November 5th, 2023
925 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 5 de noviembre de 2023
El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Análisis de Isa 49:11: Pt. 5)
“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:11, RV 1960)
Nuestra reflexión anterior dio inicio al análisis del encuentro que Abraham tiene con Dios en el Monte Moriah (Gén 22:1-18). Hemos incluido esta historia bíblica como parte de los encuentros que algunos personajes bíblicos tienen con el Señor en los montes que el Todopoderoso ha decidido utilizar para transformar los caminos (“derek”, H1870) de aquellos que buscan el rostro del Eterno.
La reflexión anterior sirvió para dar a conocer algunos aspectos vitales de la vida de Abraham, de su concepto de Dios y algunas de las características más relevantes de su personalidad. De ese análisis inicial se deprende que este hombre, conocido como el padre de la fe, es utilizado por Dios para enseñarnos varias cosas en adición a la fe.
Una de estas es la sensibilidad de Abraham para escuchar la voz de Dios. El análisis de ese pasaje del Libro de Génesis nos permite ver a un Abraham que no permite que sus motivaciones, sus sentimientos y sus emociones sean los que dicten cuáles serán sus actitudes ante el reto que le hace Dios. O sea, que Abraham es sensible hasta para llegar a la conclusión de que las actitudes se deciden. El reto que Dios le lanza a este hombre no era uno sencillo. Se trataba de ir a sacrificar su promesa en el Monte Moriah. Esa prueba o ese reto, se presenta en la vida de Abraham después de los episodios de prosperidad y bonanza que este hombre había experimentado: “Aconteció después de estas cosas…..”(Gén 22:1)
Este reto representa una carga que no la llevaba el burro que aparece en esa historia (Gén 22:3). Esa carga la llevaba Abraham.
Esto nos conduce a la necesidad de analizar las actitudes de aquellos que respondemos a la invitación que nos hace Dios de ser transformados en adoradores en espíritu y verdad (Jn 4:23-24). Desde la perspectiva de Abraham esto requiere que las actitudes del adorador, nuestras actitudes, estén sometidas a la capacidad para creer que Dios en su fidelidad siempre va hacer provisión.
Al mismo tiempo, Abraham gozaba de la sensibilidad para mantener una actitud de reverencia ininterrumpida. Esto apunta a poseer una fe que sabía escuchar. Abraham decide estar siempre listo para poder escuchar la voz de Dios. De no haberlo decidido así no habría sido capaz de escuchar la voz del cielo que le dijo que no sacrificara a Isaac:
“11 Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.” (Gén 22:11-12)
Esto nos lleva a reflexionar sobre las muchas interrupciones a las que nos enfrentamos los Cristianos de posmodernidad. Los teléfonos celulares forman parte de esta ecuación. Las formas y las maneras en la que manejamos nuestras crisis se han convertido en otra clase de interrupciones. Añadimos a esto las actitudes en el templo; la falta de reverencia. Nos preguntamos si seríamos capaces de escuchar “las voces del cielo” que nos quieren hablar. Además, nos preguntamos qué cosas habremos sacrificado en nuestras vidas que no debimos haber sacrificado, todo por haber estado entretenidos con tantas interrupciones.
Hay algunos datos de la exégesis de la narrativa que encontramos en el capítulo 22 del Libro de Génesis que debemos compartir. Por ejemplo, Walter Brueggemann describe en su libro acerca del Génesis que este pasaje bíblico es una narrativa que coloca a Abraham de frente a una palabra de Dios: la Palabra de Dios que confronta la conciencia y el alma. En este caso, “la inescrutabilidad divina” culmina con la develación del más “profundo misterio de la fe (human faith and pathos) y la experiencia humana.”[1]
Para esto, dice Brueggemann, el movimiento de este pasaje bíblico va de “toma” (v.2, “2 Y dijo: Toma ahora tu hijo”) a “no me rehusaste” (v. 12, “no me rehusaste tu hijo”) y de “probó Dios” (v.1) a “ya conozco” (v.12). Hay que destacar aquí que es Dios el que pone a prueba a Abraham aquí. El Dr. Charles Swindoll ha dicho que Dios no nos coloca en la prueba para ver cómo es que nosotros respondemos en medio del fuego. Dios lo hace para que conozcamos las transformaciones que Él ha desarrollado en nosotros.
