741 • El Éxodo: la vida después de las plagas • El Heraldo Digital Institucional del 26 de abril del 2020 • Volumen XV

Reflexión por el Pastor/Rector: Mizraim Esquilín-García

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“13 Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; Lo llevaste con tu poder a tu santa morada.” (Éxodo 15:13)

La pandemia provocada por el COVID-19 nos ha colocado de frente a una “nueva normalidad.” ¿En qué consiste esta nueva normalidad? ¿Qué cosas debemos esperar que sucedan luego de esta crisis mundial? ¿Cómo debemos reaccionar ante los nuevos retos que nos esperan?

Estas preguntas son solo una muestra de todas las interrogantes que nos estamos formulando la mayoría de los seres humanos que habitamos este planeta. Hay que admitir que no existe una persona que tenga en sus manos todas las respuestas a todas las preguntas que están sobre la mesa de trabajo en la que se dirime cómo será nuestra realidad luego de que esta crisis llegue a su fin.

Sabemos que hay retos inexorables ante nosotros. Estos retos son socioeconómicos, estructurales, culturales y hasta religiosos. Esto último incluye la alta probabilidad de que ocurran cambios significativos en nuestras costumbres y en nuestros hábitos como gente de fe. Es obvio que otro de estos cambios gira alrededor de las medidas de higiene y de los controles de calidad para desarrollar nuestras vidas después del COVID-19.

La evaluación de algunos modelos históricos nos permiten apreciar que los seres humanos nos hemos adaptado y realizado cambios significativos luego de cada una de las crisis similares a esta. Esta evaluación puede ser desarrollada desde la perspectiva escatológica, socio política o bíblica histórica. Hemos decidido no tocar la primera en esta serie de reflexiones. Hemos decidido insertar algunos elementos de la segunda y hemos decidido abrazar la perspectiva bíblico-histórica como guía para el desarrollo de todos los planteamientos que formularemos aquí.

Una de las epidemias más recientes es la del Flu español, que ocurrió entre 1918-1919 y que mató cerca de 100 millones de personas en todo el planeta y 10,880 en Puerto Rico. La generación que enfrentó esa pandemia venía de enfrentar la Primera Guerra Mundial (28 de Julio de 1914-11 de Noviembre de 1918). Luego de esa pandemia esa generación enfrentó la Gran Depresión (1929-1938), para luego enfrentar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).  Esa generación exigió el uso de mascarillas a los oficiales de orden público y al personal de las áreas de salud. Esa exigencia se extinguió algunos meses después de acabada la crisis.

Esa generación se puso de pie y echó mano de sus talentos y de su fe en Dios, y es por eso que hoy estamos aquí. El mundo entero cambió luego de estas crisis. Hay que aceptar que algunos cambios fueron muy positivos, pero otros no. Los procesos de adaptación a estos cambios fueron complicados, pero nuestros abuelos y nuestros padres pudieron adaptarse a estos y seguir hacia adelante.

Otra crisis similar es la de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001. La vida en nuestro planeta cambió después de esa fecha fatídica. Por algunas semanas llegamos a creer que tardaríamos mucho tiempo en poder volver a utilizar los aviones como medio de transportación pública. Esto no fue así. Muchos de nosotros volamos al exterior algunas semanas después de esta tragedia. Es cierto que nunca más hemos vuelto a viajar como la hacíamos antes de esa fecha. También es cierto que el mapa de la economía y la política mundial comenzaron a ser transformados desde ese día. Los procesos de adaptación a esos cambios fueron complicados, pero logramos aceptarlos e hicimos los ajustes necesarios para hacerlos formar parte de nuestras vidas.

Hay muchos ejemplos similares que forman parte de nuestra historia. Entre estos se encuentra la peste bubónica (1347-1353)[1], la epidemia Cocoliztli (1545-1548)[2], la crisis del AIDS o HIV (1981)[3], y muchas más. Los seres humanos hemos logrado realizar los cambios necesarios para mantener nuestra existencia en este planeta a pesar de esta crisis.

