Reflexiones de Esperanza: Enseñanzas en la cueva- 4ta Parte

Muchas de las historias bíblicas están relacionadas a experiencias en cuevas o ejemplos de separación o de encierro. La historia de Noé escondido en el arca (Gn 6–Gn 9) por un año,[1] mientras pasaba el diluvio y se secaban las aguas. La historia de Moisés y el pueblo de Israel guardados en Gosén mientras Egipto sufría el embate de las plagas (Éx 8:22; 9:26). La historia de Rahab escondida en su casa en Jericó junto a los suyos (Jos 2:1-3; 6:17-25), desde antes que Israel cruzara el Jordán, para luego recibir su liberación. La historia de Gedeón, escondiéndose de los Madianitas mientras zarandeaba el trigo (Jue 6:11- 8:32). La historia de Sansón escondido en una cueva luego de que asesinaran a su esposa y a su suegro (Jue 15:4-16). La historia de Elías en la cueva de Horeb (1 Rey 19:8-14). Estos son tan sólo algunos ejemplos de las historias bíblicas relacionadas a cuevas o tiempos de encierro y de aislamiento.

Hay que destacar que el Señor utilizó todas y cada una de estas cuevas como temporadas para desarrollar testimonios de su poder y de su gloria.

La historia de David en la cueva de Adulam (1 Sam 22:1-3) no es una excepción a esta regla. Ya sabemos que en esa cueva David escribió tres (3) salmos; el 142, el 57 y el 34. En reflexiones anteriores hemos visitado el salmo 142. En esta reflexión procuramos analizar algunos versos del Salmo 57. Veamos sus primeros versos:

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“1 Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; Porque en ti ha confiado mi alma, Y en la sombra de tus alas me ampararé Hasta que pasen los quebrantos. 2 Clamaré al Dios Altísimo, Al Dios que me favorece. 3 El enviará desde los cielos, y me salvará De la infamia del que me acosa; Selah Dios enviará su misericordia y su verdad.” (Sal 57:1-3, RV 1960)

Los lectores de las reflexiones anteriores deben haberse percatado que David parece ser otro hombre cuando escribe este salmo. Las tragedias de la depresión, la soledad, las angustias y los temores parecen haber comenzado a disiparse. Sus reacciones apuntan a que hay un hilo de esperanza que se está dibujando en el horizonte. Los quebrantos van a pasar: “hasta que pasen los quebrantos”.

El salmista sabe ya que está sufriendo algo que él ha llamado “havvâh” (H1942), quebrantos. El salmista utiliza aquí un concepto que se traduce en la Biblia como tormento (Job 6:2),  “desbaratar” (Job 30:13), “agravios” (Sal 52:2), “maldad” (Sal 55:1) y “destrucción” (Sal 91:3).

Este concepto, “havvâh” , también significa sentir que uno se está cayendo, significa injusticia, ruina, calamidad o miseria, algo fétido (que huele mal), algo perverso, algo maligno.

David escogió muy bien su vocabulario y tal parece que al hacerlo estaba pensando en nosotros. No solo lo porque lo hizo en plural, porque estas tragedias parecen venir acompañadas de muchas otras, sino porque él trascendió a su cueva para hablar acerca de las nuestras.

Somos muchos los que hemos enfrentado los quebrantos provocados por la pandemia del COVID-19 y que hemos sido afectados por la multiplicidad de tragedias y de los efectos nocivos que ella ha causado. Entrar en la discusión de estos no parece ser muy terapéutico. David parece haberlo comprendido mientras estaba en la cueva de Adulam.

Veamos esto una vez más; David no llega a estas conclusiones luego de salir de la cueva. David llega a estas conclusiones estando en esa cueva; la de Adulam.

¿Cuál es una de las conclusiones más poderosas a las que este hombre de Dios llega allí? En primer lugar, que los quebrantos se van a acabar; los quebrantos no son eternos. Los “havvâh” tienen fecha de expiración, sin importar cuántos sean ni cuán complicados puedan ser estos.
Esa expresión, “hasta que pasen” (“ʽâbar”, H5674) implica que esto es una transición, que se va a acabar, que entramos y salimos de estos quebrantos, que podemos escapar de ellos, que los vamos a rebasar (“overrun”), que los vamos a segmentar para convertirlos en algo productivo, que los vamos a desgastar, que los vamos a hacer salir. Todas estas son traducciones del concepto que David utiliza en esta expresión.

