers basta considerar que el Niño Dios nace en la historia, pero no está subordinado a ella porque Él es el Señor de ella. Ese Niño pertenece a la humanidad, pero ésta no lo produce porque el Niño nace, pero el Hijo tiene que ser dado (Isa 9:6), que nace en este mundo, pero no es de este mundo y que no es un hombre que llega a ser Dios, sino que es Dios que se encarna en un hombre. En otras palabras, que el Niño del pesebre no es un avatar que va al cielo y regresa a convencernos, sino que es la palabra viva de Dios que la Gracia eterna encarna en el vientre de la virgen María.

San Atanasio postulaba en el 4to siglo de la era Cristiana que el nacimiento de Cristo Jesús en el pesebre de Belén era esencial para nuestra redención. Él postulaba que la redención incluye el que nosotros seamos participantes de la naturaleza divina.

“3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;” (2 Ped 1:3-4)

“4 Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina.” (NVI)

“4 Por medio de estas cosas nos ha dado sus promesas, que son muy grandes y de mucho valor, para que por ellas lleguen ustedes a tener parte en la naturaleza de Dios y escapen de la corrupción que los malos deseos han traído al mundo.” (DHH)

Atanasio señalaba que originalmente el cumplimiento de esta promesa sería posible a base de la capacidad que se le había conferido al ser humano para que pudiera razonar. Esta es la definición griega del ser humano que está envuelto e involucrado con lo eterno con la razón, por la capacidad que esa razón le concede para estar relacionado con Dios. Luego, él argumentaba que el ser humano había perdido esa capacidad por el pecado y que solo a través de la cruz de Cristo se podía resolver ese dilema. Esa solución tendría la necesidad de un comienzo, de un inicio; el pesebre de Belén. Solo el Niño de Belén puede hacer que nosotros los pecadores podamos participar de la naturaleza de Dios.

Podemos continuar presentando argumentos teológicos, pero nos parece que estos son más que suficientes para demostrar que el pesebre entonces está rodeado de misterios insondables e inescrutables para la mente finita que poseemos los mortales.

Hace algunos años compartimos que el pesebre devela el misterio de la gracia. Para llegar a esta conclusión consideramos que el pesebre hizo que los ángeles descendieran del cielo, que los reyes de la tierra vinieran a humillarse en tierra de pastores y que ellos decidieran cambiar su ruta luego de llegar a ver al Niño que había nacido en el pesebre. Ellos salieron de allí obedeciendo a Dios y no a las estrellas (Mat 2:10-12).

Debemos añadir a esto que el pesebre devela el misterio de la gracia porque nos permite contemplar regalos inefables que nos concede Dios en Cristo Jesús. El pasaje bíblico que parece en el epígrafe (Lcs 2:8-20), nos permite ver que el Señor nos regala desde allí Su gloria y Su paz.

El sermón de Navidad del año pasado (2022) giraba alrededor del primer regalo: la gloria de Dios. Compartimos allí que la gloria de Dios es la expresión de su bondad y todas las demás cualidades intrínsecas y eternas de Su persona. La Biblia dice que toda la creación revela la gloria de Dios: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal 19:1, RV1960). Ella también dice que Dios la reveló en Edén, en el Sinaí, en el Tabernáculo y en Su Templo, en Cristo y en su Iglesia: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Jn 1:14).

La Biblia dice que Dios nos ha creado para su gloria: “todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice” (Isa 43:7).
 
Compartimos en una reflexión publicada el 22 de enero del 2012 que el tema de la gloria de Dios se reviste se suma importancia en el Antiguo Testamento porque encontramos allí que la gloria de Dios parece anteceder a las soluciones de todos los problemas y necesidades mayores que podían tener sus siervos y su pueblo. Por ejemplo:
 
  • En Éxodo 16:7,10 nos dicen que Dios anunció que manifestaría su gloria antes de traer las codornices.
  • En Éxodo 24:12-16 nos dicen que Dios manifestó su gloria antes de que Moisés recibiera las tablas de la Ley.
  • En Éxodo 29:36-37, 42-43 nos dicen que esa gloria fue manifestada antes de la Expiación.
  • En Éxodo 40:34-35 esa gloria se manifiesta antes que se pueda tener acceso al Tabernáculo.
  • En Levítico 9:5-6 se declara que aquellos que obedecen la habrán de ver.
  • En Números 14:10 nos dicen que Dios decide manifestar esa gloria antes de llevar a juicio al pueblo por rebelarse contra Dios, Moisés y Aarón.
  • En Números 16:19,42 Dios manifiesta esa gloria antes de resolver la rebelión de los sacerdotes indignos de Coré.
  • En Números 20:6 es gloria se manifiesta antes de que se obtenga el agua de la Roca. La lista de eventos es enorme.

Estos datos nos permiten concluir que en el “programa de trabajo de Dios” no se hace nada
importante para la vida de su pueblo sin que antes Dios revele y demuestre su gloria.

