Reflexiones de Esperanza: El Arca del Pacto – Parte 11: La agenda después de la cueva (Anatomía de un fracaso)

Nuestro análisis de los textos que narran el traslado del Arca del Pacto a Jerusalén nos coloca hoy ante la narrativa bíblica que describe los procesos que David ensambló para esto. Las narrativas que aparecen en los capítulos 13 al 15 de Primera de Crónicas son mucho más amplias y ofrecen más detalles que la narrativa del capítulo seis (6) de Segunda de Samuel. El capítulo 15 describe los preparativos, los procesos y el evento de este traslado con unos detalles muy singulares. En ellos podemos encontrar unas enseñanzas y las descripciones de unas estrategias que están vestidas de eternidad. Es por esto que lo estaremos utilizando con alguna frecuencia en esta reflexión.

Veamos los primeros versos del capítulo antes mencionado:

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1 Hizo David también casas para sí en la ciudad de David, y arregló un lugar para el arca de  Dios, y le levantó una tienda. 2 Entonces dijo David: El arca de Dios no debe ser llevada sino por los levitas; porque a ellos ha elegido Jehová para que lleven el arca de Jehová, y le  sirvan perpetuamente.   (1 Cró 15:1-2, RV 1960)

Estos versos nos permiten acceso a una información que no habíamos tenido disponible en los capítulos anteriores. Unos datos contextuales nos pueden ayudar a ampliar la interpretación y el análisis de esa información. En primer lugar, el cronista nos hace saber en el capítulo anterior (14) que David había estado desarrollando obras de construcción en la ciudad que él estaba convirtiendo en la ciudad capital del país. Hiram, el rey de Tiro había sido contratado por David para que le ayudara en todos estos procesos (1 Cró 14:1). En segundo lugar, el cronista también nos informa que David escogió esa ciudad como el lugar para establecer su hogar; el hogar de su familia (1 Cró 14:2-7). En tercer lugar, el cronista nos deja saber que David decidió levantarse en contra de aquellos que habían robado e intentado mancillar el símbolo de la presencia de Dios (1 Cró 14:8-17). La narrativa del segundo intento para trasladar el Arca del Pacto se presenta después de todo esto.

Estos datos confirman lo que todos nosotros sabemos; la vida continúa después de los fracasos. David había fracasado en su primer intento para trasladar el Arca de Pacto, pero no permitió que esto paralizara su vida. Es muy cierto que él estaba inmerso en el desarrollo de evaluaciones y de adoptar medidas correctivas para su vida. Es también cierto que él estaba moviéndose hacia adelante con la vida que Dios le había dado.

Hay cosas que construir, hay familias y hay hogares que hay que establecer y hay conflictos que hay que pelear. Los fracasos no son estaciones en las que nos podemos detener. Los fracasos no son lugares a los que nos podemos mudar. Los fracasos son estaciones de peaje por los que todos tenemos que atravesar, algunos con más frecuencia que otros.

El coraje y el miedo que David experimentó en su primer intento para trasladar el Arca tenía que ser transformado en motivación para hacerlo bien la próxima vez. David ya había aprendido que Dios no gustaba de aplicarle procesos que produjeran resultados instantáneos. También había aprendido que uno no se puede quedar estancado en sus propios errores. David había experimentado el fracaso en otras ocasiones, así que no tenía miedo a fracasar.

El Pastor Wintley Phipps comentó en una ocasión que una de sus maestras le dijo que si las montañas fueran blandas no podrían ser escaladas. David estaba ante una montaña que tenía que escalar. Una de las grandes enseñanzas de estas narrativas es que todos sabemos que no solo logró escalarla, sino que no detuvo su vida para conseguirlo.

Sabemos que en el camino David había descubierto algunas de las razones que provocaron su fracaso inicial; las motivaciones alternas que pudieron estar ocupando parte de su corazón. En esos momentos él pudo irse a residir debajo de unas tiendas de campaña llamadas enojo y miedo. Estas fueron  las dos (2) reacciones iniciales y viscerales que él tuvo cuando no pudo trasladar el Arca del Pacto a Jerusalén en ese primer intento (2 Sam 6:8-9; 1 Cró 13: 11-12). Si David se hubiese estacionado en esas dos (2) emociones no hubiese sido capaz de realizar la tarea profética que Dios le había propuesto.

La cantidad de creyentes que sucumben ante esto es demasiado grande. Son muchos los creyentes en Cristo que se dejan anquilosar por sus emociones y no siguen hacia adelante. Esto se ha convertido en un anti-testimonio muy intenso para las sociedades en las que vivimos. La Biblia nos dice que podemos confiar en el Señor cuando nos invade el temor:

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3 En el día que temo, Yo en ti confío. 4 En Dios alabaré su palabra; En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?  (Sal 56:3-4)

Podemos lograrlo porque cuando el temor nos invade tenemos la promesa de Dios de que no  seremos cobardes:

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7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.   (2 Tim 1:7)

La Biblia nos invita a sobreponernos a todos los fracasos, a no dejarnos vencer por el temor y a que seamos capaces de correr la carrera que Dios nos ha puesto por delante:

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1 Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe,  quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. 2 Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe.    (Heb 12:1-2, Nueva Traducción Viviente)

Las motivaciones que hemos analizado hasta aquí son todas internas; provocadas en el corazón. Dentro de poco entraremos a analizar los modelos de adoración que David preparó y desarrolló para Dios. Pero antes de esto necesitamos visitar otra clase de motivaciones que pudieron haber provocado el desenlace fatal que ocurrió en el primer intento para trasladar el Arca. Estas son las motivaciones externas y estas serán analizadas aquí bajo un lente que hemos llamado de la siguiente manera: anatomía de un fracaso.

