September 30th, 2020
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En las reflexiones anteriores hemos examinado la unción con aceite que se describe en el verso cinco (5) del Salmo 23. Lo hemos hecho desde varias perspectivas. La primera de ellas fue la de las costumbres del Medio Oriente bíblico. En esta región se usaba esa unción para dar la bienvenida a los invitados a una cena en un hogar. La segunda fue desde la perspectiva del significado que posee esa unción a la luz de lo que nos regalan otras narrativas bíblicas.
La primera perspectiva nos permitió concluir que el Salmo 23 dice que el Buen Pastor ha dispuesto recibirnos en su casa tan pronto concluye el valle de sombras. Es su casa, es su mesa, es un banquete preparado y aderezado por Él. O sea, Él se encarga del orden de la casa y de lo que será colocado sobre esa mesa. Es su beso de bienvenida (Lcs 7:44-47), es Él lavando nuestros pies (Jn 13:1-9) y derramando ese buen óleo sobre nuestras cabezas en cada oportunidad que tenemos de sentarnos con Él y en Su mesa.
Esa perspectiva nos colocó en dos (2) planos situacionales que no son mutuamente excluyentes. La mesa que se describe en el Salmo 23 es sin duda alguna la mesa del banquete mesiánico (Isa 25:6-8). No obstante, esa mesa es al mismo tiempo la invitación que nos hace el Buen Pastor para que podamos sentarnos a Su lado aquí y ahora, en cada ocasión que tengamos la necesidad de hacerlo. Esto es, ante cada una de las necesidades que son provocadas por estar peregrinando en el valle de sombras.
Esta aseveración es comprobada en la lectura del capítulo 55 del libro de Isaías. El banquete que Dios ofrece allí presenta unas bendiciones y unas reacciones que no serán necesarias en el cielo. Se trata de bendiciones y reacciones necesarias aquí y ahora: “en la tierra de los vivientes” (Sal 27:13).
La segunda perspectiva también nos permitió identificar algunos de los manjares que encontramos sobre esa mesa. Vimos que Abraham y Sara encontraron la cancelación de la esterilidad de Sara y el itinerario para el cumplimiento de la promesa recibida: “El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo” (Gn 18:10, DHH). Vimos que sobre esa mesa encontramos la libertad que nos da el Señor (Job 36:15-16), hallamos que se nos devuelve la dignidad,[1] el descanso, el deleite, la vivificación del alma y las evidencias del cumplimiento del pacto que el Señor ha hecho con nosotros. Esto es, el cumplimiento de las promesas fieles y bondadosas que Dios nos ha hecho (Isa 55:1-13). Esa mesa abre los ojos y nos permite ver la revelación de Cristo el Señor (Lcs 24:13-35).
Por último, como parte de esa perspectiva pudimos observar que esa mesa es terapéutica. Esa mesa nos puede ayudar a ver con otros ojos los dolores que hemos sufrido. Recordamos que Eliu le dijo a Job que Dios puede usar el sufrimiento y los dolores para captar nuestra atención, de modo que seamos capaces de escuchar Su voz y de aprender (Job 36:15-16), para luego estar sentados en Su mesa.
Ahora bien, no nos hemos detenido a analizar ese verso cinco (5) del salmo 23 desde la siguiente perspectiva: las transformaciones que produce la unción de Dios en nuestra forma de pensar. Estamos convencidos de que la unción con aceite que se describe aquí cubre esa dimensión y esos escenarios. La unción sobre la cabeza va mucho más allá de procurar describir una costumbre. La unción sobre la cabeza predica una transformación de las ideas, de los pensamientos, de la forma de pensar. La unción sobre la cabeza predica una transformación de nuestras reacciones y de nuestras actitudes, de nuestros procesos para la toma de decisiones y de la capacidad para mantenernos enfocados.
