Reflexiones de Esperanza: El Arca del Pacto – Parte 22: La agenda después de la cueva (Fundamentos de la Adoración: adoración volitiva)

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15 Así David y toda la casa de Israel conducían el arca de Jehová con júbilo y sonido de trompeta. 16 Cuando el arca de Jehová llegó a la ciudad de David, aconteció que Mical hija de Saúl miró desde una ventana, y vio al rey David que saltaba y danzaba delante de Jehová; y le menospreció en su corazón… 20 También David volvió a su casa para bendecir a su familia; pero Mical, la hija de Saúl, salió a recibirlo y le dijo:—¡Qué bien ha quedado hoy el rey de Israel, mostrándose delante de las esclavas de sus criados como un desvergonzado cualquiera! 21 David le respondió:—Es verdad; he estado bailando, pero ha sido delante del Señor, que me escogió en lugar de tu padre y de toda tu familia para ser el jefe de su pueblo Israel. Por eso bailo delante de él. 22 Y aún me humillaré más que ahora; me rebajaré, según tu opinión, pero seré honrado por esas mismas esclavas de que tú hablas. 23 Y Mical no tuvo hijos en toda su vida.     (2 Sam 6: 15-16, 20-23, Dios Habla Hoy)
29 Cuando el arca de la alianza del Señor llegó a la Ciudad de David, Mical, la hija de Saúl, se asomó a la ventana; y al ver al rey David bailando alegremente, sintió un profundo desprecio por él.    (1 Cró 15:29, DHH)

Las reflexiones acerca del traslado del Arca del Pacto han entrado en su recta final. En ellas hemos podido analizar entre otras cosas los niveles de responsabilidad de David en todos estos procesos. Además, hemos analizado sus motivaciones internas y externas, las medidas correctivas implementadas y el testimonio de restauración de Dios.

Las reflexiones más recientes han sido dedicadas al análisis de cuatro (4) manifestaciones de la adoración a Dios que pueden ser identificadas en esas narrativas bíblicas. Estas son: la adoración visual, la adoración vital y la adoración vocal. En esta reflexión procuramos analizar la adoración volitiva; la que nace de la voluntad.

¿En qué consiste esta forma de adoración volitiva? Esta es la adoración que decide enfrentarse a la maldad. Lo hace, no porque la combate sino porque el que adora decide mantenerse enfocado en su determinación de adorar a Dios sobre todas las cosas.

Hay unos principios teológicos que sustentan esta aseveración. Thomas Hood, un poeta Inglés del siglo 19, dijo en una ocasión que el mal es forjado por los deseos del pensamiento así como por los anhelos del corazón. O sea, que el mal está en nosotros, es inherente a nuestra realidad como seres humanos. Este es uno de los aspectos de la realidad descrita en el primer capítulo de la Carta del Apóstol Pablo a los Romanos. Pablo dice allí que la idolatría es el pecado universal, el pecado que sirve como zapata, como base a las malas conductas de los seres humanos. Se trata de la proclividad para intercambiar la gloria de Dios por una mentira y de decidir servir a las criaturas antes que a nuestro bendito Creador. A través de la acusación que encontramos en Romanos 1, aprendemos que todos los seres humanos padecemos de la propensión a reprimir la manifestación de la auto-revelación de Dios en Cristo, rehusando reconocerle o vivir honrándole como Dios. Además, decidimos no darle las gracias por todas las bendiciones que Él nos ha concedido. R.C. Sproul señaló que esa propensión a la doble traición, no darle la gloria a Dios y no darle las gracias, es tan poderosa que tenemos que batallar contra ellas, aún después de habernos entregado a Jesús.[1]

Podemos haber nacido en el Evangelio y hasta participar en los ministerios de la Iglesia. Esto no es un remedio absoluto contra ese poder. Los dioses del orgullo, de las ambiciones materiales, del egoísmo, y otros tantos similares, se apoderan de la silla que le pertenece a Dios.

El creyente en Cristo es el que decide hacerle frente a la maldad que nos asecha y decidir hacerlo respondiendo a la presencia de Dios en Cristo. Eso es adoración.

Sproul ha señalado que nuestra época ha experimentado lo que él ha llamado “un eclipse radical” de Dios. Ha dicho él que los creyentes sabemos que la sombra que ha caído sobre el rostro de Dios no puede destruir su existencia, así como una nube no puede destruir el sol o la luna. Lo que este eclipse ha conseguido es esconder del pueblo de Dios el verdadero carácter del Señor. Esto ha traído consigo una pérdida profunda del sentido de lo santo y con esto, todo el sentido de la gravedad y la seriedad de la adoración que Dios merece.[2] Muchos de los creyentes de esta época, ha dicho Sproul, creen que la vida Cristiana se trata de realizar la transición entre lo secular y el domingo de adoración, de lo común a lo extraordinario y de lo profano a lo santo. Esto, cuando la vida Cristiana en realidad se trata de vivir vidas santas para Dios, decidiendo adorarle con todo lo que somos durante toda nuestra existencia.