Hay cosas que tenemos que hacer ante cualquier fracaso. Las narrativas bíblicas acerca del traslado del Arca del Pacto son una fuente inagotable de principios emocionales, estratégicos y gerenciales para tratar con esto. En primer lugar, estas narrativas bíblicas nos enseñan que tenemos que ser capaces de identificar nuestros pecados y nuestras faltas y arrepentirnos delante del Señor. En segundo lugar, hay que evitar que emociones como el miedo y el coraje tomen control de nuestras vidas y de nuestros procesos decisionales. Esto último se consigue en oración y ayuno. En tercer lugar, hay que tomar las medidas correctivas para que estos pecados no se repitan. En cuarto lugar, no podemos permitir que la vida se detenga. Hay que continuar construyendo, fortaleciendo nuestras relaciones familiares y peleando nuestras batallas.

La narrativa del capítulo 15 de Primera de Crónicas también nos informa que David no se limitó a  estas cuatro acciones. Esa narrativa bíblica nos informa que David identificó razones estratégicas que estaban ausentes en el primer intento para trasladar el Arca del Pacto a su ciudad. En primer lugar, las aseveraciones de David en ese capítulo nos permiten conocer que este hombre identificó que él había contado con una Cultura Religiosa para desarrollar esta empresa.

Él se percató que necesitaba desarrollar y apoyarse en una Cultura Bíblica. La Ley de Moisés dice (la Biblia dice) que son los levitas los que tienen que llevar a cabo el traslado del Arca. Como dice 1 Cró 15:13:

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13 pues por no haberlo hecho así vosotros la primera vez, Jehová nuestro Dios nos quebrantó, por cuanto no le buscamos según su ordenanza.

La Biblia describe así a personas consagradas para esta tarea y no a mercaderes voluntarios o a sueldo que pueden ser integrados en las fiestas del Señor. Este aspecto es uno coyuntural en el siglo 21. Un ejemplo de esto es la cantidad de músicos y de artistas que no conocen ni sirven al Señor, que son contratados por nuestras Iglesias para participar de nuestros servicios al Todopoderoso. Esta es una de las respuestas que provee la Cultura Religiosa. Esa cultura es festivalera, de celebración, histriónica, sensorial y dirigida al ser humano. En cambio, la Cultura Bíblica es Cristocéntrica, transformativa, que produce madurez, y dirigida a la relación del ser humano con Dios. Alguien que no conoce al Señor no puede ser contratado para participar de estos servicios. Hacerlo es rebajar la experiencia cúltica a una experiencia profesional y/o teatral. Dios no se agrada de esto.

En segundo lugar, David descubrió que no había desarrollado un plan para el primer intento de traslado del Arca del Pacto. La Biblia dice que él convocó a sus militares y al pueblo y que juntos procedieron a trasladar el Arca a Jerusalén (2 Sm 6:1-9; 1 Cró 13:1-14).  No hay menciones allí de procesos de santificación, de estrategias, ni de instrucciones para la adoración, como aparecen en la narrativa del segundo intento para el traslado del Arca a Jerusalén.

La ausencia de un plan de trabajo es usualmente un denominador común de los fracasos. Hay una aseveración que tenemos que compartir con aquellos que puedan estar en contra de lo que acabamos de decir. Sabemos que hay creyentes que sostienen el principio bíblico de que hay libertad en donde está el Espíritu de Dios (2 Cor 3:17). Este es un principio bíblico irrefutable. Sin embargo, este principio bíblico también lo es: la Biblia dice que el Señor había planificado el sacrificio de Cristo en el Calvario desde antes de la fundación del mundo (1 Ped 1:19-20).  Hay que admitir que este es un proceso muy bien planeado por Dios y realizado con mucho tiempo de anticipación.

En tercer lugar, David también descubrió que no se había rodeado de las personas correctas para realizar esta tarea. David desarrolló el primer intento para trasladar el Arca del Pacto rodeado de 30 mil soldados escogidos y de todo el pueblo de Israel (2 Sam 6:1-2). El segundo intento fue desarrollado rodeado del pueblo, de los levitas y de los hijos de Aarón (1 Cró 15:3-11). O sea, que el plan inicial estaba condenado a fracasar.

¿Por qué?: porque la ausencia de las personas correctas alrededor de los hombres y las mujeres que sirven al Señor es una invitación al fracaso.

