September 1st, 2020
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La reflexión anterior nos permitió analizar de manera superficial las razones por las que David decidió ofrecerle a Dios una adoración visual; danzar con fuerzas delante del Señor. Sabemos que hay muchas personas que pueden creer que David no tenía opciones porque según vimos en esa reflexión, todo apunta a que fue el Espíritu Santo el que derramó “ʽôz”, (2 Sam 6:14, H5797) sobre él. Puede haber creyentes en Cristo que crean que esto no puede ser controlado.
Es importante destacar que la Biblia señala que los espíritus de los profetas están sujetos a ellos (1 Cor 12:32-33). Lo que esto significa es que los creyentes casi siempre podemos decidir si vamos a dar paso o no a la manifestación de Dios. Sabemos que hay instantes en los que eso no es posible. Ese pasaje dice que esto se puede controlar.
Es cierto que lo que David recibió no fue el bautismo del Espíritu Santo. Esto estaba reservado para empoderar a la Iglesia después de la resurrección de Jesucristo. Pero al mismo tiempo la Biblia señala lo siguiente sobre esto último, lo que operó sobre David:
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Este pasaje dice claramente que el Espíritu de Cristo era el que les daba la revelación a los profetas del Antiguo Testamento. Esa revelación era dada para que ellos pudieran comunicar con anticipación los sufrimientos que Cristo tendría que experimentar para darnos la salvación, y la gloria que vendría después de su pasión y de su muerte. Esa comunicación no era para ellos; era para nosotros. Es correcto afirmar que los profetas no habían recibido el bautismo del Espíritu Santo, pero el Espíritu hablaba por ellos.
O sea, que Isaías pudo hablar de Cristo porque el Espíritu de Cristo le reveló todo el esquema del plan de salvación y el programa de Dios para la historia. Así mismo Daniel, Amós, Miqueas, Zacarías y todos los demás escritores del Antiguo Testamento. Es por esto que podemos encontrar en la narrativa bíblica de los caminantes de Emaús (Lcs 24:13-34) que Cristo le dice a los caminantes todo lo que el Antiguo Testamento dice acerca de Él (v. 27).
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Esta es una expresión maravillosa. Jesucristo les describió lo que dicen los libros del Pentateuco acerca de Él; desde Génesis hasta el Deuteronomio. Jesucristo le describió lo que dicen los libros proféticos acerca de Él. Jesucristo les describió lo que dicen los libros sapienciales acerca de Él. O sea, que la Biblia está llena de señalamientos acerca de Jesucristo desde Génesis hasta Malaquías.
David tuvo esa experiencia. Muchos de sus salmos, de sus oraciones, su linaje sanguíneo y hasta su danza con fuerzas nos presentan el mensaje de Cristo. Esto es, su vida, su muerte y su resurrección. David pudo hacerlo porque el Espíritu de Cristo lo inspiró a hacerlo así.
Ese pasaje bíblico dice además que tanto este ejercicio ministerial, así como la oportunidad de disfrutar de esas bendiciones, son privilegios que los ángeles anhelan haber tenido. ¿No le parece maravilloso que podamos disfrutar de unas bendiciones que los ángeles no tienen?
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David danzó para agradar al Señor (2 Sam 6:21) y esto se convirtió en un testimonio de adoración visual para el pueblo que le acompañaba y para los lectores que a través de la historia se han acercado a estos pasajes bíblicos.
Ahora bien, hay otro tipo de adoración en esta narrativa bíblica. Se trata de una adoración que también forma parte de los fundamentos de la adoración cristiana; la respuesta a la presencia de Dios en Cristo Jesús.[1] Se trata de la adoración vital.
La adoración que es vital aparece descrita en los pasajes bíblicos como la que procura sustentar entre nosotros la vida que da Dios y adorar a Dios por ello. La vida es un regalo que Dios nos hace. Esta convicción hace que nuestra relación con la vida sea más intensa y que se desarrolle el anhelo de vivir con responsabilidad. La vida en Cristo es aún más importante porque se trata de la vida aquí y de la que trasciende hasta la eternidad. La Biblia dice que Cristo es la vida.
