Reflexiones de Esperanza: Enseñanzas en la cueva- Parte 15: La confianza puesta en el Señor[1]

Hay varios temas que son recurrentes en la Palabra de Dios. Son temas que se convierten en escenarios en los que acostumbramos ver las manifestaciones majestuosas de la fidelidad de Dios, de su misericordia, de su bondad, de su santidad y de su justicia. El tema de la confianza en el Señor es uno de ellos.

El Salmo 34 es un vivo ejemplo de esto. Es un secreto a voces que una de las escuelas que se ensambló en la cueva de Adulam fue la escuela de la confianza; aprender a confiar, a descansar, a reposar y a esperar en el Señor. No debe haber dudas de que esta es una de las escuelas más intensas a la que podemos asistir en la vida. De hecho, David cierra el Salmo 34 con unas expresiones que recogen lo antes dicho:

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“22 Jehová redime el alma de sus siervos, Y no serán condenados cuantos en él confían.” (Sal 34:22)

Dios quería que David aprendiera a confiar en Él porque el Todopoderoso sabía que la vida de este hombre estaría llena de experiencias muy difíciles una vez él saliera de esa cueva. David saldría de esa cueva a enfrentar problemas familiares severos, como en el caso de sus hijos (Amnón, Tamar, Absalón y Adonías). También enfrentaría  problemas provocados por sus debilidades, como en el caso de Betsabé. David tendría que enfrentar crisis provocadas por su orgullo, como en el caso del censo y otras tantas dificultades que se desataron a causa de sus enemigos. Las soluciones para todas estas situaciones requerirían que este siervo de Dios pudiera ser capaz de confiar en el Señor, mucho más que en sus capacidades para matar gigantes o para acabar con fieras amenazantes.

Es por esto que Dios había permitido que David llevara la espada de Goliat a esa cueva. Al mirarla con alguna frecuencia debió haber concluido que hay situaciones que no podemos enfrentar con las herramientas que poseemos. Sabemos que hay situaciones que hemos sido llamados a resolver con nuestras herramientas y nuestras armas. También sabemos que hay otras en las que la solución correcta y adecuada es confiar en el Señor.

La confianza puesta en el Señor es la que nos anima a pedir sin reservas y sin temor alguno, porque sabemos que Dios nos oye:

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“14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. 15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Jn 5:14)

Fue la confianza la que provocó que Bartimeo pudiera ser sano de la vista:

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“46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. 47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! 49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50 Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. 51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. 52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino”   (Mcs 10:46-52)

Hay que enfatizar que nosotros, los que creemos en Cristo, sabemos que nuestra confianza en Dios está mediatizada por Cristo: que confiados en Dios por medio de Cristo es que estamos seguros.

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“4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, más el espíritu vivifica.”   (2 Cor 3:4-6)

También afirmamos que esa confianza emana de saber que vivir es Cristo y morir es ganancia:

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“19 Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, 20 conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. 21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.”    (Fil 4:19-21)

De igual modo, sabemos que esa confianza hay que retenerla hasta el fin (Heb 3:14) y que no podemos perderla, porque esto es sinónimo de perder el galardón celestial (Heb 10:35). Además, perder esa confianza representa vergüenza en el día de la venida del Señor (1 Jn 2:28) y ella es la que nos puede ayudar a mantenernos de pie en el día del juicio de las obras el creyente (2 Cor 5:10).

El hebreo bíblico es muy rico en el uso de expresiones que subrayan la importancia y el lugar de prominencia que posee la confianza en el Señor en la vida de los creyentes. Es de estas expresiones que se deprenden las diferentes dimensiones bíblicas de la confianza que están a la disposición de los que servimos al Señor. En algunos casos se trata de la capacidad para creer que el Señor nos sustenta y nos sostiene (“sâmak”,  H5564). Lo encontramos así en 2 Crónicas 32:8, y de igual manera en los siguientes salmos:

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“5 Yo me acosté y dormí, Y desperté, porque Jehová me sustentaba.” (Sal 3:5)
“17 Porque los brazos de los impíos serán quebrados; Mas el que sostiene a los justos es Jehová.”  (Sal 37:17)
“24 Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, Porque Jehová sostiene su mano.”  (Sal 37:24)
“12 Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.” (Sal 51:12)

En otros casos hablar de confianza se trata de hablar de los resultados que produce la esperanza que Dios nos ha regalado (“shâkab”, H7901):

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“13 Si tú dispusieres tu corazón, Y extendieres a él tus manos; 14 Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, Y no consintieres que more en tu casa la injusticia, 15 Entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, Y serás fuerte, y nada temerás; 16 Y olvidarás tu miseria, O te acordarás de ella como de aguas que pasaron. 17 La vida te será más clara que el mediodía; Aunque oscureciere, será como la mañana. 18 Tendrás confianza, porque hay esperanza; Mirarás alrededor, y dormirás seguro. 19 Te acostarás, y no habrá quien te espante; Y muchos suplicarán tu favor.”    (Job 11:13-19)

En otros casos la confianza es presentada como un refugio (“bâṭach”, H982) y como un seguro (“mibṭâch”, H4009).