Esa es la buena noticia. David sabía que los quebrantos iban a acabarse, que se terminarían. Los nuestros también. El COVID-19 va a pasar, se va a acabar. El COVID-19 es tan solo una transición para el desarrollo de nuevas conductas y nuevos comportamientos que los seres humanos tenemos que abrazar y aceptar si queremos tener calidad de vida luego de esta pandemia. El COVID-19 está siendo segmentado y muy pronto será convertido en el desarrollo de capacidades, medicinas profilácticas y para el tratamiento, además de modelos que detengan esta clase de enfermedades que pueden producir crisis mundiales.

David sabe que Dios lo venía procesando en la cueva para poder recibir esta revelación llena de la sabiduría celestial. Dios quiere hacer lo mismo con cada uno de sus hijos mientras nos encontramos en las cuevas provocadas por esta pandemia. Esa revelación le produjo la paciencia y la calma adecuada para sostenerse de pie en esa cueva sin perder la tranquilidad y su paz.

Pidamos esa revelación del cielo. Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos; Él no cambia (Heb 13:8). Si lo hizo con David, lo puede hacer con nosotros también. Basta entregarle las llaves de las entradas de nuestras cuevas y Él nos dará la misma experiencia.

¿Cuál es otra de las conclusiones a las que llega David? Este hombre de Dios señala lo que él decidió hacer mientras esperaba “la mañana gloriosa” en la que saldría de esa cueva:

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“en la sombra de tus alas me ampararé” (Sal 57:1c)

Ampararse en la sombra de las alas del Señor tiene un significado muy poderoso. El concepto utilizado aquí, “châsâh” (H2620), es usado de muchas maneras en el Antiguo Testamento. Ampararse es similar a entrar a un lugar de confianza:

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“3 Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío; de violencia me libraste.”   (2 Sam 22:3; Sal 2:12; 5:11; 34:22)

Esto también representa un lugar en el que podemos esperar:

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“31 En cuanto a Dios, perfecto es su camino, Y acrisolada la palabra de Jehová. Escudo es a todos los que en él esperan.”  (2 Sam 22:31)

David lo utiliza al principio de este verso para decir que está “confiado” y al final del mismo verso para decir que este es también un lugar en el que uno se ampara; es un refugio. Esta aseveración es muy importante porque nos deja saber que confiar en el Señor es mucho más que depositar en Dios  nuestra capacidad para creer en Él. En este contexto, confiar en el Señor es similar a entrar a un lugar, a una habitación, a un espacio en el que sabemos que somos protegidos: guardados. Ampararse aquí es sinónimo de entrar a un lugar en que no perderemos la calma ni la ecuanimidad. Es un lugar de esperanza y que produce esperanza.

Es interesante cómo define David ese lugar de amparo, de refugio y de confianza: la sombra de las alas del Señor. Esta es la misma expresión que utiliza el salmista para describir ese lugar en el Salmo 91:4:

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 “debajo de sus alas estarás seguro”

Las historias bíblicas que incluyen experiencias de aislamiento y de separación incluyen todos estos elementos. En todas ellas encontramos períodos de capacitación para tareas ulteriores, experiencias para el desarrollo de confianza, desarrollo de capacidades y de herramientas para esperar sin desesperar y la identificación y la convicción de que uno se encuentra en “el lugar designado por Dios” para todo esto.

Un caso trascendental dentro de estas historias es el que encontramos en el capítulo 33 del libro del Éxodo. Este pasaje relata la historia de uno de los resultados que produjo la mala conducta del pueblo de Israel. Este pasaje comienza diciendo que el desenfreno y la desobediencia de ese pueblo provocaron que el Señor decidiera no continuar dirigiendo al mismo:
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“1 Jehová dijo a Moisés: Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré; 2 y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo 3 (a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino.”  (Éx 33:1-3, RV 1960)

El pasaje continua diciendo que esto provocó uno de los diálogos más intensos que un ser humano haya tenido con Dios. Moisés se enfrasca en un diálogo muy especial con Dios procurando que Dios reconsiderara su decisión y que decidiera continuar dirigiendo a su pueblo (Éx 33:11-33).

Al final de este diálogo nos percatamos de algunos principios que hay que considerar con mucho cuidado. En primer lugar, Dios no era el responsable ni había provocado la desobediencia de ese pueblo. Dios nunca es el responsable de nuestra incapacidad para obedecerle y servirle con fidelidad. En segundo lugar, Dios siempre estaba dispuesto a recibir el diálogo intercesor. La intercesión nunca ha pasado de moda. En tercer lugar, Dios estaba utilizando toda esta situación para provocar que Moisés a entrar en una dimensión relacional que él no había alcanzado. Dios siempre utiliza nuestras realidades, por nefastas o  tenebrosas que estas puedan ser, para insertar la revelación de su poder y de su gloria.