Ahora bien, la Biblia nos presenta unos modelos excelentes de adaptación, de conquistas y de triunfos luego de situaciones similares a las que hemos estado experimentando a raíz del COVID-19. Uno de los modelos bíblicos más escuetos es el del pueblo de Israel en Egipto. Esto es, luego de su salida de la esclavitud y a raíz de las plagas que tuvieron que enfrentar en sus últimos días allí.

La expresión del epígrafe de esta reflexión forma parte de la canción que entonaron los israelitas al ver que el Mar Rojo se tragaba al ejército que los perseguía luego de que ellos salieron de las garras del Faraón. Esta expresión, que parece pequeña, pero no lo es, resume lo que el pueblo de Israel vivió después de salir de la temporada de plagas en Egipto: Dios condujo a 3 millones de Israelitas por su misericordia y lo guió, los llevó con poder a una morada santa que tenía preparada para ellos.

Este es el testimonio que todos conocemos porque lo hemos visto así en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, creemos que es necesario detenernos a repasar algunos detalles aleatorios a la espera durante las plagas, a la salida de Egipto y a algunos de los episodios iniciales que el pueblo de Israel experimentó luego de recibir la orden de marchar de la tierra regida por el Faraón.

Lo primero que tenemos que repasar es lo que Israel vivió como pueblo mientras se desarrollaban las plagas en Egipto. Esa fue una temporada de capacitación, de instrucción y disciplina para sus hijos y para experimentar testimonios de provisión, de cuidado y de la revelación de la gloria de Dios. No podemos obviar que estas son las mismas oportunidades que Dios nos ha concedido ante el COVID-19.

Esa fue también una temporada de mucha incertidumbre y de ausencia de información. Entendamos esto: Israel no sabía si las plagas iban a lograr su propósito. Israel no tenía la seguridad de que Faraón pudiera ceder a las palabras de Moisés y de Aarón y a la manifestación del poder de Dios. Israel experimentó en algunas ocasiones que estas cosas no traían buenas noticias. Estas cosas les hacían experimentar complicaciones inenarrables (Éxo 5:1-13).
Esto es similar a nuestra experiencia con esta pandemia. Esta ha sido una temporada de capacitación, de instrucción y disciplina para nuestros hijos y para experimentar testimonios de provisión, de cuidado y de la revelación de la gloria de Dios. Esta ha sido una temporada que no hemos debido desaprovechar para aprender a vivir en familia, para educar a nuestros hijos y para buscar el rostro de  Dios. Son muchos los que han tenido en esta temporada que desaprender las reglas de la calle para aprender a vivir con las reglas del hogar. Son muchos los que han descubierto que fue un error tratar de dar a los hijos todo lo que nosotros no tuvimos. Los sacrificios que hacemos hoy y que les estamos enseñando a aceptar, están formando una generación victoriosa para el futuro inmediato.

Son muchos los que han aprendido a buscar el rostro del Señor. ¡Qué mucho echamos de menos la vida en la Iglesia! ¡Cuánto daríamos por ir a un servicio de oración o aun estudio bíblico! ¡Y pensar que hace algunas semanas teníamos la oportunidad de hacerlo y decidíamos quedarnos en nuestros hogares!

Esta temporada hemos aprendido a ungir nuestras residencias, a ungir a nuestros hijos, a pintar los dinteles de nuestros hogares y a buscar el rostro del Señor. Aprendimos a hacerlo porque nadie más podía hacerlo por nosotros. Esta temporada son muchos los que han aprendido que la vida de Iglesia comienza en el hogar.

Es cierto que al igual que Israel, son muchos los que han sido víctimas del temor, del desaliento y del desasosiego. TD Jakes decía el 18 de marzo de este año (2020) que el temor es un axioma necesario para la activación de la fe. Este predicador decía que el temor es una de las cosas que obliga la fe. Nunca se nos ha dicho que el temor va a desaparecer. Lo que se nos ha dicho es que no podemos permitir que este sea el espíritu que rija en nuestro interior:

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“7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Tim 1:7)

Una de las metáforas que Jakes utilizó en ese sermón destacaba que se trata de decidir a cuál de ellos permitiremos que maneje el automóvil de nuestras vidas. Un ejemplo insuperable que él planteó en ese sermón era el de las familias israelitas cruzando el Mar Rojo. La experiencia de atravesar el mar con paredes monumentales de agua a ambos lados tuvo que producir temor en los padres. Fue la fe la que les conminó a seguir hacia adelante. El temor no los pudo vencer. Es por esto que la fe es la victoria que ha vencido al mundo (1 Jn 5:4).

