746 • El Éxodo: La vida después de las plagas: “La dirección del Señor” – (Parte VI) • El Heraldo Digital del 31 de mayo del 2020 • Volumen XV

El Éxodo: la vida después de las plagas – sexta parte “La dirección del Señor”
Reflexión por el Pastor/Rector: Mizraim Esquilín-García


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“2 Dí a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón; delante de él acamparéis junto al mar… 10 Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová. 11 Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? 12 No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto. 13 Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. 14 Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos. 15 Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Dí a los hijos de Israel que marchen.”  (Éxo 14:2, 10-15, RV 1960)

  El Éxodo de los Israelitas del cautiverio de Egipto ha cautivado nuestra atención durante las pasadas seis (6) semanas. Las experiencias que el pueblo de Dios vivió al salir de Egipto nos han servido como un bosquejo rector y de preparación para nuestro Éxodo luego del período de aislamiento y de cuarentena provocado por el COVID-19. La Biblia posee un diario de la peregrinación de este pueblo que resulta muy interesante. Leemos lo siguiente en el libro de Números:

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“1 Estas son las jornadas de los hijos de Israel, que salieron de la tierra de Egipto por sus ejércitos, bajo el mando de Moisés y Aarón. 2 Moisés escribió sus salidas conforme a sus jornadas por mandato de Jehová. Estas, pues, son sus jornadas con arreglo a sus salidas. 3 De Ramesés salieron en el mes primero, a los quince días del mes primero; el segundo día de la pascua salieron los hijos de Israel con mano poderosa, a vista de todos los egipcios, 4 mientras enterraban los egipcios a los que Jehová había herido de muerte de entre ellos, a todo primogénito; también había hecho Jehová juicios contra sus dioses. 5 Salieron, pues, los hijos de Israel de Ramesés, y acamparon en Sucot. 6 Salieron de Sucot y acamparon en Etam, que está al confín del desierto. 7 Salieron de Etam y volvieron sobre Pi-hahirot, que está delante de Baal-zefón, y acamparon delante de Migdol. 8 Salieron de Pi-hahirot y pasaron por en medio del mar al desierto, y anduvieron tres días de camino por el desierto de Etam, y acamparon en Mara. 9 Salieron de Mara y vinieron a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y acamparon allí. 10 Salieron de Elim y acamparon junto al Mar Rojo. 11 Salieron del Mar Rojo y acamparon en el desierto de Sin.”  (Nm 33:1-11)

Este “diario” de jornadas es uno muy revelador. En primer lugar, nos permite afirmar que los israelitas no llegaron ni cruzaron el Mar Rojo al otro día de haber salido de Egipto. Ellos peregrinaron hacia varios lugares antes de llegar al Mar Rojo. En segundo lugar, este dato cancela la posibilidad de que ellos pudieran haber cruzado el Mar Rojo en el sector más al norte de lo que hoy es el canal de Suez. Esto es así porque la Biblia dice que antes de cruzar el Mar Rojo ellos acamparon en Sucot y luego en Etam. La Biblia también dice que los israelitas “volvieron” a Pi-hahirot. O sea, que regresaron a este lugar luego de haber pasado por el mismo. En tercer lugar, nos dice que es aquí que cruzan el Mar Rojo y  que por lo menos 5 días más tarde, todavía estaban cerca de una de las orillas del Mar Rojo. O sea, que iban subiendo por la península de Sinaí caminando cerca de ese Mar. Con toda probabilidad, caminaban hacia el norte de lo que hoy conocemos como el Golfo de Aqaba. El texto bíblico dice que Israel cruzó el Mar Rojo teniendo ante ellos un lugar llamado Baal-zefón. Este lugar es con toda probabilidad lo que hoy conocemos como la Isla Tirán, isla que el da el nombre al estrecho que existe entre la península de Sinaí y la región de Arabia. Sabemos que existen muchas discusiones académicas muy responsables acerca del Mar o el cuerpo de agua que los Israelitas cruzaron luego de salir de Egipto. No existe duda alguna de que el texto bíblico señala que el mar era conocido como el “yâm sûph”, nombre que literalmente significa mar de juncos. Esto ha siempre ha creado una gran discusión sobre si los Israelitas cruzaron el Mar Rojo o si cruzaron un lago de juncos usados para hacer papiros. Es imposible pretender que podemos anular estas discusiones de primer orden con algunas reflexiones sencillas y simples como estas. Sin embargo, hay algunos datos que parecen vitales y que deben ser insertados en estos análisis. Hay que comenzar señalando que los textos bíblicos siempre identifican el Mar Rojo como el “yâm sûph.” Leamos lo siguiente en las Sagradas Escrituras:

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“19 Entonces Jehová trajo un fortísimo viento occidental, y quitó la langosta y la arrojó en el Mar Rojo; ni una langosta quedó en todo el país de Egipto.” (Éxod 10:19)

La plaga de las langostas que se describe en el capítulo 10 del libro del Éxodo era monumental. Esta es la frase que usa la Biblia para describirla: “en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá después;” (Éxo 10:14b). Una plaga pequeña de langostas puede tener 150 millones de estos insectos [1]. Una plaga normal de langostas puede cubrir 460 millas cuadradas, acomodando entre 40-80 millones de estos insectos por milla cuadrada. O sea, no menos de 1,840 millones de langostas [2]. Estas plagas se pueden comer más de 400 millones de libras de alimento diariamente. La plaga más grande que se ha registrado en la historia reciente ocurrió en Kenya, en 1954. Esta fue calculada en 10 mil millones de insectos. [3]Adjuntamos una dirección electrónica en la que puede apreciarse visualmente una plaga reciente. [4] La Biblia dice lo siguiente acerca de la plaga que atacó a Egipto: “cubrió la faz de todo el país, y oscureció la tierra; y consumió toda la hierba de la tierra, y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo; no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo, en toda la tierra de Egipto.” (Éxo 10:15). No parece lógico que una cantidad tan grande de estos insectos pudiera ser depositada en lo que la Biblia llama “yâm sûph”, si este es hubiera sido un pequeño mar de juncos. Es lógico concluir que el “yâm sûph” describe un cuerpo de agua mucho más grande. Acerquémonos al libro de Números para examinar otro ejemplo:

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“4 Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino.” (Nm 21:4)

Si aceptamos que este nombre describe un lago en el que crecen juncos (“yâm sûph”), entonces tenemos que concluir que los israelitas regresaron del desierto a este lago antes de rodear la tierra de Edom. Esto tampoco parece ser muy lógico. Cuando este pasaje menciona el “yâm sûph” debe estar describiendo el Golfo de Aqaba, que pertenece al Mar Rojo y que queda en las proximidades de Edom. Vamos los que dice unos de los pasajes bíblicos que encontramos en el libro de Primera de Reyes:

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“26 Hizo también el rey Salomón naves en Ezión-geber, que está junto a Elot en la ribera del Mar Rojo, en la tierra de Edom.” (1 Rey 9:26)

Reiteramos que en todos los pasajes del Antiguo Testamento se utiliza “yâm sûph” para referirse al Mar Rojo. Si esta descripción correspondiera a un lago de juncos,  tendríamos que concluir que en Primera de Reyes nos están informando que  Salomón tenía su flota en ese lago. Este pasaje dice que en esta ribera se encontraba Ezión –geber, un pueblo de en el extremo norte del Golfo de Aqaba, [5] cercano a los que hoy conocemos como la ciudad de Eilat. Muchas publicaciones recientes de alto nivel académico se han inclinado a considerar que el nombre [6] “yâm sûph ” describe el Golfo de Aqaba en el Mar Rojo, conocido por sus sargazos. El pasaje del capítulo 33 del libro de Números describe al pueblo de Israel acampando cerca del “yâm sûph” en sus peregrinaciones diarias durante no menos de cinco (5) días cerca del Mar Rojo. Hacer esto alrededor de un lago de juncos carece de sentido. Es lógico concluir que otra vez se trata de las orillas del Mar Rojo. Al mismo tiempo, la Septuaginta, la versión en Griego del Antiguo Testamento (conocida generalmente como LXX) utiliza el mismo nombre que utilizan escritores griegos tales como Herodoto (ca. 485–425 AC) y Estrabo (ca. 64 AC.– 21DC) para referirse a este Mar: “Erythré Sállassa”, o Mar Rojo. Esto, en todos los pasajes bíblicos en los que aparece mencionado este mar. [7] Reiteramos que estos análisis no pretenden acabar con la discusión acerca de este tema. La intención del mismo es la de problematizar esta la discusión en búsqueda de considerar otras alternativas que se ajusten al texto y a sus análisis críticos, literarios, históricos y textuales. ¿Qué procuraba conseguir el Señor con el milagro que ocurrió en el Mar Rojo? Todos los milagros que realiza el Señor poseen propósitos definidos. Estos van mucho más allá de una simple demostración de poder. Es más, el Señor conoce que los seres humanos olvidamos los milagros y los efectos de estos con mucha frecuencia. Un dato muy importante en toda esta narrativa es que en Éxo 14:2 el Señor le dice a Moisés que el pueblo debe dar la vuelta y regresar a Pi- hahirot. Es entonces que la Biblia nos dice que uno de los propósitos de Dios con este milagro era ser glorificado en Faraón y demostrarle a los Egipcios que Él y solo Él es Dios.