Veamos nuevamente el pasaje que nos regala el profeta Isaías acerca del banquete que nos ofrece Dios:
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Una nota al calce: es muy interesante que este profeta dice que el pueblo de Israel sería capaz de llamar naciones desconocidas por ellos para que los ayudaran. Esa palabra profética ha cobrado mayor relevancia durante los últimos 72 años. Esa nación ha logrado que países que no existían cuando se dio esta Palabra hoy estén alineados con el mover profético de Dios durante este ciclo de la historia.
El banquete ofrecido aquí está predicado sobre las bases de unas decisiones que hay que tomar: hay que acercarse al Señor y hay que alejarse del mal y de los pensamientos de maldad.
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Esto último abre las puertas para otras bases que sostienen el banquete. Ese pasaje dice que tiene que ocurrir una transformación en la forma en que piensan los invitados a ese banquete. Lo que hace esta aseveración todavía más interesante es que la “estructura mental” que se presenta aquí como modelo a seguir son los pensamientos de Dios. Además, la estructura para la acción y para la forma de obrar que se presenta como modelo aquí es la estructura de Dios. Veamos:
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Estas aseveraciones del profeta son cónsonas con el mensaje de otros profetas:
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El mensaje de los profetas Isaías y Jeremías dice que la mente de Dios y las acciones de Dios no son similares a las nuestras. La clave del mensaje de ambos profetas está en la Palabra de Dios. Esa palabra cumple el propósito para el que ha sido enviada por Dios, nunca vuelve atrás vacía y Dios la puede escribir en nuestras mentes y en nuestros corazones. La Nueva Traducción Viviente recoge el verso 11 del capítulo 55 de Isaías diciendo lo siguiente acerca de la capacidad que posee la Palabra de Dios:
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El pasaje de Isaías culmina presentando los resultados producidos por la Palabra de Dios: resultados que son maravillosos: salir con alegría, ser guiados en paz, que el ambiente a nuestro alrededor cante de alegría y la restauración de la productividad. Todo esto comienza con la transformación del corazón y de los pensamientos.
Estas aseveraciones son también un eco anticipado del mensaje de Cristo. Ese mensaje, el del Evangelio, promulga que hay que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, pero también con toda la mente (Mat 22:37; Mcs 12:30; Lcs 10:27). Ese mensaje proclama que la mente de aquellos que no conocen al Señor necesita ser transformada porque es una mente reprobada (“adokimos”, G96), que no puede ser aceptada y es por esto que hacen cosas que no convienen (Rom 1:28). Esa mente reprobada nos convertía en enemigos de Dios (Col 1:21). Ese mensaje predica que nadie puede entender la mente de Dios (Rom 11:34), pero que a los que creen en el Señor se les ha dado la mente de Cristo (1 Cor 2:16).
Ese mensaje proclama que los creyentes en Cristo tienen que procurar la renovación de su mente (Efe 4:23). Esto está directamente relacionado a la llenura del Espíritu porque esto es clave para dejar la insensatez y poder ser entendidos acerca de la voluntad de Dios (Efe 5:17-20). Ese mensaje dice que Cristo es el cumplimiento de las promesas de Isaías y de Jeremías porque es Él quien pone la Palabra y la disciplina de Dios en nuestras mentes y en nuestros corazones (Heb 8:10).
Hay que puntualizar que nada de esto se alcanza por cuenta o por esfuerzo propio. Para alcanzar esto se necesita la operación redentora de la sangre de Cristo y la intervención del Espíritu Santo.
El mensaje del Evangelio es claro: debemos y tenemos que alcanzar la mente de Cristo. Tenemos la obligación Cristiana de mantener nuestras mentes renovadas.
Estamos convencidos de que hay mucho de esto en la bendición que promete el verso cinco (5) del Salmo 23, particularmente cuando nos da a conocer la unción con aceite que nos espera luego del valle de sombras.
Es importante destacar que esos valles son capaces de aturdir los pensamientos así como los procesos para la toma de decisiones. Un ejemplo de esto lo encontramos en una de las declaraciones que hace Job durante los procesos de duelo por la muerte de sus hijos y los procesos por los que él atravesó para lidiar con sus condiciones de salud:
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Job admite aquí que el reconocía que el dolor no le permitía ser objetivo ni echar a un lado el temor.
