Reflexiones de Esperanza: Alabanzas para el alma: oraciones que nos hacen cantar “La vida ante los perfectos que provee Dios.” (Parte 22)

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6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Sal 23:5-6)

El análisis del verso seis (6) del Salmo 23 nos ha permitido estudiar el significado del “bien” del Señor que ofrecen varios escritores bíblicos. El profeta Jeremías ha sido el más reciente de estos. Su definición del bien del Señor, la que aparece en el capítulo 33 de su libro nos ha cautivado:

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6 He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. 7 Y haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel, y los restableceré como al principio. 8 Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron. 9 Y me será a mí por nombre de gozo, de alabanza y de gloria, entre todas las naciones de la tierra, que habrán oído todo el bien que yo les hago; y temerán y temblarán de todo el bien y de toda la paz que yo les haré. 10 Así ha dicho Jehová: En este lugar, del cual decís que está desierto sin hombres y sin animales, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que están asoladas, sin hombre y sin morador y sin animal, 11 ha de oirse aún voz de gozo y de alegría, voz de desposado y voz de desposada, voz de los que digan: Alabad a Jehová de los ejércitos, porque Jehová es bueno, porque para siempre es su misericordia; voz de los que traigan ofrendas de acción de gracias a la casa de Jehová. Porque volveré a traer los cautivos de la tierra como al principio, ha dicho Jehová.  (Jer 33:6-11)

¡Qué hermosa es esta definición del bien del Señor que este profeta nos regala! Saber que este es el bien que nos sigue todos los días de nuestra vida, como dice el salmista en el Salmo 23, llena el corazón de alegría y de gratitud.

Sin embargo, hay otro acercamiento que este profeta hace a este concepto. Está claro para el profeta que el bien del Señor hay que “mirarlo” con los ojos de la fe, apuntando al plan de Dios y no a nuestra realidad inmediata. Jeremías nos dice que es una verdad incuestionable que cuando Dios nos dice que clamemos porque Él va responder (Jer 33:3), lo hace sabiendo que es el bien del Señor que ya está dispuesto para nosotros como parte del plan celestial.

Jeremías afirma que el COVID-19 no es la última palabra como tampoco lo fue el Flu Español de 1918-1919, ni la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), ni la crisis de los misiles (Oct. 1962). Ninguna de esas crisis se convirtió en una crisis permanente: ninguna de ellas reina. ¡Nuestro Señor reina eternamente!

El profeta nos ha dicho que el bien del Señor trae las siguientes bendiciones:

  1. Curación y salud (v.6).
  2. Disfrutar de paz y seguridad con honor (v.6).
  3. Cambiar la suerte de nuestro país (v.7).
  4. La reconstrucción que nos permite volver a ser como éramos antes de la crisis (v.7).
  5. Purificación de todos los pecados (v.8).
  6. Perdón de todas las maldades y rebeliones (v.8).
  7. Beneficios y prosperidad de la mano de Dios (v.9).
  8. Ser motivo de alegría, de honor y de gloria para Dios ante todo el planeta (v.9).
  9. Cantos de fiesta de alegría y cantos de novios (v.11).

Estas son las bendiciones, el bien del Señor que Dios ha prometido que nos seguirán todos los días de nuestras vidas.

Ahora bien, todo esto forma parte de lo que algunos exégetas bíblicos han clasificado como el discurso número 11 del profeta Jeremías[1]: los capítulos 32, 33 y el inicio del capítulo 34.
Jeremías nos regala otro acercamiento, otra lectura de lo que es el bien del Señor y de los resultados que este produce. Jeremías hace esto es el discurso anterior; los capítulos 30 y 31. Leamos lo que dice el capítulo 31 de su libro:

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11 Porque Jehová redimió a Jacob, lo redimió de mano del más fuerte que él. 12 Y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sion, y correrán al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas; y su alma será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor. 13 Entonces la virgen se alegrará en la danza, los jóvenes y los viejos juntamente; y cambiaré su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor. 14 Y el alma del sacerdote satisfaré con abundancia, y mi pueblo será saciado de mi bien, dice Jehová. 15 Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. 16 Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo. 17 Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra.  (Jer 31:11-17)

¡Correr al bien de Señor! Esto significa deleitarse en el favor del Señor (Dios Habla Hoy).

Sabemos que tenemos que detenernos a examinar este pasaje bíblico. Tenemos que examinar que significa correr al pan, correr al vino, correr al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas. Tenemos que examinar qué significado tiene el que el alma sea como huerto de riego. Tenemos que analizar esa promesa que nos dice que no habrá dolor.

