Reflexiones de Esperanza: Alabanzas para el alma: oraciones que nos hacen cantar (Los Salmos – Parte 2)

El libro de los Salmos ha servido como un lugar de refugio para la mayoría de los Cristianos a través de todas las épocas de la Iglesia. Martín Lutero decía en su libro “The Summaries of the Psalms” (publicado en 1531) que él veía a Cristo en ellos, veía profecía, instrucción, confort, gratitud, y oración. Esta última, decía él, son oraciones que nadie puede ofrecer, a menos que esté cubierto por la gracia y el perdón. Añadía él que dado el hecho de que la gracia y el perdón son dones que recibimos a través de Cristo, entonces los salmos nos revelan a Cristo.

El pueblo de Israel también ha encontrado refugio en los salmos desde muy temprano en su historia. Los estudiosos de este tema en Israel han dicho que el secreto clave para entenderlos se encuentra en la metáfora del arpa y la lira.[1] Mientras más fuertes se halen sus cuerdas, más fuerte será el sonido de sus cuerdas; su resonancia será mayor. Para descubrir el secreto del alma de David, hay que prestar atención a cómo se trabaja con el arpa y con la lira. El alma puede estar sumida en dolores, llantos, penurias, tribulaciones, ansiedades, temores o aflicción. Es entonces que el salmista decide hacer lo siguiente:

"
Dios mío, mi corazón está firme. He tomado una decisión: Te cantaré y alabaré. 8 Despierta, alma mía. Arpa y lira, ¡despierten! Despertaré el nuevo día. (Sal 57:9, PDT)

El salmista decía que sus ojos podían estar cansados de llorar (Sal 6:7 PDT), gastados de sufrir (RV 1960) a causa de sus penas y de sus enemigos, pero él estaba seguro de que el Señor escucharía y recibiría su oración (vs 9). Lo que hace aún más interesante esta afirmación es que el concepto que se traduce como oración en el verso nueve (9) de ese salmo es el concepto “tephillâh” (H8605). Ese concepto significa himno o súplica, intercesión que se canta. O sea, que el salmista decidió cantar sus oraciones.

Esta es una de las razones por la que hemos seleccionado el libro de los salmos para trabajar con otra clase de pandemia que nos está atacando este tiempo. Se trata del síndrome de la quemazón (“burnout”) y de la fatiga por compasión o desgaste por empatía.

Hay que destacar que estos síndromes pueden parecerse, pero son distintos. Es por esto que hace falta que comencemos a exponernos a algunas definiciones. Nuestros amigos de la Universidad Ana G. Méndez (UAGM) han provisto un módulo de instrucción para la educación sobre este tema. Este módulo forma parte de su Escuela de Estudios Profesionales y Educación Continua. A continuación la definición del Síndrome de Quemazón que ellos proveen:

"
“El Síndrome de Quemazón es un padecimiento que consiste en la presencia de una respuesta prolongada de estrés en el organismo ante los factores estresantes emocionales e interpersonales que se presentan en el trabajo, que incluye fatiga crónica, ineficacia y negación de lo ocurrido. Se suele presentar en aquellas situaciones laborales en las que los excesivos niveles de exigencia ya se han vuelto un hábito inconsciente e incluso socialmente valorado. El Síndrome de Quemazón  lo padecen las personas altamente calificadas y comprometidas, en las que los intereses profesionales predominan sobre los intereses personales. Chernis (1980) es uno de los primeros autores que enfatiza la importancia del trabajo como antecedente, en la aparición del “Burn Out” y lo define como “cambios personales negativos que ocurren a lo largo del tiempo en trabajadores con trabajos frustrantes o con excesivas demandas”. Este concepto estaría vinculado a un triple proceso:
1. Desequilibrio entre demandas en el trabajo y recursos individuales (estrés).
2. Respuesta emocional a corto plazo, ante el anterior desequilibrio, caracterizada por ansiedad, tensión, fatiga y agotamiento.
      3. Cambios en actitudes y conductas (afrontamiento defensivo).[2]

Hay que añadir que este síndrome ha trascendido los lugares de trabajo y ha penetrado en nuestros hogares.