Sin embargo, ella también dice que el pecado nos aleja de esa gloria: “23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom 3:23). Ella dice que el pecado fue la razón por la que Él decidió que esa gloria debía abandonar el templo de Jerusalén (Eze 10-11).

La única manera en la que Dios podía restituir esa gloria era a través del sacrificio único de Su Hijo Cristo en la cruz del Calvario. Ese sacrificio hizo posible que nosotros pudiéramos ser rescatados del pecado para alcanzar la gloria de Dios y que seamos capaces de compartirla: “A través de la buena noticia que les hemos enseñado, Dios los ha llamado a la salvación para que compartan la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes 2:14, PDT).

Añadimos que Simeón, un anciano que estaba en el templo de Jerusalén el día en el que Jesús fue presentado allí (Lcs 2:22-38), decía que el Niño Jesús era la gloria del pueblo de Israel (Lcs 2:32).

El pesebre devela ese misterio de la gracia porque nos adelanta otro de los regalos del que cantan los ángeles el día en el que nació Jesús: la paz del Señor. La Biblia dice que el Niño que nació en Belén de Judea es el único que puede regalarnos esa paz. Una paz que no depende de las circunstancias por las que estemos atravesando.

“27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”  (Jn 14:27)
           
Esta paz es la base de las expresiones de Simeón (Lcs 2:22-38). Este hombre le dijo al Señor lo siguiente, luego de haber contemplado el rostro de nuestro Señor el día de su presentación en el templo de Jerusalén a los ocho (8) días de nacido:

“25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. 26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. 27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, 28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: 29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; 30 Porque han visto mis ojos tu salvación, 31 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; 32 Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.” (Lcs 2:25-32)

En el pesebre se devela el misterio del poder de Dios porque es allí que lo divino se hace humano: la encarnación. El Verbo de Dios encarnado nace, vaciándose así de su majestad y de su gloria, renunciando a su inmunidad al dolor y al sufrimiento (“kenoō”, G2758, Fil 2:7). Se devela el misterio del poder del Señor porque allí Dios se hace hombre (Fil 2:5-11); se hace accesible. Es un lugar en el que una concepción virginal adelanta el futuro que solo podría ser emulado por la ciencia 2 mil años más tarde: la inseminación de un óvulo sin la necesidad de una relación sexual entre un hombre y una mujer. Es el poder que declara paz en la Tierra y gloria en las alturas. Es tan poderoso ese nacimiento que el diablo no puede aparecer en esa escena. Siempre le vemos acechando a Jesús (intentando destruirlo desde entonces), pero no pudo con esta escena, no pudo con María, no pudo evitar que Juan el Bautista danzara en el vientre de Elizabeth. Demasiada manifestación del poder de Dios para que pudiera ser soportada. Se devela el misterio del poder de Dios porque ese poder nos hace hijos de Dios.

Es una develación del misterio del poder de Dios porque es allí que se hace tangible la revelación del conocimiento de la gloria del Eterno. Sí, sólo el poder de Dios podía conseguir que ese conocimiento pudiera estar en el rostro de un hombre, de un ser humano semejante a nosotros.

“6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. 7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,” (2 Cor 4:6-7, RV 1960)

Es una develación del misterio del poder de Dios porque sólo ese poder podía conseguir que pudiéramos ser justificados por la fe y que esa justificación nos regalara la paz con Dios (Rom 5:1). Es una develación del misterio del poder de Dios porque sólo ese poder pudo conseguir que la paz se encarnara. No olvidemos que la Biblia dice que Cristo es nuestra paz (Efe 2:14), que es el Señor de paz (2 Tes 3:16), que Él hace la paz (Col 1:20) y que es en esa paz que somos santificados por completo (1 Tes 5:23). Sólo en el Niño que nació en Belén podemos disfrutar de una paz que guarda nuestros corazones y nuestros pensamientos (Fil 4:7). Es por eso que uno de los frutos que se esperan del creyente es la paz (Gál 5:22) y que podemos ser capaces de sembrar frutos de justicia en paz y de hacer la paz (Stg 3:18).

Decíamos en esa reflexión que el pesebre devela un misterio que anticipa la eternidad. El pasaje del Evangelio de Lucas que da inicio a esta reflexión describe un concierto eternal que se escuchó en los campos de los pastores en Belén. Los ángeles que cantan acerca de la gloria Dios y que incluyen la paz en la tierra como razones para cantar anticipan otro concierto eterno; el de las Bodas del Cordero.

“6 Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! 7 Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. 9 Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.” (Apo 19:6-9)

La canción que cantan los ángeles la noche de la Navidad nos invita, nos “obliga” a adorar y a hacerlo en el poder de la adoración que comienza a ensamblarse para la celebración de esas bodas.      