Es por eso que la Palabra de Dios es tan necesaria; porque los valles de sombras poseen la capacidad de nublar el entendimiento de cualquier ser humano.
La época de la pandemia ha traído a la luz esta realidad. Son muchos los creyentes que se han sumergido en dolores y sufrimientos más severos de los que esperaban. Esto ha sido provocado porque no contaban con buenas bases bíblicas para enfrentar esta crisis. La ausencia de unas bases bíblicas sólidas, escritas en el corazón y en la mente, puede provocar grandes y doloras experiencias de frustración, de depresión, de ansiedad y de soledad. Hay que admitir que la predicación y la enseñanza de la teología de la prosperidad es una de las fuentes responsables de esta debacle.
Ese aceite, esa unción, debe traer nuevas estructuras, nuevo discernimiento y la sabiduría celestial (Stgo 3:17). Ese aceite debe traer nuevos y mejores estilos de pensar y nuevos y mejores procesos para la toma de decisiones. Ese aceite garantiza la revelación del mensaje que comunican las Sagradas Escrituras. Ese aceite, esa unción, aclara la mente y convierte la Palabra de Dios en antídoto, en medicina contra la depresión, contra la ansiedad y contra el desaliento. Hay que procurar esa unción. La mesa es suculenta y sus beneficios son excelentes.
Esto no lo podemos negar. No obstante, la unción de esa mesa es insustituible.
Estamos seguros de que ese pasaje del profeta Isaías que hemos citado (Isa 55:1-13), detalla los requisitos para poder participar de ese banquete. Hay que tener sed, hay que admitir que no tenemos recursos, hay que saber escuchar con atención, hay que buscar al Señor, hay que acercarse, hay que aceptar las transformaciones conductuales y de la mente que se nos han ofrecido.
Permítame insertar aquí un consejo pastoral: no se puede recibir ese aceite a menos que uno se haya vaciado de todo aquello que pueda estar ocupando el lugar que le corresponde a ese aceite. No se pone perfume sobre perfume, porque es un campo ocupado. Así mismo tampoco se puede intentar llenar una vasija que está llena de otra cosa.
Debemos entender que este principio, convertido en consejo pastoral, está basado en lo que dice la Palaba del Señor. Veamos un ejemplo de ello:
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La mujer descrita en ese pasaje bíblico estaba atravesando por un valle de sombras. La viudez, y la falta de recursos económicos eran dos (2) tragedias mucho más grandes en la época en la que se produjo esta historia. En esa época no existían las ayudas de gobierno y ser viuda significaba que uno no era un ser humano completo. La experiencia de esta mujer sufre el agravante de que su situación había provocado que sus hijos pudieran ser vendidos como esclavos. ¡Todavía hay acreedores así! Se trata de acreedores que esclavizan las familias sometiéndolas a estatutos y ambientes de servidumbre.
La narrativa dice que ella acudió al profeta Eliseo amparada en el buen testimonio que había dejado su marido. Este había sido siervo de Eliseo y había dejado como testimonio que era un hombre temeroso del Señor. ¡La importancia que tiene un buen testimonio!
La Biblia dice que Eliseo decidió “resolver” este dilema usando el poder del aceite. La primera pregunta que él formula es vital para esta historia: “Declárame qué tienes en casa” (vs 2b). La respuesta de esta mujer es trascendental: “Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite.”
¡Alabado sea Dios! No había marido, pero había aceite. No había recursos económicos, pero había aceite. No había tranquilidad debido a la situación, pero le quedaba aceite. No había sonrisas ni razones para alegrarse, pero le que quedaba aceite ¡Había aceite en esa casa! ¡Había aceite!
La narrativa del segundo libro de Reyes dice que Eliseo le ordenó involucrar a lo vecinos en el testimonio que se iba a desatar: “Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas” (v.3). El vecindario tenía que ser el primer testigo de lo que Dios haría con el aceite. El acreedor sería el segundo en enterarse de esto.
