Reflexiones de Esperanza: Enseñanzas en la cueva- 11 Parte

Hemos estado reflexionando acerca del Salmo 34, uno de los tres (3) salmos que David escribe en la cueva de Adulam (1 Sam 22:1-3). Estas reflexiones nos han llevado a considerar las opciones que tenemos ante nosotros en la etapa final de nuestro periodo de aislamiento y de cuarentena.

Es muy importante destacar que todos los retos que enfrentamos en la vida traen consigo opciones que nos obligan a entrar en procesos decisionales. Algunos de estos procesos están atados directamente a nuestras actitudes frente a los retos en sí mismos. Otros procesos decisionales tienen que ver con los cambios en conductas que abrazaremos desde esos retos en adelante. O sea, ante las transformaciones que estos retos han provocado en nosotros.
En la Biblia hay muchos ejemplos del manejo de estas opciones. Uno de ellos lo encontramos en el primer capítulo del libro de Éxodo: la historia de Sifra y Fúa, las parteras egipcias.[1]

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“15 Y habló el rey de Egipto a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra, y otra Fúa, y les dijo: 16 Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva. 17 Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños. 18 Y el rey de Egipto hizo llamar a las parteras y les dijo: ¿Por qué habéis hecho esto, que habéis preservado la vida a los niños? 19 Y las parteras respondieron a Faraón: Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; pues son robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas. 20 Y Dios hizo bien a las parteras; y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera. 21 Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias.”    (Éxo 1:15-21)

El Éxodo después de las plagas está acompañado de muy buenos recuerdos. Hemos visto en este pasaje bíblico que hay una historia que los Israelitas llevaron consigo cuando salieron de Egipto. Ellos salieron como un pueblo fortalecido y robusto porque Dios levantó sus instrumentos de salvación en medio de las artimañas del rey de Egipto: Sifra y Fúa (Éxo 1:15-20).

Estas mujeres eran servidoras del Faraón. Rosalind Janssen ha dicho que de las 12 mujeres que aparecen mencionadas en los primeros dos (2) capítulos del libro de Éxodo, al menos seis (6) de ellas tienen como roles primarios salvar la vida a nivel nacional. [2] Ellas son Jocabed la madre de Moisés, María la hermana del caudillo, la hija de Faraón, Séfora, Sifra y Fúa. Estas últimas, destaca Janssen, operan en un “espacio femenino”, frase que describe las limitaciones de unas siervas que estaban muy cerca del harén del faraón. Esto es, siervas seleccionadas a mano por el poder imperial y confinadas para rendir los servicios que requería este poder.

Esa estructura dice Janssen, era feroz, saturada de una atmósfera de intriga política y personal incandescente y que implicaba reclusión. O sea, que Sifra y Fúa vivían en palacio, pero en su propias cuevas; en los apartamentos detrás del harén, detrás del asegurado “Eastern High Gate” en el “Medinet Habu”.[3]”

Estas mujeres reciben instrucciones personales del poder esclavizador, sin embargo deciden que el temor de Dios va a regir sus procesos decisionales. Ese temor lleva a estas mujeres a decidir por la vida y no por la muerte, por la esperanza y no por la desdicha, por la salvación y no por la condenación, por la preservación de la identidad y de la fuerza de ese pueblo y no por la disminución de sus hijos.

Sifra y Fúa se negaron a echar en el río a los varones recién nacidos de Israel. Ellas se atrevieron a decir que no a la orden del faraón.

Ellas asumieron esta postura porque descubrieron algo que luego fue dicho por Howard Thurman[4]: el odio no tiene la capacidad de empoderar al ser humano: solo lo descompone. Es solo a través del amor, el de Dios y el de los unos por los otros que prevalece la justicia de Dios.

