Reflexiones de Esperanza: El arca del Pacto: La agenda después de la cueva -Introducción

Las experiencias de David en la cueva de Adulam (1 Sam 22:1-3)  ocuparon nuestra atención por las pasadas semanas.  El aprendizaje y las enseñanzas que el futuro rey de Israel vivió en esa cueva han marcado nuestras vidas, particularmente durante este período de cuarentena causa por el COVID-19.

El análisis de los Salmos 142, 57 y 34 nos han provisto una cantera de experiencias didácticas que tenemos que poner en función.

Hay unas preguntas obligadas para todos nosotros: ¿qué sucede con David después de la cueva de Adulam? ¿Cuáles son las experiencias más trascendentales que este hombre vive luego de salir de allí? ¿Cuál de ellas podemos considerar pertinente a nuestras realidades ahora que estamos comenzando a salir de nuestras cuevas?

Las respuestas a estas preguntas pueden ser interminables. Las lecturas de los capítulos de los libros de Primera y Segunda de Samuel que narran estas historias están llenas de experiencias muy significativas y valiosas para todos los creyentes. Se trata de la capacidad de David para escuchar los consejos prudentes de Abigail luego de la muerte de Samuel (1 Sam 25). Estas nos hablan acerca de su capacidad para comprender que él no tenía todas las respuestas para los problemas que puede traer la vida. Se trata de sus batallas contra los filisteos, y luego a favor de estos (1 Sam 23 y 26-27). Estas nos revelan un proceso de transición muy interesante en la vida de este hombre. Se trata de su capacidad para perdonarle la vida en dos (2) ocasiones a Saúl, el rey de Israel. Estas nos revelan su temor de Dios y su capacidad para mantener sus instintos bajo control (1 Sam 24, 26). Hay un modelo de desarrollo ministerial extraordinario en su ascensión escalonada al trono de Israel, siendo ungido por primera vez en Hebrón como rey de Judá (2 Sam 2:1-4) y luego ungido como rey de todo Israel (2 Sam 5:3-4).

En fin, todas estas historias son ricas en imágenes y enseñanzas para cualquiera de las generaciones de creyentes que se acerque a ellas. Sin embargo, hay unas narrativas bíblicas acerca de David que se imponen por encima de las demás. Su pertinencia y las verdades que enseñan parecen haber sido escogidas y preparadas para educar y alertar a todos aquellos que salen de sus cuevas a trabajar con el cumplimiento del propósito de Dios en sus vidas. Estamos haciendo referencia a las narrativas acerca del traslado del Arca del Pacto. Hay una narrativa corta sobre esto en 1 Sam 6:1-23 y otra más extensa en 1 Crónicas 13:1-14,  que continúa en 1 Crónicas 15:1-29.

¿Por qué privilegiamos estas historias? Las respuestas para esta pregunta son pastorales y bíblico – teológicas. Hemos decidido compartir una serie de reflexiones acerca de estas narrativas por muchas razones. En primer lugar, hay una gamma inmensa de paralelismos entre tres (3) historias bíblicas a saber: lo que sucede con David luego de salir de la cueva y sus experiencias con el Arca del Pacto: lo que sucede con el pueblo de Israel cuando sale de Egipto y su encuentro con Dios en el Monte de Sinaí: y lo que sucede con la Iglesia cuando sale de la redención en la Cruz, la tumba vacía y la experiencia en Pentecostés. Aprovechamos la oportunidad para señalar que las experiencias en Sinaí serán el objeto de nuestras reflexiones en El Heraldo, la publicación institucional de nuestra Iglesia.[1]

En segundo lugar, las narrativas acerca de las experiencias de David con el Arca del Pacto son un llamado a la atención del creyente. Estas historias bíblicas son un llamado a la atención para todos aquellos que quieren honrar a Dios mientras buscan el cumplimiento del propósito de Dios en sus vidas. Creemos que este será el norte al que apuntarán la mayoría de los creyentes en Cristo Jesús luego de esta temporada de aislamiento y de cuarentena.

En tercer lugar, estas narrativas nos permiten ver el primer modelo de alguien que no tiene temor en servir al mismo tiempo (aunque solo por un instante) como rey y como sacerdote.
Este es un llamado que Dios le ha extendido a todos aquellos que hemos aceptado a Jesucristo como Salvador y Señor de nuestras vidas (Apoc 1:4-6).

