Reflexiones de Esperanza: El Arca del Pacto – Parte 2: La agenda después de la cueva – El Arca como símbolo de la presencia de Dios.

Las reflexiones acerca de nuestra peregrinación luego de salir de la cueva nos han colocado frente a la necesidad de analizar los encuentros de David con el Arca del Pacto. Esto es, los procesos por los que este hombre tuvo que atravesar para llevar el Arca del Pacto a la nueva capital del Reino de Israel (2 Sam 6:1-23; 1 Cró 13:1-14; 15: 1-29).

Sabemos que hablar del Arca del Pacto es similar a hablar acerca de la presencia de Dios y de la manifestación de su poder y de su gloria. Hablar acerca del Arca del Pacto es hablar acerca de un medio que Dios utilizaba para hablarle a Moisés y al pueblo de Israel.

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22 Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.   (Éxo 25:22)

Hablar del Arca del Pacto obliga también a hablar acerca del Pacto que Dios estableció con el pueblo de Israel y con sus descendientes en el Monte de Sinaí. Esta narrativa bíblica se encuentra en los capítulos 19 al 24 del libro de Éxodo. El profesor Jonathan Sacks ha dicho que este pacto representa la primera intervención internacional en el nombre de los derechos humanos.[1] La primera ocasión que esto ocurrió en el campo de la política secular fue con la intervención de la Organización de las Naciones Unidas en Kosovo, en el año 1999.[2]

Ese pacto es único en el Antiguo Testamento. Nunca antes y nunca después se ha tenido a una nación entera pactando con el Dios Soberano. Esto sucedió en medio de revelaciones poderosas de la gloria del Señor a toda una nación. Era la única ocasión en que Dios se le aparecía revelado a todo un País.

Es a través de ese Pacto que ese pueblo recibía y alcanzaba su definición como nación. Los israelitas son definidos allí como pueblo de Dios, llamados a ser un reino de sacerdotes y de reyes para el Señor. Solo Dios sería su Rey, el Dador de la ley y su Protector. Nada de esto dependía de influencias o relaciones externas.

Hay un carácter único que emana del énfasis que hace este Pacto en la santidad de la vida, en la integridad de la familia y en el respeto a los demás y a sus propiedades. Esclavos que habían sido hechos libres recibían la libertad de escoger adorar y servir a Dios. Además, esto coloca al pueblo en posición de poder marchar hacia la Tierra prometida, hacia el cumplimiento de la promesas dada por el Señor con la capacidad de ser un mejor pueblo.

El Arca del Pacto le recuerda todas estas cosas a la nueva nación de Israel.

Michael Walzer señala que es por esto que el Éxodo no es un escape de suerte de la mala fortuna que los Israelitas vivían en Egipto. El Éxodo es la narrativa, es el establecimiento de las bases para convertir ese escape en el proceso para el desarrollo del carácter de un pueblo; desarrollo que tiene implicaciones históricas y teológicas.[3]

Ya hemos visto que el Arca contenía las Tablas de la Ley (Dt 10:5), la vara florecida de Aarón (Nm 17:10) y una muestra del Maná que caía en el desierto (Éxo 16:33-34). Todo esto está resumido así en la carta a los Hebreos:

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3 Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, 4 el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto; 5 y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle.  (Heb 9:3-5).

La manifestación de la gloria de Jesucristo es mayor que la del Arca del Pacto. Fue Tomás de Aquino uno de los primeros teólogos Cristianos en señalar que el Arca del Pacto es una representación de Jesucristo. Ya hemos visto que las Tablas de la Ley, esa palabra escrita por el dedo de Dios, es símbolo de Jesucristo, la Palabra encarnada de Dios. La vara florecida de Aarón es símbolo de la resurrección de nuestro Señor. El maná es símbolo de su sacrificio en la Cruz, porque Jesucristo es el maná vivo que descendió del cielo (Jn 6:49-51).