La temporada de las plagas fue para Israel una demostración de que el Creador tiene el poder sobre la naturaleza. La Biblia dice que esta plagas sirvieron para mostrar Su poder y que su Nombre fuera anunciado en toda la tierra (Ex 9:16). Esas plagas ayudaron a formar la identidad del pueblo que Dios escogió para sí. ¿Qué resultados positivos ha producido el COVID-19 en nosotros?¿Cuál será nuestra respuesta para esta pregunta dentro de algunos años?
¿Anunciaremos que vimos el poder de Dios en esta pandemia?

El pueblo de Dios recibió unas instrucciones muy particulares la noche antes de salir de Egipto:

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“3 Y Moisés dijo al pueblo: Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de servidumbre, pues Jehová os ha sacado de aquí con mano fuerte; por tanto, no comeréis leudado. 4 Vosotros salís hoy en el mes de Abib. 5 Y cuando Jehová te hubiere metido en la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del heveo y del jebuseo, la cual juró a tus padres que te daría, tierra que destila leche y miel, harás esta celebración en este mes. 6 Siete días comerás pan sin leudar, y el séptimo día será fiesta para Jehová. 7 Por los siete días se comerán los panes sin levadura, y no se verá contigo nada leudado, ni levadura, en todo tu territorio. 8 Y lo contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: Se hace esto con motivo de lo que Jehová hizo conmigo cuando me sacó de Egipto. 9 Y te será como una señal sobre tu mano, y como un memorial delante de tus ojos, para que la ley de Jehová esté en tu boca; por cuanto con mano fuerte te sacó Jehová de Egipto.” (Éxo 13:3-9)

La lectura superficial de estos versos bíblicos nos puede llevar a pensar que Israel había recibido aquí algo así como un boleto de entrada a Disney World. Aquellos que conocemos la historia bíblica sabemos que esto no fue así. Es cierto que la celebración de la Pascua durante esa noche, mientras se desataba la última de las 10 plagas en Egipto, provocó que el pueblo se preparara para salir. Esa salida fue matizada por la cantidad de riquezas que Israel se llevó de Egipto (Éxo 12:35-36). Hay algunos exégetas que opinan que esas riquezas fueron una de las razones que movieron a Faraón a perseguirlos.

La realidad es que Israel no tenía ante sí la ventaja que tenemos nosotros: conocer el final de la historia. Israel salió de Egipto a enfrentar la incertidumbre de cada día. La palabra recibida resonaba en sus oídos, pero cada día traía consigo sus propios retos. Es más, Israel no sabía lo que Dios había incluido en los planes de marcha y mucho menos por qué lo había hecho. Veamos lo que dice la Biblia a este respecto:

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“17 Y luego que Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto. 18 Más hizo Dios que el pueblo rodease por el camino del desierto del Mar Rojo. Y subieron los hijos de Israel de Egipto armados.”   (Éxo 13:17-18)

Usted leyó bien estos versos bíblicos. El camino corto, el de los filisteos, implicaba llegar rápido a la Tierra Prometida al mismo tiempo que implicaba conflictos armados. Dios sabía que Israel aún no estaba listo para esta clase de experiencias y que esto lo podría hacer querer regresar a la esclavitud. Volvamos a leer estos versos en la versión Nueva Traducción Viviente:

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“17 Cuando por fin el faraón dejó salir a los israelitas, Dios no los guió por el camino principal que atraviesa el territorio filisteo, aunque esa era la ruta más corta a la Tierra Prometida. Dios dijo: «Si los israelitas llegaran a enfrentar una batalla, podrían cambiar de parecer y regresar a Egipto». 18 Por eso Dios los hizo dar un rodeo por el camino del desierto, hacia el mar Rojo. Así los israelitas salieron de Egipto como un ejército preparado para la batalla.”

