745 • El Éxodo: La vida después de las plagas: “Hacia donde miramos” – (Parte V) • El Heraldo Digital del 24 de mayo del 2020 • Volumen XV

Reflexión por el Pastor/Rector: Mizraim Esquilín-García

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“2 Dí a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón; delante de él acamparéis junto al mar…… 10 Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová. 11 Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? 12 No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto. 13 Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. 14 Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos. 15 Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Dí a los hijos de Israel que marchen.”    (Éxo 14:2, 10-15, RV 1960)

La salida de nuestro período de aislamiento y de cuarentena ante el COVID-19 se asemeja a la experiencia que vivió el pueblo de Israel antes de salir de Egipto. Ese pueblo estuvo en cuarentena al mismo tiempo en que 10 plagas azotaban al pueblo egipcio.

El proceso de la salida de los israelitas, el Éxodo, también posee unas similitudes con el nuestro. Esto se reviste de suma importancia particularmente cuando se trata de los procedimientos que desarrolló el Señor para los procesos del desarrollo de la fe, de la confianza y del uso adecuado de los milagros. Es por esto que hemos dedicado algunas reflexiones de nuestro boletín institucional al análisis de ese Éxodo.

El hecho de que Moisés se hubiera criado como uno de los miembros de la familia real nos lleva a concluir que él conocía el plan vial del imperio; los caminos y las rutas, así como los puntos estratégicos y comerciales más relevantes. Es por esto que nos inquieta que haya decidido llevar al pueblo de Israel desde Sucot y Etam (Éxo 13:20-22) hasta llegar delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón (Éxo 14:2). Esta decisión significaba colocar al pueblo de Israel contra la espada y la pared.

Sabemos que esta ruta posee unas explicaciones geopolíticas. Sin embargo, son sus implicaciones teológicas las más importantes.

Hay algunas explicaciones para este proceso de toma de decisiones. Una de ellas la encontramos en Éxo 13:17-18:

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“17 Y luego que Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto. 18 Mas hizo Dios que el pueblo rodease por el camino del desierto del Mar Rojo. Y subieron los hijos de Israel de Egipto armados.”

Este pasaje dice que fue Dios el que le dio esas instrucciones a Moisés.

Esto nos coloca ante la primera de muchas enseñanzas que esta historia posee. Los pueblos que salen de las cuarentenas no están preparados para enfrentar conflictos. Israel no podía quedarse en Sucot (“puesto” o “refugio”, H5523) ni en Etam (“fortaleza”), porque terminarían confiando en su propia prudencia. Dios los lleva a Pi-hahirot (con toda probabilidad “boca del desfiladero”, H6367) [1]. La Biblia dice que Dios los hizo acampar frente al mar, entre Pi-hahirot, entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón. O sea, en un lugar en el que podían mirar hacia Baal-zefón.

Migdol es el nombre para las torres de vigilancia del ejército Egipcio. Había una muy cerca de Pi-hahirot. Por otro lado, Baal-zefón posee un nombre muy oscuro, pero puede ser traducido como “el señor de la oscuridad”,  “el señor del frío”, “el tifón”, o “el señor de lo desconocido” (H1189). Ese nombre describe con toda probabilidad una pequeña isla al frente de la costa del Mar Rojo en el que Israel se encontraba; [2] entre Pi-hahirot y el Migdol que estaba cerca de este.

El lector se habrá percatado de que el texto dice que Dios le canceló a Israel los refugios y las fortalezas para llevarlos a un lugar en el que el pueblo podía ser vigilado por el enemigo, entrando a la boca del desfiladero y de cara al frío, a la oscuridad y a lo desconocido. La única “salida” que les quedaba era el Mar Rojo.

Permítame el lector insertar unas notas editoriales que creemos que son muy importantes. Se hace irrelevante discutir si ese cuerpo de agua era el Mar Rojo o el Mar de los juncos (“Yam suph” H5488-H3220, “Sea of reeds”). Sin importar cuál de ellos pudo haber sido el cuerpo de agua que cruzaron, el texto bíblico señala que los israelitas tenían miedo, que no lo podían atravesar y que el ejército egipcio pereció allí.