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También dijo que Él había venido para que tuviésemos vida y vida en abundancia.
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La Biblia dice que Dios nos ha dado vida eterna y que esta vida está en Su Hijo. Dice además, que el que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
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La adoración vital busca responder a la presencia de Dios por ese regalo e intensificar esa relación con la vida que Dios da. David decide adorar a Dios desde este contexto durante el segundo traslado del Arca del Pacto. La primera ocasión en la que podemos observar en esos pasajes esa dimensión de la adoración es precisamente cuando se detienen los levitas que llevaban el Arca del Pacto (2 Sam 6:13). Es David, y no los sacerdotes el que ofrece allí un sacrifico al Señor. ¿Por qué es que esto es tan importante? Recordemos que el primer intento para trasladar el Arca había generado la muerte y David quería asegurar que contaban con el favor de Dios en este intento. O sea, que en esta ocasión se protegiera la vida.
Al mismo tiempo, el sacrificio del buey y del carnero engordado que se identifica en ese pasaje representa parte del sacrificio de paz identificado en el libro de Levítico:
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El sacrificio de un buey estaba también identificado como la ofrenda de un príncipe de Israel (Nm 7:1-3). O sea, que David estaba procurando la paz con Dios al mismo tiempo que estaba sometiendo a Dios su posición como líder del pueblo de Israel. Estos sacrificios eran una declaración de admisión de pecado y de la necesidad de recibir el perdón de Dios. Esos sacrificios eran ofrenda propiciatoria que procuraba restablecer la paz con Dios. Esos sacrificios eran el testimonio del rey de Israel humillándose delante del Señor. Estas ofrendas de paz se repitieron luego de haber colocado el Arca en su lugar (2 Sam 6:17b).
En estas dos (2) acciones vemos la dimensión vital de la adoración, la que celebra la vida que Dios nos da, la que procura la vida, la que ruega por la vida, la que intercede a favor de la vida y que procura insertarse en la vida de Dios. La muerte de Uza no podía repetirse. Dios tenía que garantizar el regalo de la vida a todos los participantes antes de seguir hacia adelante con el traslado del Arca.
Las vidas de todos los participantes también tenían que ser bendecidas como parte de esta expresión de adoración. Es esto lo que David hace en un momento muy particular de la ceremonia: cuando el Arca ya había sido colocada en el lugar que le correspondía. Es allí que David decide bendecir al pueblo de Israel. O sea, el pueblo recibió su bendición tan pronto el símbolo de la presencia de Dios ocupó su lugar.
Todo esto implica que David puso algo más que palabras en su adoración. David adoró a Dios con su vida; expuso su vida delante del Eterno. Esto es adoración vital.
Hay algo extraordinario en esta aseveración. Hay bendiciones garantizadas cuando la presencia de Dios ocupa el lugar que le corresponde en medio de un país, de una familia y/o del corazón de un ser humano. La revelación de algo más profundo se recibe cuando entregamos la vida misma en esa adoración. Las bendiciones pueden fluir sin reservas desde el cielo cuando adoramos así.
La bendición que David emitió sobre su pueblo forma parte de esas bendiciones celestiales (2 Sam 6:18-20; 1 Cró 16:1-3). La paz y el gozo que Dios comenzó a derramar sobre su pueblo desde ese momento también los son. El regocijo y la alegría, además de la abundancia de alimentos, son otras bendiciones descritas en ese pasaje. La unión de hombres y mujeres para esta celebración es otra clase de las bendiciones recibidas (2 Sam 6:19; 1 Cró 16:3). Esto es, no hubo discriminación entre el pueblo para esta celebración, ni para recibir la bendición. El pueblo estaba comenzando a disfrutar de los beneficios de la presencia activa de Dios.
Ahora bien, hay que detenerse a analizar la expresión que se recoge en el pasaje del Segundo libro de Samuel para describir la bendición que David puso sobre el pueblo. El texto dice que David puso un “bârak,” (H1288).