El documento citado describe que algunos aspectos fundamentales que pueden presentarse como parte de la sintomatología del burnout son un fuerte sentimiento de impotencia, el cansancio, el insomnio, dolor de cabeza, mareos, dolores musculares, trastornos digestivos, infecciones, manchas o afecciones en la piel, trastornos respiratorios y/o trastornos circulatorios.[3]

Por otro lado, la fatiga por compasión ha sido descrita como el costo de cuidar a otros en medio de sus dolores emocionales y/o físicos (Figley, 1985).[4] Este se caracteriza por un profundo agotamiento emocional y físico y en unos cambios pronunciados en las capacidades y las habilidades del proveedor de cuidado para sentir empatía por sus pacientes, las personas que ama y sus compañeros de trabajo. A esto hay que añadir un aumento en el cinismo en el trabajo, la pérdida del disfrute de su carrera  y eventualmente la depresión, el estrés traumático secundario y/o enfermedades relacionadas al estrés.

Uno de los aspectos más insidiosos o dañinos de la Fatiga por Compasión es que ataca el corazón o el centro de aquello que nos conduce al trabajo; la empatía y la compasión por los demás.

Hacemos énfasis en que estos síndromes requieren ser atendidos. En la mayoría de las ocasiones, con la asistencia de un profesional de la salud.

Estamos convencidos de que el libro de los salmos provee unos recursos extraordinarios para trabajar con estos síndromes y con sus sintomatologías. El objeto de estas reflexiones son la  identificación y las aplicaciones de esas herramientas que proveen los salmos.

Hemos visto que los síntomas provocados por estos síndromes pueden producir mucha angustia. En ocasiones se puede experimentar como si Dios nos hubiera abandonado. Esta es una de las razones por la que los salmos nos pueden ayudar en esta tarea. El alma necesita recuperar sus sonidos y sus cuerdas necesitan resonancia. O como decía el salmista:

"
2 Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado? ¿Por qué andaré  enlutado por la opresión del enemigo? 3 Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; Me conducirán a tu santo monte, Y a tus moradas. 4 Entraré al altar de Dios, Al Dios de mi alegría y de mi gozo; Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío. 5 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí?  (Sal 43:2-5, RV 1960)

Este salmo dice que el salmista se sentía desechado por Dios, enlutado a causa de la opresión que experimentaba. Además, el salmista dice que necesitaba luz y dirección, como si hubiera estado experimentando oscuridad y confusión. Su alma estaba abatida (“shâchach”, H7817), deprimida, hundida y experimentaba turbación (“hâmâh”, H1993), conflicto, guerra, llanto en alta voz. Su medicina y su respuesta fue buscar el arpa y entrar a la casa del Señor.

¿Cuánto parecido hay entre esta descripción de síntomas y los síndromes con los que estamos trabajando? Hay que conseguir que suene el arpa. El alma tiene que acercarse a estas oraciones que se cantan.

Otro ejemplo lo tenemos en las declaraciones que el salmista hace en el Salmo 71:

"
20 Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, Volverás a darme vida, Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra. 21 Aumentarás mi grandeza, Y volverás a consolarme. 22 Asimismo yo te alabaré con instrumento de salterio, Oh Dios mío; tu verdad cantaré a ti en el arpa, Oh Santo de Israel. 23 Mis labios se alegrarán cuando cante a ti, Y mi alma, la cual redimiste.   (Sal 71:20-23)

El salmista dice aquí que él creía que era Dios el que le había hecho ver muchas cosas malas (“râʽâh”, H7451), aflicciones, adversidades, desastres, lastimaduras y/o injusticias, además de problemas (“tsârâh”,H6869), o pecho apretado. Su medicina fue alabar con instrumento y cantar la verdad del Señor con el arpa.

En esta reflexión comenzaremos a trabajar con uno esos salmos; sin duda alguna unos de los más amados de todos: El Salmo 23.