“God is of course omniscient. He doesn’t put people to a test to see how well their faith responds under fire; He prepares tests of faith to show us what He has made of us lately.”[2]
El salmista parece haberlo entendido muy bien cuando dijo lo siguiente: “…Porque el Dios justo prueba la mente y el corazón” (Sal 7:9b).
Brueggemann señala que Abraham es abordado, interpelado, llamado, y convocado por Dios en tres (3) ocasiones. Abraham decidió ponerse de pie ante una Palabra de Dios.
“3 Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo.” (Gén 22:3)
En la primera ocasión Abraham responde obedeciendo (v.1). En la segunda ocasión, ante la pregunta que le hace Isaac, Abraham responde confiando en Dios (v.7). En la tercera ocasión, ante el llamado que le hace el ángel del cielo, Abraham responde adorando con el cordero provisto por Dios (v.13). [3]
Hay otra conclusión a la que podemos llegar cuando seguimos el orden bíblico que nos regala Isaías: los montes de Señor son aquellos lugares de encuentro en los que nos ponemos de pie ante la Palabra de Dios para obedecer, para confiar y para adorar.
La sensibilidad de Abraham a la voz de Dios no le permite interceder por Isaac. E padre de la fe había intercedido por su sobrino Lot y por los inocentes que podían estar viviendo en Sodoma, pero no lo hizo así por su hijo.
No olvidemos que este pasaje bíblico es uno dedicado a presentar axiomas teológicos acerca de la adoración. Esto no conduce a preguntarnos lo siguiente: ¿Por qué puede Abraham adorar en un contexto como este? Charles Swindoll ha dicho que hay tres (3) razones por las que Abraham puede hacerlo:
Porque se enfoca en las promesas de Dios y no en las explicaciones
“17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Heb 11:17-19)
Porque se enfoca en el poder de Dios y no en los recursos humanos
“18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. 19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. 20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;” (Rom 4:18-21)
Porque se enfoca en los propósitos divinos y no en sus deseos[4]
Sabemos que estos axiomas son repasados en los encuentros que tenemos con el Señor en Sus montes. No obstante, existen algunas enseñanzas inmediatas que se desprenden de estas aseveraciones. Una de estas es que la adoración no nos enseña a escapar del dolor: nos fortalece para triunfar sobre este. Esto es así porque la adoración procura que veamos la gloria, el poder y los propósitos divinos aún en medio del sufrimiento. La adoración es también una invitación a glorificar a Dios en medio de las dificultades, porque somos capaces de ver el propósito subyacente el dolor mientras respondemos a la presencia de Dios en Cristo Jesús.
“2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Heb 12:2)
Otra enseñanza que se deprende de estas aseveraciones es que la adoración es un agente de transformación del carácter del creyente: nadie puede adorar en espíritu y verdad y seguir siendo la misma persona. Este es un principio que no podemos mirar de manera superficial. Esto es así porque la ausencia de esta verdad en los períodos más recientes de la Iglesia ha estado minando la vida y la experiencia de adoración de muchos de los que sirven al Señor. A. W. Tozer hablaba acerca de esto tan temprano como en los años 50 del siglo 20:
“En los servicios de adoración de la Iglesia promedio el aspecto más real es la irrealidad de todo. Los adoradores se sientan y entran en un estado de mentalización suspendida; una clase de somnolencia atontada se les trepa por la piel; oyen palabras pero no pueden registrar, no pueden relacionar lo que oyen con nada de lo que experimentan en sus propios niveles de vida.” [5] (traducción libre)
Regresando a algunos datos exegéticos de la narrativa bíblica que encontramos en el capítulo 22 del Libro de Génesis, Brueggemann también destaca que Abraham no habla mucho en esta narrativa. De hecho, sólo lo hace en dos (2) ocasiones:
El Dr. Brueggemann también hace énfasis en que el “Elohim” (H430) que aparece en verso ocho (8), el Dios que es Creador, Supremo, Juez, etc., es llamado “Yavé” (H3068) en el verso (14): el Dios que se revela y que hace provisión.[6]
Esta narrativa bíblica también nos presenta algunos datos acerca de la peregrinación hacia los Montes del Señor. Por ejemplo: hay tres días en esta peregrinación el asunto.
