Reflexiones de Esperanza: Enseñanzas en la cueva – 7 Parte

El Salmo 57 nos ha permitido corroborar unos procesos de transiciones en la vida de un hombre llamado David; futuro rey de Israel. Estas transiciones se producen en medio de una temporada de aislamiento y de distanciamiento social en la cueva de Adulam. Las reflexiones acerca de sus experiencias allí nos han permitido evidenciar transiciones en su estado anímico, en su estado relacional y en su estado espiritual y la de su fe.

La primera de esas transiciones se evidencia cuando vemos a David pasando de la queja, el desaliento, el temor y el coraje (Sal 142), a la confianza y al dominio propio que lo lleva hasta a cantar para el Señor. Esta transición es mediada por la aceptación de su realidad y su re-interpretación de los quebrantos. Estos últimos van a pasar, no son eternos (Sal 57:1).

La segunda transición, la relacional, la observamos cuando él decide llamar a su arpa y a su lira para cantar en medio de todos aquellos que le acompañaban en esa cueva (1 Sal 22:1-3). La tercera transición la observamos en las expresiones que él tiene para Dios particularmente en los versos finales de este Salmo, el 57. La cueva de Adulam no pudo impedir que David se pusiera de pie y declarara que su corazón ya se encontraba en condiciones correctas y adecuadas para recibir las instrucciones del cielo.

Esa transición, la tercera, la de su estado espiritual y la de su fe, es una de las escuelas más poderosas que encontramos en la Biblia. Por un lado sabemos que David sabe que su confianza puesta en el Señor no lo dejará en vergüenza: “hoyo han cavado delante de mí; En medio de él han caído ellos mismos. Selah”  (Sal 57:6b). Sin embargo, al mismo tiempo, este hombre nos deja saber que él no tiene toda la información necesaria para enfrentar lo que le sucederá después de la cueva.

Este es un aspecto muy importante. Ya sabemos que hay unos datos que apunta al nivel de la fe que este hombre había alcanzado estando en esa cueva. Él podía estar entre leones sabiendo que Dios enviaría desde los cielos la salvación, su misericordia y su verdad (Sal 57:3-4). Al mismo tiempo, sabemos que David todavía no entendía mucho acerca de qué era lo que habría de suceder con él cuando saliera de esa cueva.

Ese dato lo encontramos en el pasaje del capítulo 22 del Primer Libro de Samuel. Veamos allí lo que dice el verso tres (3) de ese pasaje:

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“3 Y se fue David de allí a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab: Yo te ruego que mi padre y mi madre estén con vosotros, hasta que sepa lo que Dios hará de mí.”

Esa frase, “hasta que sepa lo que Dios hará de mí,” puede representar en otro contexto una admisión de ignorancia y la aceptación de la incertidumbre. Sin embargo, el contexto que nos regala el Salmo 57 nos acerca a otra interpretación. David puede ignorar lo que le depara el futuro, pero no ignora lo que Dios le ha prometido: “3 El enviará desde los cielos, y me salvará De la infamia del que me acosa; Selah Dios enviará su misericordia y su verdad.” (Sal 57:3). David puede desconocer lo que sucederá con su vida, pero no desconoce a Aquél en quién él ha confiado: “porque en ti ha confiado mi alma,” (Sal 57:1b). David puede desconocer los procesos que Dios habrá de permitir en su vida para que se cumpla en él el propósito divino, pero no desconoce el lugar en el que él se encuentra: “Y en la sombra de tus alas me ampararé” (Sal 57:1c).

Estas enseñanzas apuntan a que nuestras vidas no pueden estar dirigidas por la capacidades que podamos tener para conocer la dirección en la que vamos. Muchos menos por las capacidades para discernir correctamente lo que nos va a suceder en el camino. Nuestras vidas no dependen de lo que sabemos. Nuestras vidas dependen de saber Quién es ese que camina con nosotros; en quien confiamos. Nuestras vidas dependen de saber que Él, el Todopoderoso, ha prometido cubrirnos con su misericordia, con su verdad y ha prometido favorecernos. Nuestra vida depende de saber que estamos seguros bajo la sombra del Omnipotente (Sal 91:1).