Existen no menos de 10 términos centrales que describen y definen la adoración bíblica en el Antiguo Testamento. Uno de ellos lo es “bârak”. Esta palabra y sus variantes significan bendecir, adorar y rodillas. Es la palabra o el concepto que usa el salmista en el salmo 34;
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O sea, que esa expresión además de procurar reverenciar a Dios, define la posición que debe ocupar aquél que adora; de rodillas. Las implicaciones de esta aseveración son muy fuertes e intensas. Hace 25 años intenté resumirlas como parte de un libro: “El Despertar de la Adoración.” A continuación una cita directa de ese libro:
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El pueblo necesitaba recibir esa noticia de parte de Dios. Adorar a Dios requiere el quebrantamiento del alma. Es por esto que David utiliza este concepto. Adorar al Dios de la vida requiere que estemos dispuestos a quebrantar nuestra vida. David estaba bendiciendo al pueblo con un concepto que enfatizaba que Dios es Dios y nosotros no. La adoración vital reconoce que estamos crucificados, que no se trata de nosotros; se trata de Él. Es aquí que la vida de Cristo comienza a experimentarse en el corazón y en el alma del creyente.
El pueblo estaba comenzando a experimentar lo que significa adorar a Dios más allá de las palabras: con la vida misma.
Una noticia extraordinaria es que David no se limitó a vivir esta experiencia con el pueblo. La Biblia dice que David fue a bendecir su casa; su “bayith” (H1004). Este concepto se usa para describir la familia y a todos aquellos que componen el grupo que reside bajo un mismo techo. Ese concepto también describe el edificio, hasta las mazmorras y las puertas de todo aquello que llamamos hogar. O sea, que David salió a bendecir las personas vivas y las estructuras en las que ellos vivían.
Esta clase de bendición tenía como meta la consagración de toda su casa para el servicio a Dios. Esto forma parte de la adoración vital. La vida no estará completa hasta que nuestras familias y todo lo que tenemos y somos, esté postrada delante de Señor: consagrados para Él. Se trata de procurar que nuestra vida familiar sea un testimonio de adoración vital para Dios
Es de esto que habla Josué cuando le dice lo siguiente al pueblo de Israel:
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Esta decisión trae la vida abundante de Dios a todo nuestro entorno. Es entonces que comenzamos a entender y apreciar lo que significa adorar a Dios con la vida: mucho más allá de las palabras. Esto es adoración vital.
….y sacrificó David holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová. 18 Y cuando David había acabado de ofrecer los holocaustos y ofrendas de paz, bendijo al pueblo en el nombre de Jehová de los ejércitos. 19 Y repartió a todo el pueblo, y a toda la multitud de Israel, así a hombres como a mujeres, a cada uno un pan, y un pedazo de carne y una torta de pasas. Y se fue todo el pueblo, cada uno a su casa. 20 Volvió luego David para bendecir su casa; (2 Sam 6:17c-20)
La reflexión anterior nos permitió analizar de manera superficial las razones por las que David decidió ofrecerle a Dios una adoración visual; danzar con fuerzas delante del Señor. Sabemos que hay muchas personas que pueden creer que David no tenía opciones porque según vimos en esa reflexión, todo apunta a que fue el Espíritu Santo el que derramó “ʽôz”, (2 Sam 6:14, H5797) sobre él. Puede haber creyentes en Cristo que crean que esto no puede ser controlado.
Es importante destacar que la Biblia señala que los espíritus de los profetas están sujetos a ellos (1 Cor 12:32-33). Lo que esto significa es que los creyentes casi siempre podemos decidir si vamos a dar paso o no a la manifestación de Dios. Sabemos que hay instantes en los que eso no es posible. Ese pasaje dice que esto se puede controlar.