La Biblia está llena de historias en los que se destacan una espera de tres (3) días. Veamos algunos ejemplos:
La palabra profética interpretada por José
“12 Y le dijo José: Esta es su interpretación: los tres sarmientos son tres días. 13 Al cabo de tres días levantará Faraón tu cabeza, y te restituirá a tu puesto, y darás la copa a Faraón en su mano, como solías hacerlo cuando eras su copero.” (Gén 40:12-13)
El período de prueba de los hermanos de José:
“15 En esto seréis probados: Vive Faraón, que no saldréis de aquí, sino cuando vuestro hermano menor viniere aquí. 16 Enviad a uno de vosotros y traiga a vuestro hermano, y vosotros quedad presos, y vuestras palabras serán probadas, si hay verdad en vosotros; y si no, vive Faraón, que sois espías. 17 Entonces los puso juntos en la cárcel por tres días. 18 Y al tercer día les dijo José: Haced esto, y vivid: Yo temo a Dios.” (Gén 42:15-18)
La propuesta de Moisés a Faraón para ir al desierto a ofrecer sacrificio:
“1 Después Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. 2 Y Faraón respondió: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel. 3 Y ellos dijeron: El Dios de los hebreos nos ha encontrado; iremos, pues, ahora, camino de tres días por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, para que no venga sobre nosotros con peste o con espada.” (Éxo 5:1-3)
El pueblo de Israel buscando agua en el desierto antes de llegar a Mara:
“22 E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua.” (Éxo 15; 22)
El período de preparación del pueblo de Israel para poder recibir la Ley:
“10 Y Jehová dijo a Moisés: Vé al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, 11 y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí.” (Éxo 19:10-11)
El viaje del Arca partiendo del monte del Señor antes del descanso (luego de diálogo de Moisés con Hobab-Jethro):
“33 Así partieron del monte de Jehová camino de tres días; y el arca del pacto de Jehová fue delante de ellos camino de tres días, buscándoles lugar de descanso.” (Núm 10:33)
El período de preparación del pueblo de Israel para poder cruzar el Jordán:
“10 Y Josué mandó a los oficiales del pueblo, diciendo: 11 Pasad por en medio del campamento y mandad al pueblo, diciendo: Preparaos comida, porque dentro de tres días pasaréis el Jordán para entrar a poseer la tierra que Jehová vuestro Dios os da en posesión.” (Jos 1:10-11)
Las instrucciones de Rahab a los dos (2) espías que subieron a la ciudad de Jericó:
“15 Entonces ella los hizo descender con una cuerda por la ventana; porque su casa estaba en el muro de la ciudad, y ella vivía en el muro. 16 Y les dijo: Marchaos al monte, para que los que fueron tras vosotros no os encuentren; y estad escondidos allí tres días, hasta que los que os siguen hayan vuelto; y después os iréis por vuestro camino.” (Jos 2:15-16)
El período de espera del rey Ezequías para poder subir a la casa del Señor:
“4 Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo:
5 Vuelve, y dí a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová.” (2 Rey 20:4-5)
El tiempo de espera de Esther para poder usar el vestido real e ir a ver al rey:
“1 Aconteció que al tercer día se vistió Ester su vestido real, y entró en el patio interior de la casa del rey, enfrente del aposento del rey; y estaba el rey sentado en su trono en el aposento real, enfrente de la puerta del aposento.” (Est 5:1)
La profecía de Oseas:
“1 Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. 2 Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él. 3 Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.” (Oseas 6:1-3)
La señal de Jonás en el vientre del gran pez:
“17 Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches.” (Jon 1:17)