¿Por qué llamamos volitiva a esta adoración? La respuesta a esta pregunta requiere definir lo que es la voluntad. El concepto voluntad proviene del latín “voluntas” y ha sido definido de la siguiente manera:

  • la facultad de decidir y ordenar la propia conducta,
  • el acto con que la potencia volitiva admite o rehúye una cosa, queriéndola, o aborreciéndola y repugnándola.
  • el libre albedrío o libre determinación.
  • la elección de algo sin precepto o impulso externo que a ello obligue.[3]

Hay otras definiciones para este concepto. Algunos analistas han destacado la cantidad de debates filosóficos que ha motivado este concepto debido a su vinculación a lo que se desea realizar y al entendimiento de las razones por las cuales un sujeto escoge hacer eso. Esto es, el libre albedrío. Un ejemplo de esto es que algo elegido por propia voluntad no es obligado por un impulso externo.[4]

Otra pregunta que hay que contestar es la siguiente: ¿no se supone que toda la adoración sea voluntaria? La respuesta es que la adoración debería ser voluntaria. La respuesta a la presencia de Dios   en Cristo debe surgir como una respuesta voluntaria del ser humano. Sin embargo, no siempre es así. Muchos cristianos deciden responder a la presencia de Dios a base de y movidos por lo que pueden estar experimentando a su alrededor. O sea, motivados por las respuestas de otros y del ambiente a su alrededor. Sabemos que hay algunos puristas que se inclinan a que ese tipo de respuesta con toda probabilidad no es adoración. No obstante, no queremos entrar a discutir estas consideraciones.

Esta manifestación de la adoración describe que aquellos que adoran en esta dimensión están dispuestos a sacrificar todo por amor al Rey de reyes y Señor de señores. Veremos que una de las conclusiones de esta reflexión es que David no se limitó a despojarse de sus ropajes reales, porque no podía venir como rey a postrarse ante el Rey de todos los reyes de la tierra. David decidió que la adoración a Dios estaba por encima de sus sentimientos y de sus emociones.[5]

Hay unos datos editoriales que hay que insertar aquí para el beneficio de la discusión que nos resta. David amaba a Mical; de esto no hay duda. Un dato que comprueba esto fue su insistencia de que ella le fuera devuelta como esposa. El capítulo tres (3) de Segunda de Samuel recoge estos datos. La hija del rey Saúl había sido su esposa y ese rey se la arrebató de las manos como parte de sus estrategias para destruir a David. El hecho de que David hubiera podido ser capaz de recuperar a Mical era contado como una victoria. Sin embargo, David no permitió que esos sentimientos limitaran sus capacidades y sus deseos de adorar a Dios con toda su voluntad. O sea, con la elección que había hecho de cómo adoraría a Dios. Esto es, por su propio dictamen o gusto, sin atención a otro respeto o reparo; por su propia voluntad.
El próximo dato es muy importante: la Biblia no dice que David repudió a Mical, ni que la echó de la casa. La prueba de esto es el detalle de que Mical quedó estéril desde ese instante. Ese dato presume que había intimidad, pero que no prosperó ninguno de los intentos para tener hijos. Repetimos esto porque creemos que es muy importante. La decisión de David no destruyó su matrimonio. Dios nunca recibiría esa clase de adoración.

Hay que reconocer que es muy triste que un día tan hermoso para David y para el pueblo de Israel, el día en que pudo trasladar el Arca del Pacto a Jerusalén, ese día haya terminado así. Mical decidió insultar a David, despreciándolo y menospreciándolo desde su corazón por haber adorado como él decidió hacerlo para el Señor. Ahora bien, ¿por qué es que Mical reacciona así ante la adoración que David le ofrece al Señor? Las expresiones que ella utiliza en este diálogo revelan que ella sufría de la  misma enfermedad espiritual de su padre; el orgullo y la ceguera espiritual. Saúl estaba constantemente buscando la aprobación de su pueblo. Él tenía que lucir bien. Esta fue una de las razones que le llevaron a perder su trono. Mical padecía de esa misma enfermedad del alma.

Mical había visto a un rey danzando sin sus ropas reales, vestido como un “simple” sacerdote. Esta mujer se había acostumbrado a ver las demostraciones de poder de su padre y no había aprendido a transar con otra imagen de la realeza.

Un detalle muy interesante es que cuando ella se encontró con David le habló con sarcasmo y en tercera persona. Ella no le dijo “¡Qué bien has quedado hoy como el rey de Israel, mostrándote delante de las esclavas de tus criados como un desvergonzado cualquiera!” Ella le dijo lo siguiente:

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¡Qué distinguido se ha visto hoy el rey de Israel, desnudándose como un cualquiera en presencia de las esclavas de sus oficiales!  (2 Sam 6:20, NVI)

Otro dato es que Mical demuestra su incapacidad de discernir el plan profético que Dios estaba desatando a través de la adoración de David. Esto es, la revelación profética de la Iglesia que nacería en esa ciudad cerca de mil años después. La metáfora profética del Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec, que es también Rey de reyes y Señor de señores. Mical no podía discernir esto.