Todos nosotros nos encontramos hoy como David, enfrentando nuestros procesos en nuestras cuevas de Adulam. En esta etapa de la carrera y de la espera podemos ser abatidos por el temor y la ansiedad ante la incertidumbre de lo que vendrá después de esta cueva. Es aquí que David nos regala en este salmo un modelo a seguir. No podemos depender de lo que sabemos o entendemos. Tenemos que depender de que nuestra confianza está puesta en Dios Todopoderoso.

La inclinación a lo primero, a la incertidumbre,  es instintiva; hasta el Jibarito, Rafael Hernández, la hizo suya en el “Lamento Borincano”: “¿qué será de mi islita y de mi hogar?” La invitación de David es a decidir hacer nuestras las promesas y las instrucciones bíblicas: “porque por fe andamos, no por vista” (2 Cor 5:7).

Es aquí que David decide alabar y exaltar al Señor con unas expresiones que parecen haber sido producidas en el lugar Santísimo, al lado del Arca del Pacto (1 Cró 16:25; 2 Cró 2:5), y no en la cueva de Adulam. Veamos esas expresiones:

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“10 Porque grande es hasta los cielos tu misericordia, Y hasta las nubes tu verdad. 11 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; Sobre toda la tierra sea tu gloria.” (Sal 57:10-11)

El concepto que David utiliza aquí para hablar de la misericordia de Dios es el concepto que más se parece al concepto de la Gracia que se describe en el Nuevo Testamento. La misericordia (“chêsêd”, H2617) descrita aquí es la misma que utiliza Lot cuando lo salvaron de morir en Sodoma y en Gomorra. O sea, esto es un favor que él sabía que no se merecía.

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“19 He aquí ahora ha hallado vuestro siervo gracia en vuestros ojos, y habéis engrandecido vuestra misericordia que habéis hecho conmigo dándome la vida; mas yo no podré escapar al monte, no sea que me alcance el mal, y muera.” (Gn 19:19)

Es también la misma expresión que utiliza el pueblo de Israel en su canción luego de haber visto cómo se ahogaba el ejército egipcio en el Mar Rojo. Otra vez, un favor inmerecido.

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“13 Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; Lo llevaste con tu poder a tu santa morada.” (Éxo 15:13)

Próximamente estaremos compartiendo una reflexión acerca de esta experiencia en la edición escrita de El Heraldo.

Esta es también la expresión que utiliza Dios cuando decide cubrir con su gloria a Moisés en el momento en que este se encontraba dialogando con el Eterno en la montaña de Dios.

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“5 Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. 6 Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; 7 que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.” (Éxo 34:5-7)

 Hay que aclarar que la primera ocasión en que encontramos el concepto “misericordia” en el verso seis (6), se trata de la traducción del vocablo hebreo (H7349). Este se inclina más hacia la compasión (“rachûm”, H7349). y hacia las entrañas maternas (“râcham”, H7355). En las otras dos (2) ocasiones se utiliza el mismo concepto que aparece en el Salmo 57:10.

Este es el mismo concepto que utiliza Moisés como salmista cuando eleva la petición de ser saciado de esa ternura celestial.

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 “12 Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría. 13 Vuélvete, oh Jehová; ¿hasta cuándo? Y aplácate para con tus siervos. 14 De mañana sácianos de tu misericordia, Y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días. 15 Alégranos conforme a los días que nos afligiste, Y los años en que vimos el mal. 16 Aparezca en tus siervos tu obra, Y tu gloria sobre sus hijos. 17 Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros, Y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros; Sí, la obra de nuestras manos confirma.” (Sal 90:12-17)

 ¡Alabado sea el Señor!: podemos ser saciados de esa misericordia.