En cuarto lugar, esto nos lleva a concluir que David descubrió que había centralizado en sí mismo el poder para la conducción de esta tarea. El fracaso le hizo descubrir que él no era la persona indicada para hacer esto. La centralización del poder es otra invitación para el fracaso.

En quinto lugar, David descubrió que no había establecido unos controles para el desarrollo de esta empresa. Este dato lo obtenemos cuando analizamos lo que sucede en los primeros versos que describen el segundo intento para trasladar el Arca del Pacto:

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13 Y cuando los que llevaban el arca de Dios habían andado seis pasos, él sacrificó un buey y un carnero engordado. (2 Sam 6:13)

Estos versos dicen que David, los sacerdotes y los levitas desarrollaron un método de control de calidad para lo que estaban haciendo. Había que ofrecer un sacrificio luego de caminar esos primeros seis (6) pasos. Si nadie caía muerto, entonces podían continuar con el proceso.

Permítame insertar aquí una nota exegética muy pertinente. La mayoría de los estudiosos de este pasaje han concluido que este verso explica que hubo sacrificios de animales cada seis (6) pasos hasta llegara a Jerusalén. Esto no es lo que dice el texto sagrado.

El Dr. Robert Alter ha explicado que el texto hebreo bíblico dice lo siguiente “Vayehi ki tza adu no sey Aron Adonai”. “Vayehi ” (“así fue”) implica una acción singular. Una acción iterativa o repetitiva necesitaría que la oración comenzara con “Vehayah”(“y llegó a pasar”).[1]

O sea, que luego del primer sacrificio los levitas continuaron su camino para Jerusalén y fue allí que ofrecieron las próximas ofrendas al Señor.

Estos sacrificios iniciales eran un sistema de control para verificar que contaban con el favor de Dios para realizar la tarea. La ausencia de controles es sin duda alguna otra invitación para el fracaso.

Esta ausencia de controles nos conduce al último factor que queremos describir como parte de este análisis. David descubrió que el primer intento para trasladar el Arca del Pacto a Jerusalén había sido desarrollado con un manejo muy pobre de los recursos, la inversión de las prioridades y un énfasis equivocado. La narrativa del primer traslado no nos describe sacrificios que procuraran el perdón o el favor de Dios. En el primer intento había mucha música, muchas alabanzas, mucho bullicio, mucha alegría, pero no presentaron sacrificios. O sea, había muchos elementos externos de celebración, pero no había expresiones de humillación ante el Señor.

Sabemos que lo primero es importante y necesario, pero lo segundo es irreemplazable. Esto es así porque este principio bíblico es inmutable:

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6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;      (1 Ped 5:6, RV 1960)

Se había invertido mucho para tener buena música, buenas alabanzas, para que las multitudes estviesen contentas, pero no se realizaron inversiones para que el pueblo fuera provocado a humillarse delante de Dios. Lo primero puede ser costosísimo y puede ser remplazado, pero lo segundo puede no tener costo físico alguno, pero es irremplazable. Veamos lo que dice la Palabra de Dios acerca de esto:

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12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. (Mat 23:12)

El pobre manejo de los recursos que tenemos, la inversión de las prioridades y un énfasis equivocado son sin duda alguna otra invitación al fracaso.

Hemos examinado motivaciones internas y condiciones externas como factores probables del fracaso de David. El resumen de estas condiciones externas es el siguiente:

  • apoyarse de una Cultura Religiosa en lugar de en una Cultura Bíblica.
  • la ausencia de un plan de trabajo para la tarea asignada.
  • no estar rodeado de las personas correctas para realizar esta tarea.
  • la centralización del poder en sí mismo.
  • la ausencia de unos controles para el desarrollo de esta empresa.
  • un manejo pobre de los recursos, la inversión de las prioridades y un énfasis equivocado.

Este examen de las condiciones externas que pudieron provocar el fracaso inicial de David puede ser utilizado para examinar muchos de los nuestros. Es nuestra intención que el examen de la anatomía de este fracaso nos pueda provocar  a ir de rodillas delante del Señor en súplica y en ruego para que el Todopoderoso nos permita continuar ir hacia adelante en la vida y nos conceda otra oportunidad para hacerlo bien.

Luego de este examen, David se levantó de esta crisis para aprovechar la segunda oportunidad que Dios le dio. Este joven rey pudo conseguir el éxito en esa segunda ocasión. Pero David no se limitó a conseguir ese éxito. La Biblia dice que David consiguió poder hablar con Dios sentado frente al Arca del Pacto, como sacerdote:

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18 Entonces el rey David fue y se sentó en la presencia del SEÑOR y le dijo:  (2 Sam 7:18, PDT)

Esta experiencia también formó parte del desarrollo de un hombre con un corazón conforme al corazón de Dios, porque era capaz de hacer todo aquello que Dios quería (Hch 13:22).

¿Cuál sería la opinión de Dios si examinara nuestros corazones luego de un fracaso? La buena noticia es que nosotros, al igual que David, podemos alcanzar gracia para una segunda oportunidad.
Referencias

[1]  Alter, Robert. The Hebrew Bible: A Translation with Commentary (p. 1383). W. W. Norton & Company. Kindle Edition.

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