Es muy interesante saber que Moisés conocía a Dios personalmente; de eso no hay duda. Este hombre de Dios había recibido la revelación y la unción para hacerle frente a Faraón y para sacar al pueblo de Egipto. Este hombre había recibido la revelación y la unción para desatar plagas y declarar operaciones milagrosas tales como la división del Mar Rojo.

Sin embargo, Moisés no se había percatado de que necesitaba una revelación y una unción particular, nueva, fresca que trascendía sus capacidades para dirigir con misericordia al pueblo de Dios en el desierto. La revelación y la unción anterior garantizaban el Maná, las codornices, facilitaban el agua, la nube de día y la columna de fuego. La revelación y la unción anterior garantizaban que los zapatos crecieran con el pueblo y que la ropa no envejeciera. Pero Moisés no había recibido la revelación y la unción necesaria para tener la paciencia, la calma y el discernimiento para estar con el Señor, obtener lo mejor de Él y poder dirigir y manejar ese pueblo mientras lo veía con misericordia.

Nosotros tuvimos la oportunidad de analizar esta experiencia en el año 2015. A continuación algunas aseveraciones que fueron publicadas en El Heraldo del 23 de mayo y del 7 de junio de ese año:

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“El encuentro que Moisés tiene con Dios que da a luz esta reflexión ocurre luego de la liberación del pueblo de Israel. Se trata del encuentro que Moisés tiene con Dios cuando el pueblo ya está peregrinando por el desierto, antes de llegar a la tierra que fluye leche y miel (Ex 33:1-23).

¿Qué cosas sabe Moisés acerca de Dios antes de llegar a este encuentro? Podemos afirmar que hay varias cosas que Moisés sabe acerca de Dios antes de llegar a este encuentro. Moisés conoce acerca de la omnisciencia de Dios. Esta información se desprende de su encuentro inicial con Dios (Exo 3:6-9). O sea, Moisés sabe que Dios conoce todas las cosas. Moisés conoce del Señorío del Todopoderoso. Dios le dice allí que Él es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Moisés conoce de Su Santidad. Moisés descubre que todo lo que Dios toca se convierte en cosa santa; hasta el terreno que decide pisar (Ex 3:5). Moisés conoce de los juicios y la justicia de Dios (Ex 3: 1-11; Ex 32:17-36). Moisés conoce que si se sigue “el patrón” y las ordenanzas diseñadas por Dios, la gloria de Dios estará garantizada. El Arca del Pacto, las tablas de la Ley y el Tabernáculos formaban parte de este diseño.

Es importante añadir a esto que cuando Dios llamó a Moisés, este siervo ya había experimentado lo que significaba ser una persona de éxito. Sin embargo, su definición de éxito estaba equivocada. La Biblia nos va a enseñar que la definición de éxito es hacer la voluntad de Dios.

¿Qué cosas le faltaban a Moisés? ¿Qué cosas no sabía este y qué experiencias no había tenido aún? A Moisés le faltaba un encuentro con Dios. ¿Cómo podemos llegar a esta conclusión sabiendo de todos los eventos que Moisés tiene con Dios antes del que se describe en Éxodo 33? Es muy cierto que todos esos eventos describen encuentros que este hombre tiene con Dios. Sin embargo, no es menos cierto que todos y cada uno de esos encuentros ocurrieron alrededor de definiciones de propósito y de misión. Además, ninguno de esos encuentros parece haber cancelado algunas áreas de necesidad y de insatisfacción que todavía operaban en Moisés.”

El Heraldo, 23 de mayo de 2015.

“Dejamos una pregunta sobre la mesa: ¿necesita alguien así tener un encuentro con Dios? La Biblia nos dice que sí. Es cierto que todas y cada una de estas aseveraciones nos pueden llevar a concluir que estamos frente a un hombre con muy pocas debilidades. Estamos frente a un hombre que no necesitaba mucho más para ser capaz de desarrollar las tareas y las responsabilidades que le asignó el cielo. Sin embargo, la Biblia nos deja saber que en el plan perfecto de Dios estaba programado que Moisés necesitaba experimentar otros encuentros con el Todopoderoso. El encuentro que Moisés necesitaba con Dios no tenía como prioridad capacitarle para la tarea. Este encuentro procuraba transformar algunas áreas que necesitaban ser rendidas a los pies del Señor.