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“1 Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. 2 Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. 3 Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová. 4 Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza, Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira.” (Sal 40:1-4)

Los escritores del Antiguo Testamento nos indican que el temor del Señor, que es como un manantial de vida, es la fuente de esa confianza (Prov 14:26-27). Además, nos dejan saber que la confianza es la fuente de nuestra fortaleza. Veamos lo que dice el profeta Isaías acerca de esto:

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“15 El Señor, el Dios Santo de Israel, dice: «Vuelvan, quédense tranquilos y estarán a salvo. En la tranquilidad y la confianza estará su fuerza.» Pero ustedes no quisieron.” (Isa 30:15, Dios Habla Hoy)

Ahora bien, hay un concepto hebreo que también se traduce como confianza. Este concepto (“châsâh”, H2620) se utiliza para describir la confianza como un lugar al que uno huye porque reconoce que en este hay esperanza y protección. Cualquier parecido con nuestras “cuevas” para el aislamiento o las cuarentenas de esta época, es pura “casualidad.” Repasemos algunos pasajes bíblicos que lo utilizan para que nos podamos familiarizar con este:

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“11 Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes. 12 Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.” (Rut 2:11-12)
“3 Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío; de violencia me libraste…. 31 En cuanto a Dios, perfecto es su camino, Y acrisolada la palabra de Jehová. Escudo es a todos los que en él esperan.”  (2 Sam 22:3, 31)
“11 Pero alégrense todos los que en ti confían; Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; En ti se regocijen los que aman tu nombre. ”  (Sal 5:11)

“1 En Jehová he confiado; ¿Cómo decís a mi alma, Que escape al monte cual ave? 2 Porque he aquí, los malos tienden el arco, Disponen sus saetas sobre la cuerda, Para asaetear en oculto a los rectos de corazón. 3 Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo? 4 Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; Sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres.”      (Sal 11:1-4)
“4 Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad. 5 No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día, 6 Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya.”     (Sal 91:4)

La lectura del Salmo 34 nos permite identificar qué estrategias usó Dios en la cueva de Adulam  para desarrollar la confianza de David. David aprendió a confiar en el Señor porque Dios le demostró en esa cueva que Él es capaz de producir las siguientes bendiciones en aquellos que confían en Él:

  • alegrar a los mansos (a los pobres y a los deprimidos)- v. 2
  • librarnos de los temores- v. 4
  • alumbrarnos en medio de la cueva- v.5
  • no permitir que seamos avergonzados- v. 5
  • librarnos de todas las angustias- v. 6
  • hacer un campamento alrededor nuestro para protegernos- v.7
  • garantizar que nada nos faltará- v. 9
  • garantizar que no tengamos carencia de bien alguno- v. 10
  • fijar sus ojos y sus oídos sobre nosotros- v. 15
  • escucha el clamor de los justos- v. 17
  • salir al auxilio de los quebrantados de corazón y contritos de espíritu- v. 18
  • librarnos de todas nuestras angustias- v. 19
  • guardar nuestros huesos- v. 20
  • salvar a todos los que en Él confían- v. 22

Estoy seguro de que los lectores de esta reflexión han vivido experiencias en esta temporada de aislamiento que les permiten afirmar la experiencia de David en la cueva de Adulam. Estas experiencias se han convertido en testimonios similares o más intensos que los que vivió el futuro rey de Israel. Sabemos que entramos a nuestras cuevas en el mes de marzo con muchas preguntas y un alto grado de incertidumbre. Y allí, en medio de las crisis mundiales que ha desatado esta pandemia, hemos podido experimentar cómo es que el Señor ha hecho aumentar nuestra confianza en Él.

Llegamos a nuestras cuevas con la idea de que estas serían nuestro refugio y descubrimos allí que nuestro refugio es Jehová, el Dios de Jacob (Sal 46:7,11).

¿Para qué Dios ha permitido todo esto? Nuestro Señor  y Dios conoce que el momento de la salida de nuestras cuevas no significa que nos estaremos separando de nuestras realidades. Todo lo contrario: el final de nuestro período de aislamiento traerá consigo muchas de las realidades que conocemos y otras tantas que serán completamente novedosas.

Las probabilidades de encontrar dificultades familiares, económicas, provocadas por nuestras debilidades y por lagunas en nuestro carácter serán siempre altas. Lo que habrá de marcar la diferencia será que la confianza en el Señor que hemos desarrollado nos ayudará a enfrentarlas sin perder el corazón conforme al Señor que Dios ha desarrollado en nosotros.
La clave para poder vivir una vida victoriosa en medio de todo lo novedoso e incierto que podemos encontrar en el camino es confiar en el Señor.

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“3 Confía en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. 4 Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón. 5 Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará. 6 Exhibirá tu justicia como la luz, Y tu derecho como el mediodía.”    (Sal 37:3-6)

Las promesas del Señor están absolutamente vinculadas a nuestra decisión de confiar en el Señor:

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“7 Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. 8 Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.”  (Jer 17:7)

Después de todo, es en el Salmo 34 que David nos recuerda que no importa lo que pueda acontecer dentro o fuera de la cueva, aquellos que confían en el Señor son dichosos (Sal 34:8)
Referencias

[1] Todas las citas bíblicas incluidas provienen de la versión Reina Valera de 1960, con la excepción de la cita de Isa 30:5.

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