Ahora bien, los “querubines de gloria” que describe el texto de la carta a los Hebreos cubrían algo más que el propiciatorio o el asiento de la misericordia. La versión bíblica Dios Habla Hoy los describe como “los seres alados que representaban la presencia de Dios”. El Dios de gloria hablaba desde allí con Moisés. O sea, que la gloria de Dios se manifestaba en ese lugar.

La Biblia nos enseña que la gloria de Dios se manifestaba en el desierto casi siempre antes de que Dios interviniera en alguna situación, alguna necesidad o alguna crisis que estuviera experimentando el pueblo. Dios no jugaba al escondite (“hide and seek”) con ese pueblo; tampoco lo hace con nosotros.

La manifestación de la gloria de Dios era una constante en ese pueblo. La gloria de Dios es lo que antecede a las respuestas del Señor en el desierto. Algunos de los ejemplos bíblicos acerca de esto nos permiten ver la manifestación de la gloria de Dios en los siguientes eventos:

Antes de que el Señor proveyera las codornices (Éxo 16:7, 10)

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7 y a la mañana veréis la gloria de Jehová; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra Jehová; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros?…10 Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de Israel, miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube.

Antes de recibir las Tablas de la Ley (Éxo 24:12-16)

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12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de  piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles. 13 Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios. 14 Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos. 15 Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. 16 Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. 17 Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel.

Antes de la Expiación  (Éxo 29:36-37, 42-43)

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36 Cada día ofrecerás el becerro del sacrificio por el pecado, para las expiaciones; y purificarás el altar cuando hagas expiación por él, y lo ungirás para santificarlo. 37 Por siete días harás expiación por el altar, y lo santificarás, y será un altar santísimo: cualquiera cosa que tocare el altar, será santificada. 42 Esto será el holocausto continuo por vuestras generaciones, a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de Jehová, en el cual me reuniré con vosotros, para hablaros allí. 43 Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria.

Antes de la Inauguración del Tabernáculo (Éxo 40:34-35)

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34 Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. 35 Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba.

Como señal de la obediencia a Dios (Lev 9:5-6).

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5 Y llevaron lo que mandó Moisés delante del tabernáculo de reunión, y vino toda la congregación y se puso delante de Jehová. 6 Entonces Moisés dijo: Esto es lo que mandó Jehová; hacedlo, y la gloria de Jehová se os aparecerá.

Antes del juicio del pueblo (Núm 14:10)

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10 Entonces toda la multitud habló de apedrearlos. Pero la gloria de Jehová se mostró en el tabernáculo de reunión a todos los hijos de Israel,

Antes de resolver la rebelión de los sacerdotes indignos: Coré (Núm 16:19,42)

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19 Ya Coré había hecho juntar contra ellos toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión; entonces la gloria de Jehová apareció a toda la congregación…..42 Y aconteció que cuando se juntó la congregación contra Moisés y Aarón, miraron hacia el tabernáculo de reunión, y he aquí la nube lo había cubierto, y apareció la gloria de Jehová.

Antes de sacar el agua en la roca (Núm 20:6)

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6 Y se fueron Moisés y Aarón de delante de la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros; y la gloria de Jehová apareció sobre ellos.

Todos estos pasajes revelan que la gloria de Dios formaba parte de la ministración divina. Ahora bien, el Arca del Pacto era la manifestación visible y constante de que Dios quería ministrar a todo el pueblo con su gloria. El pueblo de Israel tuvo esa oportunidad ante sí y su conducta en el desierto y más allá del desierto provocaron una reducción muy significativa en esas manifestaciones.

Estas son verdades absolutas que no han cambiado. Dios lo hizo a través del Arca del Pacto con los Israelitas, pero ahora se hace mucho más factible desde la revelación de la Gracia en Cristo Jesús. Veamos lo que dice la Biblia acerca de esto:

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21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.   (Jn 14:21)

La Biblia dice que Jesucristo es el resplandor de la gloria de Dios (Heb 1:3). O sea, que esa gloria manifestada en el desierto y a través del Arca era Jesucristo. Es más, la Biblia dice que el Espíritu de Cristo era el que inspiraba a los profetas del Antiguo Testamento (1 Ped 1:10-11). De hecho, la Biblia dice que lo que Isaías vio en el templo (Isa 6:1) fue la gloria de Cristo (Jn 12:41).