1 Jehová es mi pastor; nada me faltará. 2 En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. 3 Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. 4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. 5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. 6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.  (Salmo 23, RV 1960)

Este salmo es uno de los pasajes bíblicos más estudiados de la historia. Este salmo ha inspirado una cantidad inenarrable de ensayos, publicaciones y toda clase de escritos. Uno de los escritos más extraordinarios es el de Harold S. Kushner. Este escritor enfatiza que este salmo demuestra, entre muchas cosas, que Dios nunca nos prometió que la vida sería justa. Lo que Dios prometió es que no estaríamos solos en ninguna de las ocasiones en que tuviésemos que enfrentar las injusticias que hay en la vida. Dios prometió que estaría con nosotros.[5]

Hemos decidido que el análisis y las aplicaciones que provee este salmo sea presentado desde la siguiente perspectiva: “La vida ante los perfectos que provee Dios.” A continuación presentamos un breve bosquejo que debe servirnos como “pie de amigo” para nuestras próximas reflexiones:

Los perfectos del Salmo 23
  • Dios Perfecto: Jehová
  • Guardador Perfecto: es mi pastor;
  • Satisfacción Perfecta: nada me faltará
  • Provisión Perfecta:  En lugares de delicados pastos
  • Orden Perfecta: me hará
  • Descanso Perfecto: descansar;
  • Paz perfecta: Junto a aguas de reposo
  • Guianza Perfecta: me pastoreará.
  • Restauración Perfecta:  Confortará (Renueva -Restoreth)
  • Identidad Perfecta: mi alma;
  • Dirección Perfecta: Me guiará
  • Santidad Perfecta: por sendas de justicia
  • Razón Perfecta: por amor de su nombre (haciendo honor a su nombre: DHH).
  • Confianza Perfecta:  Aunque ande en valle de sombra de muerte,
  • Protección Perfecta: No temeré mal alguno,
  • Compañía Perfecta: porque tú estarás conmigo;
  • Defensa Perfecta: Tú vara
  • Ayuda Perfecta: tu cayado
  • Motivación Perfecta: me infundirán aliento.
  • Preparación/Orden Perfecto:  Aderezas
  • Comida Perfecta: mesa
  • Presencia/público Perfecto: delante de mí
  • Oportunidad Perfecta: en presencia de mis angustiadores;
  • Unción perfecta: Unges mi cabeza con aceite;
  • Gozo Perfecto: mi copa está rebosando.
  • Seguridad Perfecta: Ciertamente
  • Benevolencia Perfecta: el bien y
  • Compasión Perfecta: la misericordia
  • Gracia Perfecta: me seguirán
  • Espacio-tiempo Perfecto: todos los días de mi vida,
  • Morada Perfecta: Y en la casa de Jehová moraré
  • Tiempo Perfecto: por largos días.

Les invitamos a leer este salmo una y otra vez ayudados por este bosquejo. Además, les sugerimos que realicen anotaciones de todas sus conclusiones. Esto les podrá ayudar a comparar sus hallazgos con lo que estaremos compartiendo acerca de este salmo. Un detalle clínico, es que ese ejercicio, el de escribir de forma reflexiva forma parte de las herramientas para superar las sintomatologías provocadas por los síndromes que estamos manejando a través de estas reflexiones.

Les invitamos a que permitan que sus arpas canten, que sus almas decidan levantar alabanzas al Señor. Hagan suyas las palabras de los salmistas y decidan hacer resonar sus almas con oraciones que se cantan para el Señor.
Referencias

[1] Tehillim: A new translation with a commentary anthologized from Talmudic, Midrashic and Rabbinic Source,    Overview by Rabbi Avrohom Chaim Feuer, Vol. 1 p xxxv. Mesorah Publications, LTD, 2013.
[2] https://continua.uagm.edu/wp-content/uploads/2019/12/MODULO-SINDROME-QUEMAZON.pdf
[3] Ibid.
[4] Figley, C.R. (Ed.). (1995) Compassion fatigue: Coping with secondary traumatic stress disorder in those who treat the traumatized. New York: Brunner/Mazel.
[5] Kushner, Harold S.. The Lord Is My Shepherd (p. 3). Knopf Doubleday Publishing Group. Kindle Edition.

No Comments


Categories

Archive

 2024
 2023

Recent

Tags