Reflexiones de Esperanza: Enseñanzas en la cueva- 10ma parte

Las experiencias de David en la cueva de Adulam nos han permitido analizar el tercer salmo escrito  en ese lugar: el Salmo 34. El proceso de transformación que este hombre experimentó allí (salmos 142 y 57) nos ha permitido examinar cómo se trasciende del desaliento, el coraje y la desesperanza a la disposición de adorar al Señor en todo tiempo. Veamos lo que dicen los primeros versos del Salmo 34:

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“1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca. 2 En Jehová se gloriará mi alma; Lo oirán los mansos, y se alegrarán. 3 Engrandeced a Jehová conmigo, Y exaltemos a una su nombre. 4 Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores. 5 Los que miraron a él fueron alumbrados, Y sus rostros no fueron avergonzados.”  (Sal 34:1-5, RV 1960)

Ya hemos visto que la transformación que este hombre ha experimentado le ha llevado a ponerse de pie en la cueva y a internalizar que todo tiempo es bueno para adorar a Dios. David nos ha permitido conocer que esto es un proceso decisional. En otras palabras, es uno el que decide si quiere seguir postrado en la cueva del asilamiento y del distanciamiento, lamentándose y quejándose, o si se quiere estar de pie, adorando a Dios.

El salmista nos dice que él aprendió en la cueva de Adulam que Dios merece ser adorado y reverenciado en todo tiempo. Estar de rodillas ante el Eterno es el mejor lugar en el que podemos estar en cualquier momento.

La literatura del Antiguo Testamento es rica en el uso de expresiones que utilizan el concepto del tiempo. Una de las más conocidas es la que encontramos en el capítulo 18 del libro de Génesis:

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“10 Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. 11 Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. 12 Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo? 13 Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? 14 Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo.” (Gn 18:10-14, RV 1960)

Esta frase, “según el tiempo de la vida,” ha sido interpretada por algunos biblistas como que le estaban garantizando a Sara que ella tendría vida y salud para ver el cumplimiento de la promesa; ella sería la madre de un hijo.[1] Otros exégetas bíblicos han traducido esta frase relacionándola con los ciclos anuales de la vida[2]. Siendo esto así, esa frase dice literalmente que Sara daría a luz el año entrante.[3]

Dios tiene un plan perfecto, con un tiempo señalado para el cumplimiento de sus promesas. Es por esto que Pablo le dijo a la Iglesia en Roma que todas las cosas obran para bien para aquellos que amamos al Señor  (Rom 8:28). Tal y como dice un coro antiguo, “todo es mejor en el tiempo del Señor.”

Hay muchas frases en la Biblia que son similares a la que usó el Señor con Sara. Estas frases nos permiten desarrollar una interpretación acertada acerca de lo que David puede estar diciendo cuando se refiere a adorar a Dios en todo tiempo. A continuación algunos ejemplos:

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“y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia.” (Sal 37:39b)
“8 Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Selah”  (Sal 62:8)
“13 Pero yo a ti oraba, oh Jehová, al tiempo de tu buena voluntad;” (Sal 69:13a)

Es muy importante comprender que los Judíos han identificado al menos 28 tiempos o temporadas (“ʽêth”, H6256) en la vida de los seres humanos. Veamos lo que dice el libro de Eclesiastés (“Koheles”) al respecto:

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“2 de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; 3 tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; 4 tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; 5 tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; 6 tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; 7 tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; 8 tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.”  (Ecl 3:2-8)

Conociendo estos 28 tiempos podemos concluir que el salmista está entonces diciendo que hay que decidir adorar a Dios en los momentos en los que celebramos los nacimientos y en los momentos en los que enfrentamos la muerte. Hay que adorar a Dios en los momentos en que plantamos y en aquellos que se nos pide arrancar lo plantado. Hay que adorar a Dios en los momentos en los que enfrentamos las tragedias de salud y en aquellos en los que experimentamos la curación. Hay que adorar a Dios en los momentos en los que vemos la destrucción de aquello que valoramos y en los momentos en los que podemos construir nuevas cosas.