El Heraldo, 7 de junio de 2015

Es muy importante destacar que todos los encuentros que tenemos con el Señor poseen características únicas y agendas divinas únicas. Es como si cada uno de ellos poseyera su propio ADN (DNA por sus siglas en inglés). El Dr. Towns argumenta que en el caso del encuentro descrito en Éxodo 33, éste sirve para delinear algunos principios esenciales y muy importantes.

Es correcto afirmar que Moisés sale de ese encuentro con el compromiso divino de que el pueblo de Israel no sería destruido. Sale de allí después de que Dios le repone las tablas de la Ley (Ex 34) y dirige a su pueblo hasta la Tierra Prometida. Este es el resultado más importante que surge de este encuentro. Sin embargo, hay otros elementos que necesitan ser atendidos.
Se trata de elementos que no encontramos en otras experiencias que Moisés tuvo con Dios.

En primer lugar, Towns describe que este encuentro produce efectos físicos en Moisés. La Biblia dice que el rostro de Moisés brillaba luego de los 40 días que estuvo en la Presencia de Dios (Ex 34:30-35). Se trata entonces, argumenta Towns, de encuentros que producen efectos que pueden y tienen que ser vistos por aquellos que nos rodean.”

Aquellos que conocemos acerca de la soberanía de Dios no tenemos problemas para aceptar que Dios no iba a abandonar a su pueblo. Sabiendo esto, tenemos que concluir que Dios permitió esta crisis para provocar que Moisés pudiera tener una experiencia que lo marcaría para el futuro. Hay un Moisés antes de ese encuentro y hay otro Moisés después de ese encuentro.

Esa experiencia puede ser descrita como la entrada a ese “châsâh” (H2620), a ese lugar de amparo, a ese lugar bajo la sombras de las alas del Señor. Moisés decide en ese diálogo con el Señor, pedirle a Dios que le mostrara Su gloria. Dios reacciona a esa petición señalándole a Moisés que necesitaba esconderlo en la hendidura de la peña de Horeb para que él pudiera recibir esa petición contestada. Esa hendidura se encontraba en medio de las cuevas del Monte en el que él se encontraba:

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“18 El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. 19 Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. 20 Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. 21 Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; 22 y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. 23 Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.” (Éx 33:18-23)

Esa hendidura en la peña es una metáfora de la herida en el costado de Jesús. La Iglesia ha cantado acerca de esta metáfora a través de muchas generaciones. “Cristo es la Peña de Horeb que está brotando agua de vida saludable para mí.” Entrar a ese lugar de amparo es entrar al mejor refugio que existe para ser guardados en medio de las pruebas y para ser transformados en ese hombre, en esa mujer que puede enfrentar el futuro con esperanza. Entrar a ese refugio, a ese amparo, es entrar al mejor lugar en el que podemos aprender a mantener la calma y no perder la paz que el Señor nos ha regalado.

La invitación para estas semanas adicionales de aislamiento y cuarentena: entremos a ese ese “châsâh”, a ese lugar de confianza, a ese refugio. Busquemos amparo bajo las sombra de las alas de Cristo.

Esta es una decisión individual, muy personal. Cristo le dijo a Jerusalén que Él quería juntar sus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, pero que la ciudad no quiso (Mat 23:37; Lcs 13:34). Está en nuestra esfera de posibilidades entrar a ese refugio, al costado herido del Señor. Allí contemplaremos su gloria. Allí seremos capacitados para el futuro que nos espera. Allí seremos ungidos con paciencia, con paz y con esperanza. Allí recibiremos las herramientas para bendecir a los nuestros y al país con la gracia y la Palabra divina que estos necesitan.

Moisés no es el único ser humano que ha vivido sin percatarse de que necesitaba una revelación y una unción particular, nueva, fresca, para dirigir con misericordia al pueblo de Dios en el desierto. Muchos de nosotros también lo necesitamos. Lo necesitamos para trabajar con nuestra familia, con las comunidades en las que vivimos y servimos. Lo necesitamos para trabajar con los ministerios que el Señor ha colocado sobre nuestros hombros. Esta recta final del aislamiento, de esta cuarentena, se nos presenta como la oportunidad de gracia para conseguirlo.

Los quebrantos se van a acabar. Entremos a ese lugar de refugio que es Cristo el Señor. Permitamos que el Señor nos hable mientras estamos bajo la sombra de sus alas. Escuchemos su voz y salgamos de allí dispuestos a hacer Su voluntad.
Referencias

[1] Gn 7:11 dice que Noé entró en el Arca con su familia el día 17 del segundo mes del año 600 de su vida.
Gn 8:13-14 dice que Noé salió del Arca en el día 27 del segundo mes del año 601 de su vida.

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