Un Pastor Metodista llamado F. Willis Johnson Jr. ha dicho sobre estas mujeres que ellas escogieron desobedecer al faraón porque procuraron ser vigilantes en lugar de ser violentas. Sifra y Fúa ejercieron la disciplina en lugar de la destrucción. Este pastor metodista también señaló en el artículo que escribió que hay crédito en la oración que se practica como protesta y en la protesta que se levanta como oración. O sea, la actuación de Sifra y de Fúa es en sí misma una oración.

Las parteras, decía Willis Johnson, deciden desafiar al faraón, y con esto personifican cómo es que deben responder aquellos que enfrentan realidades opresivas que son sistémicas, culturales o que hayan trascendido en el tiempo. Esto es, como responde uno cuando es confrontado con la decisión de hacer lo correcto o de hacer lo que es justo. Hay que hacer siempre lo que es justo. El Pastor Willis Johnson añade que estas mujeres fueron divinamente desafiantes o resistentes, diplomáticas y destinadas a la reparación de lo que ellas creían que era una injusticia. [5]

El desafío o la resistencia divina, el “divine defiance”, nos conduce a actuar en contra de aquellos sistemas y de aquellas prácticas que retan nuestra vida en la fe. Los creyentes en Cristo hemos sido llamados a retar a los reyes antiéticos de este mundo. La diplomacia que estas mujeres establecen en este proceso les lleva a hablar sin temor ante los poderes de esos reyes. El poder ordenó y preguntó y ellas respondieron con actuación y con palabras.

El temor de Dios sigue siendo la respuesta ante las amenazas faraónicas de este tiempo. Un artículo de publicación cibernética acerca de estas mujeres señala que en muchas ocasiones etiquetamos el temor como un sentimiento negativo. El temor de Dios nunca es una emoción negativa. El temor que llevó a Sifra y a Fúa a obedecer a Dios es el mismo que nos conduce hoy a esa misma obediencia.

Ese artículo dice lo siguiente acerca de ese temor:
  • nos mantiene apartados del mal y no nos permite tomar parte en el pecado (Pro 16:6; Gal 6:7).
  • nos dirige a la vida abundante de modo que podemos dormir satisfechos, sin haber sido tocados por la maldad, sin sentido de culpa, sin ansiedad, sin auto-condenación.
  • prolonga la vida (Pro 10:27). Dios prospera nuestras familias así como prosperó las familias de Sifra y de Fúa.
  • nos dirige a riquezas, a honor, a la vida y a que nada nos falte (Pro 22:4; Sal 34:9).
  • provoca que Dios nos proteja y nos libre de la mano del angustiador (Sal 34:17).
  • produce sabiduría (Sal 111:10) y esta no permite que faraón nos atrape (Éxo 1:18-19).
  • nos dirige a la revelación de la comunión íntima y del pacto con Dios (Sal 25:14).[6]

El pueblo de Israel salió de Egipto con el compromiso de perpetuar por todas las generaciones este testimonio de desobediencia civil. Es obvio que estas mujeres se ganaron un sitial de honor en la historia de ese pueblo y de las luchas por la vida.

Tal y como vimos en nuestra reflexión anterior, las únicas opciones reales que esta pandemia nos ha dejado es la de aceptar con humildad que necesitamos del Señor y que nos necesitamos los unos a los otros. Estas fueron las mismas alternativas que tuvo David en la cueva de Adulam.

La primera opción real nos tiene que llevar a nuestras rodillas, a adorar a Dios y a reconocer que solo Él es Dios. Esa opción nos tiene que llevar a comprometernos con que vamos a revisar nuestros estilos de vida como individuos, como familias y como seres humanos en el planeta. Tenemos que hacernos responsables de esos cambios.

Vimos al final de la reflexión más reciente que la segunda opción es recogida por David en los llamados que él les hace a aquellos que están con él en esa cueva:

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“Lo oirán los mansos, y se alegrarán. 3 Engrandeced a Jehová conmigo, Y exaltemos a una su nombre. 4 Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores. 5 Los que miraron a él fueron alumbrados, Y sus rostros no fueron avergonzados.”   (Sal 34:2b-5)

El mensaje que comunica aquí el próximo rey de Israel es que él decidió hacer partícipe de sus experiencias a todos aquellos que le acompañaban en esa cueva. Este llamado fue luego extendido a todas las generaciones. Lo sabemos porque nosotros nos encontramos hoy leyendo y aprendiendo de esas experiencias que ocurrieron hace 3000 años.