Este es el mismo concepto que utiliza el salmista en el Salmo 130 para explicar por qué se puede esperar en el Señor.

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“5 Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; En su palabra he esperado. 6 Mi alma espera a Jehová Más que los centinelas a la mañana, Más que los vigilantes a la mañana. 7 Espere Israel a Jehová, Porque en Jehová hay misericordia, Y abundante redención con él;  8 Y él redimirá a Israel De todos sus pecados.”   (Sal 130:5-7)

 ¡Alabado sea Dios!: podemos esperar en el Todopoderoso por su misericordia.

Este es también el mismo concepto que utiliza Isaías para comunicar la respuesta de Dios para un pueblo que se había visto abatido por dolores, por desamparos y reprensiones.

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“7 Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con grandes misericordias. 8 Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor. 9 Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. 10 Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti.”  (Isa 54:7-10)

 Estos son solo algunos ejemplos que encontramos en la Biblia acerca del uso de la misericordia de la que nos habla David en el Salmo 57. Se trata de un favor inmerecido, uno que nos rescata a pesar de nuestras debilidades. Se trata de un derramamiento de gracia que nos permite ver la gloria del Señor. Se trata de un manjar celestial que sacia el alma y que nos ayuda a hacer buen uso de los días de nuestra vida; la vida que Dios nos ha regalado. Se trata del motor divino que nos capacita para poder esperar confiadamente en Dios Todopoderoso.
Se trata de lo que el Señor ha prometido que ha de seguir a las temporadas de desierto, de abandono, de dolor y de desaliento.

David dice en la cueva de Adulam que ese “chêsêd” es tan grande que llega hasta más allá de lo que podemos medir o imaginar: los cielos. La misericordia de Dios es insondable.

Pero David no se limita a hablar y a cantar acerca de la misericordia de Dios. Este hombre también canta y habla acerca de la verdad al final de este salmo (“ʼemeth”, H571). Esa verdad define la estabilidad, la certeza, la confiabilidad, la fidelidad, lo correcto y lo cierto, lo verdadero de Dios.

David sabía que ese es uno de los atributos de Dios que Moisés escuchó mientras se encontraba en la herida de la peña, mientras el Señor le cubría con su gloria (Éxo 34:6). La buena noticia para los creyentes en Cristo es que esa verdad que describe David y que escuchó Moisés, es mucho más que un concepto. Jesucristo es la verdad, el camino y la vida; nadie puede ir al Padre sino es por Él (Jn 14:6).

David parece emitir una declaración profética aquí cuando dice que la verdad llega hasta las nubes. Podemos afirmar esto porque la Biblia dice que fue una nube la que recibió a Jesús en los cielos el día de su ascensión (Hch 1:9). La verdad encarnada ascendió a los cielos y una nube lo cubrió de la vista de los discípulos. ¡Aleluya! La Biblia también dice que Él regresará así mismo (Hch 1:10-11).

Veamos lo que dice otro escritor bíblico acerca de esto:

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“13 Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. 14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.”
(Dan 7:13-14)

¡Alabado sea el Señor! Esta es una visión de lo que será el final de la historia de la humanidad. Nuestra historia no la terminan las guerras, las plagas, las cuevas, ni los distanciamientos sociales. La historia de la humanidad, nuestra historia, está en las manos de nuestro Dios. Es el Señor el que la terminará. Él es el Señor de la historia.

Por último, no deben olvidar los lectores que este Salmo es un himno que se canta. Esta es quizás una de las razones por las que el salmista decidió componer un estribillo para rodear toda esta alabanza.

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“5 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; Sobre toda la tierra sea tu gloria…..11 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; Sobre toda la tierra sea tu gloria.” (Sal 57:5, 11)

Ese estribillo es una declaración de la confianza que este hombre había puesto en el Señor. Esta es la misma confianza que Dios espera que nosotros pongamos en Él antes de salir de nuestras cuevas.

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