Sabemos que los israelitas llegaron a Egipto al principio del segundo milenio antes de Cristo. Esto es un dato histórico comprobado. Una pintura hallada en la tumba de Khnumhotep en Beni Hasan, muestra la llegada de caravanas de semitas a la tierra de Egipto para vender cosméticos que se usaban para pintar los ojos. Este mural data de cerca del 1890 AC. Lo que esto significa es que es muy probable que los israelitas ya llevaran algunos años entrando a Egipto. Las túnicas de las personas que aparecen en esa pintura son multicolores y la inscripción data del sexto año de Sesostris II. El mural revela que venían de una tierra llamada  “Shut” que es el equivalente egipcio para lo que es hoy la tierra de Israel.

Algunos estudiosos han dudado de la antigüedad de los textos bíblicos que recogen estas historias señalando que los hebreos no podían ser capaces de documentar todo esto con la precisión que estos textos poseen. Esta conclusión parte de la premisa de que es poco probable de que un pueblo esclavo supiera escribir con las destrezas necesarias para documentar todas estas historias con esa precisión. Algunas de las respuestas para esas dudas las tenemos en las excavaciones y los estudios de un lugar llamado Serabit el-Khadem. Esta es un área de minas de turquesas localizada en la parte nor-occidental de la Península de Sinaí. En ese lugar se encontraron inscripciones proto-sinaíticas, escritas por los esclavos que habían sido enviados a trabajar allí. Este sistema alfabético de escritura fue desarrollado entre el 1900 y el 1700 A.C[3]. Estas inscripciones son de origen semítico, o sea, de personas oriundas de Canaán.

En una de las tabletas encontradas (Sinai 375ª) aparece el nombre de Ahisamac, identificándolo    como el supervisor del área de los minerales [4]. En Éxodo 38:23 encontramos que Aholiab, el hijo de Ahisamac fue seleccionado por Moisés como una de las personas a cargo del diseño y el trabajo con el oro, la palta, el púrpura, el carmesí y el lino fino en lo concerniente al Tabernáculo de reunión.

Los arqueólogos israelitas han identificado que algunas de los escritos encontrados allí han sido traducidos como oraciones: “El (Elohim), sálvanos.” O sea, los esclavos israelitas sabían escribir,[5], [6] y por ende, hay que creer que la expresión de Éxo 24:4 es literal: “4 Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová…”

De hecho, hay lingüistas muy serios proponiendo que el hebreo puede ser el lenguaje escrito más antiguo[7], [8]. Un buen artículo acerca de esto fue escrito por Steve Law: “New Discoveries Indicate Hebrew was World’s Oldest Alphabet.”[9]

Así como sabemos que hay evidencias históricas de que ellos llegaron a Egipto, también hay evidencias históricas de que salieron de Egipto. ¿Cómo hizo Dios esto? Con muchas intervenciones poderosas a favor de Su pueblo.

La segunda enseñanza que vemos aquí es que la Biblia no nos dice cuál fue la reacción inicial del pueblo de Israel cuando llegó a las orillas del Mar Rojo. Tan solo podemos inferir cuáles fueron sus primeras reacciones al ver ese mar. Basta pensar que la mayoría de ese pueblo, acabados de sacar de la esclavitud, curtidos por el desierto, probablemente nunca habían visto el mar, ni sentido su brisa o ver las olas. Esto puede ser resumido de la siguiente manera: una experiencia refrescante.

Algunos escritores del siglo 19 miraron este cuadro como uno similar al de los niños maravillados y absortos ante una manifestación de la grandeza de Dios a través de la creación. Ese mar podía ser hasta una invitación para jugar y divertirse frente a él. [10]
En cuestión de horas, ese mismo mar se convertiría en terror y fuente de desaliento, en una barrera, en una prisión inexpugnable para ellos.

Esta no es una experiencia inusual ni poco común. El comentario bíblico que hemos citado,  Spence-Jones, desataca que esto es cónsono con muchas de nuestras experiencias en la vida. Se trata de aquellas cosas que nos producen placer y deleite, cosas a las que les damos la bienvenida porque nos podemos regocijar con ellas. De repente, estas se convierten en las causas de nuestras tristezas y pesares más grandes. Entre ellas están algunos compromisos que contraemos, amistades que formamos, negocios que hacemos, sociedades a las que entramos, etc. Estas cosas se convierten en los Mares Rojos amenazantes que encontramos en la vida.