David dice allí que él decidió asegurarse de que los primeros en escucharle fueran los mansos. El concepto hebreo que él utiliza aquí es “ʽânı̂y” (H6041), que significa, deprimido, afligido, humillado, pobre y/o necesitado. Este es el mismo concepto que él utilizó cuando describió al afligido en el Salmo 18:

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“25 Con el misericordioso te mostrarás misericordioso, Y recto para con el hombre íntegro.  26 Limpio te mostrarás para con el limpio, Y severo serás para con el perverso. 27 Porque tú salvarás al pueblo afligido, Y humillarás los ojos altivos. 28 Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas. 29 Contigo desbarataré ejércitos, Y con mi Dios asaltaré muros.”   (Sal 18:25-29, RV 1960)

Ese concepto es el mismo que utiliza el profeta Zacarías para describir en su profecía al Mesías: a Jesucristo, el Hijo de Dios. En primer lugar dice que Él es humilde:

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“9 Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”             (Zac 9:9, RV 1960)

En segundo lugar, lo utiliza para describir a los pobres que el Señor atraería a su presencia con su mensaje de Gracia y de Salvación.

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“7 Apacenté, pues, las ovejas de la matanza, esto es, a los pobres del rebaño. Y tomé para mí dos cayados: al uno puse por nombre Gracia, y al otro Ataduras; y apacenté las ovejas. 8 Y destruí a tres pastores en un mes; pues mi alma se impacientó contra ellos, y también el alma de ellos me aborreció a mí. 9 Y dije: No os apacentaré; la que muriere, que muera; y la que se perdiere, que se pierda; y las que quedaren, que cada una coma la carne de su compañera. 10 Tomé luego mi cayado Gracia, y lo quebré, para romper mi pacto que concerté con todos los pueblos. 11 Y fue deshecho en ese día, y así conocieron los pobres del rebaño que miraban a mí, que era palabra de Jehová”( Zac 11:7-13, RV 1960)

O sea, que David comienza sus labores como evangelista y como maestro con los desamparados y afligidos que le rodeaban en esa cueva. Esta aseveración implica que algunas de las personas que estaban en esa cueva no habían tenido la oportunidad de experimentar la transformación que David había vivido allí. La otra conclusión es que David imita a Jesucristo con estas acciones.

David nos dice en el verso dos (2) del Salmo 34 que él sabía esas personas afligidas, desalentadas, pobres y necesitadas se alegrarían al ver que él había sido transformado. Esa alegría (“śâmêach”, H8056) es el producto de poder  reconocer  todo el bien que Dios ha hecho (Dt 26:11-12, RV 1960), de la liberación que Él ha producido (Sal 14:7, RV1960). Es también el producto de conocer que el justo juicio de Dios nos ha bendecido con su favor (Sal 35:27, RV1960) y que las promesas del Señor siempre se cumplen (Sal 53:6, RV1960).

Es muy interesante ver que David hace un llamado a la unidad en el verso tres (3) del Salmo 34. El llamado es a exaltar a Dios a una: unidos. Es interesante porque siglos más tarde un profeta llamado Amós habría de decir lo siguiente acerca de esta clase de llamado:

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“3 ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?”    (Am 3:3, RV1960)

Es también el mismo concepto (“yachad”, H3162) que utiliza el profeta Miqueas para describir la unidad y la unicidad del rebaño que Dios prometió juntar cuando hiciera regresar a todo Israel para traerlo de vuelta a la Tierra Prometida:

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“12 De cierto te juntaré todo, oh Jacob; recogeré ciertamente el resto de Israel; lo reuniré como ovejas de Bosra, como rebaño en medio de su aprisco; harán estruendo por la multitud de hombres. 13 Subirá el que abre caminos delante de ellos; abrirán camino y pasarán la puerta, y saldrán por ella; y su rey pasará delante de ellos, y a la cabeza de ellos Jehová.”  (Miq  2:12-13, RV1960)

Reiteramos que David nos enseña aquí que antes de salir de la Cueva de Adulam tenemos que asegurarnos que haya alguien que escuche que hemos sido transformados. Tenemos que asegurarnos de  compartir con alguien esa experiencia de transformación. Tenemos que procurar que haya unidad en ese propósito. Y tenemos que procurar que la gente entienda que hay luz disponible para todos aquellos que buscan del Señor en medio de la oscuridad de una cueva.

La edición de El Heraldo institucional para este fin de semana destaca que el Éxodo nuestro se acerca con celeridad. El tiempo que hemos pasado en cuarentena nos ha brindado la oportunidad de comparar nuestras historias con las historias de Israel. Reiteramos que ese pueblo aprendió en su temporada de esclavitud y de aislamiento que no permitiría que nada ni nadie le indujera a la disminución de sus hijos y mucho menos a ceder a las presiones coercitivas para abandonarlos. Hemos aprendido en la Palabra Santa que Dios les enseñó a ellos que los hijos son cosa de estima y como saetas en manos del valiente (Sal 127:2-5).

Dios nos ha conminado a renunciar a Egipto, a no volver a tras a los estilos de vida que practicábamos antes del COVID-19. Así mismo nos conmina a renunciar a los poderes faraónicos, tanto a los presentes como a aquellos que puedan aparecer en nuestro camino.

Ahora que hemos tenido la oportunidad de estar con nuestros hijos como nunca antes lo habíamos podido hacer, tenemos que comprometernos con Dios y con ellos. Ese compromiso tiene que incluir escoger la vida y no la muerte, la esperanza y no la desdicha, la salvación y no la condenación. Tenemos que comprometernos a que vamos a proteger y preservar la identidad de ellos como hijos de Dios. Tenemos que comprometernos con que vamos a proteger y preservar la identidad que Dios les ha dado desde su nacimiento como hombres y como mujeres. Tenemos que comprometernos a que vamos a preservar y proteger su identidad como miembros de nuestras familias. Tenemos que proteger la herencia que tenemos como hijos del Señor y no permitir que se disminuyan nuestras fuerzas como pueblo: que no haya disminución entre nosotros.

El pueblo de Israel salió de Egipto cantando y dispuesto a responder a estos retos a través de todas sus generaciones. Ni siquiera el Holocausto Hitleriano pudo hacerles cambiar de opinión.

Añadimos a esto que hay que salir dispuestos a imitar a Jesucristo, provocando a aquellos que no han podido experimentar lo que nosotros hemos vivido. Tenemos que hacerlo al mismo tiempo que procuramos la unidad en el pueblo, detrás del propósito de Dios.
¿Cómo hemos de responder nosotros?
Referencias

[1] Algunas de estas aseveraciones forman parte de la publicación de El Heraldo del 10 de mayo de 2020. El Heraldo es nuestra publicación institucional.
[2] A New Reading of Shiphrah and Puah – Recovering their Voices, publicado en Feminist Theology 2018, Vol. 27(1) 9–25 © The Author(s) 2018 Article reuse guidelines: sagepub.com/journals-permissions DOI: 10.1177/0966735018789129 journals.sagepub.com/home/fth, Rosalind Janssen.
[3] Epigraphic Survey (1970) Medinet Habu, VIII: The Eastern High Gate with Translations of Texts. Chicago, IL: University of Chicago. Citado así en la página 15 del documento anterior.
[4] http://www.bu.edu/articles/2020/who-was-howard-thurman/
[5] https://www.umnews.org/en/news/all-lives-matter-a-lesson-from-hebrew-midwives4
[6] http://www.faraboverubiescollection.com/blog/lessons-from-shiphrah-and-puah-on-the-benefits-of-fearing-god

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