O sea, que fue Dios el que los llevó al Mar Rojo. ¿Entiende usted esto?  El pueblo del Señor recibe una palabra profética la noche en que terminan las plagas y Dios decide que al otro día no pueden ir a la Tierra Prometida por la ruta corta. Dios los lleva así a enfrentar lo imposible.
Aquellos que puedan estar pensando que no saben lo que podemos encontrar después que termine el COVID-19 deben tomar nota de esto último. Puede ser que caminemos hacia situaciones que se parezcan al Mar Rojo: situaciones imposibles. La buena noticia es que con nosotros camina Aquél que divide el Mar. Si Él lo hizo una vez, lo volverá a hacer porque Él es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos (Heb 13:8).

En el año 2008, Thomas Dexter Jakes predicó un sermón acerca de esa encrucijada, la del Mar Rojo. En ese sermón Jakes explicaba que era necesario llegar a las aguas de ese mar, porque todo lo que es de Dios sale de las aguas. ¿Recuerdan las palabras de Cristo a Nicodemo?:

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“5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”   (Jn 3:5)

Jakes apuntaba en ese sermón que ese mar era además una metáfora de las cosas por las que Dios nos hace pasar solo para destruir aquello que nos persigue. Enfrentar ese mar y entrar en este era una metáfora, un símbolo de morir para resucitar a novedad de vida, para ser justificado. Esto se parece a lo que Pablo le diría siglos más tarde a la Iglesia en Roma:

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“7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.”   (Rom 6:7)

Jakes subrayaba en ese sermón que Faraón perseguía a Israel porque se creía dueño de ellos y de las riquezas que llevaban consigo: “son mis esclavos: voy a perseguirlos y a traerlos de vuelta a Egipto.” Faraón no contaba con que Dios, al mismo tiempo, estaba diciendo lo siguiente: “es mi pueblo, son mis hijos (Éxo 4:22) y los voy a salvar (Oseas 11:1).” Esto es sin duda alguna una metáfora del bautismo: lugar en el que somos sepultados para resucitar con Cristo (Rom 6:4;Col 2:12).

Con un estilo inimitable, Jakes sostuvo en ese sermón que el esclavo corrió adentro de las aguas, pero fue el hijo el que salió de estas. También sostuvo allí que lo que perseguía a Israel también entró a las aguas, pero no salió de allí. O sea, que aquello que nos persigue nos acompaña a las aguas, pero no saldrá de allí.

¿Qué cosas nos perseguirán cuando termine la amenaza del COVID-19? La respuesta a esta pregunta es muy importante porque el tamaño de aquello que nos persiga es lo que determinará el tamaño de la “piscina” o del “estanque” al que nos pueden llevar. Jakes puntualizó que ese es el lugar en el que se tiene que detener todo aquello que nos persigue:
que no nos debe acompañar.  O sea, que el Mar Rojo es el prototipo de un lugar de terminación, de cese y desista, de conclusión, para el final de las autoridades faraónicas que nos amedrentan y nos esclavizan.

Faraón no sabía que los esclavos que él perseguía “morirían” y desaparecerían al entrar en las aguas. O sea, que entrar en esas aguas es una especie de bautismo para cambiar de identidad.
¿Qué nos espera después que termine la amenaza del COVID-19?

Nos espera la cesación de la esclavitud que nos amarraba y anquilosaba en Egipto y la afirmación de nuestra identidad como hijos de Dios. Esto se reviste de suma importancia porque nos conduce a vivir vidas que miran al fundamento que es Cristo y no caminar hacia el futuro mirando al pasado. El Mar Rojo es sin duda un lugar para poder ver cosas que ojo no vio ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre (1 Cor 2:9b).