El período de muerte y resurrección de Jesucristo:
“33 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles; 34 y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará.” (Mcs 10:33-34)
Otros exégetas bíblicos destacan las similaridades que existen entre las experiencias que vivió Isaac de camino al Monte Moriah y aquellas que experimentó nuestro Señor. Estas son:
Tres días entre la muerte y la resurrección de Jesús y la muerte figurada de Isaac:
“17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Heb 11:17-19)
Isaac cargó la madera que se convirtió en su altar de sacrificio (Gén 22:6),
“17 Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18 y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.” (Jn 19:17)
Isaac fue amarrado para ser sacrificado (Gén 22:9)
“1 Venida la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a muerte. 2 Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.” (Mat 27:1-2)
En otras palabras, el capítulo 22 del Libro de Génesis presenta mucho más que una invitación para realizar sacrificios de adoración en uno de los montes del Señor.
Esta reflexión continuará la próxima semana.
[1] Brueggemann, Walter; Brueggemann, Walter. Genesis (Interpretation: A Bible Commentary for Teaching and Preaching) (p. 187). Presbyterian Publishing Corporation. Kindle Edition.
[2] Swindoll, Charles R.. Faith for the Journey: Daily Meditations on Courageous Trust in God (p. 74). Tyndale House Publishers, Inc.. Kindle Edition
[3] Brueggemann, Walter; Brueggemann, Walter. Genesis... (pp. 186-196)
[4] Charles Swindoll. Op.cit.
[5] A. W. Tozer. The Divine Conquest. Harrisburg PA, 1950, (p.90)
[6] Op. cit.
El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Análisis de Isa 49:11: Pt. 5)
“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:11, RV 1960)
Nuestra reflexión anterior dio inicio al análisis del encuentro que Abraham tiene con Dios en el Monte Moriah (Gén 22:1-18). Hemos incluido esta historia bíblica como parte de los encuentros que algunos personajes bíblicos tienen con el Señor en los montes que el Todopoderoso ha decidido utilizar para transformar los caminos (“derek”, H1870) de aquellos que buscan el rostro del Eterno.
La reflexión anterior sirvió para dar a conocer algunos aspectos vitales de la vida de Abraham, de su concepto de Dios y algunas de las características más relevantes de su personalidad. De ese análisis inicial se deprende que este hombre, conocido como el padre de la fe, es utilizado por Dios para enseñarnos varias cosas en adición a la fe.
Una de estas es la sensibilidad de Abraham para escuchar la voz de Dios. El análisis de ese pasaje del Libro de Génesis nos permite ver a un Abraham que no permite que sus motivaciones, sus sentimientos y sus emociones sean los que dicten cuáles serán sus actitudes ante el reto que le hace Dios. O sea, que Abraham es sensible hasta para llegar a la conclusión de que las actitudes se deciden. El reto que Dios le lanza a este hombre no era uno sencillo. Se trataba de ir a sacrificar su promesa en el Monte Moriah. Esa prueba o ese reto, se presenta en la vida de Abraham después de los episodios de prosperidad y bonanza que este hombre había experimentado: “Aconteció después de estas cosas…..”(Gén 22:1)
Este reto representa una carga que no la llevaba el burro que aparece en esa historia (Gén 22:3). Esa carga la llevaba Abraham.
Esto nos conduce a la necesidad de analizar las actitudes de aquellos que respondemos a la invitación que nos hace Dios de ser transformados en adoradores en espíritu y verdad (Jn 4:23-24). Desde la perspectiva de Abraham esto requiere que las actitudes del adorador, nuestras actitudes, estén sometidas a la capacidad para creer que Dios en su fidelidad siempre va hacer provisión.