Uno de los aspectos más terribles de esta clase de experiencias es que ellas nos asaltan en nuestros momentos de mayor vulnerabilidad. Estas amenazas se levantan encontrándonos sin preparación alguna para hacerles frente.

La tercera enseñanza es que  hay muchos elementos en común entre nuestras reacciones ante estas crisis y las reacciones de los israelitas. Así como le sucedió al pueblo de Dios, estas situaciones nos pueden sumergir en un estado de pánico y de terror. De la misma manera, nosotros también sufrimos de la propensión a enfrentar estas crisis sin habernos desembarazados de la mentalidad de esclavos. Cargar hábitos de esclavos distorsiona nuestras capacidades para la toma de decisiones. Esto promueve el desarrollo de fuentes de tristezas indescriptibles.

Esta condición es muy asfixiante, nos drena y nos reta. Un ejemplo de esto lo tenemos en las reacciones del pueblo de Israel. Es cierto que la amenaza del ejército egipcio era visible y palpable. Pero no es menos cierto que los israelitas estaban contemplando al ángel de Dios delante de ellos, una columna de nube y una columna de fuego, antes de ver la amenaza egipcia (Éxo 13:20-22). Nada de esto fue suficiente para que los israelitas pudieran dejar de temer y comenzar a confiar.

Dios conoce nuestros corazones y sabe que en estas situaciones necesitamos experimentar intervenciones poderosas de su diestra. Dios sabe que estas experiencias, las que se desarrollan cuando enfrentamos nuestro Mar Rojo sin haber desechado la mentalidad de esclavos, requieren que comencemos a ver milagros. El Pastor Samuel Esquilín nos decía en febrero de 2019 que si las circunstancias que enfrentamos provocan en nosotros las mismas reacciones de aquellos que no conocen al Señor, entonces necesitamos un milagro.

El primer paso para el milagro que ocurrió en el Mar Rojo no fue la división de ese mar; fue el cambio de posición del ángel y de la columna:

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“19 Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas, 20 e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquéllos, y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros.”  (Éxo 14:19-20)

Este cambio de posición garantizaba la iluminación del camino y de la orilla que los israelitas tenían de frente. Esto garantizaba que los enemigos de Israel no podrían ver con claridad sus opciones, porque estaban cubiertos por la oscuridad. Esto es, ese cambio de posición esconde a los perseguidos de los perseguidores y elimina el fenómeno de una amenaza visual mientras Dios desarrollaba la división del mar.

Sabemos que Faraón es sinónimo de todo aquello que puede producir temor y ansiedad esclavizadora. Los Israelitas habían salido de Egipto con mano poderosa (Éxo 13:8), pero la ansiedad y el terror provocado por la fuerza esclavizadora les nubló la visión. Dios tenía que provocar un cambio, una transformación en la oftalmología espiritual de Su pueblo. Israel sabía que Egipto había sido como un horno de hierro para ellos (Dt 4:20; Jer 11:4-5). Esto es, Dios había utilizado a Egipto como una herramienta para moldear el carácter del pueblo de Dios.
Cuando Michael Walzer repasa estas narrativas nos dice que esa zona de entrenamiento produjo en los Israelitas el desarrollo de algo que la Biblia llama “kotzer ruach” (“congoja de espíritu”, Éxo 6:9),  frase que literalmente puede ser traducida como enanismo espiritual [11].  Esta es la próxima enseñanza. Walzer argumenta que un pueblo esclavo es un pueblo desesperanzado, molido, aterrado, subordinado, abatido y descorazonado. Esa identidad fue la que ellos internalizaron. Esa frase, “kotzer ruach”, es todo lo opuesto a hombres con espíritu. La esclavitud tampoco permite el desarrollo de la iniciativa, el auto respeto, la capacidad de molestarse ante las injusticias y la opresión. [12]

Un dato singular es que más de 600 mil hombres (Éxo 12:37) se aterraron ante cerca de 30 mil soldados egipcios. Esto implica que el sentido visual de ellos estaba también esclavizado. Es aquí que el Señor cambia de posición a sus “agentes celestiales.”

Una explicación teológica para estos cambios de posición de los “agentes celestiales” es que el Señor adapta las manifestaciones de su poder y de sus cuidados a las necesidades de sus hijos. La manifestación de esa presencia sigue siendo el baluarte efectivo contra los ataques del enemigo que podemos enfrentar como Iglesia y como hijos de Dios.  Nosotros somos por naturaleza, atraídos por lo que vemos. Es por esto que la Biblia nos dice que en el Evangelio no caminamos por vista sino por fe (2 Cor 5:7).