Israel cruzó el Mar Rojo porque Dios lo dividió. Ese milagro posee las características particulares de que ocurre al mismo tiempo que el pueblo de Dios está experimentando algunos tipos de ataques de pánico. Este pánico los llevó a la incredulidad. De forma simultánea, ese milagro ocurre porque Dios ungió a Moisés para producirlo. Veamos lo que dice ese pasaje bíblico:

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 “10 Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová. 11 Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? 12 No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto. 13 Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. 14 Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos. 15 Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Dí a los hijos de Israel que marchen. 16 Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco. 17 Y he aquí, yo endureceré el corazón de los egipcios para que los sigan; y yo me glorificaré en Faraón y en todo su ejército, en sus carros y en su caballería; 18 y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando me glorifique en Faraón, en sus carros y en su gente de a caballo.”     (Éxo 14:10-18)
 
¿Leyó esto bien? El pasaje enfatiza que Dios le dice a Moisés que sea él, el líder, el hombre de Dios, el que divida el Mar Rojo. El pueblo estaba alterado ante las amenazas irremediables de destrucción que se acercaba, mientras el líder puesto por el Señor anunciaba que esa batalla le pertenecía a Dios.

Cuando ese líder decide ir a interceder, Dios le señala que hay tiempos para orar y hay tiempos para desplegar el poder y la autoridad que Dios nos ha concedido: “15 Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Dí a los hijos de Israel que marchen. 16 Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco”  (Éxo 14:15-17).

El Señor añade aquí que no iba a impedir la persecución, porque aquello que perseguía a los hijos de Dios tenía que aprender quién es Jehová de los ejércitos. Esta verdad sigue vigente.
Todo esto es lo que provoca la canción y las expresiones del epígrafe de esta reflexión.

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“13 Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; Lo llevaste con tu poder a tu santa morada.”   (Éxodo 15:13)

Es por esto que esta expresión, que parece pequeña, es una gigante. Repetimos, ella resume lo que el pueblo de Israel vivió después de salir de la temporada de plagas en Egipto. Dios condujo a 3 millones de Israelitas por su misericordia y lo guió, los llevó con poder a una morada santa que tenía preparada para ellos.

¿Qué nos espera después que termine la amenaza del COVID-19?
 
Nos espera lo mismo que ha sucedido luego de otras amenazas similares. Dios nos va a conducir a situaciones que a los ojos de los hombres parecerán como imposibles de resolver.
En esos lugares Dios levantará, tal y como ha hecho antes, hombres y mujeres llenos de Su poder que serán capacitados por el Señor para provocar milagros y prodigios.

¿Qué nos espera después que termine la amenaza del COVID-19?

Nos espera caminar con fe, venciendo los temores para no detenernos ante los mares que el Señor va a dividir.

¿Qué nos espera después que termine la amenaza del COVID-19?

Permitir que el Señor ahogue en esos mares todo aquello que nos persigue.

¿Qué nos espera después que termine la amenaza del COVID-19?

El desarrollo de una Iglesia santa, ungida, con testimonios de la gloria de Dios y llena de hijos de Dios y no de esclavos que salieron secos de las aguas.

¿Qué nos espera después que termine la amenaza del COVID-19?

Peregrinar por los caminos que Dios ya ha seleccionado para operar nuestra transformación y prepararnos para el regreso del Rey de reyes y Señor de señores.
Referencias

[1] Esta epidemia le costó la vida a entre 75-200 millones de personas: https://www.mphonline.org/worst-pandemics-in-history/
[2] Esta plaga le costó la vida a 15 millones de personas en Méjico y en Centro  América; https://www.livescience.com/worst- epidemics-and-pandemics-in-history.html
[3] Esta epidemia le ha costado la vida a cerca de 35 millones de seres humanos: https://www.livescience.com/worst-epidemics-and-pandemics-in-history.html
Colaboradores:

Reflexión pastoral: Rev.  Mizraim Esquilín-García, PhD.  /  Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García  /  Social-Media : Hna. Frances González   / Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria  /  Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa en InDesign CC: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria  /  Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com/Photo by Zac Durant/ Diego PH.  Imagen editada en Photoshop CC: Hna. Eunice Esquilín- voluntaria 26 de abril del 2020.

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