Las historias bíblicas acerca del traslado del Arca del pacto comienzan luego de que David fuera  ungido como rey de todas las doce tribus de Israel. Sabemos que David llega a ese trono luego de haber experimentado procesos educativos en el desierto desde su juventud temprana.

La Biblia dice que David tenía 30 años de edad cuando comenzó a reinar sobre Israel (2 Sam 5:4). Sus experiencias previas incluyen cuidar las ovejas de su padre (Isaí), matar gigantes que amenazaban al pueblo, alejar los demonios que atacaban al rey de turno (Saúl) y refugiarse en una cueva mientras huía de este. Esas experiencias incluyen respetar la vida del ungido de Dios, aun cuando esto representaba la posibilidad de perder la vida al hacerlo e incluyen limpiar el territorio del reino de Israel de muchas amenazas violentas. Esas experiencias incluyen además unificar las 12 tribus de Israel. Es aquí que él le comunica a la asamblea (“qâhâl”, H6951) del pueblo de Dios su decisión de regresar el Arca del Pacto a la ciudad de Jerusalén. David parece haber entendido que la nación tenía que redescubrir a Dios y vio en este proceso una forma adecuada para traer una vez más a Dios al centro de este país.

Nosotros hemos re-descubierto que hay que traer a Dios al centro de nuestras vidas así como al centro de nuestras familia y al centro de la vida de nuestras naciones. Esta debe ser la prioridad de todos y cada uno de nosotros.

Los párrafos anteriores son un resumen bíblico teológico de lo que David experimentó antes de tomar la decisión de trasladar el Arca del Pacto de la casa de Abinadab a la nueva capital del país.

Hay otro contexto en estos pasajes bíblicos, hay otra perspectiva de estas narrativas que queremos compartir. Se trata de la perspectiva política que la Biblia nos regala usando las mismas historias bíblicas. El análisis de este contexto también formará parte de nuestras reflexiones.

El Segundo Libro de Samuel describe en los primeros versos del capítulo cinco (5) cómo es que David aceptó el trono de Israel. Esto fue el producto de la proposición de todas las tribus de Israel. Todos los estudiosos de los textos bíblicos sabemos que este es el resultado de una extensa lista de acontecimientos y de procesos políticos y militares. Hay toda una madeja de intrigas y de tensiones políticas diseminadas detrás de esta decisión.

David fue ungido para ser el rey de Israel cuando era un adolescente. Fue el profeta, juez y Sumo Sacerdote Samuel el que realizó esta unción dirigido por el Señor (1 Sam 16:1-13). David  parecía estar colocado en el lugar indicado luego de todas sus luchas con Saúl y con los filisteos. Sin embargo, tuvo que enfrentar la amenaza de Is-boset, el hijo de Saúl, a quien Abner, general del ejército de Saúl quería colocar como rey (2 Sam 2:8-10). Los textos bíblicos nos permiten entrever que Abner anhelaba esto debido al control que él tenía sobre Is-boset. La Biblia dice que el hijo de Saúl le tenía temor a este general (2 Sam 3:8-11).

La Biblia nos dice que David había sido ungido como rey de una región de Israel durante todo este proceso (2 Sam 2:1-4). Ahora bien, él decide establecer una nueva capital para el país una vez fue ungido como rey de todo Israel: Jerusalén (2 Sam 5:6-10; 1 Cró 11:4-9). David la conquista y la llama la Ciudad de David (2 Sam 5:7). Es importante destacar que Abner e Is-boset ya habían establecido a Mahanaim como la capital del país (2 Sam 2:8). Hay también que señalar que David se encontraba en Hebrón, en Judá tomando la decisión de conquistar esa región que luego sería llamada en los salmos como la hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, la ciudad del gran Rey (Sal 48:2), la perfección de hermosura (Sal 50:2). David hace todo esto procurando unificar las tribus bajo un solo estandarte; algo que ni siquiera Moisés ni Josué habían podido lograr.