Los vecinos recibieron la petición que prestar vasijas vacías. Ellos también tenían vasijas vacías. Las vasijas tenían que estar vacías, porque no se puede intentar llenar una vasija que ya está llena de otra cosa. Así es que hay que venir ante la presencia del Señor: vacíos. Hay que venir vacíos de presunciones, de nuestras voluntades, de nuestros “yo creo” o “yo entiendo.” Hay que venir vacíos de nuestro ego y de la subjetividad posmoderna. El vecindario tiene que ser impactado por ese aceite. ¡Aceite para impactar la casa! ¡Aceite para impactar el vecindario! Estamos seguros, aunque la historia no lo especifique así, que esta mujer compartió su aceite con los vecinos.
El acreedor chocó con una cantidad de aceite que le hizo conocer que en esa casa ya no había hijos disponibles para ser esclavizados. ¡Alabado sea Dios! ¡Aceite para cancelar la esclavitud de los hijos!
La Biblia dice en ese pasaje que la cantidad de aceite que suplió el Señor fue tal que la mujer pudo pagar sus deudas y vivir de lo que quedó.
Otra nota al calce: Eliseo no pidió ni recibió donativos de ese aceite. ¿Sabe usted por qué? Eliseo no lo pidió ni lo recibió porque él conocía la fuente de ese aceite y al Dador del mismo. Eliseo acudiría ante la Presencia de Aquél que unge nuestras cabezas con aceite y hace que nuestras copas estén rebosando.
La invitación que nos hace el Salmo 23 es a que confiemos que hay una mesa esperando por nosotros. Hay una mesa preparada para todos aquellos que creemos en el Señor. Esa mesa está colocada al final de todos los valles de sombra. La buena noticia es que el Buen Pastor abre el servicio en esa mesa ungiendo a los suyos con aceite.
Hay que procurar esa unción y hay que asegurarse de llevarse un poco de ese aceite en cada ocasión que nos sentemos en ella. El aceite de unción del Buen Pastor hace mucha más que sanar y prevenir enfermedades. Esa unción, ese aceite trae libertad, abre los ojos para ver la vida a través de los espejuelos del cielo. Ese aceite cancela la esclavitud de los hijos, ahuyenta acreedores malsanos y trae el gozo de Dios.
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. (Sal 23:5)
En las reflexiones anteriores hemos examinado la unción con aceite que se describe en el verso cinco (5) del Salmo 23. Lo hemos hecho desde varias perspectivas. La primera de ellas fue la de las costumbres del Medio Oriente bíblico. En esta región se usaba esa unción para dar la bienvenida a los invitados a una cena en un hogar. La segunda fue desde la perspectiva del significado que posee esa unción a la luz de lo que nos regalan otras narrativas bíblicas.
La primera perspectiva nos permitió concluir que el Salmo 23 dice que el Buen Pastor ha dispuesto recibirnos en su casa tan pronto concluye el valle de sombras. Es su casa, es su mesa, es un banquete preparado y aderezado por Él. O sea, Él se encarga del orden de la casa y de lo que será colocado sobre esa mesa. Es su beso de bienvenida (Lcs 7:44-47), es Él lavando nuestros pies (Jn 13:1-9) y derramando ese buen óleo sobre nuestras cabezas en cada oportunidad que tenemos de sentarnos con Él y en Su mesa.
Esa perspectiva nos colocó en dos (2) planos situacionales que no son mutuamente excluyentes. La mesa que se describe en el Salmo 23 es sin duda alguna la mesa del banquete mesiánico (Isa 25:6-8). No obstante, esa mesa es al mismo tiempo la invitación que nos hace el Buen Pastor para que podamos sentarnos a Su lado aquí y ahora, en cada ocasión que tengamos la necesidad de hacerlo. Esto es, ante cada una de las necesidades que son provocadas por estar peregrinando en el valle de sombras.