Al mismo tiempo, Abraham gozaba de la sensibilidad para mantener una actitud de reverencia ininterrumpida. Esto apunta a poseer una fe que sabía escuchar. Abraham decide estar siempre listo para poder escuchar la voz de Dios. De no haberlo decidido así no habría sido capaz de escuchar la voz del cielo que le dijo que no sacrificara a Isaac:
“11 Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.” (Gén 22:11-12)
Esto nos lleva a reflexionar sobre las muchas interrupciones a las que nos enfrentamos los Cristianos de posmodernidad. Los teléfonos celulares forman parte de esta ecuación. Las formas y las maneras en la que manejamos nuestras crisis se han convertido en otra clase de interrupciones. Añadimos a esto las actitudes en el templo; la falta de reverencia. Nos preguntamos si seríamos capaces de escuchar “las voces del cielo” que nos quieren hablar. Además, nos preguntamos qué cosas habremos sacrificado en nuestras vidas que no debimos haber sacrificado, todo por haber estado entretenidos con tantas interrupciones.
Hay algunos datos de la exégesis de la narrativa que encontramos en el capítulo 22 del Libro de Génesis que debemos compartir. Por ejemplo, Walter Brueggemann describe en su libro acerca del Génesis que este pasaje bíblico es una narrativa que coloca a Abraham de frente a una palabra de Dios: la Palabra de Dios que confronta la conciencia y el alma. En este caso, “la inescrutabilidad divina” culmina con la develación del más “profundo misterio de la fe (human faith and pathos) y la experiencia humana.”[1]
Para esto, dice Brueggemann, el movimiento de este pasaje bíblico va de “toma” (v.2, “2 Y dijo: Toma ahora tu hijo”) a “no me rehusaste” (v. 12, “no me rehusaste tu hijo”) y de “probó Dios” (v.1) a “ya conozco” (v.12). Hay que destacar aquí que es Dios el que pone a prueba a Abraham aquí. El Dr. Charles Swindoll ha dicho que Dios no nos coloca en la prueba para ver cómo es que nosotros respondemos en medio del fuego. Dios lo hace para que conozcamos las transformaciones que Él ha desarrollado en nosotros.
“God is of course omniscient. He doesn’t put people to a test to see how well their faith responds under fire; He prepares tests of faith to show us what He has made of us lately.”[2]
El salmista parece haberlo entendido muy bien cuando dijo lo siguiente: “…Porque el Dios justo prueba la mente y el corazón” (Sal 7:9b).
Brueggemann señala que Abraham es abordado, interpelado, llamado, y convocado por Dios en tres (3) ocasiones. Abraham decidió ponerse de pie ante una Palabra de Dios.
“3 Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo.” (Gén 22:3)
En la primera ocasión Abraham responde obedeciendo (v.1). En la segunda ocasión, ante la pregunta que le hace Isaac, Abraham responde confiando en Dios (v.7). En la tercera ocasión, ante el llamado que le hace el ángel del cielo, Abraham responde adorando con el cordero provisto por Dios (v.13). [3]
Hay otra conclusión a la que podemos llegar cuando seguimos el orden bíblico que nos regala Isaías: los montes de Señor son aquellos lugares de encuentro en los que nos ponemos de pie ante la Palabra de Dios para obedecer, para confiar y para adorar.
La sensibilidad de Abraham a la voz de Dios no le permite interceder por Isaac. E padre de la fe había intercedido por su sobrino Lot y por los inocentes que podían estar viviendo en Sodoma, pero no lo hizo así por su hijo.