Allí se devela el misterio de la eternidad porque nos habla del carácter paternal de Dios, de la posición de ser hijos de Dios con todos los privilegios y todas las responsabilidades que esto conlleva (Jn 1:12-13).

En un paréntesis pastoral, podemos entonces señalar que solo venir una vez a la semana a la casa del Padre, es poner a Dios a dieta de los abrazos y de los besos que Él anhela recibir de sus hijos en Su casa. Cuando venimos a Su casa, no debemos venir a preguntar por lo que nos toca. Tan solo debemos preguntar por Él. Considere que sus ángeles cantan mejor que nosotros, pero ninguno de ellos ha sido comprado a precio de sangre. El pesebre anticipa que nos podemos deslizar en los lugares íntimos del corazón de Papá; un corazón que nos ama al punto de ofrecer por nosotros a Su Hijo unigénito en la cruz del Calvario. Es una invitación a deslizarse desde la recámara de Dios a la cocina del Padre.

Ese pesebre devela un misterio que anticipa la eternidad, porque en él se recibe con gozo y alegría la adoración y la alabanza de los pastores junto a la de los ángeles. Se trata de esa adoración que nos lleva a un plano más alto, en donde se experimentan cambios de nuestras perspectivas acerca de la vida. El pesebre enseña esto, por eso sabe a eternidad (pregúnteles a los pastores). Esa adoración les ayuda a llegar a donde satanás no tiene acceso. Es un nivel adoración vestido de gratitud y de alegría. Aquellos que adoran así rompen el alabastro de perfume tal y como lo hizo María en el capítulo 12 del Evangelio de Juan.

Anticipa la eternidad porque en Cristo, el Niño que nació en el pesebre, poseemos una Gloria inherente a Dios, porque Él es Dios. Es más, somos llamados a reconocer esta gloria, darle honor por su gloria, declarar Su gloria, alabarle por Su gloria, reflejar Su gloria y vivir para esa gloria. Nos conmina a hacerlo saber que Él se lo merece: “11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apo 4:11).

El pesebre anticipa la eternidad porque la ciudad celestial que nos espera al final de los tiempos contiene la gloria de Dios: “10 Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, 11 teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal” (Apo 21:10-11).

Lucas nos dice que había pastores que la noche en que Jesús nació velando y guardando las vigilias de la noche sobre su rebaño. El testimonio que esos pastores ofrecieron acerca de la experiencia que tuvieron esa noche los coloca en los mismos escenarios de profetas bíblicos de la estatura de Daniel, de Ezequiel, de Isaías y de otros similares. El testimonio angelical y la palabra profética que ellos recibieron y la adoración que escucharon les provocaron a buscar hasta hallar (“aneuriskō”, G429; Lcs 2:16) a María y a José con el Niño: lo que ellos necesitaban encontrar.

Los pastores no eran personas confiables. La tradición dice que a ellos no se les permitía testificar en un juicio porque ni siquiera respetaban la propiedad privada. El relato Lucano dice que las personas que los escuchaban estaban maravilladas con el testimonio que los pastores ofrecían (Lcs 2:18). Sólo basta considerar que los pastores conocían el nombre del Niño que había nacido: “Christos” (G5547), el Mesías, el Ungido de Dios. Este conocimiento y la credibilidad que les acompañaba había sido el producto de la transformación provocada por haber visto y escuchado a los ángeles; seres celestiales que habían estado adorando al Niño que nació en Belén desde antes de la creación del mundo.

Lucas responde a la pregunta de cómo reaccionaron al ver al Mesías prometido: “20 Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.” La búsqueda y las reacciones provocadas por el mensaje angelical quedaron pequeñas cuando vieron al Redentor del mundo. Ese encuentro les convirtió en evangelistas y cantores superiores a los ángeles. Lucas dice que ambos grupos corales, los ángeles y los pastores, alababan (“aineō”, G134, vv 13 y 20). Los ángeles alababan a Dios por los beneficios que recibirían otros, mientras los pastores lo hacían por los beneficios que ellos recibirían.

Este concepto griego es usado con frecuencia en la Septuaginta con referencia a Dios, para decir o recomendar las grandezas que había hecho el Eterno. El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento añade que denota la alabanza gozosa que se rinde a Dios expresada como una doxología, un himno o una oración.[1] El Léxico griego del Nuevo Testamento conocido como el Louw Nida añade que esa alabanza habla acerca de la excelencia de una persona, de un evento o de un objeto.[2]

El testimonio de los pastores y el de los ángeles cantando acerca de la excelencia del Niño Dios y del evento que el Padre Eterno había desarrollado, es otra evidencia de que en el pesebre se develan los misterios de la gracia, del poder de Dios y de la anticipación de la eternidad.
 

 
[1] Schlier, H. (1964–). αἰνέω, αἶνος (aineō, ainos). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, p. 177). Eerdmans.
[2] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 428). United Bible Societies.






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