Esta aseveración es comprobada en la lectura del capítulo 55 del libro de Isaías. El banquete que Dios ofrece allí presenta unas bendiciones y unas reacciones que no serán necesarias en el cielo. Se trata de bendiciones y reacciones necesarias aquí y ahora: “en la tierra de los vivientes” (Sal 27:13).
La segunda perspectiva también nos permitió identificar algunos de los manjares que encontramos sobre esa mesa. Vimos que Abraham y Sara encontraron la cancelación de la esterilidad de Sara y el itinerario para el cumplimiento de la promesa recibida: “El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo” (Gn 18:10, DHH). Vimos que sobre esa mesa encontramos la libertad que nos da el Señor (Job 36:15-16), hallamos que se nos devuelve la dignidad,[1] el descanso, el deleite, la vivificación del alma y las evidencias del cumplimiento del pacto que el Señor ha hecho con nosotros. Esto es, el cumplimiento de las promesas fieles y bondadosas que Dios nos ha hecho (Isa 55:1-13). Esa mesa abre los ojos y nos permite ver la revelación de Cristo el Señor (Lcs 24:13-35).
Por último, como parte de esa perspectiva pudimos observar que esa mesa es terapéutica. Esa mesa nos puede ayudar a ver con otros ojos los dolores que hemos sufrido. Recordamos que Eliu le dijo a Job que Dios puede usar el sufrimiento y los dolores para captar nuestra atención, de modo que seamos capaces de escuchar Su voz y de aprender (Job 36:15-16), para luego estar sentados en Su mesa.
Ahora bien, no nos hemos detenido a analizar ese verso cinco (5) del salmo 23 desde la siguiente perspectiva: las transformaciones que produce la unción de Dios en nuestra forma de pensar. Estamos convencidos de que la unción con aceite que se describe aquí cubre esa dimensión y esos escenarios. La unción sobre la cabeza va mucho más allá de procurar describir una costumbre. La unción sobre la cabeza predica una transformación de las ideas, de los pensamientos, de la forma de pensar. La unción sobre la cabeza predica una transformación de nuestras reacciones y de nuestras actitudes, de nuestros procesos para la toma de decisiones y de la capacidad para mantenernos enfocados.
Veamos nuevamente el pasaje que nos regala el profeta Isaías acerca del banquete que nos ofrece Dios:
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Todos los que tengan sed, vengan a tomar agua. Y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman. Compren vino y leche, sin que les cueste nada, gratis. 2 ¿Para qué gastar el dinero en lo que no es verdadera comida? ¿Para qué desperdiciar los ingresos en lo que no satisface realmente? Escúchenme con atención, así comerán bien y disfrutarán de buena comida. 3 Escuchen, vengan a mí. Oigan para que vivan. Haré un pacto eterno con ustedes, las promesas fieles y bondadosas hechas a David. 4 Miren, he hecho que él sea testigo para las naciones, gobernante y comandante de las naciones. 5 Fíjense, ustedes llamarán a naciones desconocidas por ustedes, y ellas correrán a su llamado. Porque el SEÑOR, el Dios de ustedes, el Santo Dios de Israel les ha dado dignidad. 6 Busquen al SEÑOR mientras haya oportunidad de encontrarlo; llámenlo mientras esté cerca. 7 Que el perverso deje de hacer el mal y el inicuo deje sus malos pensamientos. Que se vuelvan al SEÑOR, y así él tendrá compasión de ellos. Que se vuelvan a nuestro Dios, porque él es generoso para perdonarlos. 8 El SEÑOR dice: Mis pensamientos no son como los de ustedes, ni tampoco mi manera de obrar. 9 Porque así como el cielo está tan arriba de la tierra, de igual manera mi manera de obrar es tan diferente a la de ustedes. Mis pensamientos son más altos que los suyos. 10La lluvia y la nieve caen de los cielos y no se regresan, sino que humedecen la tierra, la fecundan y la hacen germinar, dando semilla al campesino y comida a la gente. 11 Así también pasa con mi mensaje, no volverá a mí vacío, sino que hará lo que yo quiero y cumplirá bien el propósito para el que lo envío. 12 Porque ustedes saldrán con alegría y serán guiados en paz. Los montes y colinas estallarán en cantos de alegría ante ustedes y todos los árboles del campo aplaudirán. 13 En lugar de espinos, crecerán pinos; en lugar de ortigas, arrayanes. Todo ello será en honor al SEÑOR; una señal eterna, indestructible. (Isa 55:1-13, PDT)
Una nota al calce: es muy interesante que este profeta dice que el pueblo de Israel sería capaz de llamar naciones desconocidas por ellos para que los ayudaran. Esa palabra profética ha cobrado mayor relevancia durante los últimos 72 años. Esa nación ha logrado que países que no existían cuando se dio esta Palabra hoy estén alineados con el mover profético de Dios durante este ciclo de la historia.