David reconoció la ceguera espiritual de su esposa. Es por esto que sus respuestas fueron dirigidas a describir a quién él había adorado, a quién había procurado agradar y por qué lo había hecho así:

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21 David le respondió: Lo hice en presencia del Señor, quien en vez de escoger a tu padre o a cualquier otro de su familia, me escogió a mí y me hizo gobernante de Israel, que es el pueblo del Señor. De modo que seguiré bailando en presencia del Señor, 22 y me rebajaré más todavía, hasta humillarme completamente. Sin embargo, esas mismas esclavas de quienes hablas me rendirán honores.  (2 Sam 6:21-22, NVI).

En nuestra reflexión anterior compartíamos algunas preguntas que fueron formuladas por William H. Willimon en uno de sus libros. ¿Qué dice nuestra adoración acerca de Dios? ¿Qué diría Dios acerca de nuestra adoración?[6]  Las respuestas de David muestran la opinión que este hombre tenía acerca de Dios. Es cierto que los versos finales del capítulo seis (6) de Segunda de Samuel nos dicen que David danzaba para Dios y no para el pueblo. No es menos cierto que esos versos también nos dicen que David sabía que no había llegado a ser rey por su propia fuerza. Su posición como rey de Israel se la debía a Dios. Su majestad, la relevancia de sus funciones, su autoridad, el reconocimiento que poseía, etc., todo eso se lo debía a Dios. Fue Dios el que lo hizo gobernante de Israel y no los ancianos del pueblo. Sus ojos estaban puestos en la gloria de Dios y no en la de los hombres.

Esos versos dicen que David combate el orgullo y la arrogancia de Mical con la humildad que se desata en aquellos que deciden adorar a Dios por encima de la presencia de la maldad. David expresa que no tiene reparo ni temor de humillarse completamente delante del Señor, aunque esto requiriera una demostración pública. Esos versos dicen que David decidió todo esto, por encima de los sentimientos que tenía acerca de su esposa Mical.

La enseñanza de esta narrativa es extraordinaria. Debemos ser conscientes de la batalla constante que tenemos contra la maldad que quiere que no honremos a Dios ni le demos las gracias. Tenemos que ser conscientes de que no hemos sido lavados con la sangre de Cristo para vivir vidas sometidas a la dualidad contemporánea; lo secular y lo sagrado. Hemos sido llamados para vivir adorando a Dios con todo lo que somos y todo el tiempo. Tenemos que combatir la propensión a adorar copiando los estilos de otros o dejándonos llevar por sus respuestas ante la Presencia del Todopoderoso. Tenemos que decidir que vamos a combatir los efectos de los dioses de este tiempo, dando testimonio de que reconocemos que todo lo que somos y hacemos se lo debemos al Señor.

Tenemos que decidir que nos humillaremos delante del Señor en cualquier lugar o momento que Él nos pida hacerlo. Los musulmanes no tienen reparos en arrodillarse en cualquier lugar. A nosotros nos piden esto y mucho más. El profeta Miqueas decía lo siguiente acerca de la adoración al Señor:

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¿Cómo podré acercarme al Señor y postrarme ante el Dios Altísimo? ¿Podré presentarme con holocaustos  o con becerros de un año? 7 ¿Se complacerá el Señor con miles de carneros,  o con diez mil arroyos de aceite?¿Ofreceré a mi primogénito por mi delito, al fruto de mis entrañas por mi pecado? 8 ¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios. (Miq 6:6-8, NVI)

Esto es sin duda alguna una decisión que tenemos que tomar; esto es adoración volitiva.
David parece que conocía muy bien las palabras que Dios le había revelado al pueblo a través del profeta Samuel:

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Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco.        (1 Sam 2:30b)

Tenemos que aprender que siempre podremos encontrar personas que no serán capaces de entender el trato que Dios tiene con nosotros; especialmente entre los de nuestra casa. La respuesta que Dios nos pide es que decidamos responder con testimonios, más que con palabras. Se trata de responder con testimonios que adoren al Señor como solo Él lo merece. La ceguera de ellos no es asunto nuestro; es asunto de Dios. A nosotros nos toca adorar y permitirle a Dios que Él haga su obra en ellos. Esto es adoración volitiva.

Por último, Mical no fue echada de la familia real. Sin embargo, su esterilidad se convirtió en una bendición de Dios: la casa de Saúl no continuaría en el trono. Jesucristo no podía venir del linaje de Saúl.
Referencias

[1] Sproul, R. C. (2013-05-01). How Then Shall We Worship? : Biblical Principles to Guide Us Today (p. 10). David Cook. Kindle Edition.
[2] Sproul, R. C. (2013-05-01). How Then Shall We Worship?: Biblical Principles to Guide Us Today (p. 12). David Cook. Kindle Edition.
[3] https://dle.rae.es/voluntad?m=form.
[4] https://definicion.de/voluntad/.
[5] Ibid. /voluntad.
[6]  Willimon, William H. (1982-06-01). Worship as Pastoral Care (Kindle Locations 237-242). Abingdon Press. Kindle Edition.

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