Hay que comprender que nacer en Jerusalén era un honor. Veamos lo que dice el siguiente pasaje bíblico:

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“4 Yo me acordaré de Rahab y de Babilonia entre los que me conocen; He aquí Filistea y Tiro, con Etiopía; Este nació allá. 5 Y de Sion se dirá: Este y aquél han nacido en ella, Y el Altísimo mismo la establecerá. 6 Jehová contará al inscribir a los pueblos: Este nació allí. Selah  7 Y cantores y tañedores en ella dirán: Todas mis fuentes están en ti.” (Sal 87:4-7)

Es por esto, luego de establecerse como rey de Israel, que David  decide comprar un lugar en Sión que estaba en las manos de un jebuseo para la edificación del templo (2 Sam 24:18-25). Con este movimiento David procuraba cumplir con el estatuto definido en el capítulo 12 del libro de Deuteronomio:

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“5 sino que el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis. 6 Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, y la ofrenda elevada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias, y las primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas; 7 y comeréis allí delante de Jehová vuestro Dios, y os alegaréis, vosotros y vuestras familias, en toda obra de vuestras manos en la cual Jehová tu Dios te hubiere bendecido.” (Dt 12:5-7)

Esta es sin duda una razón de peso por la que David quería el Arca del Pacto en Jerusalén. Es por esto que él compra ese terreno: para promover ese lugar como el lugar seleccionado por Dios para el cumplimiento de todas estas bendiciones.

Antes de esta compra David forma alianzas con Hiram, el rey de Tiro (2 Sam 5:11-16; 1 Cró 3:5-9; 14:1-7) y derrota a los Filisteos (2 Sam 5:17-25; 1 Cró 14:8-17). Es entonces que decide que quiere relocalizar el Arca del Pacto (2 Sam 6:1-23; 1 Cró 13:1-13; 15:1-16:3).

¿Fueron correctas las motivaciones iniciales de David? ¿Quería el rey de Israel trasladar el Arca para afirmar su reino o para regresar la presencia de Dios a su lugar? ¿Sus decisiones eran religiosas o eran políticas?

Esto nos obliga a formularnos algunas preguntas como creyentes en Cristo y como siervos del Señor. ¿Cuáles son las motivaciones reales que nos llevan querer que la presencia de Dios esté en el centro de nuestras vidas, en el de nuestras familias y en el de nuestras naciones? ¿Qué resultados podrá arrojar un examen minucioso de lo que hay en nuestros corazones si se examinara esto? ¿Habrá en nuestro ser interior algún retazo de asuntos de poder o de intereses personales en esta búsqueda?  ¿Queremos que la tierra se llene de la gloria del Señor porque esto nos coloca en el centro del orden bíblico (Hab 2:14)?  ¿Queremos que esto suceda porque tenemos intereses personales que están detrás de esta manifestación?

Hay muchas otras preguntas que consideraremos en el camino.

El Arca del Pacto era una caja hecha de madera de acacia que estaba revestida de oro puro por dentro y por fuera. Esta medía unos 3.75 pies de largo, por 2.25 de ancho y 2.25 pies de alto. El resto de las especificaciones de ésta las encontramos en el capítulo 25 del libro del Éxodo (Éxo 25:10-22). De acuerdo al libro del Deuteronomio, esto fue lo primero que Moisés tenía que construir según las instrucciones de Dios (Dt 10:1).

La Biblia dice que Dios se reunía a hablar con Moisés desde el Arca:

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“22 Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de  Israel.”   (Éxo 25:22)
“Allí me encontraré contigo y, desde lo alto de la tapa, de entre los dos seres alados que están sobre el arca de la alianza, te haré saber todas mis órdenes para los israelitas.”  (Éxo 25:22, Dios Habla Hoy)

La Biblia dice que dentro del Arca del Pacto se había colocado lo siguiente: el maná (Éxo 16:33), la vara de Aarón que reverdeció (Nm 17:10), y las tablas del pacto (Heb 9:4).

El propósito del Arca era proveer un símbolo y una señal del poder de Dios, de su capacidad para propiciar la redención y de su cuidado y protección del pueblo.

La sola posesión del Arca implicaba unas condiciones específicas de fe y de conducta. Recordemos que no existe una posesión que sea efectiva sin que haya obediencia a unos requisitos de fe y de conducta. Por ejemplo, no hay un automóvil que pueda ser una posesión efectiva si no se le da el mantenimiento necesario y si no se le conduce de acuerdo a las leyes que se han establecido. No hay una casa o propiedad alguna que pueda ser una propiedad efectiva si no se le ofrece el cuidado adecuado y correspondiente y si no se observan en ella las reglas de sana convivencia. Así mismo tampoco hay riqueza material que sea una posesión efectiva, un regalo de Dios, un don, o un testimonio que se haya convertido en posesión que pueda ser efectiva si no seguimos las reglas.