La Biblia dice que Jesucristo manifiesta esa gloria visible en nuestros campamentos desde la encarnación (Jn 1:14). Sus milagros entre nosotros son otra manifestación de esa gloria (Jn 2:11). Cristo también manifiesta la gloria del Padre (Jn 8:50) al mismo tiempo que buscaba glorificarle (Jn 11:4). No podemos olvidar que la gloria del Padre y la gloria del Hijo es una misma y una sola (Jn 17:5).

La Biblia dice que los únicos requisitos para ver esa gloria son creer (Jn 11:40) y demostrar el amor al Señor guardando Sus mandamientos (Jn 14:21, 23).

Esa gloria posee una riqueza que está disponible para todos aquellos que creen en Cristo Jesús como Señor y Salvador:

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17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,   (Efe 1:17-18)

La Biblia dice que nosotros hemos sido llamados a vivir en esa gloria. Así lo dice la Primera Carta del Apóstol Pedro:

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10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os erfeccione, afirme, fortalezca y establezca.   (1 Ped 5:10)

Ella también señala en la Carta a los Colosenses que esa gloria produce el poder para fortalecernos y llenarnos de paciencia y longanimidad:

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10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; 11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad;   (Col 1:10-11)

O sea, que esa gloria es considerada como una fuente de poder.

En esa misma carta añaden que esa gloria tiene que ser conocida:

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27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,     (Col 1:27)

Esa gloria solo puede ser conocida mediante el Pacto de la Cruz. Esto es, el Nuevo Pacto en la sangre de Jesús (Lcs 22:20; 1 Cor 11: 25). Es Jesucristo el que nos convierte en ministros competentes de ese nuevo pacto (2 Cor 3:5-6). Es Jesús el fiador de ese pacto que es mejor que el anterior (Heb 7:22). Este pacto no tiene sus leyes escritas en piedra, sino en el corazón de aquellos que reciben a Jesús como Señor y como Salvador (Heb 10:16). Este pacto está garantizado por la sangre redentora de nuestro Señor (Heb 13:20-21)

El Rey David conocía acerca de esa gloria. David nunca vio a Jesucristo, pero sabía acerca de esa  gloria. Son varios los Salmos en los que él testifica acerca de la manifestación de la gloria de Dios. David supo decir que Dios había puesto esa gloria sobre los cielos (Sal 8:1) y que esos cielos proclaman esa gloria (Sal 19:1). Los Salmos proclaman la entrada del Rey de gloria: Jehová de los ejércitos (Sal 24:7-10).

Las implicaciones de la gloria de Dios y de sus exigencias forman parte de nuestra próxima reflexión.

¿Por qué es que todo esto se puede echar a perder? ¿Cuáles son algunas de las causas que producen el que se pierda la manifestación de esa gloria? En muchas ocasiones tiene que ver con la pérdida de la visión de lo que Dios ha hecho hasta aquí; se nubla nuestro entendimiento y nos hacemos esclavos de nuestra obstinación. Esto último le sucedió al pueblo de Israel en varias ocasiones mientras peregrinaban en el desierto.

En el Antiguo Testamento se utiliza un concepto bíblico que se traduce como obstinación (“telûnâh”, H8519). En algunas ese mismo concepto se traduce como queja y/o como murmuración (Éxo 16:7,8,9,12; Núm 14:27; 17:5,10). Esto es así porque la obstinación nos lleva a quejarnos y a murmurar.

David olvidó lo relevante que es la gloria de Dios. David también olvidó los requisitos y las responsabilidades que están establecidas para operar en ella, y con ella. El requisito de obedecer lo que dice la Palabra nunca ha pasado de moda. David olvidó lo que la Palabra dice acerca de todo esto.