No olvidemos que este pasaje bíblico es uno dedicado a presentar axiomas teológicos acerca de la adoración. Esto no conduce a preguntarnos lo siguiente: ¿Por qué puede Abraham adorar en un contexto como este? Charles Swindoll ha dicho que hay tres (3) razones por las que Abraham puede hacerlo:
Porque se enfoca en las promesas de Dios y no en las explicaciones
“17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Heb 11:17-19)
Porque se enfoca en el poder de Dios y no en los recursos humanos
“18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. 19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. 20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;” (Rom 4:18-21)
Porque se enfoca en los propósitos divinos y no en sus deseos[4]
Sabemos que estos axiomas son repasados en los encuentros que tenemos con el Señor en Sus montes. No obstante, existen algunas enseñanzas inmediatas que se desprenden de estas aseveraciones. Una de estas es que la adoración no nos enseña a escapar del dolor: nos fortalece para triunfar sobre este. Esto es así porque la adoración procura que veamos la gloria, el poder y los propósitos divinos aún en medio del sufrimiento. La adoración es también una invitación a glorificar a Dios en medio de las dificultades, porque somos capaces de ver el propósito subyacente el dolor mientras respondemos a la presencia de Dios en Cristo Jesús.
“2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Heb 12:2)
Otra enseñanza que se deprende de estas aseveraciones es que la adoración es un agente de transformación del carácter del creyente: nadie puede adorar en espíritu y verdad y seguir siendo la misma persona. Este es un principio que no podemos mirar de manera superficial. Esto es así porque la ausencia de esta verdad en los períodos más recientes de la Iglesia ha estado minando la vida y la experiencia de adoración de muchos de los que sirven al Señor. A. W. Tozer hablaba acerca de esto tan temprano como en los años 50 del siglo 20:
“En los servicios de adoración de la Iglesia promedio el aspecto más real es la irrealidad de todo. Los adoradores se sientan y entran en un estado de mentalización suspendida; una clase de somnolencia atontada se les trepa por la piel; oyen palabras pero no pueden registrar, no pueden relacionar lo que oyen con nada de lo que experimentan en sus propios niveles de vida.” [5] (traducción libre)
Regresando a algunos datos exegéticos de la narrativa bíblica que encontramos en el capítulo 22 del Libro de Génesis, Brueggemann también destaca que Abraham no habla mucho en esta narrativa. De hecho, sólo lo hace en dos (2) ocasiones:
- “Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.” (v.5):
- “Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío.” (v.8)
El Dr. Brueggemann también hace énfasis en que el “Elohim” (H430) que aparece en verso ocho (8), el Dios que es Creador, Supremo, Juez, etc., es llamado “Yavé” (H3068) en el verso (14): el Dios que se revela y que hace provisión.[6]
Esta narrativa bíblica también nos presenta algunos datos acerca de la peregrinación hacia los Montes del Señor. Por ejemplo: hay tres días en esta peregrinación el asunto.
La Biblia está llena de historias en los que se destacan una espera de tres (3) días. Veamos algunos ejemplos:
La palabra profética interpretada por José
“12 Y le dijo José: Esta es su interpretación: los tres sarmientos son tres días. 13 Al cabo de tres días levantará Faraón tu cabeza, y te restituirá a tu puesto, y darás la copa a Faraón en su mano, como solías hacerlo cuando eras su copero.” (Gén 40:12-13)
El período de prueba de los hermanos de José:
“15 En esto seréis probados: Vive Faraón, que no saldréis de aquí, sino cuando vuestro hermano menor viniere aquí. 16 Enviad a uno de vosotros y traiga a vuestro hermano, y vosotros quedad presos, y vuestras palabras serán probadas, si hay verdad en vosotros; y si no, vive Faraón, que sois espías. 17 Entonces los puso juntos en la cárcel por tres días. 18 Y al tercer día les dijo José: Haced esto, y vivid: Yo temo a Dios.” (Gén 42:15-18)
La propuesta de Moisés a Faraón para ir al desierto a ofrecer sacrificio:
“1 Después Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. 2 Y Faraón respondió: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel. 3 Y ellos dijeron: El Dios de los hebreos nos ha encontrado; iremos, pues, ahora, camino de tres días por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, para que no venga sobre nosotros con peste o con espada.” (Éxo 5:1-3)
El pueblo de Israel buscando agua en el desierto antes de llegar a Mara:
“22 E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua.” (Éxo 15; 22)
El período de preparación del pueblo de Israel para poder recibir la Ley:
“10 Y Jehová dijo a Moisés: Vé al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, 11 y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí.” (Éxo 19:10-11)
El viaje del Arca partiendo del monte del Señor antes del descanso (luego de diálogo de Moisés con Hobab-Jethro):
“33 Así partieron del monte de Jehová camino de tres días; y el arca del pacto de Jehová fue delante de ellos camino de tres días, buscándoles lugar de descanso.” (Núm 10:33)
El período de preparación del pueblo de Israel para poder cruzar el Jordán:
“10 Y Josué mandó a los oficiales del pueblo, diciendo: 11 Pasad por en medio del campamento y mandad al pueblo, diciendo: Preparaos comida, porque dentro de tres días pasaréis el Jordán para entrar a poseer la tierra que Jehová vuestro Dios os da en posesión.” (Jos 1:10-11)
Las instrucciones de Rahab a los dos (2) espías que subieron a la ciudad de Jericó:
“15 Entonces ella los hizo descender con una cuerda por la ventana; porque su casa estaba en el muro de la ciudad, y ella vivía en el muro. 16 Y les dijo: Marchaos al monte, para que los que fueron tras vosotros no os encuentren; y estad escondidos allí tres días, hasta que los que os siguen hayan vuelto; y después os iréis por vuestro camino.” (Jos 2:15-16)
El período de espera del rey Ezequías para poder subir a la casa del Señor:
“4 Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo:
5 Vuelve, y dí a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová.” (2 Rey 20:4-5)
El tiempo de espera de Esther para poder usar el vestido real e ir a ver al rey:
“1 Aconteció que al tercer día se vistió Ester su vestido real, y entró en el patio interior de la casa del rey, enfrente del aposento del rey; y estaba el rey sentado en su trono en el aposento real, enfrente de la puerta del aposento.” (Est 5:1)
La profecía de Oseas:
“1 Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. 2 Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él. 3 Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.” (Oseas 6:1-3)
La señal de Jonás en el vientre del gran pez:
“17 Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches.” (Jon 1:17)
El período de muerte y resurrección de Jesucristo:
“33 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles; 34 y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará.” (Mcs 10:33-34)
Otros exégetas bíblicos destacan las similaridades que existen entre las experiencias que vivió Isaac de camino al Monte Moriah y aquellas que experimentó nuestro Señor. Estas son:
Tres días entre la muerte y la resurrección de Jesús y la muerte figurada de Isaac:
“17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Heb 11:17-19)
Isaac cargó la madera que se convirtió en su altar de sacrificio (Gén 22:6),
“17 Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18 y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.” (Jn 19:17)
Isaac fue amarrado para ser sacrificado (Gén 22:9)
“1 Venida la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a muerte. 2 Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.” (Mat 27:1-2)
En otras palabras, el capítulo 22 del Libro de Génesis presenta mucho más que una invitación para realizar sacrificios de adoración en uno de los montes del Señor.
Esta reflexión continuará la próxima semana.
[1] Brueggemann, Walter; Brueggemann, Walter. Genesis (Interpretation: A Bible Commentary for Teaching and Preaching) (p. 187). Presbyterian Publishing Corporation. Kindle Edition.
[2] Swindoll, Charles R.. Faith for the Journey: Daily Meditations on Courageous Trust in God (p. 74). Tyndale House Publishers, Inc.. Kindle Edition
[3] Brueggemann, Walter; Brueggemann, Walter. Genesis... (pp. 186-196)
[4] Charles Swindoll. Op.cit.
[5] A. W. Tozer. The Divine Conquest. Harrisburg PA, 1950, (p.90)
[6] Op. cit.
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