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“y seré glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová.” (Éxo 14:4b)

A base de esto, hay que concluir que Dios había seleccionado ese lugar y a Su pueblo para glorificarse y hacerle saber a los Egipcios que Él es el Señor. Hay que destacar que las instrucciones que Dios le da a Moisés tiene que ser obedecidas por este y por el pueblo: “y ellos lo hicieron así.” (Éxo 14:4c). Esto nos coloca de frente a una enseñanza básica. El Señor es glorificado en todas las cosas que hace y nos usa para lograrlo. Es el Señor el que decide los mares o los desiertos que enfrentaremos con el fin de que Él sea manifiesto a todos los que no le conocen. O sea, que nuestras luchas, nuestras pruebas y conflictos forman parte de la arena seleccionada por Dios para Él glorificarse. A nosotros nos toca obedecer. Otro aspecto significativo es que el milagro del Mar Rojo procuraba además comunicarle a los Israelitas que no había marcha atrás. Los Israelitas tendrían que pasar una buena temporada en el desierto; este sería el espacio entre Egipto y la Tierra Prometida. Dios sabía que el desierto podía ser capaz de distorsionar las realidades de la esclavitud. La lectura del capítulo 11 del libro de Números nos permite contemplar un ejemplo de esto:

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“2 Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió. 3 Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego de Jehová se encendió en ellos. 4 Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! 5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos;” (Núm 11:2-5).

Esta lectura nos permite ver que los israelitas le habían comenzado a mirar el lugar de la opresión y de la esclavitud como uno cómodo y hasta placentero. Algunas de las expresiones que encontramos en el libro del Éxodo lo confirman:

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“3 y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud.” (Éxo 16:3)

¡Ollas de carne que podían comer hasta saciarse! ¿Es esta una expresión que parece lógica y correcta? Esta respuesta parece haber sido extraída por la atracción que Egipto había calcado en la mente de los esclavos. Así como fueron capaces de pedir un becerro de oro (un dios egipcio), así también veían con sensualidad los lujos y los deleites de Egipto. A los esclavos no les era permitido adorar con los egipcios, pero ellos pidieron tener un dios egipcio. Los esclavos continuaban atraídos por la tierra de la opresión. Esta es la realidad que vivimos los seres humanos. Jerónimo Savonarola (1452-1498) decía en uno de sus sermones acerca el Éxodo que las vanidades Florentinas simplemente repetían los lujos Egipcios.[8] Nosotros cargamos la propensión a esas reaccionas a causa de nuestra naturaleza pecaminosa. Somos capaces de idealizar nuestros Egiptos y distorsionar las realidades que experimentamos cuando estábamos en opresión. Dios tenía que colocar un evento monumental entre Egipto y el desierto. Además, tenía que colocar un nuevo referente de Su presencia entre Israel y la Tierra Prometida: el Monte Sinaí. Este es el lugar en el que se reciben las instrucciones para desarrollar un nuevo estilo de vida. El pueblo de Israel necesitaba llegar a ese lugar de encuentro con Dios. El Mar Rojo les recordaba que no había marcha atrás. El Monte Sinaí les llevaría a realizar un pacto con el Todopoderoso. Aceptar a Cristo Jesús como nuestro Señor y Salvador nos convierte en nuevas criaturas, en hijos de Dios. Pero esa decisión no nos coloca en un mundo nuevo, en el centro de una nueva creación. Eso nos coloca de cara a experiencias de desierto similares a las que vivió el pueblo de Israel. Al igual que le sucedió al pueblo de Dios, nosotros también hemos visto que Dios ha colocado algo monumental entre nuestro Egipto y el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva a la que marchamos: la tumba vacía, la victoria absoluta sobre la paga del pecado, la muerte. Además, Dios ha colocado algo mucho más poderoso que el Monte Sinaí entre el desierto y la vida eterna:

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“18 Ustedes no se acercaron, como los israelitas, a algo que se podía tocar y que ardía en llamas, donde había oscuridad, tinieblas y tempestad; 19 ni oyeron el sonido de la trompeta ni la voz de Dios. Los que oyeron esa voz rogaron que no les siguiera hablando, 20 porque no podían soportar el mandato que decía: «Al que ponga el pie en el monte, hay que matarlo a pedradas o con lanza, aunque sea un animal.» 21 Tan espantoso era lo que se veía, que el mismo Moisés dijo: «Estoy temblando de miedo.» 22 Ustedes, por el contrario, se han acercado al monte Sión, y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial, y a muchos miles de ángeles reunidos para alabar a Dios, 23 y a la comunidad de los primeros hijos de Dios inscritos en el cielo. Se han acercado a Dios, el Juez de todos, a los espíritus de los hombres buenos que Dios ha hecho perfectos, 24 a Jesús, mediador de una nueva alianza, y a la sangre con que hemos sido purificados, la cual nos habla mejor que la sangre de Abel.”  (Heb 12:18-24, Dios Habla Hoy)

Nuestras peregrinaciones como pueblo que experimentará el Éxodo no necesariamente nos van a colocar de inmediato frente a lo imposible. Así como Israel salió de Ramesés a Sucot, y de allí a Etam, así también podremos nosotros experimentar nuestras transiciones. Estas peregrinaciones nos llevarán a escuchar la voz de Dios dirigiendo nuestros pasos. Es muy importante afinar el oído para escuchar Su voz. Es el Señor el que nos invitará a que vayamos a los lugares en los que Él nos quiere colocar. A nosotros nos tocará decidir obedecer al Señor. Estás peregrinaciones nos colocarán de frente a eventos monumentales que el Señor usará para glorificarse en Egipto y para hacernos saber que no hay marcha atrás. Una vez crucemos el mar, el desierto intentará seducirnos para que comencemos a ver a Egipto como algo placentero y atractivo. La buena noticia es que entre el desierto y la Tierra Prometida se encuentra el testimonio de millares y millares de ángeles y una asamblea gozosa compuesta por aquellos que caminaron por esta ruta antes que nosotros. En esa ruta se encuentra Dios, el juez de todos, se encuentra Jesús, el mediador de un nuevo pacto (Heb 12: 22-24, NVI). La invitación: dejemos que Dios nos dirija hasta el final.
Referencias

 [1] https://www.refugeesinternational.org/reports/2020/3/18/explainer-locust-crisis-worsens-food-insecurity-in-east- africa?gclid=Cj0KCQjwwr32BRD4ARIsAAJNf_2LNGVRQL8QEu5RIlVZyB_Gn3QFxUuGcnXrB0ZgkNxjppE_2HAiOsQaArXQEALw_wcB
[2] https://www.nationalgeographic.com/animals/invertebrates/group/locusts/
[3] http://entnemdept.ufl.edu/walker/ufbir/chapters/chapter_27.shtml
[4] https://www.google.com/url sa=i&url=https://qz.com/africa/1836159/locusts-set-to-hit-kenya-east-africa-again-400-times-stronger/&psig=AOvVaw3cRIO_Duqomgz_2IVeRrK4&ust=1590757815358000&source=images&cd=vfe&ved=0CAIQjRxqFwoTCPDK6OjQ1ukCFQAAAAAdAAAAABAD
[5] https://www.biblia.work/diccionarios/ezion-geber/
[6] Timothy R. Ashley, The Book of Numbers. The New International Commentary on the Old Testament, ed., R. K. Harrison (Grand Rapids: Eerdmans, 1993) 628.
[7]   R. Larry Overstreet EXEGETICAL AND CONTEXTUAL FACETS OF ISRAEL’S RED SEA CROSSING, Publicado en The Master’s Seminary Journal (TMSJ) 14/1 (Spring 2003) 63-86 *
[8] Jerónimo Savonarola, Prediche sopra l’Esodo, 1:159 (sermon 6)  
Colaboradores:

Reflexión pastoral: Rev.  Mizraim Esquilín-García, PhD.  /  Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García  /  Social-Media : Hna. Frances González   / Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria  /  Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria  /  Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com/Photo by Zac Durant/ Diego PH/Benwhite /https://unsplash.com/photos/83tkHLPgg2Q. Imagen editada en Photoshop CC: Hna. Eunice Esquilín López – voluntaria 31 de mayo del 2020.

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