Es cierto que lo que David recibió no fue el bautismo del Espíritu Santo. Esto estaba reservado para empoderar a la Iglesia después de la resurrección de Jesucristo. Pero al mismo tiempo la Biblia señala lo siguiente sobre esto último, lo que operó sobre David:
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10 Los profetas estudiaron los detalles de esta salvación tratando de entenderla y hablaron sobre el generoso amor que Dios les ha dado a ustedes. 11 Los profetas intentaban saber cuándo llegarían los sufrimientos de Cristo y cómo sería el mundo cuando llegara. El Espíritu de Cristo estaba en ellos y les hablaba de lo que Cristo tendría que sufrir y de la gloria que recibiría después. 12 Dios les hizo entender que lo que decían no era para ellos mismos, sino que les estaban sirviendo a ustedes. Lo que los profetas decían es la misma buena noticia de salvación que fue anunciada por quienes les llevaron el mensaje a ustedes. Ellos también hablaron por medio del Espíritu Santo, enviado del cielo. En ese mensaje hay detalles que hasta los mismos ángeles quisieran conocer. (1 Ped 1:10-12, Palabra de Dios para Todos)
Este pasaje dice claramente que el Espíritu de Cristo era el que les daba la revelación a los profetas del Antiguo Testamento. Esa revelación era dada para que ellos pudieran comunicar con anticipación los sufrimientos que Cristo tendría que experimentar para darnos la salvación, y la gloria que vendría después de su pasión y de su muerte. Esa comunicación no era para ellos; era para nosotros. Es correcto afirmar que los profetas no habían recibido el bautismo del Espíritu Santo, pero el Espíritu hablaba por ellos.
O sea, que Isaías pudo hablar de Cristo porque el Espíritu de Cristo le reveló todo el esquema del plan de salvación y el programa de Dios para la historia. Así mismo Daniel, Amós, Miqueas, Zacarías y todos los demás escritores del Antiguo Testamento. Es por esto que podemos encontrar en la narrativa bíblica de los caminantes de Emaús (Lcs 24:13-34) que Cristo le dice a los caminantes todo lo que el Antiguo Testamento dice acerca de Él (v. 27).
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27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
Esta es una expresión maravillosa. Jesucristo les describió lo que dicen los libros del Pentateuco acerca de Él; desde Génesis hasta el Deuteronomio. Jesucristo le describió lo que dicen los libros proféticos acerca de Él. Jesucristo les describió lo que dicen los libros sapienciales acerca de Él. O sea, que la Biblia está llena de señalamientos acerca de Jesucristo desde Génesis hasta Malaquías.
David tuvo esa experiencia. Muchos de sus salmos, de sus oraciones, su linaje sanguíneo y hasta su danza con fuerzas nos presentan el mensaje de Cristo. Esto es, su vida, su muerte y su resurrección. David pudo hacerlo porque el Espíritu de Cristo lo inspiró a hacerlo así.
Ese pasaje bíblico dice además que tanto este ejercicio ministerial, así como la oportunidad de disfrutar de esas bendiciones, son privilegios que los ángeles anhelan haber tenido. ¿No le parece maravilloso que podamos disfrutar de unas bendiciones que los ángeles no tienen?
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14 David iba vestido con un efod de lino, y danzaba con todas sus fuerzas, 15 y tanto él como todos los israelitas llevaban el arca del Señor entre gritos de alegría y toque de trompetas. (2 Sam 6:14-15, RV 1960)
David danzó para agradar al Señor (2 Sam 6:21) y esto se convirtió en un testimonio de adoración visual para el pueblo que le acompañaba y para los lectores que a través de la historia se han acercado a estos pasajes bíblicos.
Ahora bien, hay otro tipo de adoración en esta narrativa bíblica. Se trata de una adoración que también forma parte de los fundamentos de la adoración cristiana; la respuesta a la presencia de Dios en Cristo Jesús.[1] Se trata de la adoración vital.
La adoración que es vital aparece descrita en los pasajes bíblicos como la que procura sustentar entre nosotros la vida que da Dios y adorar a Dios por ello. La vida es un regalo que Dios nos hace. Esta convicción hace que nuestra relación con la vida sea más intensa y que se desarrolle el anhelo de vivir con responsabilidad. La vida en Cristo es aún más importante porque se trata de la vida aquí y de la que trasciende hasta la eternidad. La Biblia dice que Cristo es la vida.
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6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Jn 14:6)
También dijo que Él había venido para que tuviésemos vida y vida en abundancia.
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10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Jn 10:10).
La Biblia dice que Dios nos ha dado vida eterna y que esta vida está en Su Hijo. Dice además, que el que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
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11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Jn 5:11-12).