El banquete ofrecido aquí está predicado sobre las bases de unas decisiones que hay que tomar: hay que acercarse al Señor y hay que alejarse del mal y de los pensamientos de maldad.
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7 Que el perverso deje de hacer el mal y el inicuo deje sus malos pensamientos. (PDT)
Esto último abre las puertas para otras bases que sostienen el banquete. Ese pasaje dice que tiene que ocurrir una transformación en la forma en que piensan los invitados a ese banquete. Lo que hace esta aseveración todavía más interesante es que la “estructura mental” que se presenta aquí como modelo a seguir son los pensamientos de Dios. Además, la estructura para la acción y para la forma de obrar que se presenta como modelo aquí es la estructura de Dios. Veamos:
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8 El SEÑOR dice: Mis pensamientos no son como los de ustedes, ni tampoco mi manera de obrar. 9 Porque así como el cielo está tan arriba de la tierra, de igual manera mi manera de obrar es tan diferente a la de ustedes. Mis pensamientos son más altos que los suyos (Isa 55:8-9 PDT)
Estas aseveraciones del profeta son cónsonas con el mensaje de otros profetas:
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33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. (Jer 31:33, R 1960)
El mensaje de los profetas Isaías y Jeremías dice que la mente de Dios y las acciones de Dios no son similares a las nuestras. La clave del mensaje de ambos profetas está en la Palabra de Dios. Esa palabra cumple el propósito para el que ha sido enviada por Dios, nunca vuelve atrás vacía y Dios la puede escribir en nuestras mentes y en nuestros corazones. La Nueva Traducción Viviente recoge el verso 11 del capítulo 55 de Isaías diciendo lo siguiente acerca de la capacidad que posee la Palabra de Dios:
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Lo mismo sucede con mi palabra. La envío y siempre produce fruto; logrará todo lo que yo quiero, y prosperará en todos los lugares donde yo la envíe.
El pasaje de Isaías culmina presentando los resultados producidos por la Palabra de Dios: resultados que son maravillosos: salir con alegría, ser guiados en paz, que el ambiente a nuestro alrededor cante de alegría y la restauración de la productividad. Todo esto comienza con la transformación del corazón y de los pensamientos.
Estas aseveraciones son también un eco anticipado del mensaje de Cristo. Ese mensaje, el del Evangelio, promulga que hay que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, pero también con toda la mente (Mat 22:37; Mcs 12:30; Lcs 10:27). Ese mensaje proclama que la mente de aquellos que no conocen al Señor necesita ser transformada porque es una mente reprobada (“adokimos”, G96), que no puede ser aceptada y es por esto que hacen cosas que no convienen (Rom 1:28). Esa mente reprobada nos convertía en enemigos de Dios (Col 1:21). Ese mensaje predica que nadie puede entender la mente de Dios (Rom 11:34), pero que a los que creen en el Señor se les ha dado la mente de Cristo (1 Cor 2:16).
Ese mensaje proclama que los creyentes en Cristo tienen que procurar la renovación de su mente (Efe 4:23). Esto está directamente relacionado a la llenura del Espíritu porque esto es clave para dejar la insensatez y poder ser entendidos acerca de la voluntad de Dios (Efe 5:17-20). Ese mensaje dice que Cristo es el cumplimiento de las promesas de Isaías y de Jeremías porque es Él quien pone la Palabra y la disciplina de Dios en nuestras mentes y en nuestros corazones (Heb 8:10).