La iluminación producida por esa columna de fuego debe haber permitido que los israelitas pudieran ver todo el proceso de lo que aconteció en esa noche; la noche más larga de la fe. Dios estaba trabajando con la capacidad visual de Su pueblo.

La Biblia dice que todos nosotros somos esclavos del pecado hasta que aceptamos a Jesucristo como Señor y Salvador de nuestras vidas:

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“16 No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.”   (Rom 6:16-18)

La libertad que nos ofrece Cristo es la única que nos hace verdaderamente libres (Jn 8:36). Sin embargo, tenemos que admitir que existe una cantidad muy significativa de creyentes que mantienen sus mentes esclavizadas. Estos creyentes necesitan re-encontrarse con el Señor.
Al mismo tiempo, la realidad a la que nos ha expuesto la pandemia causada por el COVID-19 nos ha dado la oportunidad de descubrir otras clases de esclavitudes. Dentro de estas encontramos las de las conductas, las de las costumbres, las de unos vicios que no parecen pecaminosos, pero que son igualmente destructivos. Hay otras esclavitudes adicionales que pueden ser mencionadas, pero el espacio que nos concede esta reflexión no nos permite enumerarlas todas.

Salir de la cuarentena requiere la determinación de dejar atrás todas y cada una de esas cadenas de opresión. La realidad es que no podemos caminar hacia la Tierra Prometida llevado esas cadenas o ataduras. Es importante señalar que esos faraones nos van a perseguir e intentarán llevarnos de vuelta a esas clases de esclavitud.

El proceso para este Éxodo nos colocará de cara a los mismos retos que enfrentó Israel al salir de Egipto; terror, pánico, estímulos visuales, y a hasta sentir que estaremos contra la espada y la pared. Estamos convencidos de que esa va a ser la voluntad del Señor durante la próxima temporada. La razón detrás de esto es que Dios no quiere que salgamos de la cuarentena a confiar en nuestra prudencia. Mucho menos a regresar a vivir de la misma manera en que lo hacíamos antes de la pandemia.

Eso predica una conclusión maravillosa: será una temporada de milagros. El Dios de Israel es nuestro Dios. En Cristo Jesús su Hijo Él nos ha demostrado un amor inmensurable. Ese amor va a patrocinar experiencias que procurarán transformar nuestra oftalmología espiritual, nuestra dependencia de caminar a base de lo que vemos para enseñarnos a caminar por fe.

Ahora solo falta que nos den la orden para marchar. Israel venció su temor y decidió hacerlo. ¿Qué haremos nosotros?
Referencias

[1] William F. Albright, “Exploring in Sinai with the University of California African Expedition.” BASOR 109 (1948): 16.
[2]  https://www.bible.ca/archeology/maps-bible-archeology-exodus-route-red-sea-crossing-straits-of-tiran-aerial.jpg
[3] https://omniglot.com/writing/protosinaitc.htm
[4] https://www.ancient-hebrew.org/alphabet/new-discoveries.htm
[5] https://archaeology.tau.ac.il/serabit-el-khadem
[6] http://www.geographia.com/egypt/sinai/serabit.htm
[7] https://net.lib.byu.edu/imaging/negev/Origins.html
[8] https://medium.com/the-purple-people/the-true-story-of-the-alphabet-e291e29f288f
[9] https://www.ancient-hebrew.org/alphabet/new-discoveries.htm
[10] Spence-Jones, H. D. M. (Ed.). (1909). Exodus (Vol. 1, pp. 327–334). London; New York: Funk & Wagnalls Company.
[11] Michael Walzer. 1985. Exodus and Revolution. np: BasicBooks (pp. 46-47).
[12] Ibid. p48
Colaboradores

Reflexión pastoral: Rev.  Mizraim Esquilín-García, PhD.  /  Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García  /  Social-Media : Hna. Frances González   / Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria  /  Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria  /  Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com/Photo by Zac Durant/ Diego PH/Benwhite /https://unsplash.com/photos/83tkHLPgg2Q. Imagen editada en Photoshop CC: Hna. Eunice Esquilín López – voluntaria 24 de mayo del 2020.

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