La adoración vital busca responder a la presencia de Dios por ese regalo e intensificar esa relación con la vida que Dios da. David decide adorar a Dios desde este contexto durante el segundo traslado del Arca del Pacto. La primera ocasión en la que podemos observar en esos pasajes esa dimensión de la adoración es precisamente cuando se detienen los levitas que llevaban el Arca del Pacto (2 Sam 6:13). Es David, y no los sacerdotes el que ofrece allí un sacrifico al Señor. ¿Por qué es que esto es tan importante? Recordemos que el primer intento para trasladar el Arca había generado la muerte y David quería asegurar que contaban con el favor de Dios en este intento. O sea, que en esta ocasión se protegiera la vida.
Al mismo tiempo, el sacrificio del buey y del carnero engordado que se identifica en ese pasaje representa parte del sacrificio de paz identificado en el libro de Levítico:
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18 Degolló también el buey y el carnero en sacrificio de paz, que era del pueblo; y los hijos de Aarón le presentaron la sangre, la cual roció él sobre el altar alrededor; (Lev 9:18)
El sacrificio de un buey estaba también identificado como la ofrenda de un príncipe de Israel (Nm 7:1-3). O sea, que David estaba procurando la paz con Dios al mismo tiempo que estaba sometiendo a Dios su posición como líder del pueblo de Israel. Estos sacrificios eran una declaración de admisión de pecado y de la necesidad de recibir el perdón de Dios. Esos sacrificios eran ofrenda propiciatoria que procuraba restablecer la paz con Dios. Esos sacrificios eran el testimonio del rey de Israel humillándose delante del Señor. Estas ofrendas de paz se repitieron luego de haber colocado el Arca en su lugar (2 Sam 6:17b).
En estas dos (2) acciones vemos la dimensión vital de la adoración, la que celebra la vida que Dios nos da, la que procura la vida, la que ruega por la vida, la que intercede a favor de la vida y que procura insertarse en la vida de Dios. La muerte de Uza no podía repetirse. Dios tenía que garantizar el regalo de la vida a todos los participantes antes de seguir hacia adelante con el traslado del Arca.
Las vidas de todos los participantes también tenían que ser bendecidas como parte de esta expresión de adoración. Es esto lo que David hace en un momento muy particular de la ceremonia: cuando el Arca ya había sido colocada en el lugar que le correspondía. Es allí que David decide bendecir al pueblo de Israel. O sea, el pueblo recibió su bendición tan pronto el símbolo de la presencia de Dios ocupó su lugar.
Todo esto implica que David puso algo más que palabras en su adoración. David adoró a Dios con su vida; expuso su vida delante del Eterno. Esto es adoración vital.
Hay algo extraordinario en esta aseveración. Hay bendiciones garantizadas cuando la presencia de Dios ocupa el lugar que le corresponde en medio de un país, de una familia y/o del corazón de un ser humano. La revelación de algo más profundo se recibe cuando entregamos la vida misma en esa adoración. Las bendiciones pueden fluir sin reservas desde el cielo cuando adoramos así.
La bendición que David emitió sobre su pueblo forma parte de esas bendiciones celestiales (2 Sam 6:18-20; 1 Cró 16:1-3). La paz y el gozo que Dios comenzó a derramar sobre su pueblo desde ese momento también los son. El regocijo y la alegría, además de la abundancia de alimentos, son otras bendiciones descritas en ese pasaje. La unión de hombres y mujeres para esta celebración es otra clase de las bendiciones recibidas (2 Sam 6:19; 1 Cró 16:3). Esto es, no hubo discriminación entre el pueblo para esta celebración, ni para recibir la bendición. El pueblo estaba comenzando a disfrutar de los beneficios de la presencia activa de Dios.
Ahora bien, hay que detenerse a analizar la expresión que se recoge en el pasaje del Segundo libro de Samuel para describir la bendición que David puso sobre el pueblo. El texto dice que David puso un “bârak,” (H1288).