Hay que puntualizar que nada de esto se alcanza por cuenta o por esfuerzo propio. Para alcanzar esto se necesita la operación redentora de la sangre de Cristo y la intervención del Espíritu Santo.
El mensaje del Evangelio es claro: debemos y tenemos que alcanzar la mente de Cristo. Tenemos la obligación Cristiana de mantener nuestras mentes renovadas.
Estamos convencidos de que hay mucho de esto en la bendición que promete el verso cinco (5) del Salmo 23, particularmente cuando nos da a conocer la unción con aceite que nos espera luego del valle de sombras.
Es importante destacar que esos valles son capaces de aturdir los pensamientos así como los procesos para la toma de decisiones. Un ejemplo de esto lo encontramos en una de las declaraciones que hace Job durante los procesos de duelo por la muerte de sus hijos y los procesos por los que él atravesó para lidiar con sus condiciones de salud:
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35 Entonces hablaré, y no le temeré; Porque en este estado no estoy en mí. (Job 9:35, RV 1960)
Job admite aquí que el reconocía que el dolor no le permitía ser objetivo ni echar a un lado el temor.
Es por eso que la Palabra de Dios es tan necesaria; porque los valles de sombras poseen la capacidad de nublar el entendimiento de cualquier ser humano.
La época de la pandemia ha traído a la luz esta realidad. Son muchos los creyentes que se han sumergido en dolores y sufrimientos más severos de los que esperaban. Esto ha sido provocado porque no contaban con buenas bases bíblicas para enfrentar esta crisis. La ausencia de unas bases bíblicas sólidas, escritas en el corazón y en la mente, puede provocar grandes y doloras experiencias de frustración, de depresión, de ansiedad y de soledad. Hay que admitir que la predicación y la enseñanza de la teología de la prosperidad es una de las fuentes responsables de esta debacle.
Ese aceite, esa unción, debe traer nuevas estructuras, nuevo discernimiento y la sabiduría celestial (Stgo 3:17). Ese aceite debe traer nuevos y mejores estilos de pensar y nuevos y mejores procesos para la toma de decisiones. Ese aceite garantiza la revelación del mensaje que comunican las Sagradas Escrituras. Ese aceite, esa unción, aclara la mente y convierte la Palabra de Dios en antídoto, en medicina contra la depresión, contra la ansiedad y contra el desaliento. Hay que procurar esa unción. La mesa es suculenta y sus beneficios son excelentes.
Esto no lo podemos negar. No obstante, la unción de esa mesa es insustituible.
Estamos seguros de que ese pasaje del profeta Isaías que hemos citado (Isa 55:1-13), detalla los requisitos para poder participar de ese banquete. Hay que tener sed, hay que admitir que no tenemos recursos, hay que saber escuchar con atención, hay que buscar al Señor, hay que acercarse, hay que aceptar las transformaciones conductuales y de la mente que se nos han ofrecido.
Permítame insertar aquí un consejo pastoral: no se puede recibir ese aceite a menos que uno se haya vaciado de todo aquello que pueda estar ocupando el lugar que le corresponde a ese aceite. No se pone perfume sobre perfume, porque es un campo ocupado. Así mismo tampoco se puede intentar llenar una vasija que está llena de otra cosa.
Debemos entender que este principio, convertido en consejo pastoral, está basado en lo que dice la Palaba del Señor. Veamos un ejemplo de ello:
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1 Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. 2 Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. 3 Él le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. 4 Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. 5 Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. 6 Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite. 7 Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede. (2 Rey 4:1-7, RV 1960)
La mujer descrita en ese pasaje bíblico estaba atravesando por un valle de sombras. La viudez, y la falta de recursos económicos eran dos (2) tragedias mucho más grandes en la época en la que se produjo esta historia. En esa época no existían las ayudas de gobierno y ser viuda significaba que uno no era un ser humano completo. La experiencia de esta mujer sufre el agravante de que su situación había provocado que sus hijos pudieran ser vendidos como esclavos. ¡Todavía hay acreedores así! Se trata de acreedores que esclavizan las familias sometiéndolas a estatutos y ambientes de servidumbre.