Es muy probable que todo esto haya tenido que ver con el afán y la ansiedad que experimentaba David de poder ver al pueblo unido bajo la bandera de Dios. Lo único que le restaba para consolidar su reino era esto. El Arca del Pacto llevaba muchos años fuera de su lugar sagrado. Algunas versiones bíblicas recogen el pasaje del capítulo 13 de Primera de Crónicas  diciendo lo siguiente:

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Es hora de traer de regreso el arca de nuestro Dios, porque la descuidamos durante el reinado de Saúl».  (1 Crón 13:3, Nueva Traducción Viviente)
3 para traer de regreso el arca de nuestro Dios. La verdad es que desde el tiempo de Saúl no le hemos prestado atención».  (1 Crón 13:3, Nueva Versión Internacional)
para que nos traigamos el arca de nuestro Dios, pues desde los tiempos de Saúl la hemos tenido olvidada.»   (1 Crón 13:3, Dios Habla Hoy)

La ansiedad de haber descuidado u olvidado el símbolo más noble e intenso de la gloria de Dios en el Antiguo Testamento debe haber sido un factor muy importante en este proceso decisional. Esa ansiedad le llevó a olvidar requisitos Escriturales que no admiten transacción y a sustituirlos por modelos paganos que no habían dado buenos resultados. Otra alternativa puede ser el deseo de David de querer compararse favorablemente con uno de los reinos que había sojuzgado a las tribus de Israel durante algunos siglos: los filisteos. Es como si David estuviera tratando de lucir a la altura de un reino que había sido dominante. Otra probabilidad, ínfima, pero real, es que llevar el Arca del Pacto a Jerusalén implicaba subir al Monte de Sión.
Esta tarea es por mucho, menos complicada si el peso es cargado por bueyes que halan la carreta en vez de ir sobre los hombros de unos levitas. La cuarta y última posibilidad que consideramos aquí es que David no consultó a los sacerdotes para hacer este traslado. Hay que comprender que esta decisión no la tomó el pueblo: la tomó David. Por lo tanto, es de su entera responsabilidad.

Algunos datos de estas narrativas atraen la atención de cualquier lector avezado. En primer lugar, el dolor de malas noticias arropa el primer intento en esta historia. Esta “amnesia” momentánea o selectiva tuvo un costo muy alto. Un hombre llamado Uza perdió su vida a causa de las decisiones que David tomó. En segundo lugar, los textos bíblicos que narran esa historia recogen que David se entristeció (2 Sam 6:8) o tuvo pesar (1 Cró 13:11) por esa muerte. El concepto hebreo que se traduce aquí es el mismo en ambos pasajes: “chârâh”, H2734. Este casi siempre es traducido como ira, molestia, enojarse, arder en fuego, etc.

La agenda después de la vida en cuarentena, después de nuestras cuevas, va a proveer muchas oportunidades para que veamos la manifestación de la gloria de Dios. Vamos a ver la gloria del Señor antes y durante las provisiones milagrosas que nos prodigará el Señor. Vamos a ver esa gloria mientras Él satisface nuestras necesidades básicas. Vamos a ver su gloria en la inauguración de nuevas facilidades que tendremos que adquirir para poder atender miles de nuevos convertidos que vendrán a los pies del Señor.

No podemos permitir que nuestras ansiedades nos traicionen. Tampoco nos podemos permitir  ceder a la tentación de querer equiparar nuestros estilos de vida con las de otros que quizás conocen al Señor, pero nunca han estado realmente comprometidos con Él. No podemos darnos el lujo de definir maneras más fáciles o menos complicadas que lo está definido en la Biblia para tratar con la gloria de Dios. Tenemos que consultar al Señor y asegurarnos de que estamos siendo bíblicamente responsables con la gloria del Señor y con lo que dice Su Santa Palabra.

No hacerlo así puede traer consigo costos exorbitantes e irreparables.
Referencias

[1] Sacks, Rabbi Sir Jonathan. Exodus: The Book of Redemption (Covenant & Conversation), p. 18, Kindle Edition.
[2] Ibid. p.7
[3] Michael Walzer. 1985. Exodus and Revolution. np: BasicBooks (pp. 22-23).

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