Tenemos que analizar los resultados de ese bien que Dios ha prometido a través del salmista. Esos resultados incluyen que la virgen se alegrará en la danza, así como lo harán los jóvenes y los viejos. Tenemos que detenernos a analizar la promesa del Señor que dice que Él nos dará consuelo, que convertirá nuestro llanto en alegría, y que nos dará una alegría mayor que nuestro dolor (Dios Habla Hoy). Tenemos que analizar el resultado que produce esto en los sacerdotes y en el pueblo de Dios:

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haré que los sacerdotes coman los mejores alimentos y que mi pueblo disfrute en abundancia de mis bienes. Yo, el Señor, lo afirmo. (v. 14, Dios Habla Hoy).

Todo esto forma parte de los resultados del bien del Señor que Dios ha prometido que nos seguirán todos los días de nuestra vida. Esos resultados nos van a alcanzar porque vienen detrás de nosotros, nos persiguen (“râdaph”, H7291) todos los días de nuestras vidas.

Esos resultados incluyen que nuestro provenir no es uno sombrío y desalentador: hay esperanza para nuestro porvenir. Esa esperanza descrita aquí (“tiqvâh”, H8615) es literalmente como una cuerda de la que uno se agarra. El testimonio bíblico de Rahab en la ciudad de Jericó (Jos 2:17-21) lo utiliza para describir el cordón rojizo que ella ató a la ventana como señal para que su familia pudiera salvarse.

¡Hay esperanza! ¡Hay esperanza! Poseemos promesas hermosas de las que nos agarramos para sostenernos en lo que nos alcanza el bien del Señor que nos sigue.

Todo esto debe ser analizado. Sin embargo, no lo podemos hacer sin antes extasiarnos ante la belleza del principio de este discurso, de esta palabra profética. Estos versos anteriores al pasaje que hemos leído contextualizan el acercamiento al bien del Señor que nos regala el profeta:

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1 Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: 2 Así habló Jehová Dios de Israel, diciendo: Escríbete en un libro todas las palabras que te he hablado. 3 Porque he aquí que vienen días, dice Jehová, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo Israel y Judá, ha dicho Jehová, y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán. 4 Estas, pues, son las palabras que habló Jehová acerca de Israel y de Judá. 5 Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz…..  (Jer 30:1-5)
1 En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré por Dios a todas las familias de Israel, y ellas me serán a mí por pueblo. 2 Así ha dicho Jehová: El pueblo que escapó de la espada halló gracia en el desierto, cuando Israel iba en busca de reposo. 3 Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. 4 Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel; todavía serás adornada con tus panderos, y saldrás en alegres danzas. 5 Aún plantarás viñas en los montes de Samaria; plantarán los que plantan, y disfrutarán de ellas. 6 Porque habrá día en que clamarán los guardas en el monte de Efraín: Levantaos, y subamos a Sion, a Jehová nuestro Dios. 7 Porque así ha dicho Jehová: Regocijaos en Jacob con alegría, y dad voces de júbilo a la cabeza de naciones; haced oír, alabad, y decid: Oh Jehová, salva a tu pueblo, el remanente de Israel. (Jer 31:1-7)

Hay que detenerse a disfrutar de esas promesas. Hay que gozarse con ellas. Pero hay que hacerlo tomando en cuenta el contexto en el que Dios anuncia estas promesas. El Señor le dijo a Jeremías que escribiera en un libro todos los mensajes que Él le estaba dando, porque vendría un día en el que Dios recuperaría todo lo que se le arrebató a Su pueblo, a Israel y Judá. Dios le dijo a Jeremías que Él los traería de regreso a esa tierra, la tierra que Él les dio a sus antepasados para que la poseyeran. Lo que parecía imposible comenzó a ocurrir formalmente en el mes de mayo de 1948. Los Israelitas, los judíos de todas las tribus que pudieran existir volvieron a ser una nación reconocida en ese año. ¡Dios promete y cumple Sus promesas (2 Cor 1:17-22)

Dios le dijo a Jeremías esta palabra cuando el anuncio que aparecía en todos los muros de publicidad era uno de temblor, de espanto y no de paz. El mundo de esa época giraba alrededor del poder destructor de Babilonia. La muerte y la desolación eran las noticias del día. Fue allí que Dios prometió que esa noticia cambiaría. ¿Faltó el Señor a Sus promesas? ¡Jamás! Todas cada una de ellas se cumple.

Es aquí que Jeremías nos dice que el bien del Señor depende de la soberanía de Dios y no de lo que pueda estar ocurriendo. Es Dios revelándose en medio de las temporadas que producen temor, espanto y ausencia de paz. Es el Señor librándonos de un enemigo que es más fuerte que nosotros (v.11). Es Dios recordándonos que Él es nuestro Señor. Como dice la versión Dios Habla Hoy, es el Señor diciendo que Él decidió mostrarse bondadoso en nuestros desiertos, con el pueblo que escapó de la muerte, con el pueblo que procuraba un lugar de descanso en medio de la mortandad, la persecución y el dolor.