David decide en la cueva de Adulam que hay que adorar a Dios en los momentos para llorar, y los momentos para reír, en los momentos para estar de luto así como en momentos para estar de fiesta. Hay que decidir adorar a Dios en los momentos para esparcir piedras y en los momentos para recogerlas, en los  momentos en que abrazamos y en los momentos de separación. Hay que adorar a Dios en los momentos en los que tenemos las oportunidades para intentar y en aquellos en los que tenemos que desistir. Tenemos que decidir que vamos a adorar a Dios en los momentos en los que podemos guardar y en aquellos en los que se nos exige tirar. Hay que adorar al Señor en los momentos para rasgar y en los momentos para coser, en los momentos para callar y en los momentos para hablar.

Hay que adorar al Señor en los momentos en los que experimentamos que somos amados, así como en aquellos en los experimentamos que somos aborrecidos. Hay que decidir adorar a Dios en los momentos de conflicto, de guerra y de lucha, así como en los momentos de paz.
Esta es la adaptación de la versión Dios Habla Hoy de este pasaje. Todos estos momentos son tiempos en los que tenemos que decidir ir de rodillas a adorar al Señor. ¡Hay que adorar al Señor en todo tiempo!

Hay un dato muy interesante en toda esta historia que no hemos considerado. David llegó a esa cueva con la espada de Goliat (1 Sam 21:8-10). Con esa espada él llega a la ciudad de Gat a ver a Aquis, el rey de los filisteos. Las leyendas judías destacan que Goliat y sus hermanos formaban parte del equipo de seguridad de ese rey. Podemos imaginar la reacción de los Filisteos al ver al paladín que mató a uno de sus héroes. Podemos imaginar las reacciones de ellos al ver la espada del paladín derrotado en las manos de un enemigo. Es de esa ciudad que David decide huir y esconderse en la cueva de Adulam.[4]

Es obvio que la fama no le sirvió de mucho a este hombre ante la persecución que estaba experimentando. Es obvio que la espada de Goliat tampoco pudo evitar que este hombre acabara en esa cueva. ¿Para qué sirvió esta espada en la cueva? ¿De qué sirvió la fama de David en ese lugar? ¿De qué sirvió su curriculum vitae en la cueva de Adulam?

Hay momentos en la vida en los que Dios permite que nosotros tengamos que enfrentar situaciones que no pueden ser superadas con las historias de éxito que hemos acumulado. Hay momentos en la vida en los que Dios permite que enfrentemos situaciones en las que no son efectivas las armas con las que hemos vencido en otras ocasiones. ¿De qué sirven esas herramientas en nuestras cuevas?

Una vez transformado, David nos deja atisbar algunas de las respuestas que existen para las preguntas anteriores. En primer lugar él nos hace saber que uno no adora la fama ni las herramientas que uno haya adquirido en el camino. Adoramos al Señor.
El segundo verso del salmo 34 también nos permite extrapolar otras respuestas para las preguntas formuladas en los párrafos anteriores.

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“2 En Jehová se gloriará mi alma;” (Sal 34:2a)

Esa frase dice directamente que David decidió jactarse en el Señor[5]. ¿Por qué usa David esa frase? ¿Qué quiere decir él cuando expresa que se va a jactar en el Señor? El estudio de la Palabra de Dios nos lleva a encontrar algunos instantes en los que David fue presentado y reconocido de forma rimbombante, como un héroe, como una estrella en desarrollo. Una de ellas es la primera vez que David es insertado para las labores en la vida del palacio del rey Saúl. Podemos leer allí que su hoja de servicio es una encomiable:

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“18 Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él. 19 Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: Envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas.”  (1 Sam 16:18-19)

Las canciones que se escuchaban cuando David comenzó su ascenso en los escalafones de la sociedad gobernante en Israel nos permiten apreciar un poco más acerca de la fama que él había estado adquiriendo:

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“7 Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles, Y David a sus diez miles. 8 Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino.”  (1 Sam 18:7-8)

Basta considerar que David pudo haber recordado todas estas experiencias mientras se encontraba en la cueva de Adulam. Este hombre también debió haber mirado la espada con la que él mató a Goliat. A renglón seguido debió haberse preguntado para qué servían estas cosas mientras él tenía que estar, sin remedio alguno, escondido en una cueva, en cuarentena, en aislamiento.