La narrativa dice que ella acudió al profeta Eliseo amparada en el buen testimonio que había dejado su marido. Este había sido siervo de Eliseo y había dejado como testimonio que era un hombre temeroso del Señor. ¡La importancia que tiene un buen testimonio!
La Biblia dice que Eliseo decidió “resolver” este dilema usando el poder del aceite. La primera pregunta que él formula es vital para esta historia: “Declárame qué tienes en casa” (vs 2b). La respuesta de esta mujer es trascendental: “Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite.”
¡Alabado sea Dios! No había marido, pero había aceite. No había recursos económicos, pero había aceite. No había tranquilidad debido a la situación, pero le quedaba aceite. No había sonrisas ni razones para alegrarse, pero le que quedaba aceite ¡Había aceite en esa casa! ¡Había aceite!
La narrativa del segundo libro de Reyes dice que Eliseo le ordenó involucrar a lo vecinos en el testimonio que se iba a desatar: “Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas” (v.3). El vecindario tenía que ser el primer testigo de lo que Dios haría con el aceite. El acreedor sería el segundo en enterarse de esto.
Los vecinos recibieron la petición que prestar vasijas vacías. Ellos también tenían vasijas vacías. Las vasijas tenían que estar vacías, porque no se puede intentar llenar una vasija que ya está llena de otra cosa. Así es que hay que venir ante la presencia del Señor: vacíos. Hay que venir vacíos de presunciones, de nuestras voluntades, de nuestros “yo creo” o “yo entiendo.” Hay que venir vacíos de nuestro ego y de la subjetividad posmoderna. El vecindario tiene que ser impactado por ese aceite. ¡Aceite para impactar la casa! ¡Aceite para impactar el vecindario! Estamos seguros, aunque la historia no lo especifique así, que esta mujer compartió su aceite con los vecinos.
El acreedor chocó con una cantidad de aceite que le hizo conocer que en esa casa ya no había hijos disponibles para ser esclavizados. ¡Alabado sea Dios! ¡Aceite para cancelar la esclavitud de los hijos!
La Biblia dice en ese pasaje que la cantidad de aceite que suplió el Señor fue tal que la mujer pudo pagar sus deudas y vivir de lo que quedó.
Otra nota al calce: Eliseo no pidió ni recibió donativos de ese aceite. ¿Sabe usted por qué? Eliseo no lo pidió ni lo recibió porque él conocía la fuente de ese aceite y al Dador del mismo. Eliseo acudiría ante la Presencia de Aquél que unge nuestras cabezas con aceite y hace que nuestras copas estén rebosando.
La invitación que nos hace el Salmo 23 es a que confiemos que hay una mesa esperando por nosotros. Hay una mesa preparada para todos aquellos que creemos en el Señor. Esa mesa está colocada al final de todos los valles de sombra. La buena noticia es que el Buen Pastor abre el servicio en esa mesa ungiendo a los suyos con aceite.
Hay que procurar esa unción y hay que asegurarse de llevarse un poco de ese aceite en cada ocasión que nos sentemos en ella. El aceite de unción del Buen Pastor hace mucha más que sanar y prevenir enfermedades. Esa unción, ese aceite trae libertad, abre los ojos para ver la vida a través de los espejuelos del cielo. Ese aceite cancela la esclavitud de los hijos, ahuyenta acreedores malsanos y trae el gozo de Dios.
Referencias
[1] Así traduce la versión PDT el verso cinco (5) del pasaje del capítulo 55 del libro de Isaías.
[1] Así traduce la versión PDT el verso cinco (5) del pasaje del capítulo 55 del libro de Isaías.
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2023
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March
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