Existen no menos de 10 términos centrales que describen y definen la adoración bíblica en el Antiguo Testamento. Uno de ellos lo es “bârak”. Esta palabra y sus variantes significan bendecir, adorar y rodillas. Es la palabra o el concepto que usa el salmista en el salmo 34;
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Bendeciré a Jehová en todo tiempo. Su alabanza estará de continuo en mi boca....
O sea, que esa expresión además de procurar reverenciar a Dios, define la posición que debe ocupar aquél que adora; de rodillas. Las implicaciones de esta aseveración son muy fuertes e intensas. Hace 25 años intenté resumirlas como parte de un libro: “El Despertar de la Adoración.” A continuación una cita directa de ese libro:
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“No hay manera en que podamos realmente adorar a Dios si no le permitimos antes quebrantar nuestro ser interior. Es que somos muy dados a creernos preparados para el servicio de Dios y muchas veces no nos damos cuenta que debemos ser separados de las burbujas que nos hacen creer que somos grandes e indispensables para el Señor. Este es un fenómeno que se observa con mucha frecuencia en los que hemos nacido y hemos sido criados en el evangelio. Tenemos la tendencia de creernos dueños de "la sartén y del mango." La tendencia de querer estar siempre en la posición de "jefes de la tribu" y nunca en la posición de discípulos y de estudiantes. El barro debe ser despojado de sus burbujas.... No hay verdadera adoración si no hemos comenzado a ser despojados de ellas.”[2]
El pueblo necesitaba recibir esa noticia de parte de Dios. Adorar a Dios requiere el quebrantamiento del alma. Es por esto que David utiliza este concepto. Adorar al Dios de la vida requiere que estemos dispuestos a quebrantar nuestra vida. David estaba bendiciendo al pueblo con un concepto que enfatizaba que Dios es Dios y nosotros no. La adoración vital reconoce que estamos crucificados, que no se trata de nosotros; se trata de Él. Es aquí que la vida de Cristo comienza a experimentarse en el corazón y en el alma del creyente.
El pueblo estaba comenzando a experimentar lo que significa adorar a Dios más allá de las palabras: con la vida misma.
Una noticia extraordinaria es que David no se limitó a vivir esta experiencia con el pueblo. La Biblia dice que David fue a bendecir su casa; su “bayith” (H1004). Este concepto se usa para describir la familia y a todos aquellos que componen el grupo que reside bajo un mismo techo. Ese concepto también describe el edificio, hasta las mazmorras y las puertas de todo aquello que llamamos hogar. O sea, que David salió a bendecir las personas vivas y las estructuras en las que ellos vivían.
Esta clase de bendición tenía como meta la consagración de toda su casa para el servicio a Dios. Esto forma parte de la adoración vital. La vida no estará completa hasta que nuestras familias y todo lo que tenemos y somos, esté postrada delante de Señor: consagrados para Él. Se trata de procurar que nuestra vida familiar sea un testimonio de adoración vital para Dios
Es de esto que habla Josué cuando le dice lo siguiente al pueblo de Israel:
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Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor. (Jos 24:15c, Dios Habla Hoy)
Esta decisión trae la vida abundante de Dios a todo nuestro entorno. Es entonces que comenzamos a entender y apreciar lo que significa adorar a Dios con la vida: mucho más allá de las palabras. Esto es adoración vital.
Referencias
[1] Esta es una de las definiciones más sencillas de lo que es la adoración Cristiana: responder a la presencia de Dios en Cristo Jesús. Adoramos no para que Dios esté, porque sabemos que Él está. Adoramos para responder a Su presencia y lo hacemos a través de Cristo Jesús.
[2] Esquilín, Mizraim. 1995. El Despertar de la Adoración. Miami: Editorial Caribe. (pp. 21-22).
[1] Esta es una de las definiciones más sencillas de lo que es la adoración Cristiana: responder a la presencia de Dios en Cristo Jesús. Adoramos no para que Dios esté, porque sabemos que Él está. Adoramos para responder a Su presencia y lo hacemos a través de Cristo Jesús.
[2] Esquilín, Mizraim. 1995. El Despertar de la Adoración. Miami: Editorial Caribe. (pp. 21-22).
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