Es aquí que él decide expresar que en lo único que se puede jactar es en que él le pertenece al Señor. Lo único que le puede devolver el sentido a su vida, a su alma, es saber que él puede adorar al Señor.

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“Solo en el Señor me jactaré; que todos los indefensos cobren ánimo. 3 Vengan, hablemos de las grandezas del Señor; exaltemos juntos su nombre. 4 Oré al Señor, y él me respondió; me libró de todos mis temores. 5 Los que buscan su ayuda estarán radiantes de alegría; ninguna sombra de vergüenza les oscurecerá el rostro.”    (Sal 34:2-5 NTV)

Dicho de otra manera, la cueva de Adulam le devolvió la humildad a David.

Nuestras cuevas, nuestros aislamientos tienen que devolvernos la humildad. Luego de haber experimentado nuestra fragilidad como seres humanos, no nos quedan muchas opciones. ¡De qué sirven nuestros títulos y nuestras capacidades ante un virus invisible que ha hecho colapsar las economías y ha producido miedo en los hombres de ciencia más versados del planeta! ¡Para qué sirven nuestras riquezas y posiciones de prestigio frente a un organismo microscópico que no discrimina entre pobres y ricos, fuertes y débiles o entre negros y blancos!
Las únicas opciones reales que esta pandemia nos ha dejado es la de aceptar con humildad que necesitamos del Señor y que nos necesitamos los unos a los otros. La primera opción real nos tiene que llevar a nuestras rodillas, a adorar a Dios y a reconocer que solo Él es Dios. Esa opción nos tiene que llevar a comprometernos con que vamos a revisar nuestros estilos de vida como individuos, como familias y como seres humanos en el planeta. Tenemos que hacernos responsables de esos cambios.

La segunda opción es recogida por David en los llamados que les hace a aquellos que están con él en esa cueva:

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“Lo oirán los mansos, y se alegrarán. 3 Engrandeced a Jehová conmigo, Y exaltemos a una su nombre. 4 Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores. 5 Los que miraron a él fueron alumbrados, Y sus rostros no fueron avergonzados.”   (Sal 34:2b-5)

  • Tenemos que asegurarnos que haya alguien que escuche que hemos sido transformados.
  • Tenemos que asegurarnos de alguien comparta con nosotros esa experiencia.
  • Tenemos que procurar que haya unidad en ese propósito.
  • Tenemos que procurar que la gente entienda que hay luz disponible para todos aquellos que buscan del Señor en medio de la oscuridad de una cueva.

Todo esto y mucho más formará parte de nuestra próxima reflexión.
Referencias

[1] Calvin, J., & King, J. (2010). Commentary on the First Book of Moses Called Genesis (Vol. 1, p. 473). Bellingham, WA: Logos Bible Software.
[2] Lange, J. P., Schaff, P., Lewis, T., & Gosman, A. (2008). A commentary on the Holy Scriptures: Genesis (p. 434). Bellingham, WA: Logos Bible Software.
[3] Rosscup, J. E. (2008). An Exposition on Prayer in the Bible: Igniting the Fuel to Flame Our Communication with God (pp. 46–47). Bellingham, WA: Lexham Press.
[4] Tehillim: A new translation with a commentary anthologized from Talmudic, Midrashic and Rabbinic Source,
Overview by Rabbi Avrohom Chaim Feuer, Vol. 1, pp. 405-419. Mesorah Publications, LTD, 2013.
[5] A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, William Gesenius, Translated by Edward Robinson (1829), 225.

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