Es aquí que Jeremías nos dice que el bien del Señor depende del amor del Eterno y no de las calamidades que podamos estar sufriendo y de los embates que podamos estar experimentando. Es el amor de Dios que le lleva a aparecerse, a amarnos con amor eterno y a decidir que nos tratará con bondad. Es Dios prolongando su misericordia. Ese ese amor el que le lleva a prometernos que Él nos va a reconstruir y, como dice la versión Dios habla Hoy en el verso cuatro (4) de ese capítulo 31, que podamos regresar con panderetas a bailar alegremente.

Jeremías nos dice que el bien del Señor depende de los propósitos del Eterno:

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11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. 12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. (Jer 29:11-13, RV 1960)

Es por esto que se nos promete que volveremos a plantar viñedos, que podremos disfrutar del fruto de nuestras cosechas,  porque vendrá un día en que aquellos que ofrecen las noticias dirán que el tiempo del dolor y de la desesperación habrá acabado. Que podremos acercarnos a Sión, al Señor nuestro Dios; a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, donde se reúnen millares de ángeles para celebrar, y en donde también están reunidos los primogénitos de Dios, cuyos nombres están escritos en el cielo. Hemos llegado a donde está Dios, el juez de todos, y a donde están los espíritus que fueron aprobados y perfeccionados por él. Estemos junto a Jesús, quien trajo el nuevo pacto de Dios a la gente (Heb 12:22b-24a, PDT).

Es aquí que Jeremías nos dice que el bien del Señor cambiará el llanto en una canción. Jeremías afirma que Dios provocará que cantemos de gozo y alegría y que hagamos oír nuestras alabanzas diciendo que es que el Señor cumplió su promesa. El profeta declara que diremos que el Señor salvó a su pueblo.

Ese es el contexto en el que Jeremías nos regala ese nuevo acercamiento a lo que es el bien del Señor y de sus resultados. Este es el contexto en el que el profeta nos dice que correremos al bien del Señor. El profeta afirma que eso es lo que el Señor ha dicho (Jer 31:16).

Cerramos la primera parte de este análisis señalando que la expresión “correr al bien del Señor” establece varios carriles de interpretación. Basta que consideremos el concepto hebreo que se traduce aquí como correr para que nos convenzamos de esto. Ese concepto es “nâhar” (H5102). Este puede ser traducido como destellar, estar alegres, brillar, fluir, correr,  y hacer una asamblea, etc.

Este es un concepto que no se utiliza mucho en el Antiguo Testamento. El salmista lo usa en el Salmo 34 para describir los rostros de aquellos que miraron al Señor:

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5 Los que miraron a él fueron alumbrados, Y sus rostros no fueron avergonzados (Sal 34:5)

Así mismo lo utiliza el profeta Isaías, para describir el resplandor en el rostro de aquellos que ven el cumplimiento de la palabra profética que nos ha dado el Señor:

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5 Entonces verás, y resplandecerás; se maravillará y ensanchará tu corazón, porque se haya vuelto a ti la multitud del mar, y las riquezas de las naciones hayan venido a ti.   (Isa 60:5)

Ya hemos visto su uso como una reacción. Ahora veremos su uso como una acción física. El profeta Isaías también lo utiliza para describir esta acción, la de correr:

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2 Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. (Isa 2:2)

Este es el mismo uso que le da el profeta Miqueas:

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1 Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa de Jehová será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos.  (Miq 4:1)

A base de estos ejemplos podemos concluir que correr al bien del Señor describe la acción de no esperar a que nos alcance aquello que nos está siguiendo. También, describe la reacción que tienen todos aquellos que corren a ese bien: sus rostros resplandecen, son alumbrados. Han visto al Señor y el cumplimiento de Sus promesas.

¿Por qué sucede esto? La respuesta a esta pregunta forma parte de nuestra próxima reflexión. Mientras tanto, acepte esta invitación de parte del Señor. Decida correr al bien del Señor; haga suyas estas palabras:

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11 Porque Jehová redimió a Jacob, lo redimió de mano del más fuerte que él. 12 Y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sion, y correrán al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas; y su alma será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor. 13 Entonces la virgen se alegrará en la danza, los jóvenes y los viejos juntamente; y cambiaré su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor. 14 Y el alma del sacerdote satisfaré con abundancia, y mi pueblo será saciado de mi bien, dice Jehová. 15 Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. 16 Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo. 17 Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra. (Jer 31:11-17).
[1] Lange, J. P., Schaff, P., Nägelsbach, C. W. E., & Asbury, S. R. (2008). A commentary on the Holy Scriptures: Jeremiah (p. 280). Bellingham, WA: Logos Bible Software.

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