El Arca del Pacto era un prototipo de Jesucristo. El propiciatorio (“mercy seat”) era el prototipo del sacrificio vicario y redentor de nuestro Salvador. La Palabra (las Tablas de la Ley) dentro del Arca es símbolo de nuestro Señor: Él es el Verbo encarnado (Jn 1:14). Así mismo el maná guardado en el Arca: Jesucristo es el maná vivo que descendió del cielo (Jn 6:49-51). Así también la vara de Aarón que reverdeció en el desierto es símbolo de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Los Israelitas sabían que el Arca del Pacto era una señal inequívoca de la presencia de Dios y que esta les garantizaba la victoria en cualquier frente de batalla, además de hacerle saber que Dios estaba presente en Su pueblo.

Uno de los problemas más grandes de Israel era que ese parecía ser el orden de las prioridades para ellos: la garantía de las victorias y luego, poder escuchar la dirección de Dios.

El Arca debía estar colocada en el Lugar Santísimo dentro del Tabernáculo que Dios le dijo a Moisés que tenía que ser construido para albergarla (Éxo 26:30-34).

En el momento en que David la quiere trasladar a Jerusalén hacía cerca de 75 años que ella no estaba en su lugar. El Tabernáculo estaba en Silo la última vez que ella estuvo en el lugar que le correspondía. Los Filisteos la capturaron cuando Elí era Sumo Sacerdote de Israel (1 Sam 4:10-22). La Biblia dice allí que la gloria de Dios fue tomada de Israel cuando los filisteos se llevaron el Arca.

¿Cómo pudo vivir Israel durante todo ese tiempo con la ausencia del testimonio vivo de la Presencia de Dios del lugar que le correspondía?  La vida de ese pueblo se desarrolló  durante tres cuartas parte de un siglo sin acceso a ese testimonio en el santuario del Señor. El profeta Samuel y el Rey Saúl desarrollaron todas sus funciones políticas y religiosas sin que ese testimonio estuviese en el lugar que le correspondía. El pueblo de Israel estuvo entrando y saliendo de un santuario en el que no había testimonio de esa presencia: en el que no había gloria de Dios.

Los filisteos decidieron devolver el Arca cuando encontraron que no podían manipular el poder de Dios y cuando se convencieron que el intento de hacer esto los iba a destruir (1 Sam 5:1-12). El Arca estuvo en poder de los Filisteos por siete (7) meses (1 Sam 6:1). Es entonces que ellos decidieron regresar el Arca a Bet-semes (“Casa del Sol”) en Israel: en un carro nuevo tirado por vacas que criaban    (1 Sam 6:7-16).

Este dato nos coloca frente a otras preguntas: ¿las experiencias difíciles que estamos viviendo en este tiempo no serán el precio que se paga por el intento de manipular la gloria de Dios? ¿Por qué escoge David el modelo de los filisteos para manejar la presencia de Dios?

La Biblia dice que el Arca fue enviada de Bet-semes a Quiriat-jearim (“Ciudad de los bosques” o “Ciudad de los pueblos”), a la casa de Abinadab (“Mi padre es generoso”). La Biblia también dice que el Arca estuvo 20 años en ese lugar (1 Sam 7:1-2).

Es de la casa de Abinadab que David traslada el Arca. Es importante destacar que no la traslada a Silo, lugar en el que se encontraba el Tabernáculo, sino a Jerusalén.
Estos son los contextos que nos escoltarán durante nuestras reflexiones acerca de estas narrativas.

Invitamos a los lectores a leer con detenimiento estos pasajes bíblicos (1 Sam 6:1-23; 1 Cró 13:1-14; 1 Cró 15:1-29). Así mismo les invitamos a interceder en oración para que el Señor pueda hablar a nuestros corazones a través de las mismas.
Referencias

[1] El Heraldo puede ser accedido en la siguiente dirección electrónica: iglesiaamec.org/publicaciones/

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